¿Cómo pudimos llegar a esta situación? Parte 5

   Por Omar Auton

“Estás llamando a un gato, con silbidos”

“Todo un palo”, (Solari-Beilinson)

La hora de los predicadores

   Una de las preguntas más frecuentes cuando uno participa de un debate, una charla o una simple reunión de amigos es ¿Pero y quién va a liderar? Y en ese momento uno comienza una larga perorata, robando frases del Papa Francisco (“El camino es de la periferia hacia el centro y de abajo para arriba”) tratando de no ofender a nadie pero manifestando la convicción que si los liderazgos, son por naturaleza parciales, de un sector, por oposición a la conducción que apunta al conjunto, en este momento además, están todos fuertemente cuestionados y no solo representan una fracción solamente sino que reciben un rechazo manifiesto del resto, por lo tanto, no es por ahí.

   Uno no desconoce las trayectorias y trascendencia que cada uno de ellos, con sus más y sus menos puede tener, pero creo que todos aquellos que han tenido o aspirado a las máximas responsabilidades del país y en consecuencia son objeto de un gran rechazo de las grandes mayorías de los argentinos, más allá de los mayores o menores porcentajes de adhesión que aún reciban, son minoritarios.

   Y lo son porque salvo sus más fervorosos adherentes, sus círculos íntimos y los aspirantes a ocupar cargos en la cosa pública, el resto de los argentinos puede conservarles cierto cariño o reconocimiento parcial, pero los responsabiliza por no haber sido capaces de llevar al país a un destino mejor, quizás reconoce aciertos pero el balance es negativo para el 60 o 70% del pueblo argentino y lo que es peor aun los que les reconocen cosas positivas se molestan cuando solamente se les recuerda ese pasado, nadie propone un camino de futuro y cuando hablan no son creíbles porque la gente piensa o dice ¿Y si sabían lo que había que hacer porque no lo hicieron antes?.

   Aseguro que trato de ser lo más objetivo posible y no apunto a nadie en particular, pero aquellos que detentaron las más altas magistraturas deben asumir, de una vez por todas, su responsabilidad en el fracaso de la democracia que supimos recuperar en 1983, fracaso que nos condujo a ser presididos por un megalómano y fanático, sospechado de serias perversiones y alteraciones graves de su psiquis, que además es un cipayo convencido y con excesos vergonzosos de lacayismo, rodeado de una corte de ladrones, estafadores y sinvergüenzas que ya han sido protagonistas del saqueo de la patria con De La Rúa y Macri, que han endeudado a la Argentina a niveles récord y volvieron para hacerlo de nuevo, total se van a escapar antes de la catástrofe a sus domicilios en el extranjero y a sus empleos en bancos o grupos financieros.

   No pretendo jubilar a nadie y no voy a entrar en aquello de “No son Peronistas” o descalificaciones, al fin de cuentas si alguna vez confiamos en ellos es porque merecieron o se supieron ganar la misma, creo que deben estar en la conducción del movimiento, participar en la “mesa grande” junto a gobernadores, la Confederación General del Trabajo, los movimientos sociales, intendentes, jefes de bloques parlamentarios, debatiendo las estrategias: en primer lugar de reconstrucción de la unidad del peronismo luego de años de una diáspora lamentable, luego de propulsar esa unidad en cada distrito, paralelamente elaborar un programa claro y concreto, que sea visualizado como un camino creíble de futuro y finalmente de definir las alianzas y los nombres, o llamar a elecciones internas si es necesario, que vayan a encarnar la oferta electoral de ese programa.

   Eso sí, nadie está dispuesto a seguir tolerando la dedocracia, la soberbia y el autoritarismo que caracterizó a cierta dirigencia en los últimos años, es intolerable que vuelvan a aparecer ciertos personajes con el discurso “estos son los candidatos que quiere… son estos o rompemos y si perdemos las elecciones no pasa nada, total los que ganen van a ser un desastre y nos van a venir a buscar”, palabras más, palabras menos, todos hemos escuchado cosas así a nivel nacional, provincial y hasta de las listas de concejales o partidarias.

   Durante mucho tiempo aquellos que quisieron competir no pudieron, no se los dejó (Randazzo en 2015, más allá de mi opinión sobre el personaje), cientos de listas fueron rechazadas en la provincia de Buenos Aires en otras elecciones, las autoridades partidarias las eligen los congresos partidarios ya que al no permitir otras listas hemos terminado en las “listas únicas” que están bien cuando son por el acuerdo de todos los sectores y no lo están cuando son el resultado del “manejo de la lapicera” por unos pocos o cuando no, por uno solo.

   Todo esto fue la consecuencia de liderazgos personalistas (Menem, Néstor y Cristina Kirchner) en un caso porque después de haber llegado a la candidatura mediante la interna más concurrida y participativa del Partido Justicialista en estos 40 años, abandonar la doctrina peronista y todas las promesas de campaña requería que la vida interna partidaria no existiera y en este siglo porque la desconfianza manifiesta que ambos líderes mostraban sobre las estructuras partidarias y cierto debate ideológico que se escamoteó, nos llevó a rotular la militancia partidaria como “pejotismo”, a abandonar los símbolos partidarios y hasta la marcha, alguna vez un connotado dirigente bonaerense y multiministro en varios gobiernos,  ante el cuestionamiento respondió “La marchita que se la metan en el c…”.

   Son miles los compañeros, militantes comprometidos y de muchos años en sus distritos, que fueron abandonando la militancia, cerraron las unidades básicas, no faltaron los que “vendieron” sus espacios al macrismo o más recientemente a Milei a cambio de prebendas. Cuando no se airean las estructuras, no se mueven las aguas del debate, aparecen los frutos podridos, pero el General Perón nos enseñó que las organizaciones como el pescado “Siempre comienzan a pudrirse por la cabeza”, así que los que estuvieron en ella que se hagan cargo de sus responsabilidades.

    Recientemente el pueblo peronista se enteró estupefacto y furioso, que quién había sido vicepresidente de la Nación, dos veces gobernador de la provincia, candidato a presidente en el 2015 (gracias a la prohibición de presentar listas opositoras en las PASO), e intentado ser candidato en el 2023 asumía como ministro del gobierno más cruel, antiperonista y entreguista de la historia, con un desenfado y exhibicionismo de su traición que repugna, ¿Cómo pudo semejante personaje ser candidato y ejercer cargos ejecutivos por el peronismo en los últimos 20 años con la aquiescencia de su dirigencia y que nadie ensaye una autocrítica? En menor medida lo mismo puede decirse de quién presidió el bloque peronista en el Senado durante muchos años y fue hombre de confianza de los gobiernos kirchneristas y en 2023 apareció como candidato a vicepresidente de Mauricio Macri y ahora encabece una bancada en diputados de “opositores amigables” a este gobierno miserable.

   Puedo comprender a todos los compañeros que asqueados de tener que poner la cara y explicar lo inexplicable ante cosas como las mencionadas, los hechos de corrupción, la falta de presencia territorial y el manoseo, se retiraron a sus casas y abandonaron la militancia, pero es la hora de ir a buscarlos, de convocarlos, de pedirles perdón y sumarlos a la tarea realmente ciclópea que nos espera.

   “Los cuadros peronistas no sólo deben ser hombres que trabajen para nuestro movimiento sino que también deben ser predicadores de nuestra doctrina. Todos los movimientos de acción colectiva, si necesitan de realizadores, necesitan también de predicadores. El realizador es un hombre que hace sin mirar al lado y sin mirar atrás. El predicador es el hombre que persuade para que hagamos todos, simultáneamente, lo que tenemos que hacer”

   Perón nos enseñó en “Conducción política” que tipo de hombres y mujeres necesita el movimiento y también nos dijo aquello del “bastón de mariscal que cada peronista lleva en su mochila”, sin embargo después de su muerte fuimos permitiendo que el movimiento se fuera eclipsando y fue emergiendo como único espacio de construcción política el partidario, contradiciendo nuestra tradición donde lo central era la construcción y fortalecimiento del Movimiento, porque esa era y es nuestra esencia, el Peronismo es un Movimiento Nacional de Liberación en un país semicolonial, no es un simple partido más del régimen, del sistema partidocrático que constituye la organización del modelo dependiente.

   Después de 1976, el peronismo perdió el rumbo, la Renovación de los 80, nos ofreció como camino el despojarnos de nuestras características más irritativas en lo ideológico, nuestras tres banderas, la tercera posición, la idea de conformar un polo latinoamericano que no se sometiera a los imperialismos de turno, la JUSTICIA SOCIAL como idea innegociable. Apareció el debate si debíamos acercarnos a la socialdemocracia o al socialcristianismo, variantes europeas más de derecha o de izquierda de un capitalismo triunfante y afirmado, Cafiero expresaba a un sector y Menem expresó al otro, llevando el alineamiento con EE.UU al extremo, al igual que los partidos socialcristianos en Europa y a través de sus fundaciones y usinas de pensamiento a toda Latinoamérica.

   Cuando la ola neoliberal se mostraba incontenible luego de la caída del muro de Berlín brillaban allá los Aznar, Blair, Sarkozy o Berlusconi y aquí los Menem, Collor de Mello, Sanguinetti, Siles Suazo, etc., cuando las crisis recurrentes arrasaban con esos procesos, aparecen los Hollande, Zapatero, Tsipras allá y Kirchner, Lula, Correa, Morales o Tabaré Vazquez. Es que como países dependientes nuestros destinos se modifican al ritmo de los cambios de la política mundial, de ahí la recurrencia de avances y retrocesos que tanto lamentan los intelectuales.

   Sin procesos de creciente autonomía, que exigen alianzas fuertes en nuestro subcontinente, y profundas transformaciones en lo interno no hay salida. Nadie habla de autarquías o de romper relaciones con las potencias, se trata de ir logrando mayores niveles de decisión propios, basados en nuestros intereses, como Brasil ha venido haciendo desde hace décadas, por ejemplo.

   Las experiencias de restauración colonial y dependencia feroz terminaron todas con crisis terribles, aumento de la miseria y exclusión y destrucción del aparato productivo, así pasó con Martínez de Hoz, Menem/Cavallo, De la Rúa /Cavallo, Macri y va a pasar con Milei, y a su vez las experiencias “progresistas” en la medida que no remueven las causas profundas de la crisis terminan con grandes fracasos y desilusiones populares, así 2015 nos dejó pensando cómo se pudo hacer retroceder tanto el país en poco tiempo luego de 12 años de gobiernos kirchneristas y el período 2019-2023 nos sumió en el paroxismo del internismo, la mediocridad y la falta de coraje y conducción, inéditos en un gobierno supuestamente “peronista” aunque Alberto Fernández se declaraba “socialdemócrata”.

   Digo que es la hora de los predicadores porque hay que retomar nuestra doctrina en su identidad más profunda y en sus valores originarios, e ir a buscar al pueblo peronista, al que hemos dejado sin verdadera representación en los últimos 42 años, a los comerciantes que han sido o son arruinados por el proyecto de entrega del patrimonio nacional, a los empresarios que quieren producir, competir y exportar, reclamando el apoyo de su Estado, como ocurre en todos los países desarrollados, a los trabajadores, registrados o no, que ven morir sus esperanzas y proyectos de vida ante el retroceso del salario y el empleo, a los jóvenes que ni piensan en un futuro, en tener su casa, su familia, poder tener esperanzas en un mañana mejor, en los productores agropecuarios a los que hemos escarnecido, confundiendo a todos con los grupos concentrados, restaurar la unidad de nuestra Comunidad. 

   Solo el peronismo puede encontrar y proponer un camino diferente, serio, fundamentado, coherente y creíble, pero para eso necesita dejar de ser un partido más del sistema dependiente, construir una dirigencia nueva y profundamente fiel a su doctrina desterrando a los mercaderes que hoy usufructúan los sellos partidarios, socios menores del cipayaje gobernante.

Despedida a Francisco

Por Gustavo Matías Terzaga*

Hoy no solo despedimos al Papa, despedimos a un conductor histórico de los pueblos de la periferia. Francisco no fue un Papa neutral, fue un hijo de América Latina, argentino, peronista en el sentido profundo: creyente en la justicia social, el protagonismo de los humildes y la unidad continental.

Su legado no es solo espiritual, es político, estratégico y profundamente latinoamericano. Francisco fue un gran pensador nacional que la Argentina proyectó al mundo, pero que la partidocracia inepta e hipócrita, de derechas e izquierdas -que comprendió perfectamente su acción y su legado- íntimamente siempre estuvo en su contra y no lo quiso interpretar. Por eso, hoy más que nunca, necesitamos interpretarlo como él interpretó secularmente nuestro tiempo.

Entre muchos, nos dejó 4 principios que no son frases bonitas para las homilías, son ejes de una doctrina para reconstruir nuestras naciones, poniendo a nuestros pueblos en la centralidad:

El tiempo es superior al espacio:

Los cambios verdaderos no se imponen desde arriba ni en campaña. Se gestan como procesos y van el el sentido de nuestra historia. ¿Qué proyecto político de raigambre popular hoy piensa en los próximos 30 años? Este es un principio contra el inmediatismo de una dirigencia que ha hecho del corto plazo y el pragmatismo obsceno una religión de la impotencia. Una política que se obsesiona por ocupar el espacio, aunque no construya procesos. Francisco nos recuerda que el tiempo -como acumulación, como maduración histórica- es más decisivo que la ocupación apresurada del poder institucional.

La unidad prevalece sobre el conflicto: 

Este principio no propone eliminar el conflicto -eso sería negar la historia- sino subordinarlo a un horizonte superior: la unidad de los pueblos.

No hay Patria posible con bandos enfrentados entre hermanos, porque nos comen los de afuera. Para Francisco, la unidad no niega la diferencia, pero impide que ésta se vuelva autodestructiva. La política nacional debe ser capaz de conducir los antagonismos sin hacerlos estallar. Los proyectos populares no pueden permitirse el lujo de dividirse en nombre de identidades puras o verdades iluminadas.

La realidad es superior a la idea:

Nuestra política debe hundir los pies en el barro del pueblo donde se gesta lo nacional. Es el principio antielitista por excelencia. Contra los tecnócratas de la abstracción y los ideólogos de academias, Francisco exige mirar la vida concreta del pueblo. La política debe encarnarse en el terreno, no flotar en el aire de los institutos. Nadie puede hablar ya de política nacional sin hundir los pies en las villas, en los barrios, en el interior, en el trabajo informal, en los comedores. Basta de despachos y redes sociales.

