La injerencia externa y el histórico pleito entre liberación y dependencia

Por Gustavo Matías Terzaga

La historia política argentina vuelve a desplegarse bajo nuevos ropajes, pero siempre sobre un mismo eje: la dependencia como condición estructural. Cambian los nombres propios, los discursos y las herramientas de presión, pero la lógica permanece inalterada. La injerencia extranjera que disciplina la política nacional, los “gestos” de las potencias que se convierten en aval o castigo, y una dirigencia política local que, en su gran mayoría, termina aceptando la tutela externa como si fuera un destino inevitable. Desde la subordinación a Gran Bretaña en la primera mitad del siglo XX hasta la actual tutela norteamericana al gobierno de Javier Milei, se repite una constante: los resortes estratégicos de la economía y la política son puestos al servicio de intereses ajenos a la Nación.

De “Braden o Perón”, al Lamelas de Milei

En 1946, Spruille Braden simbolizaba la injerencia descarada de los Estados Unidos en nuestras elecciones, alentando a la Unión Democrática contra el movimiento naciente del General Perón. Aquella Unión Democrática fue mucho más que una coalición electoral, ya que encarnó la convergencia de la vieja oligarquía agroexportadora, los partidos del liberalismo tradicional, radicales alvearistas, socialistas, demócratas progresistas, comunistas y la izquierda alineada con la política exterior norteamericana. Esa confluencia reveló con crudeza el verdadero clivaje de la política argentina, que no era un pleito de siglas partidarias en el marco de la alternancia política, sino la pugna entre Nación y dependencia.

Perón comprendió que la ofensiva de Braden no era un ataque personal, sino la cristalización del poder extranjero sobre la política argentina. Supo convertir esa agresión en bandera política y reducir la elección de 1946 a una disyuntiva tajante: soberanía o dependencia. “Braden o Perón” no fue un simple slogan, sino la manera de mostrar al pueblo que las oligarquías locales no actuaban por sí mismas, sino como apéndices de la Embajada norteamericana, aportando claridad a la conciencia nacional y, por supuesto, triunfo electoral. Ocho décadas después, el nombre es Lamelas: médico cubano, amigo personal de Trump, sin trayectoria diplomática, designado embajador en Argentina para actuar abiertamente como vocero de las corporaciones extranjeras. Su vínculo con Milei nació en una cena en Mar-a-Lago y desde entonces mantienen contacto directo, en sintonía con la agenda republicana para la región. A ello se suma Scott Bessent, Secretario General del Tesoro, operador de Wall Street y hombre de confianza de Trump, convertido en interlocutor clave entre la Casa Blanca y el gobierno argentino.

Es la geopolítica, idiota!

En una América Latina marcada por gobiernos diversos y agendas contrapuestas, la Casa Blanca identifica en Javier Milei a su socio más confiable. Mientras mantiene fricciones con Lula en Brasil, Petro en Colombia y Sheinbaum en México, Trump encuentra en el presidente argentino una sintonía automática que lo convierte en su principal aliado regional. Su objetivo es claro; evitar que Buenos Aires, Brasilia y Ciudad de México se alineen fuera de su órbita y puedan articular una alternativa soberana al diseño de Washington. De allí que la estrategia norteamericana combine el condicionamiento de aliados como la Argentina, la sanción a todo acercamiento autónomo a otra potencia y la presión permanente para frenar políticas independientes en la región, especialmente ante la posibilidad de un regreso del peronismo en 2027.

En Argentina, la disputa es particular, China compra masivamente soja e invierte en sectores clave, mientras EE.UU. no compite con commodities sino con crédito, respaldo diplomático y condicionamientos políticos para mantener a Buenos Aires en su órbita estratégica. En ese sentido, la decisión de Milei de retirar a la Argentina de los BRICS constituyó la señal más clara de alineamiento automático con Estados Unidos y, al mismo tiempo, uno de los mayores despropósitos de la política nacional reciente, ya que supuso renunciar a un espacio de crédito y proyección estratégica en un mundo multipolar para quedar atado, sin mediaciones, a una potencia que solo ofrece deuda y condicionamientos que erosionan nuestra soberanía y nuestra vida política interna. Dos años después, los resultados de esa elección están a la vista: la Argentina reducida a la súplica por dólares, sin crédito propio ni margen para definir su propio rumbo.

La injerencia en nuestra historia política reciente

La injerencia de Estados Unidos en los procesos políticos de América Latina ha sido constante y parte estructural de su política hemisférica. Desde la segunda mitad del siglo XX, su hegemonía se sostuvo a través de golpes de Estado, financiamiento político, cooptación de dirigentes, bloqueos, inteligencia, corridas financieras y penetración cultural para asegurar un orden subordinado y frenar proyectos nacionales autónomos.

Como antecedentes históricos, el ciclo del imperialismo estadounidense en América Latina, tras la Segunda Guerra Mundial, se expresó con claridad en la sistemática caída de gobiernos que intentaron llevar adelante proyectos nacionales de mayor autonomía. En Brasil, Getulio Vargas fue empujado al suicidio en 1954, tras el asedio de las élites locales articuladas con Washington, que no toleraban su política de protección industrialista y defensa de los recursos estratégicos. En Argentina, apenas un año después, el gobierno constitucional de Juan Domingo Perón fue derrocado por la conjunción de la oligarquía agroexportadora, sectores eclesiásticos y militares liberales, respaldados por los intereses angloamericanos, marcando el inicio de un ciclo de un loteo geoestratégico y una dependencia estructural para nuestro país que se prolonga hasta nuestros días. El mismo patrón se repitió en Guatemala, con el golpe de 1954 contra Jacobo Árbenz, impulsado por la CIA y la United Fruit Company; en Bolivia, con la erosión del proceso nacionalista (MNR) abierto en 1952 y su posterior neutralización en los sesenta; y en Chile, con el derrocamiento sangriento de Salvador Allende en 1973.