El pueblo no es un sujeto abstracto, es el territorio de la verdad y requiere toda la centralidad. Y toda política que lo ignore, cae en el vacío. Francisco nos señala que las ideas políticas deben nacer de la realidad concreta de los pueblos, de sus dolores, de sus modos de vida, de sus esperanzas y pretensiones, como lo decía y lo hacía Perón. En tiempos de identidades importadas y debates académicos desconectados de la lucha popular, este principio exige volver a escuchar al pueblo y a pensar desde él.

El todo es superior a la parte: 

La Nación debe imponerse como sujeto histórico sobre los intereses parciales. El pueblo como totalidad debe primar sobre el individuo. Nadie se realiza en una comunidad que no lo hace. Hoy, cuando la política se reduce a agendas particulares y sectoriales, y cuando se promueve la “guerra de todos contra todos” como forma de dominación, este principio nos invita a reconstruir el sentido de comunidad, de destino compartido, de solidaridad.

Y también es una advertencia geopolítica: ningún país de América Latina logrará ser soberano aislado de sus hermanos.

Sólo unidos tenemos destino, lo demás es colonia y opresión.

Y a todo esto, Francisco le sumó una imagen que lo define todo: el poliedro.

¿Qué es el poliedro? Es la unidad enriquecida desde las diferencias. Es la potencia de la diversidad organizada. No es la esfera homogénea del supremacismo hegemónico, ni el caos de las tribus llevada al al extremo del diversionismo. Es un todo donde cada parte conserva su forma y su originalidad, pero se articula con las demás, cohesiona y tributa a la finalidad.

Que triste este mes de abril! Pero que gran orgullo de argentino es el que nos invade también. Francisco fue el Papa de los pueblos, no de los poderosos, el Papa de la multilateralidad real, la que nace desde la periferia y va hacia el centro, desde los trabajadores, los migrantes, las mujeres, los pueblos originarios, del mestizaje, de África, Asia y América Latina.

Nuestro mejor argentino fue el único líder mundial que denunció sin miedo al FMI, a la OTAN, a los paraísos fiscales, a las guerras económicas y al «dios dinero».

Su muerte no es el fin, al contrario, es el llamado a retomar su legado, con coraje y con organización.

Si queremos reconstruir nuestra Patria, libre, justa y soberana, el pensamiento de Francisco no puede quedar encerrado allá en el Vaticano, tiene que bajar a la política, a las aulas, a las calles, a los barrios, al sindicato, a los jóvenes que no se resignan. La historia no está cincelada aún, y Francisco nos dejó las herramientas. Ahora depende de nosotros.

Lo que Francisco deja no es sólo un mensaje espiritual- aunque realmente lo es- es una doctrina de unidad popular y liberación nacional, un legado estratégico, una hoja de ruta para los pueblos de América Latina.

En tiempos de desesperanza, su pensamiento es brújula. En tiempos de fragmentación, su mensaje es una arquitectura de unidad. En tiempos de colonización, Francisco se vuelve consigna de resistencia, unidad y organización.

Hoy más que nunca, debemos volver a pensar la política en términos de tiempo, unidad, realidad, totalidad y pluralidad armónica. Francisco nos ha dado las claves. Depende de nosotros que no se pierdan entre homenajes estériles, discursos vacíos o lágrimas de cocodrilo.

No se trata de canonizarlo, se trata de comprenderlo como el último gran dirigente político argentino con visión nacional y continental. Y como tal, su pensamiento no debe ser recordado, debe ser aplicado.

Hasta siempre, amigo. Y gracias!

* Presidente de la Comisión de Desarrollo Cultural e Histórico ARTURO JAURETCHE de la Ciudad de Río Cuarto, Córdoba

El legado de una Iglesia nueva

A lo largo de sus doce años de papado, Francisco reorientó a la Iglesia hacia un futuro incierto pero esperanzador, dejando un legado de cambios profundos y una constante búsqueda de unidad y transformación global

Por Aldo Duzdevich*

Hace varios años, Aldo Carreras, con la confianza de quien habla de un amigo a quien conoce desde siempre, me dijo: “Este loco se propuso dos objetivos: cambiar la Iglesia y cambiar el mundo”.

Para quienes no lo conocen, el profesor Aldo Carreras es un hombre vinculado a la Iglesia, la educación y el peronismo, y fue una de las personas más cercanas a Francisco, pero siempre mantuvo un perfil muy bajo. Y cuando dice “este loco”, me estaba diciendo “Francisco no se anda con chiquitas, apuesta muy fuerte, tal vez demasiado fuerte para sus posibilidades reales”.

Yo suelo comparar la edad de Francisco cuando inicia su papado, con la edad de Perón cuando asume su presidencia en 1973. Muchos críticos dicen “Perón sabía que le quedaba poco tiempo de vida, no debió ser presidente”. Cuando Francisco inició su papado se escuchaba lo mismo: “Le falta un pulmón”, “tiene muchos problemas de salud”, “no va a durar demasiado”.

Soy un convencido de que aquellos hombres que son convocados por la historia no miden riesgos y se sienten más cerca de la eternidad que de la finitud humana. Aunque la biología no entiende mucho de demandas históricas y juega malas pasadas.

Claro que con Francisco además de la biología tuvo otras ayudas. Cuando le preguntaban: “¿Tenemos Francisco por muchos años más?”, respondía: “Que lo diga El de arriba”. Traducido: tengo una misión que cumplir y la seguiré cumpliendo hasta que Dios decida.

Hoy “El de arriba” decidió. Y quienes aprendimos a quererlo estamos sufriendo el dolor y la tristeza por su partida.

Pero Dios fue generoso y le dio a Francisco doce años de una lucidez y vitalidad envidiables en una persona de su edad. Arrancaba su día a las 4 o 5 de la mañana para rezar. Leía, escribía, llamaba por teléfono a mucha gente sencilla, tenía un maratón de audiencias todos los días, viajaba. Solía aclarar: “Eso sí, siempre duermo una hora de siesta…”. Como si fuese una vacación reparadora.

El tiempo es superior al espacio

El pensamiento y la acción del Papa Francisco se basan en cuatro principios que lo guían desde su juventud: “El tiempo es superior al espacio; la unidad prevalece sobre el conflicto; la realidad es más importante que la idea; el todo es superior a la parte”.

En su Encíclica Evangelii Gaudium desarrolla estos cuatro principios.

“El tiempo es superior al espacio”. “Este principio permite trabajar a largo plazo, sin obsesionarse por resultados inmediatos. Ayuda a soportar con paciencia situaciones difíciles y adversas, o los cambios de planes que impone el dinamismo de la realidad (…). Uno de los pecados que a veces se advierten en la actividad sociopolítica consiste en privilegiar los espacios de poder en lugar de los tiempos de los procesos.”

“Darle prioridad al espacio lleva a enloquecerse para tener todo resuelto en el presente, para intentar tomar posesión de todos los espacios de poder y autoafirmación. Es cristalizar los procesos y pretender detenerlos. Darle prioridad al tiempo, es ocuparse de iniciar procesos más que de poseer espacios”.

“Se trata de privilegiar las acciones que generan dinamismos nuevos en la sociedad e involucran a otras personas y grupos que las desarrollarán, hasta que fructifiquen en importantes acontecimientos históricos. Nada de ansiedad, pero sí convicciones claras y tenacidad.”

Cuando Francisco se puso al hombro la tarea de impulsar profundos cambios en la Iglesia Católica, lo que hizo fue justamente aplicar este principio.

Otro amigo, Julio Baraibar, ayer escribía que Francisco ha logrado “deseuropeizar” a la Iglesia Católica, al convertirla en la iglesia de las periferias, una Iglesia que se proyecta hacia Oriente, África y América Latina.

Justamente de eso se trata lo de “iniciar procesos”, Francisco ha dado un giro y nueva orientación a la Iglesia que no descansa solo sobre su persona, sino que ha generado “nuevos dinamismos que van a fructificar en importantes acontecimientos históricos”.

La última vez que lo vi en 2019, le comenté: “Usted está nombrando cardenales de distintos países”. Su respuesta fue: “Sí, antes se ocupaba el Cardenal Bertone y nombraba mayoría de cardenales europeos, ahora yo estoy cambiando un poco eso…”.

Al día de hoy, el Colegio cardenalicio está formado por 252 cardenales; 138 son electores y participarían en el próximo cónclave que elegirá al sucesor del Papa Francisco. Cuatro de cada cinco cardenales que votarán en el futuro cónclave han sido elegidos por el pontífice argentino. En la última década, el Colegio cardenalicio se ha hecho más universal y más joven: hay 94 países representados y la edad media de los electores es de 69 años.

El tiempo es superior al espacio y el proceso de cambio en la Iglesia Católica está en marcha indetenible.

Nos queda el dolor de no haberlo recibido en su tierra

Entre tantas macanas que se mandó el progresismo que cooptó al peronismo en los últimos años, está el haber despreciado y estigmatizado a Jorge Bergoglio, el primer Papa de las periferias.

Un periodista con enorme poder sobre el aparato cultural del kirchnerismo inventó una historia falsa sobre el papel de Jorge Bergoglio durante la dictadura. Historia falsa repetida miles de veces por toda la prensa seguidora del catecismo progresista.

A la vez, los sectores conservadores de la Iglesia Católica y de la derecha liberal le colgaron el sayo de Papa “peronista”.

En lo que sí coincidían todos -hasta el presidente actual que lo había insultado públicamente– es que era bueno y necesario ir a Roma a sacarse una foto con un líder de enorme prestigio mundial.

Cada lado de la grieta lo tironeaba para su lado. Y cuando se le preguntaba por qué no venía, respondía que no estaban dadas las condiciones. Su fundado temor era que su visita a la Argentina no sirviera para tender puentes como él deseaba sino para ser un motivo más de desencuentros.

Hoy ya no lo tenemos con nosotros.

Tengo profunda fe en que las nuevas generaciones, descontaminadas de tanto fuego de artificio, descubrirán al Papa Francisco que sus contemporáneos no supimos ver.

Querido Francisco, hoy somos muchos los que estamos rezando por Usted.

*Periodista y Escritor 

El ciclo del kirchnerismo y la necesidad de una nueva síntesis popular

Por Gustavo Matías Terzaga*

Cuando el río suena, agua trae. Y lo que hoy suena con fuerza en la política nacional no es solo el retumbar de una interna entre facciones peronistas; es la lenta pero definitiva sedimentación de un proceso histórico que comenzó con bríos transformadores en 2003, se consolidó en la confrontación, y hoy languidece bajo el peso de sus propias limitaciones.

El kirchnerismo fue una expresión vital y popular que, tras la catástrofe del 2001, devolvió al Estado su capacidad de arbitrar, de proteger y de intervenir. Significó para millones de argentinos el retorno de la política como herramienta de justicia social, la incorporación de los jóvenes a la militancia política, la ampliación de derechos, la vinculación con los pueblos hermanos y la recuperación de la autoestima nacional. Fue, en términos populares, el intento más logrado de reconstruir un proyecto de país con inclusión, soberanía y justicia social después de Perón. Pero toda épica que no se renueva, se agota. Lo que estamos presenciando, en este abril convulso de 2025 y en medio de un oscuro panorama que atraviesa nuestra vida nacional, no es una mera transición interna en el peronismo, sino una inflexión de época que hay que saber transitar, conservando lo que inspire y descartando lo que ya no aplica.

Entonces, el desdoblamiento electoral decidido por Axel Kicillof en la provincia de Buenos Aires no puede leerse sólo como un movimiento táctico en la coyuntura. Es, en verdad, la señal de una ruptura estratégica que sobreviene por su propia maduración. Hijo dilecto del kirchnerismo, el actual gobernador de PBA comienza a separarse del útero político que lo gestó. Pero no por rebeldía adolescente, sino por madurez política, y esto mismo lo vuelve un proceso de renovación interesante por su posibilidad de proyección nacional hacia el 2027.

Lo que está sucediendo

La interna política en la provincia de Buenos Aires, como síntesis concentrada de las tensiones nacionales dentro del peronismo, gira en torno a un punto nodal, que es la resistencia de ciertos sectores del kirchnerismo -específicamente los ligados a La Cámpora y al núcleo duro Cristinista y de su hijo Máximo como operador- a aceptar que Axel Kicillof- o cualquier otra figura por fuera de la familia Kirchner- tiene la legitimidad política y el derecho histórico de ser interlocutor principal frente al proyecto liberal libertario de Milei. Esta es la cuestión. Y este conflicto expresa, o de él se desprende, en el fondo, dos concepciones antagónicas sobre la conducción y la verticalidad en el peronismo:

Por un lado, la visión que puede atribuirse a Kicillof y sus aliados que, probablemente, entiende la verticalidad como un instrumento táctico, flexible, al servicio de una estrategia política concreta y sujeta a validación popular y al pragmatismo territorial para congeniar con los “gordos” del conurbano. Esta visión recupera cierta lógica del peronismo clásico, donde el conductor debe tener legitimidad de masas y capacidad de conducción política, no necesariamente una unción dinástica para avanzar. Verticalidad flexible, ascendiente y descendiente. Es la lógica en la que el liderazgo se construye desde abajo hacia arriba (ascendente) y se consolida con conducción desde arriba hacia abajo (descendiente), pero basada en la representación real, el anclaje territorial y la validación popular. Es táctica, dinámica y estratégica.

Del otro lado, la visión “esencialista”, ligada a la lógica del linaje, que reduce el derecho a conducir el movimiento a la herencia simbólica de los Kirchner. Esta mirada absolutiza la verticalidad hasta transformarla en un dogma rígido, casi sin variables, por fuera del resultado electoral o del respaldo social efectivo. Así, se confunde la lealtad al proyecto nacional con la subordinación a una persona o núcleo restringido de poder, Cristina, Máximo y el apellido. Por eso, sus seguidores fieles, ven traidores en todos lados e infantilizan al pueblo cuando se pierde una elección, trasladando la responsabilidad política desde el interior hacia afuera. Y en esa obstinación por preservar la jefatura “natural” con la lógica de la infalibilidad del líder, aún cuando las urnas ya no convalida esa centralidad, se abre paso el estancamiento, el error estratégico, el daño y, en última instancia, la derrota. Y es lo que está sucediendo. Verticalidad rígida, sólo descendente. Es la lógica del dedazo, de las listas impuestas, de la conducción cerrada que no escucha ni habilita debate, que “baja línea” sin anclaje ni oído en las bases. Se trata de un esquema estático, que reemplaza la conducción por el control y la mística por la obediencia. En este modelo, el poder no se construye todos los días, se administra lo que quedó desde una cúpula y se agita la autorreferencia para preservar el relato. Es objetivamente derrotista, como lo demuestra su seguidilla de fracasos electorales. La condición sine qua non para integrar este esquema, es seguir a Cristina hasta pasarla, y escucharla para desoirla. Y lo que verdaderamente importa es su figura, no la Patria ni el pueblo, como si la propia Cristina fuera el programa, pero no lo tiene. En esta lógica, nada se cede.

Desde esta perspectiva, que seguramente acepte más variables, lo que se juega en la interna bonaerense no es sólo un reparto de cargos ni un conflicto de estilos, sino la posibilidad de redefinir la arquitectura de poder del peronismo en el siglo XXI. Básicamente, si seguirá una política atada a una lógica de obediencia cerrada, con un liderazgo que no se somete al escrutinio democrático interno, o si, con ese piso alto, romper ese techo bajo para transformarse en un movimiento mucho más amplio, con capacidad de síntesis y vocación de mayoría real. Para esto último, algo hay que ceder.

Hay que ser claros, negar ese debate es condenar al peronismo a la repetición cíclica de sus peores errores. La idea, entonces, por eso ofrecemos nuestro parecer, es salvarnos de la imposibilidad de arribar a algún diagnóstico mínimamente racional. Estimamos que cualquier otro argumento que discurre alrededor de este asunto que pretenda esconder este conflicto de concepciones, no es más que chamuyo para la tribuna. Llega un punto donde, a los rosqueros y obturadores, les conviene ocultar la verdad y exponer a cielo abierto las miserias palaciegas.

En este sentido, la distancia con La Cámpora no es anecdótica, significa un intento de librarse del cepo de una organización que, al convertirse en custodio del legado original, terminó muchas veces siendo su carcelero. En el camino, Axel busca recuperar el contacto con el sindicalismo, los intendentes del Conurbano bonaerense y -más difícil aún- con una sociedad desencantada, descreída de todas las formas de representación. Pero lo mejor que podemos decir de Kicillof es que, además de un cuadro técnico y académico, es un laburante de la política y no un principiante con suerte; su gente se lo reconoce electoralmente, en una provincia que es un país dentro de otro; y no es poco, sino suficiente para no pedir permiso, medir su acrobacia y saltar. Ojo, Kicillof no es Daniel Scioli ni Alberto Fernández, tampoco es Bossio ni Randazzo.

Esto que analizamos no invalida los logros históricos del ciclo kirchnerista, pero sí obliga -con responsabilidad militante y honestidad intelectual- a revisar críticamente sus límites. Porque sin esa revisión profunda, sin un diagnóstico, no habrá nueva síntesis, ni política saludable posible. Y convengamos, no hay nada bueno con lo que está pasando.

Unos ejemplos valen más que miles de palabras

El desmanejo y la ruptura con la Confederación General del Trabajo (CGT) en 2011, el mantenimiento del impuesto a las ganancias que afectó a la clase trabajadora, y el boicot a la candidatura de Daniel Scioli en 2015, son hitos que evidencian una desconexión con el arte de conducir. La decisión de Cristina Fernández de Kirchner de designar a dedo a Alberto Fernández como candidato a presidente en 2019, anunciada por redes sociales, sin debate interno ni construcción colectiva, fue una jugada audaz y riesgosa. El objetivo era ampliar la base electoral para vencer a Mauricio Macri, y en ese sentido fue efectiva en el corto plazo, y la supimos valorar, como al gobierno sostener. Pero el verdadero problema no fue solo la dedocracia, sino el posterior sabotaje interno a su propio elegido. Una experiencia que merece un análisis crítico y profundo que escapa a estas líneas, pero que, en términos políticos, fue de una irresponsabilidad de magnitud histórica. El tiempo hablará, si hoy lo podemos escribir.

Las consecuencias de no retomar desde las fuentes

En nombre de una pureza progresista más estética que real, el kirchnerismo fue alejándose de la cultura criolla, de las raíces obreras y populares, más parisina que del interior, y entregando poco a poco al aparato liberal la posibilidad del monopolio del sentido común. Pero el verdadero crimen político del kirchnerismo fue cortar los lazos con Perón, en vez de abrevar en su legado para fortalecerse. Una joven Cristina que votó al FIP del “colorado” Ramos en 1973, con su “vote a Perón por izquierda”, y no al FREJULI siendo peronista, nos da algún indicio para explicar el fenómeno. No se trató solo de una distancia simbólica o generacional con el General, sino de una ruptura estratégica, con las bases del movimiento: la centralidad del trabajo, la alianza con la clase obrera organizada, las FFAA y la construcción de poder desde la comunidad organizada. Pero también con el legado español, el idioma y la religiosidad popular.

Lo real -por doloroso que resulte reconocerlo- es que la pretendida matriz de país construida durante la década “ganada” del kirchnerismo fue desmantelada en apenas seis meses. Bastó medio año de un gobierno de signo contrario para mostrar que lo edificado no tenía cimientos sólidos ni anclaje profundo en la estructura del Estado ni en la conciencia social, aunque siempre algo queda, por supuesto. Y esto debe ser un aprendizaje para lo que viene. Lo que parecía un proyecto que se jactaba de “irreversible” terminó siendo, en gran parte, un relato sostenido en un liderazgo carismático, pero sin verdadera institucionalización ni transformación cultural duradera. Esa fragilidad estructural es una de las grandes deudas del ciclo político que se va cerrando, y la sensación que nos invade es la de pérdida de la oportunidad. En síntesis, los kirchneristas fueron gobiernos nacionales, pero no de liberación nacional. Nunca hubo programa.

Lo viejo que no muere, lo nuevo no nace

El 2027 será, entonces, un parteaguas para el destino del país, donde la taba de este pleito, ya habrá caído de un lado o del otro. Con un Donald Trump reposicionado en el tablero mundial, con un escenario de guerra comercial y proteccionismo brutal que acelera el proceso de descomposición norteamericano y los peligros que eso atrae en una zona periférica del globo, la Argentina necesita comprender su ubicación geopolítica con urgencia. Los BRICS, Brasil, la Patria Grande no son fantasías, son la condición de posibilidad para una inserción soberana en el nuevo orden geopolítico multipolar. Un gobierno peronista con inteligencia, músculo y vocación histórica deberá reubicar al país en esa matriz para fabricar la chance política de, además de ganar, reelegir.

Hoy, es el turno de quienes, como Axel, comprenden que el legado no es un altar, sino una herramienta política para el trabajo diario. Axel es, en efecto, el mariscal que Cristina decía que hacía falta, cuando se despedía pero no soltaba. Esperamos -con prudencia, pero también con firmeza- que Cristina y La Cámpora no elijan el camino del daño extendido. Que no conviertan la pérdida de centralidad en sabotaje. Porque si algo necesita el campo popular en este momento es madurez política, generosidad histórica y sentido de responsabilidad con un país que no resiste más fracturas inútiles ni batallas intestinas dentro del bando nacional. El tiempo de los liderazgos mesiánicos terminó. Ahora se trata de reconstruir con lo que hay, no de dinamitar lo que viene. Ah, y no se olviden: volver a Perón.

* Presidente de la Comisión de Desarrollo Cultural e Histórico ARTURO JAURETCHE de la Ciudad de Río Cuarto, Córdoba

El peronismo y la cultura (artículo publicado el 17 de octubre de 2020)

Por Julio Fernández Baraibar*

Ayer, a pedido de un amigo, escribí estas líneas que pongo a continuación. La jornada de hoy, 17 de Octubre de 2020, posiblemente las ilumine con una renovada luz.

Los enemigos del peronismo han querido, a lo largo de los últimos 75 años, adjudicar al peronismo el mote de incultura, de bárbaro, de algo perteneciente a etapas incivilizadas de la humanidad.

Sin embargo, nada es más falso, nada es más injusto y agraviante que esa calificación.

Cuando hablamos de cultura, cuando nos referimos a ella, no estamos mencionando tan solo las obras literarias, como la novela, la poesía o el ensayo filosófico, ni las obras pictóricas, la música o la danza, aunque también nos referimos a ellas.

Cuando decimos cultura queremos significar la acumulación de saber, de experiencia, de belleza, de reflexión colectiva y anónima de un pueblo a lo largo de su desarrollo en la historia. Cultura son también los saberes populares transmitidos de padres a hijos, la técnica exquisita de la tejedora de ponchos o del lutier de bombos, el conocimiento casi secreto de la mujer que sabe donde crece ese yuyito capaz de salvar al niño de alguna enfermedad estival.

Y el peronismo, nuestro gran movimiento nacional, es el que mejor ha expresado a lo largo de estos 75 años esta cultura, esta sedimentación de conocimientos, experiencias, reflexiones, artes y artesanías de nuestro pueblo.

Es curioso lo que ha ocurrido con la palabra “bárbaro” en nuestro debate político. Para los griegos, de donde viene la palabra, significaba “el que balbucea”, “el que no sabe hablar” y se la adjudicaban a todos los pueblos que no hablasen el griego o el latín de aquella época. Bárbaro era entonces un concepto despectivo para referirse al que no era griego, al extranjero, al desconocido.

El liberalismo argentino, ya desde Sarmiento, transformó la palabra en un insulto para referirse a los propios, a los hombres y mujeres del pueblo argentino que desconocían la cultura importada de Francia e Inglaterra que exhibían los círculos encumbrados del puerto de Buenos Aires, pero que llevaban sobre los hombros, en las manos y en las cabezas, siglos de su cultura propia, nacida aún antes de la llegada de los españoles.

Y el peronismo, desde aquel 17 de octubre de 1945, se encargó de desplegar y poner en valor esa cultura secular, exhibiendo a la vez el carácter extranjero y, entonces sí, bárbaro de esos grupos que balbuceaban verdaderamente el lenguaje del pueblo argentino, que no los entendía, que hablaba otro idioma.

Esa cultura argentina y americana que el peronismo encarnó entonces y continúa encarnando 75 años después, tan fresca como aquella tarde soleada de 1945, recogió toda la tradición de la patria desde aquella mañana de mayo. Por eso nuestro gran poeta peronista, Leopoldo Marechal, escribió sobre esa tarde fundadora:

De pronto alzó la frente y se hizo rayo

(¡era en Octubre y parecía Mayo!),

Y también asumió la epopeya sanmartiniana, y las luchas federales y el heroísmo en la Vuelta de Obligado, el exilio de los criollos que se adentraban en la actual Formosa, huyendo de nuestras guerras civiles, el grito de nuestros pueblos originarios para ser incluidos definitivamente en esa “Argentina grande con la que San Martín soñó”.

Y el peronismo hizo suyas las quejas amargas de Martín Fierro condenado a la exclusión y el olvido. Y toda su política económica, social y cultural fue una respuesta al gaucho Fierro cuando exclama:

Tiene el gaucho que aguantar

hasta que lo trague el hoyo,

o hasta que venga algún criollo

en esta tierra a mandar.

El peronismo es, en este sentido, un movimiento cuyo motor espiritual es, justamente, la cultura profunda del pueblo argentino. Y sólo porque es así se puede explicar que una movilización masiva de cientos de miles de trabajadores ocurrida hace 75 años tenga la capacidad de convocar a hombres y mujeres nacidos muchos años después de esa jornada, que no vivieron esos días maravillosos, para actualizar el mandato cultural y político que brota del 17 de octubre.

La idea misma de que “reine en el pueblo el amor y la igualdad” es una consigna única entre los grandes movimientos populares que intentaron cambiar un estado de injusticia. El amor entre los argentinos, el amor entre los pueblos de Latinoamérica, y la igualdad que es el único amor posible entre hombres y mujeres libres. Esa cultura ha impregnado toda nuestra acción política.

La Comunidad Organizada que el peronismo presenta como su proyecto social no es otra cosa que el amor entre iguales, entre hombres y mujeres que no son solo iguales ante la ley, como reza el mandato liberal, sino que son iguales en sus condiciones de vida, en su potencialidad de desarrollo. Y hoy que se habla de meritocracia, esa cultura del amor y la igualdad es la condición previa para que los méritos y los atributos personales de todos y todas -al margen de la cuna en la que nació, del dinero del que dispuso, de las relaciones sociales con las que contó- puedan ser coronadas por el éxito, que nunca es individual, sino de la sociedad que permitió su realización.

Esta es la cultura del peronismo, nacida de lo profundo de la Patria y del pueblo. Esta es la cultura que han expresado, por un lado, tantos notables pensadores, filósofos, escritores y artistas de todas las ramas que han encontrado en nuestro movimiento el cauce para sus inquietudes.

Y lo más importante, esta es la cultura que ha expresado nuestro pueblo argentino, en las duras y en las maduras, aferrándonos, como lo hemos hecho en estos 75 años, a una de las Veinte Verdades: “No existe para el peronismo más que una sola clase de personas: los que trabajan”.

Y esto, la reivindicación de quienes trabajan, ha sido el aporte que nuestro movimiento ha hecho a la cultura del pueblo argentino.

Buenos Aires, 16 de Octubre de 2020

*escritor, guionista, documentalista y político

¿Cómo pudimos llegar a esto? Parte 4

 Omar Auton

Sigamos con el Estado

   En el capítulo anterior traté de precisar como concibe el peronismo el rol del Estado, fuerte, eficaz y eficiente, pero de ninguna manera subrogando la actividad empresarial privada y mucho menos avanzando sobre el derecho de propiedad, más allá de encuadrar este último dentro del concepto del bienestar general y por ende dándole una función social.

   En su afán por tomar distancia de los excesos y corrupción del liberalismo privatizador de los 90, algunos compañeros se pasaron a la vereda de enfrente y bajo la consigna de “Estado Presente” cayeron en un doble error, que fue fatal, agobiaron a la sociedad con slogans y consignas, amenazaron con estatizaciones, decidieron que todos los problemas de la comunidad requerían un organismo estatal que los analizara y debatiera, pero aburrieron a la población con sus peroratas y, lo que es peor, no resolvieron ninguno de los problemas, más bien agravaron muchos.

   Pero este aspecto nos deposita en un segundo debate y es el de la organización y funcionamiento del Estado en sí mismo, o sea nos lleva a mirar con detenimiento el Estado hacia adentro, el rol y características de sus empleados, su número, salarios e incidencia en el gasto público.

   Hasta los años 90 había primado el concepto “patrimonialista”, es decir la idea que el ingreso, la carrera, los salarios y hasta sus derechos, eran decisión unilateral del gobierno de turno, incluso nació una teoría en derecho administrativo que decía que, teniendo en cuenta la centralidad de las políticas públicas, los trabajadores estatales no eran “trabajadores”, sus derechos e intereses debían ceder ante la necesidad de atender las demandas de la sociedad.