Roca, Perón, Milei y el Estado nacional

La caída del gobierno peronista en 1955 significó mucho más que la interrupción de un mandato constitucional elegido democráticamente por el pueblo argentino. Aquel suceso resultó en el quiebre de un ciclo institucional y de modernización estatal que había comenzado con el roquismo en 1880, y que, con sus contradicciones, avanzó progresivamente con el yrigoyenismo y alcanzó su máxima expresión en el decenio ´45/´55 con los niveles históricos más altos en todas las aristas de nuestra soberanía.

La construcción del Estado argentino no fue un accidente de la historia, sino una decisión política de largo aliento. Con Roca y la Generación del ’80 se sentaron los cimientos de la modernización estatal, invirtiendo como nunca antes en infraestructura: educación pública obligatoria con la Ley 1420, organización del Ejército Nacional, integración territorial, creación del Registro Civil, expansión ferroviaria uniendo Buenos Aires con el interior con más de 5.000 km de vías; construcción del Puerto de Buenos Aires y el Puerto Belgrano con la instalación de La Armada más grande de Sudamérica por aquel tiempo; creación del Telégrafo y el Correo; el Palacio de Tribunales; el Congreso Nacional; la Secretaría de Comunicaciones; pavimentación, alumbrado, sistemas de agua corriente, cloacas, decenas de hospitales y un marco institucional que, con todos sus límites, buscaba dar cohesión a una Nación con un Estado moderno en formación para proyectarla al futuro.

Javier Milei, en su discurso de asunción en diciembre de 2023, citó de manera textual la siguiente frase de Julio Argentino Roca:

«Nada grande, nada estable y duradero se conquista en el mundo, cuando se trata de la libertad de los hombres y del engrandecimiento de los pueblos, sino es a costa de supremos esfuerzos y dolorosos sacrificios».

La demagogia es una deformación interesada de una verdad inicial, y toda mentira para que gire debe hacerlo sobre un eje de verdad. La parte por el todo, veamos.

La diferencia es que Roca hablaba de sacrificios para forjar un Estado fuerte, capaz de unificar a la Nación y afirmarla frente al desorden, la fragmentación y la amenaza externa. Milei, en cambio, pervierte esa memoria histórica y usa el nombre de Roca para encubrir un ajuste salvaje que condena al pueblo al hambre y entrega el país al capital extranjero. Donde el roquismo organizó, Milei desmantela; donde se buscó modernizar y afirmar la soberanía, Milei dinamita al Estado y liquida la Patria como si fuera un saldo de feria a cambio de caja chica. Vale decir, si el roquismo fue el inicio de la Argentina moderna, Milei es su epitafio y su contracara más burda.

El bombardeo del ’55. Mucho más que un “Guernica argentino”

El bombardeo del 16 de junio de 1955 fue una de las masacres más atroces de nuestra historia. Aviones de la Marina atacaron a su propio pueblo en Plaza de Mayo, dejando más de 300 civiles muertos y centenares de heridos. No fue solo un intento de asesinar a Perón, fue el inicio de un proyecto político de proscripción, fusilamientos, persecución y demolición nacional. A siete décadas, sigue siendo una herida abierta sin justicia, con memoria fragmentada y con un pueblo al que aún se le oculta la magnitud de semejante tragedia. Aquello fue un punto de quiebre que marcó el comienzo de la violencia estatal planificada que derivó, como caldo de cultivo, en el 24 de marzo de 1976 y el posterior desmantelamiento de la Argentina soberana, marcando una reconfiguración profunda de la vida política, cultural y militar argentina. Y la herencia de aquel quiebre antipopular no es sólo doctrinaria; nótese que en la administración actual sobreviven continuidades genealógicas con las fuerzas que perpetraron el golpe del ’55. No es un dato menor que Guillermo Francos, actual jefe de Gabinete de Milei, sea hijo del vicealmirante Raúl J. Francos, partícipe activo de aquella autodenominada “Revolución Libertadora”.

O los Benegas Lynch, a los que Javier Milei los considera sus “próceres” -abuelo, padre e hijo- fueron los grandes divulgadores del liberalismo de la escuela austríaca en el país. El mayor, Alberto Benegas Lynch (padre), apoyó activamente la dictadura que derrocó y proscribió a Perón en 1955, recibiendo un cargo en la embajada argentina en Estados Unidos. Años más tarde, volvería a alinearse con el régimen de Videla en 1976, junto a Martínez de Hoz y Alsogaray, consolidando la alianza entre liberalismo económico y autoritarismo político. De allí proviene, en buena medida, la matriz ideológica que Milei reivindica hoy: un liberalismo elitista, antinacional y ajeno a toda raíz popular.

El terrorismo de mercado: nuevas formas de la vieja injerencia

La sujeción económica no es un accidente coyuntural; es la piedra angular sobre la que se construye la injerencia política. El ministerio de José Alfredo Martínez de Hoz en los ´70 fue un hito en ese proceso. Su equipo actuaba como pluma obediente de los dictados externos, y el verdadero timón lo llevaba Adolfo Diz desde el Banco Central. Formado en la Universidad de Chicago, Diz no representaba sólo a la tecnocracia local, sino a la escuela monetarista que exportaba a toda América Latina sus recetas de ajuste, apertura y desregulación. Como vemos, la economía argentina de la dictadura no respondía únicamente a los intereses de la elite agrofinanciera y los grupos empresarios locales, sino a una matriz ideológica y técnica diseñada en los centros de poder financiero internacional. Desde entonces, la ecuación económica argentina quedó completamente invertida. El crédito productivo fue reemplazado por la especulación financiera, la planificación nacional cedió su lugar a la usura y la deuda externa se transformó en patrón de gobierno. Se institucionalizó la fuga de capitales y la evasión fiscal como pilares del modelo, legitimadas hoy por un presidente que las celebra como virtudes del “mercado libre”. La consecuencia es visible y brutal; un país desindustrializado, con su tejido social roto y más de la mitad de su población arrojada a la pobreza estructural.