   Si bien el art. 14 bis de la Constitución Nacional consagra la estabilidad del empleado público, buscando precisamente salvaguardarlo de los vaivenes políticos y evitar que la Administración Pública fuera el “botín de guerra” del partido político gobernante, como la adquisición de esa estabilidad requería la “acreditación de idoneidad”, se recurrió a nombrar sin concurso, confiando que el paso del año de servicios sanearía esta falta con la adquisición de la estabilidad, o a contratar bajo diversas formas fraudulentas.

   Por si esto fuera poco, el poder judicial no sólo “legitimó” los golpes de Estado y sus actos administrativos, sino que en esta materia hasta dio juridicidad a los latrocinios cometidos bajo la doctrina jurídica antes mencionada. De ahí las llamadas “leyes de prescindibilidad” sancionadas luego de cada golpe militar y hasta en algunos de origen constitucional. El criterio era que si bien habían superado el año de servicios, requisito para adquirir el derecho, como a su ingreso no habían acreditado idoneidad mediante un concurso, había una falla ab initio que invalidaba el acceso a la estabilidad. La última fue en 1990.

   Durante los gobiernos de Carlos Menem y al calor de los llamados Consensos de Washington, las presiones del Banco Mundial y la crisis administrativa se puso en marcha la Reforma del Estado y la Emergencia Administrativa que permitieron implementar el plan de privatizaciones, que fue su rostro más conocido, pero también una profunda reforma administrativa que culminó con el Sistema Nacional de la Profesión Administrativa (SiNaPa), un modelo de carrera que establecía la obligatoriedad del ingreso a planta permanente mediante procesos de selección, el progreso en la carrera vertical a través de concursos y las evaluaciones de desempeño y estándares de capacitación en la horizontal.

   Asimismo, se estableció que los cargos de conducción no políticos (Direcciones Nacionales, Generales y Simples) debían ser cubiertos por concursos abiertos.

   Más allá de los cuestionamientos que pudieran hacerse a las privatizaciones y despidos en las empresas del Estado, en lo que hace a la administración central esto fue un gran avance y un cambio radical en el empleo público, esto hay que dejarlo claro. En la política no todo es blanco o negro, no suscribo ni defiendo las políticas de los 90, pero en este terreno podemos afirmar que fue uno de los pocos intentos en darle un sistema y una racionalidad a la Administración Pública Nacional.

   Luego del desmoronamiento de la convertibilidad y la crisis del 2001comenzó el desarme de este esquema, si De la Rúa recibe su gobierno con un Estado pequeño pero ordenado, donde solo había unos 3000 contratados, todos profesionales y con funciones acotadas, cuando Duhalde asume la presidencia ya había 18.000 contratos de locación de servicios y de obra, o sea contrataciones fraudulentas en violación de las normas de empleo público, asimismo nunca más se concursaron los cargos de conducción, a medida que terminaban su mandato los que habían concursado se los fue reemplazando por partidarios de los distintos gobiernos.

   Duhalde “blanqueó “la anomalía de los contratos y los traspasó al régimen de empleo público pero amplió esta modalidad a todo tipo de trabajadores, profesionales o no.

   Durante la presidencia de Néstor Kirchner hubo un nuevo intento de reordenamiento, se firmó un nuevo convenio colectivo de trabajo y se trató de comenzar a llamar a concurso, pero desde 2011 en adelante no sólo se aumentaron irrazonablemente los cargos de conducción, creando direcciones sin sentido y muchas veces con funciones repetidas, sino que a la barbaridad de designar funcionarios sin concurso “por excepción” se agregó que también se los exceptuó de tener la formación profesional requerida para acceder a los mismo. Esto con los gobiernos de Cristina Kirchner, Mauricio Macri, Alberto Fernández y hoy con Javier Milei.

   Se ha cercenado a los trabajadores del Estado la posibilidad de ingresar y acceder a la estabilidad constitucional mediante procesos de selección; los contratos laborales fraudulentos en muchos casos ya tienen más de 20 años de duración, asumen responsabilidades de conducir áreas del Estado gente sin capacidad, ni experiencia ni educación formal para ello, y los profesionales del Estado ni siquiera tienen chance de competir en un concurso abierto con ellos. El actual gobierno que constituye la suma del desprecio por las normas y la crueldad ontológica, además de la incompetencia e ignorancia de cómo funciona una organización, sólo pretende destruir el Estado para sumirnos en la ley de la selva dónde una minoría poderosa, millonaria y apátrida, pueda “llenarse los bolsillos” sin control alguno, según lo manifestó el propio Javier Milei en el acto del Día de la Industria de 2024.

   Recientemente, en el colmo de la soberbia y el desprecio ante los trabajadores, el ministro de Desregulación y Transformación del Estado, Federico Sturzenegger obligó a los miles de contratados a rendir un “examen de idoneidad”, llamativamente el examen no era sobre las funciones que realizaban y su formación para ello, sino por ejemplo “Sobre el Código Electoral”, en donde un investigador científico, una enfermera, un técnico de laboratorio debía responder un múltiple choice sobre, por ejemplo, como se oficializaban las boletas electorales. Estaban seguros que los trabajadores iban a tratar de eludirlo, se presentaron a inscribirse masivamente, tanto que colapsaron las plataformas de inscripción

   Apostaron entonces a que no aprobaran, para justificar luego los despidos, sin embargo el 96% aprobó en el primer intento (hay tres), por ello si bien en los primeros días el tema estaba en todos los medios, enseguida desapareció de los portales ante el fracaso contundente de la estrategia gubernamental.

   Fracasado el intento, lanzó a un grupo de improvisados a imponer unas supuestas «dotaciones ideales” ¿como es eso?, muy sencillo:

Pregunta: “¿Cuánta gente trabaja aquí?

Respuesta: 100 personas

Orden: “Eche 50”

   Esto es textual, sin explicación o fundamentación alguna, es la destrucción por la destrucción misma, el odio de clase vestido del poder gubernamental.

   Cierto es que esto puede ser posible ante la pasividad y hasta el festejo de un sector de la población que ha sido permeable a las políticas denigratorias del Estado y sus empleados, de los Alsogaray, Krieger Vasena, Martínez de Hoz, Sourrouille, Cavallo, Macri, Sturzenegger (funcionario al igual que Cavallo de varios gobiernos fracasados), a lo largo de décadas.

   Cierto es también que ha sido enorme la contribución a esa ideología y/o resentimiento anti estado y anti empleados públicos por la pésima calidad del funcionamiento de muchas áreas del Estado y la mala atención a los ciudadanos y la falta de respuestas a sus reclamos. Esto debido:

1) A la utilización del Estado como fuente de financiamiento de militantes y agrupaciones políticas que crecieron en base a los recursos del PAMI y la ANSES, por ejemplo.

2)La frustración de miles de empleados públicos que veían cortadas sus carreras ante la llegada de estos “funcionarios”, muchos de ellos en su primer empleo, que ganaban altísimos sueldos frente a salarios que muchas veces no llegaban a la mitad. Además estos jóvenes, y no tanto, exhibieron una soberbia y ejercieron un maltrato que llevó a miles de trabajadores a votar a Milei deseosos que echaran a esta “casta”, hoy comprueban que muchos siguen en sus cargos y los que son perseguidos y despedidos son los trabajadores.

3) La utilización del Estado para generar espacios opositores a gobernadores díscolos, por ejemplo ¿un gobernador no se alineaba incondicionalmente? Se usaban áreas del Estado en esa provincia para nombrar militantes de agrupaciones afines y comenzar, con el erario público, a operar sobre intendentes o líderes locales y armar listas opositoras al gobierno, inclusive a sabiendas que se provocaba la victoria de partidos adversarios, su teoría ha sido “Nosotros o el diluvio”.

4)La impotencia para llevar adelante políticas positivas en temas como la educación, la salud o la seguridad dado que las “internas del partido o frente gobernante se trasladaron a los gobiernos”, neutralizándose entre ellos.

5) La ignorancia absoluta de las potencialidades de las políticas públicas cuando son virtuosas, o sea eficaces y eficientes y la mediocridad de los funcionarios de gobierno, esto fue emblemático entre 2015-2019 y en la actualidad.

   Si hablamos de los poderes Legislativos y Judicial, es poco lo que hay que agregar cuando hay senadores que presentan proyectos de ley y luego los votan en contra, otros huyen a países limítrofes con dineros de dudosa procedencia luego de votar leyes que habían dicho que no votarían, diputados que marchan con los universitarios por el presupuesto y luego votan en favor del veto a su aumento, igual que con los aumentos a jubilados o que votaron el acuerdo con el FMI a cambio que el Estado Nacional ceda un predio en su provincia para “construir viviendas”.

   Del Poder Judicial que se puede opinar, una Corte Suprema de Justicia que funcionaba con solo 3 integrantes, un cortesano, que cuando fue al Senado a defender su postulación juró que “jamás asumiría si era designado por decreto” y no sólo asumió pese a ello sino que ¡los otros tres le tomaron juramento! Llevamos tres años donde ambos poderes se hacen los distraídos frene al DNU 70/23 que es el que permite muchas de las barbaridades del gobierno, cada uno sostiene que la responsabilidad de declarar su inconstitucionalidad es del otro y ninguno hace nada.

   Es necesario ir a una reforma constitucional donde además de corregir los desaguisados de la reforma del 94, que hizo suyos reformas de la dictadura de Lanusse como el ballotage, incorporemos formas de control como la iniciativa popular, el referéndum, el plebiscito, pero sin imponer reglas que hagan inviable llevar adelante esos institutos y quizás el Juicio de Residencia, para los que no saben de que hablo voy a transcribir la definición de la IA, “El Juicio de residencia era un procedimiento judicial que se llevaba a cabo en el derecho castellano e indiano. Se realizaba al finalizar el mandato de un funcionario público para analizar su desempeño y escuchar las acusaciones en su contra” sería darle carnadura a lo que repiten todos en sus actos de asunción “Si así no lo hiciera, que Dios y la Patria me lo demanden” en este caso nos haríamos cargo de lo que a la Patria le corresponde…

¿Cómo pudimos llegar a esta situación? Parte 3

 Por Omar Auton

Y ahora ¿Cómo salimos de esto?

   Llevo un tiempo escribiendo sobre las causas que nos llevaron a este averno, porque me indigna escuchar a dirigentes y seudo intelectuales, culpar al pueblo por “equivocarse en el voto”, olvidando que, aún en el caso que así hubiera sido, para que eso ocurriera es necesario que la dirigencia política que se reivindica “nacional y popular”, o como yo “peronista”, haya errado bastante o haya estado muy ausente de las demandas populares, y sus intelectuales demasiado atosigados de papers y debates de laboratorio, sin atención a los profundos cambios que se iban dando en nuestra patria.

   Hoy andamos a los tumbos entre los que se niegan a cualquier autocrítica, los que buscan culpables por todos lados sin mirarse al espejo, los que proponen una especie de “revival” a un pasado esplendoroso, que todo indica que tuvo sus aciertos pero no todo fue tan “década ganada” y los que andan como Diógenes, en medio de la noche, con una linterna buscando el “nuevo liderazgo” que nos resuelva los problemas.

   Creo profundamente que son tiempos refundacionales, o mejor dicho de recrear o reconstruir nuestra doctrina, adaptando a los tiempos lo que haya que adaptar pero haciendo pie firme en nuestras esencias: la Soberanía política, la Independencia Económica y la Justicia Social son banderas innegociables, hoy quizás debe agregarse la Unidad Sudamericana, La idea de Comunidad Organizada es un faro y El Modelo Argentino para el Proyecto Nacional, una bitácora irreemplazable, con esto alcanza para empezar.

   Quizás lo que haya que releer y rediscutir es otro libro, entre los llamados “predicadores” para luego salir a predicar y es “Conducción Política”, especialmente cuando nos recuerda que la conducción es “un arte de mera realización” y que la calidad de la misma se mide por los resultados, “Las empresas se juzgan por sus éxitos, por sus resultados. Podríamos decir nosotros que maravillosa conducción, pero si fracasó ¿de qué sirve?… La suprema elocuencia de la conducción está en que si es buena resulta y si no lo es, no resulta. Todas las demás consideraciones son macanas”. (1) La primera pregunta es ¿Fueron buenos los resultados alcanzados con la conducción que hoy preside el Partido Justicialista?, y no debemos confundirnos mezclando gobierno y conducción, eso Perón lo explica de forma magnífica, puede haber gestión de gobierno con medidas correctas y aciertos tácticos, pero si no existe visión estratégica el conductor no cumple su rol o fracasa.

Es hora de comenzar a “actualizar” el libro de bitácora, es tarea de cada uno de nosotros el ir viendo cómo, a partir de los cambios operados en la realidad argentina en las últimas cuatro décadas, así como los errores y horrores “no forzados”, llevados a cabo en nuestras distintas gestiones de gobierno, podemos proponer ideas, caminos y acciones, pero me refiero a realizaciones, retomando el concepto aristotélico que el centro de la política son las acciones no las ideas, retomado por Perón en su célebre apotegma de “mejor que decir es hacer” e inclusive por el Papa Francisco en uno de sus cuatro claves “La realidad es superior a la idea”.

El Estado que supimos ¿Construir?

   Desde los primeros maestros de la filosofía nadie en su sano juicio ha negado el sentido gregario de los animales, dentro de ellos los homínidos, existe en la intuición, la definamos como la definamos, el sentido de “comunidad” es decir que la supervivencia primero y luego la propia continuidad de la especie está asociada al “vivir y andar juntos”, la familia, el clan y la horda desde nuestros primeros antepasados, han sido formas de llevar adelante esta vocación, para que surgiera el individualismo, especialmente el individualismo egoísta y salvaje de hoy en día, fue necesario que surgieran las formas de apropiación privada del producto del trabajo social y con ellas la consagración como hecho natural , que haya ricos y pobres, incluidos y excluidos, incluso países dominantes y países dominados, entonces el poder y la riqueza de algunos “necesitó” y necesita destruir la idea de comunidad.

   Dicho esto, para terminar con la falacia del individualismo como valor “original” de la especie humana, digamos también que el Estado Nación, es una evolución de la forma de organización de los seres humanos, quizás, hasta hoy, la más desarrollada en términos de ser una herramienta que asegure la convivencia de una comunidad determinada, en un territorio puntual, y dotado de normas que expresan los valores, principios y garantías de ese mismo colectivo humano, tanto así que de una u otra forma se universalizó, incluso superando visiones ideológicas antitéticas entre sí.