Ese andamiaje nunca fue desmontado durante la democracia. Por caso, la Ley de Entidades Financieras de 1977 y la Ley de Inversiones Extranjeras siguen vigentes y constituyen la columna vertebral de un sistema diseñado para servir al capital especulativo antes que a la producción nacional. La herencia económica de José Alfredo Martínez de Hoz (que era abogado, no militar) no es un vestigio lejano sino el legado intacto del terrorismo de Estado. La dictadura militar se fue, el pueblo la sacó, pero la dictadura económica está vigente, y el genocidio por goteo continúa funcionando como la victoria silenciosa del plan oligárquico y financiero del terrorismo de Estado.

En democracia, patio trasero, FFAA y relaciones carnales

Durante el Alfonsinismo en los ´80 y luego con el menemismo en los ´90 se profundizó la ola neoliberal con privatizaciones, desregulación y la política de “relaciones carnales” con Estados Unidos, justificando la entrega de empresas estratégicas en nombre de la modernización. Ese alineamiento automático derivó en escándalos como la venta ilegal de armas a Ecuador y Croacia y la voladura de la Fábrica Militar de Río Tercero para encubrir pruebas, como medida exacta de aquella corrupción, además del envío de tropas a la Guerra del Golfo y un inédito seguidismo de la agenda norteamericana. En los últimos gobiernos liberales, la misma lógica reaparece con Macri y Milei, con Fuerzas Armadas reconfiguradas en torno a las “nuevas amenazas”, subordinadas más a la geopolítica externa que a la defensa nacional. Esa redefinición de funciones constituye un claro correlato geoestratégico en el campo militar de la subordinación económica al capital financiero global. Por caso, por estos días, somos testigos de una cesión inédita de soberanía bajo el paraguas de un decreto presidencial. A través de su ministro de Defensa, Luis Petri, Milei negocia con Donald Trump una alianza militar que fortalezca la cooperación entre Washington y Buenos Aires. Detrás del discurso de “seguridad hemisférica”, el objetivo real es obtener financiamiento urgente para cubrir los próximos vencimientos de deuda, subordinando la soberanía argentina a los tiempos y exigencias del Tesoro norteamericano. Lo real y cierto es que la economía, la justicia, la defensa y la política electoral argentina hoy, es decidida en la Embajada Británica y Norteamericana.¿Qué puede salir mal?

Civilización o Barbarie

El intervencionismo externo dejó de aparecer como una anomalía y ya no opera como un hecho excepcional, sino como un componente que integra el propio sistema político. Aunque no debiera, el guiño extranjero forma parte del contenido real del voto. En este sentido, la intromisión abierta de Estados Unidos en la política argentina no se expresa únicamente en los planos económicos, sino también en el terreno cultural y simbólico. Una parte de nuestra sociedad la acepta con naturalidad (y esto confirma lo mal que hemos ejercido nuestra política en todas sus dimensiones), como si se tratara de la llave de acceso a una supuesta “inclusión en el mundo”. Es el eco de una larga tradición de colonialismo cultural que identifica lo moderno, lo eficiente y lo deseable con la imitación de los modelos de Occidente, en detrimento de los propios. En esa mirada, aceptar la tutela extranjera en el plano político, económico y militar, no es claudicar, sino “ponerse al día” con la civilización.

Pero existe también un pueblo que no traga el anzuelo y rechaza de plano la injerencia extranjera. Sabe que no se trata de ayuda ni de amistad, sino de un engranaje de dominación que pretende despojar a la Argentina de su derecho a decidir y someterla a la condición de colonia. Esta visión hunde sus raíces en una cultura nacional que, desde el Martín Fierro hasta las resistencias obreras y estudiantiles, se ha pensado a sí misma como pueblo en lucha contra las imposiciones externas. Así, lo que está en disputa no es sólo un modelo económico, sino también dos imaginarios culturales: uno que naturaliza la dependencia bajo la forma de cosmopolitismo, y otro que reivindica la soberanía como rasgo constitutivo de la identidad nacional.

En el gobierno de Javier Milei se cristaliza, quizá como nunca antes, la versión más degradada de la vieja disyuntiva sarmientina. Una pretendida “civilización” que no propone otra cosa que “barbarie” para el país, y que no es más que servilismo presentado en una caricatura marginal que se arrodilla en Washington y confunde apertura al mundo con una dependencia verdaderamente humillante para todos nosotros. No hay en ese camino proyecto de Nación.

Hacia el narcoestado

Con el debilitamiento de controles institucionales (judiciales, financieros, parlamentarios) y la subordinación política obscena al poder externo, el gobierno crea un clima donde las acciones delictivas quedan bajo sombras de impunidad y a merced de los carpetazos tácticos. En conjunto, estos elementos permiten ver al régimen de Milei no solo como un gobierno autoritario y tutelado, sino como un paso más hacia la consolidación de un Estado capturado por lógicas criminales y redes de poder que se entrelazan con la política formal. José Luis Espert representa, desde su actividad parlamentaria, el rostro político de un modelo que combina mano dura sin política social con desregulación económica y vaciamiento del Estado. Su agenda libertaria no combate el crimen organizado, lo habilita y lo consume a sabiendas, ya que, al desmantelar las capacidades estatales y criminalizar la pobreza, deja el territorio librado a las redes ilícitas que se expanden allí donde el Estado se retira. Si esta fase no se detiene a tiempo, la Argentina podría quedar atrapada en una forma nueva de dominación interna, donde ya no se trata solo de dependencia externa, sino de coexistencia entre el Estado formal y las estructuras clandestinas del narco.

La combinación de presión externa y dominio interno del crimen organizado terminará por licuar la soberanía y destruir por completo la comunidad nacional. Si se condiciona la política desde afuera mientras se corroe la institucionalidad desde adentro, se condenará al pueblo a una doble dependencia -imperial y mafiosa- que ahoga cualquier proyecto nacional.

Así las cosas. En este cuadro de situación, Milei no representa ninguna novedad, sino la culminación de un proceso histórico que arrastra setenta años de dependencia. Lo que estamos transitando es la expresión final de una Argentina que, desde el golpe de 1955, fue despojada de su proyecto de soberanía para quedar sometida a los vaivenes del capital financiero y a la tutela extranjera. Lo que hoy aparece como “gobierno libertario” no es más que la fase terminal de esa secuencia. Un país sin Estado, sin industria, sin defensa y sin rumbo propio. La encrucijada es clara, o se reconstruye un proyecto nacional capaz de romper esa continuidad de subordinación, o el destino argentino quedará condenado a la disolución de su comunidad política en la periferia del mundo.

A la luz de los hechos, la guerra civil que no se desarrolló como reacción al bombardeo en el 55, continúa hasta nuestros días por otros medios, pero con víctimas de un solo bando.

* El autor presidente de la Comisión de Desarrollo cultural e Histórico “Arturo Jauretche” de la Ciudad de Río Cuarto, Córdoba

Publicado en: https://www.agenciapacourondo.com.ar/opinion/la-injerencia-externa-y-el-historico-pleito-entre-liberacion-y-dependencia

¿Halcones, gorriones o gusanos?

Por Omar Auton

“La verdadera política, es la política

Internacional” Juan Perón

A nuestra clase dirigente le hace falta un largo y profundo, baño de realidad, tanto nos hemos olvidado de Perón, que hasta la frase que encabeza este artículo ha quedado en el olvido, su significado no pasa por copiar mecánicamente los análisis de autores extranjeros sobre la realidad política europea, rusa, china o de EE.UU y aplicarlos o copiarlos a nuestra realidad, hay que estudiar en serio los movimientos y cambios o tendencias, sus orígenes y expresiones políticas e ideológicas y ver como repercuten o influyen en la visión que tienen de Argentina, paralelamente hay que tener muy en claro cuáles son nuestros intereses y obrar en consecuencia.

   Sin embargo, oficialismo y oposición hacen todo lo contrario, Milei arrastrándose hasta la abyección para ser protegido por Donald Trump, abriendo nuestras fronteras al desembarco y establecimiento de bases militares yanquis y alineando al país de una manera demencial y vergonzosa a las políticas de EE. UU e Israel, acompañando la orfandad de éstos en cada votación de la ONU e incorporando al país a conflictos ajenos o respaldar un estado genocida como el israelí.

    La oposición, con escasas excepciones explicando tanto cipayismo vendepatria en supuestas pertenencias a “nuevas derechas” o “fascismos redivivos” en Europa, en cuya bolsa cabe también Donald Trump, mezclando a Le Pen, Orban, Meloni con Putin y Xi Jinping, el gobierno de Irán o Corea del Norte, nuevos ejemplos de gobiernos autoritarios.

Porqué EE. UU o China pueden disputarse Argentina. 

   Voy a seguir a un pensador y escritor argentino de valía como Gabriel Merino que en su libro “China en el (Des)orden Mundial” nos explica “Argentina representa la tercera economía en América Latina y la segunda en América del Sur, después de Brasil, y se destaca como un importante productor mundial de alimentos. Además, posee un gran potencial en la obtención de minerales (que ya está en pleno despliegue y algunos de los cuales son centrales para la transición energética como el litio) y también en la elaboración de hidrocarburos (posee la tercera reserva más grande del planeta). A la vez es el principal productor sudamericano de software, tiene un buen nivel de formación en su fuerza de trabajo (capital humano) y posee importantes capacidades científico-tecnológicas para ser un país semi-periférico de tamaño medio. En materia geopolítica es de destacar su proyección antártica y su carácter bicontinental, su gran litoral marítimo de 4500 km. sobre el atlántico sur y por supuesto, su lugar clave en la Cuenca del Plata, espacio nuclear de América del Sur desde el cual construir una confederación continental y un centro económico emergente…Su ingreso a los BRICS junto a Brasil podría haber fortalecido la sinuosa y disputada construcción de un bloque regional, que colisiona con los intereses hemisféricos de Estados Unidos”.

   Si a esto le agregamos que por su tamaño Argentina es el séptimo país más extenso del mundo y el cuarto de América, sus reservas de agua dulce, su potencial de desarrollo en materia nuclear, escasa población y paso natural del Atlántico al Pacífico, por el Estrecho de Magallanes, es fácil de comprender que EE.UU, cualquiera fuera su gobierno, cobijaría los desatinos de un mediocre y fracasado como persona y profesional, junto a su Corte de los Milagros, dispuesto a entregar todo eso a cambio de la impresión de un tweet y una foto babeándose de emoción.