   En los países centrales el Estado surgió como resultado de las revoluciones burguesas (Cromwell, Bismarck, Cavour, Revolución Francesa), con ellas la Nación y el Estado fue su expresión jurídica y social. En nuestros países, en cambio no hubo revoluciones burguesas, la auténtica nación que era América Latina o como mínimo los antiguos virreinatos, se balcanizaron en países débiles gobernados por oligarquías y los Estados no eran más que organizaciones dedicadas a proteger los intereses de estas oligarquías.

   Argentina es un ejemplo de lo expuesto, recién con Roca logra unificar aduana, tener una sola moneda, un ejército nacional, un sistema educativo común y el ejercicio de una soberanía sobre sus territorios. Sin embargo a ese ejército, el primero de carácter “nacional” le faltó la burguesía que, como en Europa, provocara un desarrollo de las fuerzas productivas internas que le diera sostén y poder real.

   Es por ello que tareas como la explotación de los recursos naturales, la siderurgia y la industria pesada, la marina mercante, el desarrollo aeronáutico debió ser acometido por el Estado en la verdadera “década ganada” la de 1945-1955.

   Sin embargo, el peronismo nunca fue estatista, siempre concibió al Estado como Promotor, pero jamás se propuso reemplazar la actividad privada, la empresa, todo lo contrario. Un ejemplo fue el complejo aeronáutico de Córdoba, Fadea convocó a todos los empresarios locales y los instó a hacerse cargo de la fabricación de las distintas partes de los aviones proyectados, de esa iniciativa surge el complejo industrial cordobés que generó además la clase trabajadora mas formada y capacitada, lo que llevó a las automotrices que ingresan al país en las décadas del 50 y el 60 a radicarse en la provincia mediterránea y sigue siendo visto como una de las grandes columnas que sostiene la economía cordobesa.

   Ya en el segundo plan quinquenal, se disminuía notablemente el gasto público y se dejaba a la iniciativa privada gran parte de la actividad económica. La nota diferencial dentro de América Latina de la Argentina, es la existencia de una importante sector industrial, con grandes, medianas y pequeñas empresas, una numerosa, organizada y formada clase trabajadora y una clase media resultado del desarrollo de los servicios (bancos, seguros, comercio, exportación e importación, docencia) que surge como consecuencia de lo primero. Eso es lo que intentaron destruir entre 1976 y 1983 Videla-Martínez de Hoz, entre 1990-2001 Menem-De la Rua-Cavallo , entre 2015-2019 Macri y desde 2023, Milei, cada intento ha sido más profundo, más ideologizado, más violento y hasta autoritario.

   El Estado tuvo un rol estratégico en Impulsar, promover, acompañar y defender, ese desarrollo industrial, pero durante el peronismo jamás buscó reemplazar el rol privado, por algo puso a cargo de la economía a empresarios como Miranda o Gelbard, paradojalmente quiénes “estatizaron” empresas, muchas de ellas casi quebradas, fueron los gobiernos militares como el de Lanusse y Videla (Martínez de Hoz estatizó la Italo mientras declamaba que “Achicar el Estado es agrandar la Nación”).

   Perón lo sintetiza claramente “Cuando los capitalistas comprueben que ganan más con nuestro sistema, no tengan la menor duda que lo adoptarán y serán sus defensores. Y habremos resuelto sus problemas y habremos resuelto el problema que más nos interesa, que es el que afecta a los pueblos”.

   Pero esto responde a un concepto doctrinario más profundo, para Perón el poder real reside en el pueblo, la palabra pueblo tiene un claro sentido filosófico, es la superación de la masa y del individualismo a través de la comunidad organizada, los hombres que naturalmente tienden a reunirse, concientizados que nadie tiene futuro en soledad, crean sus organizaciones, en esas organizaciones libres del pueblo reside el poder, ahí se resuelven los problemas inmediatos, luego se va ascendiendo en la complejidad hacia las decisiones que debe tomar un estado organizado y en última instancia será el gobierno centralizado, una pirámide donde el fin último es poner el capital al servicio de la economía y esta al servicio del pueblo (verdades 16 y 19).

   Esta larga explicación busca mostrar una concepción antitética con toda deriva estatista, la pobreza no la resuelve el Estado (lo hemos comprobado), la exclusión, la desocupación, se enfrentan desde el crecimiento, la producción y el trabajo, con un claro rol del Estado en el sentido que sea con Justicia Social y adecuada redistribución del producto, en este marco y solamente en este marco, el aumento del consumo (No el consumismo) dinamiza y contribuye a sostener el crecimiento y la producción y todo eso solo se consigue en la armonía entre el capital y el trabajo que se asegura con una clase trabajadora organizada y un sindicalismo poderoso, ¿es tan difícil de entender?

   La dictadura genocida iniciada en 1976 se propuso destruir ese modelo de país, consciente que si había comenzado a gestarse con la II guerra mundial, es con el peronismo que alcanza su mayor desarrollo, tanto así que se sostuvo durante los 18 años de proscripción, en una relación de ida y vuelta, se consolidó con el peronismo y, al mismo tiempo, el peronismo se afirma, se consolida en ese país industrial, lo expresa y se alimenta de él simultáneamente.

   La oligarquía, consciente que con la proscripción y la violencias no alcanzaba para eliminar al peronismo, fue más lejos, la apertura de la economía y el dólar barato, más la aparición de un sector financiero que, fruto de la asociación de la vieja oligarquía agropecuaria, sectores del capitalismo transnacional y la extranjerización de la banca, comenzó a ocupar el centro de la escena, como consecuencia empezaron los cierres de cientos de pequeñas y medianas empresas, el abandono del país de otras (Fiat, Peugeot, Citroen), la eliminación de toda legislación protectoria, especialmente con las leyes de inversiones extranjeras y de reforma financiera, la campaña de estigmatización contra el Estado, que nunca había sido tan feroz, (en esos años nace lo de “Achicar el Estado es agrandar la Nación”), se complementó con la persecución, tortura y desaparición de miles de delegados de base y dirigentes sindicales, lo que generó un corte profundo a la aparición de una nueva generación de delegados que aún padece el movimiento obrero.

   Alfonsín no pudo o no quiso revertir este proceso, el brutal endeudamiento externo y el hecho que las empresas del estado estaban hipotecadas, en algunos casos varias veces, como garantía de ese endeudamiento, o habían sido obligadas a endeudarse en el mercado internacional, hizo que la falta de recursos deteriorara severamente la calidad de los servicios públicos, la administración central así como el empleo público provincial y municipal comenzó a ser el paliativo a la creciente desocupación. Incluso aparecieron los primeros proyectos de privatizaciones de empresas públicas (Aerolíneas y ENTEL).

   En los 90, Menem, que asumió sin un plan económico claro y decidido y con un frente heterogéneo, luego de padecer una nueva híper y corridas bancarias, abrazó los planes del Banco Mundial, profundizando la destrucción de aquél Estado Promotor del que hablábamos, apoyándose en la parálisis de las empresas, la pésima calidad de muchos de ellos (trenes, teléfonos, luz) implementó el modelo diseñado por Domingo Cavallo de privatizaciones y liquidó el Estado empresario en aras del equilibrio fiscal.

   Cuando estas políticas estallaron por los aires en el 2001 (“El año que vivimos en peligro”) con su secuela de muertos, heridos y un presidente huyendo en helicóptero, la pericia de Remes Lenicov para desarmar la bomba y un aparato industrial que estaba parado pero no extinguido, bastaron para poner en marcha una recuperación de la economía, que sumada a el aumento del precio de los commodities, especialmente la soja, y un dólar caro, se mantuvo hasta el 2011 aproximadamente, aunque con dificultades desde 2007.

   Es que el sector industrial nacido al calor de un Estado que como dijimos promovió y protegió, pero que estaba en manos privadas, estimulado por la demanda interna y la desaparición de la competencia, muchas veces de dumping, extranjera, se recuperó rápidamente, creció la ocupación y el trabajo registrado, con ello la afiliación sindical y el consumo popular.

   Sin embargo esta recuperación tenía un talón de Aquiles, podía recuperar la producción y el trabajo que habían caído durante los gobiernos de Alfonsín y Menem, pero era necesario pensar y llevar adelante un programa económico de crecimiento para desarrollar nuevas actividades, incorporar las nuevas generaciones al empleo y modernizar tecnológicamente, además de abastecer la demanda de nuevas tecnologías. Pero esto no ocurrió, desde 2011 Argentina no crece, subsiste la dependencia de las exportaciones primarias para tener divisas y se consolidó un sector de excluidos, que sumó a dos y ahora tres generaciones de argentinos que nunca supieron lo que es un empleo en blanco, registrado y formarse en la cultura del trabajo.

   No estoy diciendo que los gobiernos de Duhalde, Néstor y Cristina Kirchner fueron los que provocaron la aparición de ese drama, estoy diciendo que no pudieron o supieron dar un salto adelante en el modelo económico argentino que generara la aparición de nuevas empresas, nuevas actividades, nuevos desarrollos en todos los rubros, acompañados de las políticas públicas en materia de educación y capacitación laboral. Si hoy se afirma que una gran parte de los argentinos que están desocupados o con empleos precarios no se pueden incorporar en el mundo del trabajo registrado porque carecen de formación, que la industria moderna contiene avances en materia de tecnología y organización del trabajo que están lejísimo del modelo conocido hasta los años 90, me pregunto ¿Cuáles fueron las políticas estatales en este cuarto de siglo para superar eso? ¿Cuáles fueron las reformas educativas, en los planes de formación secundaria especialmente?.

   Hoy el Estado es cuestionado por tirios y troyanos, por los poderosos porque anhelan una sociedad donde puedan hacer lo que quieran, explotar a sus trabajadores, que cuantos menos derechos y fuerza sindical tengan mejor, pero también por los más pobres y excluidos que durante 25 años solo escucharon discursos y promesas sin que se abriera nunca la ventana de oportunidades que se les prometía, con una dirigencia y funcionarios que repartían bolsas y planes para las elecciones y luego jamás volvía a los barrios más pobres, que se exhibió y se exhibe en grandes mansiones o barrios privados donde el metro cuadrado se cotiza en dólares, restaurantes caros y manejando autos importados, mientras ellos son las víctimas de todos los desastres naturales, (temporales, incendios, inundaciones) enfermedades evitables, sin acceso a la salud o educación medianamente de calidad y ni hablar de la vivienda, ellos en la palabra “ESTADO” visualizan a la dirigencia política que la abandonó, a los “ñoquis” que no solo cobran un sueldo sin trabajar sino que se ufanaban de su situación, y olvidaron a los miles de trabajadores que incluso durante la pandemia estuvieron al pie del cañón a lo largo y a lo ancho del país, pero esa es otra historia…

Roca y Bayer: la nación real y la utopía progresista

Por Gustavo Matías Terzaga*

En los últimos años, o décadas, la figura del general Julio Argentino Roca ha sido objeto de un sistemático proceso de demonización por parte de ciertos sectores que, amparados en una visión moralizante del pasado —más próxima al catecismo de sacristía progresista que al análisis político riguroso—, han pretendido reducir su protagonismo histórico a una caricatura del autoritarismo oligárquico.

 Bajo el pretexto de cuestionar la consolidación de un modelo económico agroexportador y dependiente —crítica legítima si se realiza con seriedad a un liberal nacional y no desde el púlpito de una sociología de manual—, se ha erigido a Roca como chivo expiatorio del orden liberal del siglo XIX. Se lo presenta como el factótum de una Argentina organizada en beneficio exclusivo de la oligarquía terrateniente, el arquitecto de un país arrodillado ante intereses extranjeros y el ejecutor frío de una política de exterminio étnico. Y todo ello se hace con una ligereza que bordea la irresponsabilidad intelectual: se lo juzga con parámetros contemporáneos, desatendiendo por completo el contexto geopolítico, ideológico y estratégico del tiempo que le tocó gobernar.

Pero lo más grave no es la ignorancia, es la intención. Esta tendencia no es solo un error; en muchos casos, es una tergiversación consciente. Una operación política que pretende, mediante esa condena solemne, romper los lazos históricos entre el pueblo argentino y su propio proceso de construcción nacional. Porque al condenar a Roca con los ojos del presente, lo que se oculta —deliberadamente— es el hecho concreto de que fue él, y no otro, quien ejecutó el acto fundacional del Estado moderno argentino. Fue Roca quien llevó el poder del Estado allí donde antes imperaba el vacío, la anarquía o la proyección del enclave británico. Fue Roca quien clausuró, por la vía de los hechos, el proceso de fragmentación heredado de la disolución del Virreinato.

Despojar a Roca de su dimensión histórica es, en última instancia, degollar la inteligencia nacional, es regalarle el juicio de nuestra historia a una progresía que, entre el lloriqueo multiculturalista y el infantilismo revolucionario, prefiere una Argentina abstracta, moralmente pura, pero política y territorialmente inviable. La de Roca, con sus luces y sombras, fue la estrategia de la unidad nacional, lo demás es literatura del resentimiento y el prejuicio.

Osvaldo Bayer: entre el anarquismo romántico y la negación del Estado Nación.

En el altar laico -no religioso ni espiritual, sino de devoción casi secular- de cierta progresía argentina, Osvaldo Bayer ocupa un sitio privilegiado. Autoproclamado defensor de los pueblos originarios, romántico de la anarquía y profeta del antiestatismo, su figura se ha transformado en emblema de una izquierda sin proyecto de poder, enemiga histórica del Estado nacional.

Pero el anarquismo que Bayer profesa no es una mera filosofía ultra libertaria: es una impugnación total al Estado como forma de organización histórica. En nombre de una libertad absoluta -que sólo existe en los libros o en las catacumbas de la impotencia política-, rechazó todo intento de centralización institucional, incluso cuando éste brotó del sufragio popular o del impulso emancipador de las masas, un buen 17 de octubre de 1945. De allí su desprecio por el peronismo. Y de allí también su obsesiva condena a Julio Argentino Roca, a quien convirtió en símbolo de todos los males del Estado: militarismo, oligarquía, centralismo, racismo, represión.

La campaña del Desierto fue, para Bayer, un acto de genocidio sin matices. Ignoró deliberadamente que la Argentina de fines del siglo XIX era un territorio fracturado, vulnerable, acechado por potencias extranjeras, y atravesado por conflictos internos. Negó la dimensión estratégica de una guerra necesaria para consolidar la unidad nacional. Y lo hizo desde un pedestal moral que, aunque emotivo, renunciaba a comprender la política como conflicto entre fuerzas reales. Su historiografía, más que una crítica, fue una cruzada ideológica, y su anarquismo romántico útil al desarme cultural que dinamiza el progresismo y celebra el liberalismo.

Lo paradójico es que en su rechazo a toda forma de Estado, Bayer terminó alimentando una narrativa útil a la fragmentación nacional. La exaltación de comunidades sin Nación, de autonomías sin centro, de resistencias sin proyecto, terminó por configurar una historia en la que la Argentina concreta -con sus contradicciones, su mestizaje y su drama- era reemplazada por una insoportable utopía imposible.

Bayer fue, en definitiva, el historiador de una Argentina que no fue, ni podía ser. Su prédica puede conmover a los espíritus sensibles y bienpensantes, pero no construye soberanía ni produce destino, todo lo contrario. Por eso atacó con similar saña a Roca y a Perón, porque ambos -con sus diferencias, y cada uno en su siglo- compartieron una convicción fundante que él jamás obtuvo. Ambos creyeron en un Estado nacional fuerte, vertebrador de la patria grande, constructor de integración frente al caos de las guerras intestinas. Básicamente, todo lo que su anarquismo doctrinario le impedía tolerar.

Roca como etapa fundante del proyecto nacional.

Comprender al roquismo no es exculpar, es entender que fue el punto de partida de la Nación, ya que su gobierno representó la clausura definitiva de la fragmentación heredada de las guerras civiles y el inicio de una organización estatal capaz de proyectar soberanía hacia el interior y hacia el mundo, en una muy importante política del espacio. El roquismo fue la bisagra entre la anarquía de los bloques provinciales y la Argentina moderna y unificada. Sin ese Estado fuerte -centralizado, organizado y armado—-no habría existido ni yrigoyenismo, ni peronismo, ni posibilidad histórica de desarrollo autónomo. Porque el movimiento nacional no brota del éter, sino que se despliega sobre estructuras previas y experiencias evidentemente más conservadoras. Y a esa estructura la creó Roca y la fortaleció Perón.

¿De dónde creen que salió Perón, sino del Ejército nacional que fundó Roca?

Quienes repudian a Roca mientras se proclaman peronistas no entienden que el tuétano del peronismo -el Ejército en estrecha alianza con el pueblo y los trabajadores como estructura nacional y popular- fue posible porque antes hubo un proyecto de unificación territorial, institucional y militar. Sin Roca no hay Ejército nacional, sin Ejército no hay Perón, y sin Perón, la Argentina no hubiera transitado la experiencia de la justicia social, ni de la soberanía política, ni de la independencia económica, que es el norte y la pretensión de nuestra lucha política actual.

 Negar esa etapa es amputar el proceso histórico de sus fundamentos, es querer cosechar sin sembrar. Por eso, comprender a Roca es condición para reconstruir un proyecto de Nación. Sin Estado no hay pueblo, sin Roca, no habría historia argentina, solo provincias sueltas, lenguas extranjeras y un mapa regalado al Imperio.

La incomprensión progresista: entre la moralina y la claudicación.

Tal vez la impotencia política del progresismo argentino sea su desconexión con la historia real y su afán por juzgar el pasado con los valores del presente que termina arrasando con toda posibilidad de comprensión, a la vez que creen ser la medida de todas las cosas para juzgarlas. Se refugian en un purismo sin pueblo, en un sentimentalismo sin estrategia. Y así, condenan a Roca como símbolo de todo lo indeseable, sin asumir que fue precisamente ese Estado -nacido del conflicto y no del consenso académico- el que hizo posible la Argentina.

Osvaldo Bayer, convertido en tótem de ese progresismo culposo, fue el abanderado de una cruzada contra el Estado nacional, y desde su anarquismo romántico, puso a Roca en el banquillo y dictó sentencia moral. Pero en el mundo, ¿Quién hizo historia sin cometer actos cuestionables? Si ese es el criterio, detengan la rotativa de la historia, caen San Martín, Bolívar… ¡y hasta Jesucristo!. Pero la historia no se rige por la ética de los deseos, sino por la dialéctica de las fuerzas. Y en esa historia concreta, real, contradictoria, Roca fue un constructor.

Osvaldo Bayer nunca tuvo reparos en ensañarse con Julio Argentino Roca, pero jamás dirigió una línea de condena seria contra Bartolomé Mitre, verdadero arquitecto de la subordinación argentina al Imperio británico. A Mitre -el mismo que entregó el país, falseó la historia y arrastró a la Nación a guerras al servicio de intereses extranjeros vía balcanización-, Bayer lo dejó intacto, subido a sus estatuas y blindado por el bronce liberal.

Sin embargo, a Roca lo crucificó por consolidar militarmente el territorio, resistir la disgregación, y sí, combatir a los pueblos originarios en un contexto histórico brutal, donde no existía aún el romanticismo etnográfico de la academia moderna.

¿O acaso hubo algún gobierno del siglo XIX —unitario, federal o liberal— que no librara guerras contra los pueblos originarios? ¿Hubo alguno que no se apoyara en la fuerza para ordenar el caos territorial heredado del derrumbe virreinal? La diferencia no está en el método, sino en el proyecto. Mitre actuó al servicio de la fragmentación continental; Roca, en función de un Estado nacional. Esa es la verdad que Bayer prefirió callar.

El error ideológico de Bayer no habilita la brutalidad de Milei al arrasar con su monumento. La historia se discute con pensamiento, no con demolición. Y fue justamente el intento de arrasar con todo lo que nos abrió esta oportunidad de debatir y afirmar que Roca fue mucho, muchísimo más que lo que dicen los manuales escolares redactados desde cátedras liberales de izquierda o de derecha. Fue más que un general, más que un presidente, fue el actor político fundador de la Argentina moderna. No comprenderlo es seguir extraviados en el laberinto binario de la historia trastocada. Negar a Roca es elegir la impotencia como destino.

*Gustavo Matías Terzaga es Presidente de la Comisión de Desarrollo Cultural e Histórico ARTURO JAURETCHE de la Ciudad de Río Cuarto, Cba.

Algunas reflexiones a los 40 años de Malvinas

Hundimiento del HMS Sheffield el 4 de mayo de 1982. Murieron 20 personas. Fue el primer barco de la Royal Navy hundido en una guerra en cuarenta años.

Por Julio Fernández Baraibar*

Los sucesos del 2 de abril de 1982, es decir la recuperación militar para la soberanía nacional de nuestras islas irredentas, dieron origen a una verdadera gesta nacional y popular, como se pudo observar de inmediato con la alborozada, entusiasta y espontánea adhesión del pueblo argentino a dicha recuperación. Este entusiasmo pudo verse en todas las plazas del país y principalmente en la de Mayo, ocupada, entre otros, por muchos de los hombres y mujeres que dos días atrás habían sido salvajemente apaleados por la policía del régimen. Incluso entre los exilados y perseguidos por la dictadura cívico militar, la noticia generó una respuesta de solidaridad y las embajadas argentinas -hasta entonces vistas con justificado recelo- comenzaron a llenarse de compatriotas que se ofrecían como voluntarios.

Quien esto escribe encabezó, en Estocolmo, una manifestación hasta las verjas de la Embajada Británica, donde se quemó una Unión Jack, símbolo ominoso de la ocupación colonial. Al día siguiente, un grupo de argentinos y suecos concurrimos a nuestra embajada para exigir se pusiera a nuestra disposición, como ciudadanos argentinos, los elementos necesarios para redactar y enviar comunicados de prensa en apoyo, justamente, a la gesta que se había iniciado ese día. Comenzamos a recorrer las redacciones de los medios de prensa para exponer nuestro punto de vista que era de repudio a la dictadura cívico-militar y de ratificación de la reconquista de nuestro territorio usurpado. Vale la pena mencionar que la atención con que hasta ese momento habían sido recibidas nuestras declaraciones en la prensa sueca desapareció como por encanto. Unos argentinos exiliados denunciando las tropelías de la dictadura proimperialista eran motivo de conmiseración y pena. Pero esos mismos hombres y mujeres reivindicando un acto de voluntad nacional contra una potencia imperialista ya no despertaban solidaridad ni simpatía.

Como pueden recordar todos los que vivían en el país en aquellos días, las canchas de fútbol fueron testigos de la adhesión popular a la recuperación de las islas y de la solidaridad con los oficiales y soldados que estaban en el frente de guerra. Y bajo ningún concepto, ninguna de esas expresiones confundía el apoyo a la recuperación de Malvinas con un apoyo a la dictadura militar. Por el contrario, todavía se recuerdan los cantos de las tribunas adhiriendo a la acción militar austral y repudiando a Galtieri y la dictadura.

El 2 de abril de 1982 se inició, guste o no, una gesta nacional y popular.

Entiendo de sobra -y es algo que muchos de nosotros venimos repitiendo desde hace 40 años- la dificultad que representa asumir la contradicción en la que incurrió el propio régimen militar al reconquistar Malvinas. Los caprichos de Clío han desconcertado muchas veces a espectadores y protagonistas.

No fue otro que el virrey del Imperio Otomano Mehmed Ali Pasha quien, en 1805, encabezó la independencia de Egipto convirtiéndose en el sultán Muhammed Alí e iniciando la creación de un estado nacional moderno. O, más cercano a nuestros días, no fue sino el extravagante play boy Norodom Sihanouk, coronado monarca de Camboya a los 19 años y heredero de una corona cómplice con la dominación francesa, quien encabezó, en 1953, la independencia de ese país del democrático protectorado colonialista.

Lo que me resulta casi imposible de entender es el silencio, olvido o sordina, acerca de que nuestros heroicos muertos durante la guerra de Malvinas fueron matados por balas inglesas, por cañones ingleses, por torpedos ingleses y no por las balas de una dictadura que, es cierto, había asolado al país -y continuó haciéndolo después de la derrota en la batalla austral- a sangre y a fuego. No es posible pensar, sin caer en el más profundo desprecio a esos héroes, que los 323 muertos por el ataque aleve y criminal al Crucero General Belgrano haya que atribuírselos a la dictadura.

Todos estos extravíos que cada 2 de abril abruman en la televisión y la prensa, sobre todo en esa franja de borrosos límites llamada progresismo, derivan de la dificultad para entender que esa guerra, más allá del sentido y las razones que quisiera haberle dado la cúpula militar, fue, y sigue siendo, de naturaleza intrínsecamente liberadora. Y fue eso, la naturaleza justa, legítima y anticolonial de la guerra, lo que generó el inmediato apoyo de los países latinoamericanos.

Panamá votó a favor de la Argentina en el Consejo de Seguridad de las Naciones Unidas. El secretario general de la ONU, el peruano Javier Pérez de Cuéllar, hizo dudar sobre su imparcialidad, moviéndose a favor de la Argentina, mientras el gobierno de su país envió aviones y aviadores dispuestos a participar en la contienda aero-naval. Venezuela defendió a viva voz a la Argentina, mientras que su embajador en Buenos Aires se convertía en un vocero de la justicia de la causa y de la guerra.

Sólo la dictadura de Pinochet mantuvo su torva hostilidad hacia la Argentina, mientras sus FF.AA. daban información estratégica a la Task Force inglesa. Obviamente no era la admiración al sistema democrático y la soberanía popular o el horror ante las violaciones de los Derechos Humanos lo que guiaba la política del déspota trasandino. Era su lealtad a la OTAN y su sumisión a los EE.UU. y Gran Bretaña lo que dictaba su conducta.

Es muy probable que en el ánimo de la Junta Militar de entonces haya estado la ensoñación que se le atribuye. Pero es mucho más comprobable y demostrable que esa decisión abrió la caja de Pandora del espíritu patriótico de los argentinos y de Patria Grande de los suramericanos. Entre el 2 de abril de 1982 y el final de la Guerra de Malvinas, América Latina volvió a vivir el espíritu bolivariano y sanmartiniano de las luchas por la Independencia y comenzó la latinoamericanización de nuestro reclamo que hoy es ya política oficial de la UNASUR.

𝗨𝗻𝗮 𝗴𝘂𝗲𝗿𝗿𝗮 𝗹𝗲𝗴𝗶́𝘁𝗶𝗺𝗮 𝘆 𝘂𝗻 𝗴𝗼𝗯𝗶𝗲𝗿𝗻𝗼 𝗶𝗹𝗲𝗴𝗶́𝘁𝗶𝗺𝗼

Se ha afirmado, para negar la justicia de la Guerra de Malvinas que ella no fue no fue el resultado de las deliberaciones y necesidades de distintos sectores de una sociedad que deciden alzarse en armas contra el colonialismo del que son víctimas.

En primer lugar ninguna guerra de liberación es el resultado de ese manual de procedimientos. El hecho de que una guerra sea adoptada por un parlamento democráticamente elegido no incide sobre su naturaleza. La aprobación por parte del Congreso norteamericano del envío de tropas a Irak no modifica el carácter imperialista, injusto e ilegítimo de esa decisión. El hecho de que hayan sido los jefes del Frente Nacional de Liberación de Argelia, y no el pueblo argelino reunido en congreso, quien haya iniciado su guerra por la independencia no modifica en un ápice la naturaleza justa, legítima y popular de la misma. Lo contrario es formalismo democratista liberal, algo que contradice abiertamente el realismo de nuestro pensamiento nacional y popular.

Tampoco es cierto que la decisión del ’82 haya sido una “aberración geopolítica absoluta”, como se ha llegado a decir. Los numerosos testimonios ingleses sobre lo cerca que Argentina estuvo de obtener un resultado favorable nos eximen de mayor explicación. Coincido también en esto con Jorge Abelardo Ramos cuando afirma: “Iniciar y consumar la recuperación de las Malvinas fue una victoria política y estratégica en sí misma (ya que rompió la inmovilidad de un siglo y medio) y la rendición de Puerto Argentino constituyó una derrota táctica, pero que no alteró el significado global de la guerra y su positivo valor histórico. Justamente la idea de que la guerra fue perdida es la que manipula el Servicio Secreto Británico y los ‘partidos políticos de la rendición incondicional’, que parasitan en la Argentina” (Prólogo al Informe de lord Franks, 1° de marzo de 1985).

𝗟𝗮 𝗴𝘂𝗲𝗿𝗿𝗮 𝘆 𝗹𝗼𝘀 𝗱𝗲𝗿𝗲𝗰𝗵𝗼𝘀 𝗵𝘂𝗺𝗮𝗻𝗼𝘀

El otro punto que ha desvelado a los críticos de la breve recuperación de las islas y los combates que sobrevinieron es el relativo a la supuesta violación de los Derechos Humanos de la tropa por parte de nuestra oficialidad.