   Pero además de permitirle el control del Atlántico Sur sin conflictos, hoy se ve obligado a sostener los costos de una base militar y nuclear en nuestras Islas Malvinas y a nuestro reclamo de soberanía, Milei se dispone a destruir el Mercosur, aislar a Brasil, abandonar a su suerte a toda América del Sur y he aquí la última joya, detener el avance comercial, financiero y político de China en el “Patio Trasero” del imperio americano en decadencia.

   EE. UU, aliado a Gran Bretaña, dejaron a Europa abandonada a su suerte, la obligan a nuevos recortes presupuestarios para sostener el 19% del gasto militar al 2024, con un compromiso de incremento al 5% DEL PIB europeo para 2035, además de derivar ese gasto a comprar material bélico de EE. UU, con el fin de mantener en funcionamiento el aparato militar-industrial, denunciado por Eisenhower en los años 60.

   Por si esto fuera poco ha pedido se incrementen las importaciones de alimentos y granos, así como de petróleo y gas licuado desde EE. UU, mucho más caro que el gas ruso, cuyo costo permitió el sostenimiento de la industria alemana y francesa hasta su corte a raíz de la guerra de Ucrania. He aquí las causas del resurgimiento de movimientos nacionalistas, anti Bruselas y Unión Europea, que rechazan además la democracia liberal, laica y global, que les fue impuesta hasta ahora, se trata de un nacionalismo defensivo, muchas veces xenófobo, pero ese rechazo no se basa como con el nazismo en cuestiones de superioridad racial sino por disputa de la escasa oferta de trabajo, conflictos culturales o miedo al terrorismo.

   El bloque anglosajón se encuentra jaqueado también en África, con la incorporación de Egipto y Etiopía como miembros plenos a los BRICS y Nigeria y Uganda como países socios, sumado a la aparición de la Conferencia de Estados del Sahel (Mali, Níger y Burkina Faso) países que han expulsado las bases y tropas de la OTAN de su territorio.

    Lo mismo o peor ocurre en Asia, la incorporación de potencias petroleras como Irán, Arabia Saudita y Emiratos Árabes Unidos como miembros plenos a los BRICS  y de viejas repúblicas de la ex URSS como Kazajistán y Uzbekistán, sumados a los ex Tigres Asiáticos como Malasia e Indonesia más el fortalecimiento de la Organización de Cooperación de Shanghái donde conviven China, Rusia, India y Pakistán, junto a Kirguistán, Tayikistán, Kazajistán y Uzbekistán, refrendado recientemente, revela claramente que la OTAN es el último baluarte del poder global anglosajón, solamente su poderío militar mantiene a EE.UU y el hecho de ser un centro financiero, a Gran Bretaña, como actores de un planeta que ha abandonado los unipolarismos o bipolarismos y marcha a un pluralismo para el cual occidente ya ha dejado de ser la locomotora industrial.

   Trump es la expresión defensiva del imperio en decadencia, pero está decidido a mantener sojuzgado, a cualquier costo a su “Hinterland”, de ahí el regreso del viejo apotegma “América para los (norte)americanos”.

   El instrumento se llama Javier Gerardo Milei, el traidor a la patria más grande desde Bernardino Rivadavia

   Ahora bien, para salir de esta situación lo peor que podríamos hacer es correr a buscar auxilio en China, esta potencia si bien por sus características aparece como más potable a una asociación similar a la que mantuviera Argentina con Gran Bretaña hasta 1930, nos condenaría a una profundización del modelo primario de producción, especialización en commodities y pondría en severas dificultades la posibilidad de un desarrollo industrial propio ante el volumen de las exportaciones manufactureras chinas.

   Ya a fines de la década pasada China consumía el 59% del cemento mundial, 47% de la carne de cerdo, 27% de la soja, 23% del maíz, 14% del petróleo, 50% del cobre y esos números han aumentado. En este siglo el comercio con América latina aumentó 35 veces, pasando de 14.000 millones de dólares en el año 2000 a 500.000 millones en 2022, mientras que la IED entre 2005 y 2019 fue de 130.000 millones de dólares, casi 10.000 millones de dólares anuales.

   Con el lanzamiento de la Iniciativa de la Franja y de la Ruta, a la que ya se han sumado 22 países latinoamericanos, entre ellos Argentina, por ahora, desde 2009 China se ha convertido en el primer o segundo socio comercial, inversor y acreedor extranjero de la región. En el caso Argentino el tan mentado Swap por 20.000 millones de dólares, viene siendo fuertemente cuestionado por EE.UU, que reclama que se lo deje sin efecto, casualmente la misma asistencia que parecería se encamina a contraer Milei en los recientes acuerdos con el tesoro norteamericano, tendría como requisito dejar sin efecto la ayuda China.

   Ahora bien todo esto se desarrolla en medio de la escalada confrontativa que Trump ha desatado contra Beijing en el marco de la disputa global, que lleva varios años y tuvo picos en el anterior gobierno republicano y se mantuvo con Biden, en medio del (Des) orden global que tan acertadamente define Merino y que, muy sucintamente, describiéramos anteriormente.

   Es llamativo que cierto sector “desarrollista” del peronismo sueñe con una alianza con China a cambio de exportar cobre, petróleo, litio, carne de cerdo, y soja, esto permitiría acceder a las divisas por importaciones que significaría equilibrar las cuentas y superar el cuello de botella de la escasez de reservas y guarden silencio respecto del efecto de la situación de la industria local en ese nuevo “modelo de complementación”, como ya sabemos con Inglaterra duró varias décadas, pero su caída nos dejó a la deriva y hace casi un siglo que algunos sectores siguen buscando un nuevo socio para volver a ese pasado como si el mundo permaneciera inmóvil.