Argentina ha tenido el singular privilegio -común a muy pocos países del orbe- de no haber participado directamente en un conflicto bélico desde la infame Guerra de la Triple Alianza -de naturaleza simétricamente opuesta a la de Malvinas, por otra parte-. Esto le ha dado a nuestro pueblo una ingenua ignorancia sobre las condiciones en que se desarrolla una guerra. Pese a haberlo visto miles de veces en películas norteamericanas o europeas, la brutalidad, el desprecio por la vida propia o ajena, la crueldad disciplinaria, el inapelable verticalismo castrense, le resultan reconocibles y propios de esas películas, pero extraños y ajenos a nuestras tradiciones de convivencia. Pero la verdad es que así es la guerra. Un estado en el que, de alguna manera, se suspenden los derechos humanos y la obediencia y la disciplina son fundamentales para el cumplimiento del objetivo: matar más soldados enemigos que los que el enemigo mate en nuestras filas. No intento con esto negar el hecho de que, como en toda guerra y, más aún, en toda actividad humana, no se hayan cometido injusticias y arbitrariedades, pero plantear la Guerra de Malvinas -como lo hace la película “Iluminados por el Fuego” como una guerra entre oficiales y soldados … argentinos, es un notable y pernicioso dislate.

De los miles de veteranos de la guerra de Malvinas, son muy pocas la denuncias sobre este tipo de hechos a los que cierta retórica pretende llamarlos de lesa humanidad. ¿Hubo casos de injustos castigos? Seguramente sí, los hubo, como los ha habido y seguirá habiendo en cada oportunidad en que el furor de Marte gobierne la conducta de los humanos. El puñado de hombres que en 1964 se juntó en Orán, Salta, para iniciar una actividad guerrillera terminó fusilando a dos de sus miembros por supuestos actos de indisciplina y, por otra parte, fueron los únicos muertos que el grupo ocasionó. Bolívar no dudó en fusilar a quien posiblemente fuese su mejor hombre, el general Manuel Piar, y a todos sus compañeros. Las fuerzas militares destacadas en Malvinas no se dedicaron a estaquear soldaditos, como se ha llegado a afirmar, aunque lo hayan hecho. Prueba de ello son la cantidad de víctimas inglesas caídas en lucha cuerpo a cuerpo, el heroísmo de los oficiales de la aviación que salían a atacar a las naves inglesas sabiendo que las posibilidades de regreso eran mínimas y en donde caían tres pilotos de cada cinco que partían.

Esto fue lo que entendió Fidel Castro, y no los pocos casos de arbitrariedades, cuando sus ásperas barbas rozaron, en un abrazo, la delicada piel del canciller argentino Nicanor Costa Méndez. Me cuesta pensar que el viejo líder revolucionario estuviera confundido al respecto.

Estas reflexiones pretenden ser una contribución a evitar que, dentro de cien años, una nueva oleada de revisionismo histórico tenga que rescatar del olvido -como lo hemos hecho con la batalla de la Vuelta de Obligado- la valentía y astucia de los argentinos enfrentando con las armas, y en disparidad de condiciones, a los usurpadores de nuestro territorio patrio.

Buenos Aires, 1º de abril de 2022

*Escritor, guionista, documentalista y político

Las voces de aquel 24 de marzo de 1976

Por Aldo Duzdevich*

Los últimos días de Isabel Perón

Todavía hay poco escrito y analizado sobre el período de Isabel Perón. Para la academia el periodo de Isabel es equiparable a la dictadura que la sacó del poder. Para los peronistas en general es una figura incómoda por la mala prensa que se hizo de ella.  

Es preciso recordar que, en la Argentina previa al golpe, había una desocupación real del 3,3%, la participación de los trabajadores en el PBI era del 49,5%; la población bajo el nivel de pobreza era el 3,2% y la deuda externa estatal era de 4 mil millones de dólares y 3800 millones la privada. 

Pero, el de Isabel era un gobierno jaqueado por la violencia guerrillera, y por la violencia de las bandas de derecha digitadas por la inteligencia militar. Ese cuadro de violencia añadido a lo que hoy llamamos “la presión de los mercados” daba un contexto de extrema fragilidad democrática.

 Antonio Cafiero un dirigente respetado por todos expresó : “Isabel tuvo que soportar cinco años de prisión, de humillaciones y maltrato de sus carceleros. (…) Creo que se ha maltratado por demás la figura de Isabel Perón (…) Esta a la vista que cometió desaciertos, pero fue digna y siempre exigió que se respetara la investidura presidencial…no dió un paso atrás aun en los momentos de mayor zozobra, lo que habla de su temple. Ella debió soportar durante su mandato un ambiente torturante: asesinatos, muertes, huelgas, conatos y ultimátum militares, pujas entre los distintos grupos partidarios, defección de compañeros, prensa adicta al golpismo, sin olvidar la grave situación económica y social. Sin embargo, Isabel no se sustrajo de la pelea diaria, del seguimiento de los temas de gobierno (…) En muchas ocasiones no supo discernir el error en las opiniones de algunos mediocres que estaban a su lado que la llevaron a cierto grado de aislamiento.(…) Como dirigente del Partido Justicialista guardo por Isabel especial afecto y reconocimiento por los difíciles momentos que tuvo que afrontar…”

En sus últimos dos meses de gobierno, el único sostén eran las 62 Organizaciones de Lorenzo Miguel, el pequeño entorno de Isabel, algunos grupos sueltos de juventud. Balbín expresaba  “ si me piden soluciones, no las tengo”. La estrategia de la “fruta madura” había sido exitosa.

En el Movimiento Obrero coexistían dos posicionamientos uno de la CGT (Casildo Herreras) un poco mas alejado del gobierno y el segundo de las 62 Organizaciones (Lorenzo Miguel) que sostuvo a Isabel hasta el ultimo minuto. Casildo Herreras el día 23 de marzo desde Montevideo dijo su famosa frase “Yo me borre” .En cambio, Lorenzo Miguel fue detenido y pasó cuatro años preso.

Excluyendo a Montoneros y su periferia, los demás grupos juveniles peronistas como Guardia de Hierro, el FEN, la JP Lealtad y el Encuadramiento estaban apoyando con mayor o menor énfasis la continuidad de Isabel Perón.

La opinión publica y los diarios

En esos años no se hacían encuestas de opinión, pero tampoco era difícil percibir, que el ánimo de la población estaba muy lejos de resistir en las calles el golpe militar.

Las tapas de los diarios anunciaban la inminencia del golpe. El 23/3 La Opinión titulaba en tapa “Una Argentina inerme ante la matanza”, “Mañana se cumplen 90 días de la apelación de Videla”. La 6ª de La Razón en tapa “Es inminente el final”. “Todo esta dicho”. Crónica en tapa “Movimientos de tropas”. “Casildo Herreras en Uruguay: Me borre””

Mientras en el Congreso los legisladores vaciaban sus despachos y pedían anticipos de dieta. En Casa Rosada Lorenzo Miguel, Deolindo Bittel y Osvaldo Papaleo anunciaban “descorchen champán  hoy no hay golpe”.

Poco antes de la una de la madrugada del  24 de marzo, Isabel subía al helicóptero que iba a ser desviado al Aeroparque para detenerla en soledad. Medio centenar de personas la  vivaban en Plaza de Mayo.  Esa misma Plaza de Mayo en la cual, apenas tres años antes, muchos miles de gargantas gritaban a los militares “se van, se van y nunca volverán” .

El verdadero objetivo de la dictadura: el Plan Económico “libertario”

Si bien los militares “compraron” el golpe con la excusa de combatir la subversión, el verdadero objetivo de sus mandantes era instaurar el modelo económico liberal. En un exceso de sinceridad Walter Klein , el colaborador más próximo de Martínez de Hoz, declaró que el programa económico en vigor desde marzo de 1976 era “incompatible con cualquier sistema democrático y sólo aplicable si lo respalda un gobierno de facto”.

“Se abre, señores, un nuevo capítulo en la historia económica argentina. Hemos dado vuelta una hoja del intervencionismo estatizante y agobiante de la actividad económica para dar paso a la liberación de las fuerzas productivas.” Así iniciaba su discurso José Alfredo Martínez de Hoz el 2 de abril de 1976.

Luego enunciaría los doce puntos base de su política económica:Libertad de precios, liberación del  mercado cambiario, libertad del comercio exterior, derogación de retenciones al agro, libre importación de bienes, reforma financiera, aumento de tarifas y eliminación de subsidios…

Según el economista e historiadorMario Rapoport . “En una primera etapa, de 1976 a 1978, se implementó un plan de ajuste ortodoxo, con devaluación, liberación de precios, congelamiento de salarios, facilidades para las importaciones, cese de la promoción de exportaciones industriales.”

“Una segunda etapa comenzó en diciembre de 1978, con la aplicación de la “tablita cambiaria”, que consistía en devaluaciones programadas inferiores a la inflación. Estas apreciaron el peso, agravaron el cierre de las industrias nacionales, imposibilitadas de competir con los productos importados, e impulsaron una gran salida de divisas.  Esos déficit se cubrieron con ingresos de capitales y crearon la enorme deuda externa.”

Se autorizó la apertura de 1179 sucursales financieras y se cerraron 19.000 establecimientos industriales.

La deuda externa pasó de 7.800 millones de dólares en 1976 a 43.600 millones a fin de la dictadura en 1983. 

Cualquier semejanza con las propuestas de actuales, no son mera coincidencia, son las mismas recetas que los economistas liberales tienen desde siempre, y que, ni siquiera en dictadura han demostrado ser exitosas.

Que dijeron las “fuerzas vivas”

Los sectores dominantes hicieron público su firme apoyo al golpe militar a través de la Asamblea Permanente de Entidades Gremiales Empresarias (APEGE) , conformada por el Consejo Empresario Argentino (CEA), la Sociedad Rural Argentina, la Cámara Argentina de Comercio, la Asociación de Bancos Argentinos (ADEBA) y la mayoría de las cámaras patronales sectoriales.

El gobierno militar contó también con el apoyo de los gobiernos de EEUU y la URSS y del capital financiero internacional.

La Sociedad Rural declaraba: “un régimen demagógico y populista, llevaron al país casi al borde de su disolución, desgracia que pudo ser evitada debido a la intervención militar del 24 de marzo.” 

La  CARBAP  a través de Jorge Aguado  decía enun artículo (de abril del ’76) en la revista Extra : “Las fuerzas armadas argentinas han asumido su responsabilidad de tomar el poder para impedir la continuación de un gobierno que, por obra de su incapacidad e inmoralidad, venía sumiendo el país en una profunda crisis social, económica y política”.

La Federación Agraria Argentina FAA,  el 1º de abril de 1976 en su periódico La Tierra, señala: El largo y penoso proceso de debilitamiento de nuestras instituciones republicanas (…) tuvo su epílogo en la madrugada del 24 de marzo pasado, cuando un pronunciamiento militar determinó la caducidad de todas las autoridades constitucionales y su reemplazo por un triunvirato integrado por los comandantes generales de las Fuerzas Armadas.”

La UCR (Unión Cívica Radical) no acompañó públicamente al golpe, porque apostaban a ganar la presidencia en octubre del 76. Pero el 35% de las intendencias del país fueron ocupadas por dirigentes radicales. Igualmente no estuvieron solos, los partidos provinciales, el MID e incluso el PJ aportaron intendentes municipales.

Las tapas de los diarios

Clarín como si se tratase de un traspaso democrático tituló: “Nuevo Gobierno” “Calabró entregó la Gobernación”. No hay fotos de tanques, ni militares, solo un pequeño grupo de gente en plaza de mayo.

La Nación mas cercano a la verdad tituló : “Las Fuerzas Armadas asumen el poder; detúvose a la Presidente” e ilustran con una foto del helicóptero que lleva a Isabel detenida.

El  diario La Opinión tituló:  “Gobierna la Junta Militar” y en un recuadro “Hallaron armas en la UOM”.

Crónica, en tanto, decía: «Asumió la Junta: Isabel custodiada». Últimas Noticias«¡Cayó Isabel!».

El martes 30 Clarín tituló : “Juraron Videla y sus ocho ministros” “Hubo público en Plaza de Mayo” una foto muestra gente tras los vallados y dice que “unas dos mil personas se dieron cita para saludar a Videla”

El Partido Comunista y  el “carácter democrático y progresista del Presidente Videla”

En este aquelarre histórico que fué el Proceso donde todos los ojos estuvieron y están puestos en los espantos del terrorismo de estado y sus secuelas, a quedado borroneada la conducta del principal partido de la izquierda argentina, el Partido Comunista. Aunque algunos de sus miembros sufrieron las consecuencias de la represión, el PC durante toda la dictadura consideró que Videla era el dictador blando que se oponía la línea pinochetista del Ejercito, por lo tanto dar apoyo  a Videla, nos salvaba de la llegada de un Pinochet.

Recordemos que por el Comunicado 45 de la Junta Militar del 24 de marzo, se prohibieron las actividades de: el Partido Comunista Revolucionario (PCR), Partido Socialista de los Trabajadores (PST), Partido Política Obrera (PO); Partido Obrero Trotskista, Partido Comunista Marxista Leninista. El único partido de izquierda no prohibido por la dictadura fue justamente el mas grande e importante, el Partido Comunista Argentino (PC).

El 25 de Marzo de 1976, el Comité Central  del PC  emitió una declaración a propósito del golpe del día anterior. En sus principales  párrafos se lee: “El Partido Comunista está convencido de que no ha sido el golpe del 24 el método más idóneo para resolver la profunda crisis política y económica, cultural y moral. Pero estamos ante una nueva realidad. (…) “Los actores de los sucesos del 24 expusieron en sus primeros documentos sus objetivos, que podríamos resumir de la siguiente manera: “Fidelidad a la democracia representativa con justicia social, revitalización de las instituciones constitucionales, reafirmación del papel de control del Estado sobre aquellas ramas de la economía que hacen al desarrollo y a la defensa nacional. El Partido Comunista, aunque no comparte todos los puntos de vista expresados en los documentos oficiales, no podría estar en desacuerdo con tales enunciados, pues coinciden con puntos de su Programa, que se propone el desarrollo con independencia económica, la seguridad con capacidad nacional de decisión, soberanía y justicia social.” Para tomar cierta distancia aclaran que no comparten “todos” los objetivos de la Junta Militar. Muy llamativo es el primero, “fidelidad a la democracia representativa” de los que están dando un golpe…

Finalizan con una felicitacion: “El PC considera auspicioso que la Junta Militar haya desechado una solución «Pinochetista»

Un ribete más oscuro de la misma política fue el rechazo airado, en vena antiimperialista, a la intervención de agencias del gobierno de Carter u otras instancias internacionales en condena de los crímenes cometidos, y el impulsar el voto contrario de los países socialistas en foros internacionales en que se planteaba la cuestión de los derechos humanos en Argentina. “Reconociendo el innegable papel de la solidaridad internacional, negamos sinceridad y autoridad moral al imperialismo yanqui para defender los derechos humanos más allá de sus fronteras, violándolos fronteras adentro y en diversas partes del mundo. Es justo rechazar dicha injerencia, así sea so pretexto de defender derechos legítimos.” Dirían en una declaración sobre el tema. O sea, adherían a calificar de “campaña anti-argentina” las denuncias sobre violación a los DDHH en el exterior.