   Un dato llamativo es que en aquella asociación Argentina era aún el “país de las vacas”, hoy el principal vendedor de carne vacuna a China es Brasil, sí el mismo país que hasta hace 25 años sólo tenía carne de mala calidad para consumo interno (miles de argentinos que desde los años 90 invadieron las playas brasileñas, aprendieron a comer pescado por que la carne era dura y carísima) y el segundo EE.UU, algún día habremos de preguntarnos porqué dejamos de ser un país productor de alimentos para dedicarnos a los porotos de soja y los biocombustibles y en qué momento nuestra ganadería se dedicó  al feedlot, lo que redujo la cantidad de carne producida y por ende a que los consumidores locales tengan que pagarla carísima para que queden saldos exportables (hoy es más barato comer un asado en París que en Buenos Aires).

    En realidad esto viene desde hace muchos años, desde que la cantidad de cabezas de ganado no siguió el crecimiento de la población, porque la vieja oligarquía y los actuales grupos financieros prefirieron y prefieren vender menos y muy caro a ganar vendiendo en gran cantidad para el mercado interno y exportar al mismo tiempo ganando un poco menos por kilo e incluso sacrificar terneros y vientres para dejar más tierras para la soja

   En resumen, nuestra agroganadería ya no alcanza para asociaciones “virtuosas” con la nueva potencia, en el cobre y el litio competimos con Chile y Bolivia, por otra parte se trata de exportaciones sin elaboración o sea sin valor agregado, la minería tiene un tiempo de explotación, luego las empresas se van y sólo quedan los agujeros y las napas contaminadas. No estoy en contra de la minería ni mucho menos, sólo que debe ser parte de un proyecto integral de desarrollo que, por ejemplo, privilegie la generación de puestos de trabajo en la transformación del mineral y exportar manufacturas (pilas, baterías, conductores) y no materia prima.

   El modelo de Milei de RIGI, aprobado lacayunamente por el Congreso Nacional dentro de la Ley Bases, es un espanto jurídico además de un canto a la dependencia ya que permite a la empresa que se acoja a él que traiga la maquinaria, aunque sea usada, emplee mano de obra extranjera, ya está ocurriendo ya que las empresas prefieren emplea mineros chilenos y bolivianos, con mucha experiencia en la actividad y menor costo laboral a tomar argentinos, no contrate servicios de empresas locales sino internacionales, no paguen ganancias y puedan remesar utilidades sin control.

   En este marco sólo queda el petróleo y gas de Vaca Muerta como haber, al menos para reducir el gasto en importaciones de energía que han sido uno de los grandes problemas para el déficit fiscal en los últimos años, si la Argentina crece y la industria se reactiva hace falta energía si la que producimos no alcanza hay que importarla, eso genera un gran agujero fiscal, las divisas se evaporan, comienzan las corridas del dólar y una crisis tras otra. 

   Resumiendo, los vendepatria locales solamente atinan a vender más y más recursos, que son del pueblo argentino, simplemente para sostener un sistema de timba financiera, los “grupos inversores” o hacen ganancias con el carry trade o bien invierten en negocios de corto plazo, con ganancias aseguradas, las grandes potencias buscan hacerse de recursos que necesitan como el agua para la gran disputa por la supremacía en los desarrollos de alta tecnología en la industria manufacturera, bélica y de las comunicaciones y el gobierno se enrola en un “occidentalismo de cotillón” ya descripto.

   Algunos sectores del peronismo (los gorriones) imaginan un modelo exportador de similares características pero que asegure el ingreso de divisas para sostener el equilibrio fiscal sin necesidad de los ajustes salvajes como el que estamos viviendo, pero sin un modelo industrial con justicia social.

   Merino describe muy bien las alternativas que se abren ante  nosotros:

   “ 1) Avanzar en una mayor periferialización regional, atados y subordinados en términos políticos y estratégicos al polo de poder angloestadounidense en declive en un mundo en crisis, atrapados en el estancamiento y la financiarización. (Los gusanos).

   “2) Ir hacia una especie de neodependencia económica con China y otros emergentes, establecida de hecho por las obvias asimetrías económicas y el sostenimiento del proyecto neoliberal, primario, exportador y extractivista, combinada con una subordinación estratégica al establishment occidental (con sus distintas fracciones en pugna” (los gorriones).

   “3) Aprovechar el escenario mundial y la multipolaridad relativa, así como el ascenso de China y las oportunidades que esto ofrece (incluso porque no presenta un patrón imperialista de desarrollo y necesita del ascenso del sur global,) para construir un proyecto nacional-regional de desarrollo y resolver las tareas de la segunda dependencia” (los halcones).

   Cualquier peronista honesto y que no haya sido ganado por la resignación noventista sabe perfectamente cuál es el camino a elegir, con todos los inconvenientes y peligros que encierra, las otras alternativas presenta peligros aún mayores, (entre otras cosas porque son inviables), por eso estoy convencido que nos hallamos frente a dos desafíos: 1) Ganar las próximas elecciones, aunque sea por un punto, para ordenar la indignación popular ante el latrocinio político, social y económico del actual gobierno, aunque ello nos obligue a votar algunos candidatos que no merezcan crédito alguno, es lo que hay y hay que ganar y 2) Poner en movilización todas las estructuras del peronismo, sindicales, sociales, profesionales, de la mujer y juventud, ordenar y profundizar un debate que ya se está dando en forma fragmentada y dispersa, para construir una alternativa superadora, de futuro, capaz de recuperar la confianza y la esperanza de los argentinos.

TIEMPO DE CORONELES: LA ENCRUCIJADA DE UN MOVIMIENTO

Por Nicolás Mujico y Ramón Prades García

¿En qué momento nos desviamos del camino? ¿Cuándo, creyendo que tomábamos un atajo hacia el futuro, retrocedimos a lugares que pensábamos superados? Quizás, y con justa razón, algunos sostengan que nunca llegamos a pisar el verdadero sendero: el de la liberación nacional, el del desarrollo, el del “buen vivir”, o como cada quien quiera llamarlo.

La pregunta persiste, resonando en la memoria reciente. ¿Fue en aquel acto del Luna Park el 14 de septiembre de 2010, cuando la juventud le habló a Néstor para exigir más conquistas futuras, pero culminó en la consagración de La Cámpora como fuerza dominante agradeciendo solo el presente? ¿O acaso nos desorientamos días más tarde, el 15 de octubre, cuando Hugo Moyano, en un acto multitudinario, exigió reivindicaciones que el gobierno consideró desmedidas, lesionando la relación entre el movimiento obrero y el kirchnerismo?

En una época donde la línea bajaba desde la TV, y se transmitía junto con los recursos a través de las orgas saltando por encima de lo institucionalmente conocido hasta ese momento. Donde el gobierno estaba por encima de las corporaciones, pero las Orgas, por encima de los municipios y gobernadores o por lo menos perforando esas estructuras, y donde el gobierno alambrando con sus vanguardias a todas las organizaciones existentes preparaba “el modelo árabe” sin intermediarios, ni organizaciones libres del pueblo. ¿Fue ahí que desviamos?

El dolor por la muerte de Néstor Kirchner y la euforia por el Bicentenario quizás nos impidieron reflexionar sobre el rumbo que tomaba el gobierno. La idea de la “sintonía fina”, impulsada tras la victoria electoral que transformó a Cristina Kirchner en Cristina Fernández, intentó acomodar los desajustes económicos sin perder el apoyo popular, dando inicio a lo que la oposición denominó “el relato”. La creación de Unidos y Organizados diluyó las agrupaciones del peronismo silvestre bajo la hegemonía de las organizaciones más influyentes. Sus comisarios filosóficos clausuraron el debate de ideas. La estrategia se resumió en “Vamos por todo”, y el precio de ese “todo” fue, precisamente, todo. Por eso hoy estamos aquí.

Dentro del peronismo, entendido en un sentido amplio, se distinguen tres posturas: los que creen que el último gobierno peronista nunca estuvo en el camino correcto; los que sostienen que aún estamos en el sendero correcto; y los que creemos que es imprescindible encontrar uno nuevo.

Volver a la Fuente

Hace diez años, en un acto insólito e irrepetible, medio millón de personas despidieron a la expresidenta en la Plaza de Mayo, sellando un liderazgo que, lógicamente, tendría sobrevida. Ante el escenario que se abría, la única alternativa fue la idea del volver, pero no con la “frente marchita”, sino “mejores”. La hipótesis, entonces, era que no había sido Cristina sino Scioli el derrotado y que solo era necesario corregir algunos detalles. Sin embargo, la derrota en 2017 y la victoria de 2019 demostraron que no bastaba con corregir ni con volver. Así caímos en un ciclo de loop eterno con brillantina, una encerrona que nos impidió, como pueblo, asumir la responsabilidad de construir lo colectivo.

Hoy se perdonan las derrotas si se recita el catecismo y se atacan las victorias de quienes no comulgan. Los intentos de renovación fueron cocinados, uno a uno, o en grupo, dando lugar a lo que podríamos llamar el increíble negocio de la derrota. El fracaso y la indecencia de Macri, primero, y de Milei, ahora, mantienen oculta la urgente necesidad de comprender que no se puede volver a remontar el barrilete en esta tempestad.

Una Trinidad como propuesta

Gran parte de la historia del peronismo está escrita entre un periplo que va desde la creación del Consejo Nacional de Posguerra en 1944 hasta el Consejo para el Modelo Nacional de 1974. Treinta años exactos que muestran un camino que empezó y terminó con una visión similar, y del que podemos extraer algunas conclusiones fundamentales para el presente.

Para recuperar la senda, debemos retomar la trinidad fundacional de aquel momento histórico: la idea, la difusión y la planificación. Esto implica un primer paso: la Idea; requiere conformar un grupo de compañeros y compañeras de toda la Argentina dispuestos a pensar en términos nacionales. Con una visión federal, pero siempre con perspectiva nacional. No existe Nación sin ideas que nos unan, que recuperen la audacia y la lucidez de la visión que dio origen al peronismo. La Difusión se convierte en el segundo pilar, donde es crucial recuperar la generosidad del compañerismo. Hoy existen experiencias que promueven estas visiones, pero actúan de forma aislada; es necesario comprender que gobernar es ordenar una idea, darle forma y sostenerla en el tiempo, tal como lo hizo Perón con la cátedra de Defensa Nacional para proyectar un nuevo concepto de país a la sociedad. Finalmente, la Planificación nos obliga a trazar un horizonte claro. En nuestro país, todo el arco político se convenció de que no es posible vivir bien. Es imperativo revertir esa creencia. Para eso, debemos responder una pregunta simple pero fundamental: ¿A qué debería jugar la Argentina del futuro? Actualmente, no solo no jugamos a nada, sino que somos la pelota en el juego de otros. Responder esta pregunta nos permitirá empujar la frontera de lo posible, y quizás convocar a un Consejo de Capacidades Nacionales para planificar la obra que el país necesita, tanto como el justicialismo para recuperar su destino.

La certeza, es que solo un gran país puede soportar una realidad tan tremenda. El intento de destruir el Estado, tuvo efectos devastadores en la nación. La reconstrucción, tiene necesariamente que mostrar un horizonte como destino. Dice el dicho, que el camino es mejor que la posada. En la historia y en la política, no hay que ser el que más sabe para ser el más lucido. Es Tiempo de Coroneles.