El 25 de Septiembre de 1976 el Comité Central del Partido Comunista Argentino emitió un elogioso comunicado sobre el discurso pronunciado por Videla en Tucumán a seis meses del golpe: “La opinión democrática de la inmensa mayoría del país, que rechaza el pinochetismo, apoyará decididamente aquellos enunciados programáticos formulados por el Presidente Videla en Tucumán, y que por su carácter democrático y progresista pueden contribuir a la construcción, entre todos, de la Argentina que queremos” 

Para el PST el gobierno de Isabel, no debía durar ni un minuto más

Los documentos del Partido Socialista de los Trabajadores emitidos previo al 24 de marzo de 1976, muestran – no un apoyo al golpe – pero si : “la inconveniencia de que (el gobierno peronista) continúe un solo minuto más”.  Y después del 24/03: “la destitución del peronismo fue un hecho que los militares cumplieron a su manera” .

Esta frase “la destitución del peronismo fue un hecho que los militares cumplieron a su manera,” se acerca bastante a la frase que utilizó en Partido Comunista (PC): “El Partido Comunista está convencido de que no ha sido el golpe del 24 el método más idóneo para resolver la profunda crisis política y económica, cultural y moral. ”

 En la revista semi-legal del PST: Cambio, Nº 1, del 15 de mayo de 1976, una nota analiza el golpe militar bajo el titulo : “Historias breves. La caída del gobierno peronista”. Aquí algunos párrafos de dicha nota:

“Más allá de las razones principistas que llevan a toda opinión sanamente democrática a oponerse a los golpes de estado o del juicio concreto que puedan merecer las medidas del actual gobierno, la destitución del peronismo fue un hecho que los militares cumplieron a su manera, después que la marea popular no alcanzó a hacerlo por la defección de sus dirigentes.”

“¿Cayó el gobierno peronista sólo por el empecinamiento de Isabel Perón, por su negativa a renunciar a tiempo? Porque la alternativa era esa: para no ser destituido debía renunciar.”

“Pero la impaciencia y la indignación popular,(…) siguió manifestándose en forma creciente en una tensión social insufrible y en conflictos que se interiorizaban, a falta de otro canal, dentro de las empresas. En este marco, aguardar otros nueve meses de pesadilla y crisis hasta unas elecciones azarosas resultó imposible.” “Todo un pueblo clamaba contra el gobierno, que terminó sólo sostenido por una fracción de la cúpula sindical, cuyos llamados no escuchó nadie, y por un sector de la ultraizquierda.”

Vean el detalle que hacen mención al “actual gobierno” o sea no lo califican como dictadura, sino que copian a Clarín llamando a la junta militar : “nuevo gobierno”.

“Descartamos la caracterización de fascista” decía el Partido Obrero

Un año después del golpe, el 1º de marzo de 1977,  se publica “Documento de la Conferencia Nacional de PO, como Cuadernos de Estudios Sociales Nº 1”.

El Partido Obrero, en ese documento  (un año después del golpe) afirmaba : “Descartamos la caracterización de fascista del gobierno militar (…) el gobierno militar  es un gobierno burgués contrarrevolucionario de tipo semi-bonapartista”  .

Hemos señalado en otros documentos que el gobierno militar es un gobierno burgués contrarrevolucionario de tipo semi-bonapartista (…) Descartamos la caracterización de fascista debido a que el gobierno no cuenta con el apoyo de un movimiento contrarrevolu­cionario pequeño burgués y a que tampoco constituye la dictadura militar de un solo partido..”

Aclaremos que según la concepción marxista, los gobiernos de Perón fueron “bonapartistas”, entonces, una dictadura “semi-bonapartista” no parecería ser tan negativa.

El PO  también se ocupaba de criticar la posición del PC y PST : “Es así que el PST y el PC sostienen que estaríamos ante un gobierno, si no redondamente democrático, al menos ambiguo, indefinido, y de ninguna manera contrarrevolucionario.”

Lo llamativo es que a un año del proceso militar, en el documento del PO no hay ninguna mención a desaparecidos, centros clandestinos, o terrorismo de estado. El único breve párrafo sobre la represión es el siguiente : “La desorganización del movimiento obrero es muy grande y la represión sigue golpeando duramente a los activistas y a los elementos descontentos de la pequeña burguesía.”

La guerrilla esperaba y deseaba el golpe militar

Tanto el ERP como Montoneros, de 1974 a 1975 habían progresado en sus aparatos militares, pero habían perdido el apoyo político, porque, una cosa era el uso de la violencia contra la dictadura de Lanusse, y otra muy distinta usarla contra los gobiernos populares de Cámpora, Perón e Isabel, lo que ellos denominaban “farsa democrática”.

Entonces, aunque no lo proclamaban, estaban esperando el desenlace de un golpe, en la creencia que el pueblo se iba a sumar masivamente al enfrentamiento contra los militares. Era su visión binaria de la política, de un lado los militares, del otro el pueblo, conducido a la guerra civil por las vanguardias revolucionarias. Como ya sabemos nada de eso sucedió. La guerrilla quedó mas aislada políticamente y fue destruida por el terrorismo de estado.

Pero, el 24 de marzo de 1976 Mario Roberto Santucho estaba exultante y escribió una proclama de alto contenido emocional, pero carente análisis serio de la realidad.  Y como dicen Tarcus y Cernadas dos historiadores de izquierda  “un análisis realista y crítico (…) hubiese permitido resguardar físicamente y armar políticamente a las propias fuerzas” . Pero las organizaciones guerrilleras actuaron en dirección opuesta, y en lugar de resguardar física y políticamente a sus militantes, los convocaron a una guerra civil que nunca existió.

El Ejercito Revolucionario del Pueblo PRT-ERP : “Argentinos a las armas !!”

Con ese titulo el jefe del ERP Roby Santucho escribe el editorial de El Combatiente, con fecha 31 de marzo de 1976:

“La usurpación del gobierno por los militares y el recrudecimiento de la represión antipopular que caracteriza a la nueva Dictadura coloca a todo nuestro pueblo frente a un desafío histórico, en una nueva etapa de la lucha revolucionaria ya iniciada, a las puertas de una época histórica y gloriosa por la que ya marcha erguida y determinada su vanguardia guerrillera.”

“El fracaso final del peronismo y el golpe militar reaccionario, imponen al pueblo argentino la histórica responsabilidad de rebelarse masivamente, tomar en sus manos los destinos de la

patria, afrontar con heroísmo los sacrificios necesarios y librar con nuestra poderosa clase obrera como columna vertebral, la victoriosa guerra revolucionaria de nuestra Segunda y definitiva Independencia.

“Y esa histórica responsabilidad que pesa sobre nuestros hombros será dignamente cumplida por nuestro pueblo, por nuestro Partido, por nuestro Ejército Guerrillero y todas las fuerzas revolucionarias progresistas y patrióticas…”

Tres meses después de esta proclama, cuando se disponía a salir del país, Santucho muere resistiendo su detención. Y, en los meses siguientes, centenares de jóvenes militantes del ERP van a caer en manos de la represión ilegal y hoy integran las listas de detenidos-desaparecidos.

 Según Montoneros “las Fuerzas Armadas derrocaron a Isabel y sus payasos.”

Dice el Evita Montonera N.º 12 :  “En la madrugada del 24 de marzo las Fuerzas Armadas derrocaron a Isabel y sus payasos. El desenlace del Isabel de todas maneras, ya lo habíamos previsto hace tiempo…”

 “Los comandantes dan el golpe porque el gobierno era superado por la movilización popular y el enfrentamiento armado, especialmente al iniciarse la Tercera Campaña Militar de Montoneros.”

“Con este golpe termina una etapa y otra nueva se inicia. El justicialismo de la integración al sistema de la conciliación de clases, de la traición a los intereses del pueblo ha terminado.”

“Cuando el Frente de Liberación Nacional deje sin apoyo alguno al ejército cipayo, y hayamos avanzado en la edificación del Ejército Montonero y sus Milicias, el enfrentamiento generalizado va a destruir esta carta de dependencia.”

Evidentemente, Firmenich y la conducción de Montoneros, estaba midiendo muy mal la correlación de fuerzas, y su grave error político los precipitaba a una tragedia que nadie imaginaba.

En Abril de 1977, Firmenich declaraba ante Gabriel García Márquez:   “A fin de octubre de 1975, cuando todavía estaba en el gobierno Isabel Perón, ya sabíamos que se daría el golpe dentro del año. No hicimos nada para impedirlo porque, en definitiva, también el golpe formaba parte de la lucha interna en el movimiento peronista. Hicimos en cambio nuestros cálculos  de guerra, y nos preparamos a soportar, en el primer año, un número de bajas humanas no inferiores a 1.500 unidades. Nuestra previsión era ésta: si logramos no superar este nivel de pérdidas, podíamos tener la seguridad de que tarde o temprano venceríamos.”- GM: “¿Qué sucedió?”-MF:  “Sucedió que nuestras pérdidas han sido inferiores a lo previsto. En cambio, en el mismo período, la dictadura se ha desinflado, no tiene más vía de salida, mientras que nosotros gozamos de gran prestigio entre las masas y somos en la Argentina la opción política más segura para el futuro inmediato.”

El diagnostico de la situación de Firmenich era absolutamente errado. La guerrilla no tenía ningún consenso social y  al 1º de abril de 1977, ya había 5200 desaparecidos . La gran mayoría de ellos  militantes vinculados a la organización Montoneros. Y, para fin de ese año 77 ,  los simpatizantes montoneros  que habían quedado en el país, habían sido prácticamente aniquilados.

El Partido Comunista Revolucionario (PCR)  en defensa de Isabel

En esta manía simplificadora de la historia, el PCR ha sido feroz blanco de muchas criticas por su apoyo al gobierno de Isabel Perón. Pero no hay que dejar de mencionar que sus cuadros estuvieron entre las primeras victimas de la Triple A. Rene Salamanca fue secuestrado y desaparecido el mismo 24 de marzo.

El encono tan fuerte con sus antiguos camaradas del PC los llevó a caracterizar al golpe de 1976 como golpe pro-ruso y pro-yanky. Y aunque lo de pro-ruso suene disparatado, cuando analizamos el fuerte apoyo a Videla que dio el Partido Comunista, y el apoyo internacional que recibió la dictadura, por parte de la Unión Soviética, la caracterización deja de sonar tan irracional.

Ya en noviembre de 1974 el PCR advierte que luego de la muerte de Perón se desataron las fuerzas golpistas.

“Es evidente para todos que utilizando la oleada terrorista se ha ido creando un caldeado clima golpista. Hace apenas año y medio se acabó con una dictadura militar que durante siete años escribió algunas de las páginas más negras de la historia argentina. Y ya se habla, de nuevo, de otro posible gobierno militar.”

En el órgano oficial del PCR la revista Nueva Hora,  del día 9 de marzo de 1976 puede leerse un titular grande “Armas para el pueblo”. “No a otro 55”.

En la revista que salió el 23 de marzo, un día antes del golpe dicen: “Frente a la crisis. Todos contra el golpe imperialista” “Coordinar desde las fábricas la acción popular. Toda medida de lucha debe contribuir a la acción ofensiva y combativa de los trabajadores, al levantamiento popular antigolpista y liberador. Cárcel para los conspiradores y libertad a los patriotas antigolpistas presos. En defensa de las conquistas amenazadas y en el camino de la lucha por la liberación definitiva, junto al pueblo peronista y patriotas argentinos defender al gobierno de Isabel Perón.”

“Contra el golpe prorruso y proyanqui. Otro 55 no Pasará.”

Lamentablemente salvo los militantes del PCR pocos argentinos se enteraron de esta convocatoria a defender el gobierno de Isabel Perón.

El Frente de Izquierda Popular contra el golpe

El 26 de agosto de 1975 en una columna – en el quincenario  Izquierda Popular-  Jorge Abelardo Ramos plantea claramente que hay que sostener al gobierno hasta la elección de 1977 . Dice Ramos: “Con la bomba homicida, con la intriga de palacio o con la campaña de prensa amarilla, se pretende derribar con Isabel al movimiento nacional, para regresar a un nuevo 55.”

“Aprovechando las debilidades, las secuelas de la banda de López Rega, y el abandono del programa económico de Perón, otras bandas aliadas a los intereses anti-nacionales, a la vieja Unión Democrática, y al radicalismo moribundo,  aspiran a impedir la conclusión del mandato surgido por voluntad popular en 1973.”

En los días previos al golpe,  Izquierda Popular del 22 de marzo de 1976, bajo el titulo “Hay que preparar la contraofensiva” dice: “Ante la escalada de rumores golpistas la Junta Nacional del FIP emite la siguiente declaración: En las últimas horas se ha reavivado la ofensiva golpista que impulsan las fuerzas de la vieja Argentina. El Frente de Izquierda Popular declara que, cualquier aventura militar estará dirigida no solo contra el actual gobierno, sino contra la posibilidad de que el pueblo pueda decidir libremente su destino en las elecciones convocadas para dentro de ocho meses. Están en peligro la soberanía popular, las conquistas sociales, la vida misma de la clase trabajadora y las grandes mayorías.”

“La historia juzgará a los partidos, las instituciones y los hombres que han contribuido a fomentar la conspiración y aquellos que se sumen a esta quiebra del proceso democrático. (…) El FIP llama al movimiento obrero a oponerse al golpe de estado con la huelga general y las acción unida de la clase trabajadora.”

La posición del FIP frente al golpe es muy clara. Lamentablemente al igual de el PCR que llamaba a la movilización para enfrentar el golpe, el FIP carecía de fuerzas suficientes siquiera para intentarlo.

Pero además la sociedad, incluida la clase trabajadora, ya había bajado los brazos ante tanta agitación conspirativa y no existía voluntad para movilizarse en defensa del gobierno.

Los militares dieron el golpe con el beneplácito de las clase alta y media y con la resignación silenciosa de la clase trabajadora.

*Autor de La Lealtad- Los montoneros que se quedaron con Perón y Salvados por Francisco

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