*Artículo extraído de la Revista Panamá

Dos reuniones: Virginia y Copenhague

Algunas declaraciones y documentos desconocidos que vale la pena conocer en una semana explosiva.

El Pentágono analiza la nueva situación. La Unión Europea prepara su guerra. Informes reservados que revelan acciones por venir. Graves cruces internos en Occidente.

 Por Gabriel Fernández *

El abrumador aluvión de informaciones internacionales sin eje ni aparente vínculo, viene complicando una observación certera del panorama. Es de interés trazar algunas líneas con epicentros adecuados para apaciguar las estridencias y determinar algunos factores que, sin agotar la lista de causales, permitan orientar la mirada. Muy en general, resulta necesario subrayar sucesos de vigor acaecidos y en desarrollo sobre el Reino Unido, los Estados Unidos y la Unión Europea.

La semana anterior se concretó la visita del presidente norteamericano Donald Trump al tándem gobierno y corona británicos. Las conversaciones del rubicundo con el rey Carlos III y el primer ministro Keir Starmer resultaron lo bastante intensas como para modificar asertos previos y delinear un horizonte preocupante para los emergentes multipolares; mientras estos insisten en establecer razones y ligar asertos con comportamientos, la gestión del Norte modifica continuamente sus premisas.

Tras la promisoria reunión en Anchorage, Alaska, el cónclave de Windsor, regenteado por las corporaciones asentadas parcialmente en la City londinense, redireccionó el planteo norteamericano en aspectos relevantes. Por un lado, Trump apuntó que Kiev podría abrazar los territorios recuperados por la Federación de Rusia en la contienda fronteriza; también, que los países que adquieren combustible fósil ruso tendrán que abandonar ese comercio; y como colofón, reposicionó a la Organización del Tratado del Atlántico Norte (OTAN) como protagonista global.

Este narrador estima que, al observar el conjunto de las “nuevas” consideraciones trumpianas, puede inferirse que el mandatario fue puesto en caja -al menos circunstancialmente- por el poder financiero. Ya no vapuleó al presidente de Kiev, Volodimir Zelenszky, ni se burló de Starmer indagando qué haría sin el respaldo estadounidense. Esos y otros gestos potentes, con orientación pacifista, habían sido presentados ante la opinión pública mundial desde el Salón Oval. Entre Washington y Windsor, pudo percibirse un cambio apreciable.

VIRGINIA. En el medio, mucho ruido, temas colaterales presentados por los medios concentrados como portadas relevantes, y escasa información de base acerca de la profunda caída de los Productos en las naciones centrales de Occidente. Puede comprobarse, desde ya, que los incendios callejeros en Francia, el creciente malestar en Alemania y las dificultades productivas en el Reino Unido (entre otras consecuencias de la transferencia de recursos hacia las compañías especulativas y armamentísticas, y la modificación de la estructura comercial petrolera y gasífera), no tuvieron difusión relevante.

Por estas horas empiezan a desplegarse dos reuniones importantes que evidencian la polémica interna atlantista acerca de forzar el horizonte en sentido flamígero. En Virginia, se congrega la conducción uniformada de la Defensa norteamericana; en Copenhage, también agitando banderas bélicas, se agrupa la Unión Europea. Ambos encuentros cuentan, usted lo sabe lector, con el auspicio general de las megaempresas que regentean los estados desterritorializados de Occidente y exigen guerra y finanzas para poder subsistir. Veamos.

El secretario de Guerra de los Estados Unidos, Pete Hegseth, convocó con urgencia a los altos mandos militares en una base del Cuerpo de Marines en Virginia. A la cita están llamados cientos de generales y almirantes apostados en todo el mundo. Los medios estadounidenses la calificaron como una convocatoria “sumamente inusual”. Las fuentes especializadas en Defensa respondieron con azoramiento las consulta: “¿Estamos sacando a todos los generales y oficiales de primera clase del Pacífico ahora mismo?”, indagó retóricamente una de las más avezadas. “Todo esto es extraño”.

Según los especialistas en la realidad militar norteamericana esta decisión está vinculada a cambios dispuestos por la Administración de Trump en el Pentágono y coincide con una nueva estrategia de defensa nacional. Cabe recordar que a comienzos del mes que concluye, el estentóreo suscribió una orden ejecutiva que otorgó al Departamento de Defensa el título de Departamento de Guerra. “Creo que es un nombre mucho más apropiado, especialmente a la luz de la situación actual en el mundo”, afirmó al anunciar la medida.

“Este cambio de nombre no se trata solo de cambiar el nombre, se trata de restaurar. Restaurar el ‘Ethos’ Guerrero, restaurar la victoria y la claridad como instinto, restaurar la intencionalidad en el uso de la fuerza”, explicó Hegseth ese mismo día. Uno de los politólogos consultados por esta secuencia apuntó que “los Estados Unidos estarían considerando reorientar sus estrategias y cambiar sus prioridades”. Sin embargo, el sentido de la reorientación no se presenta tan claro.

El medio especializado Político señaló que, en el borrador del documento, en manos del secretario de Defensa, se propone “poner las misiones domésticas y regionales por encima de contrarrestar a adversarios como Pekín y Moscú”. Indicó que este paso representaría un alejamiento importante de trocha recorrida por las anteriores administraciones estadounidenses, incluido el primer mandato de Trump, cuando también él calificaba a China como el principal rival de su país.

Para absorber la dimensión de la niebla impuesta sobre los acontecimientos, otra fuente experta familiarizada con el documento, aseveró que este giro “no parece estar en absoluto alineado con las posturas agresivas del presidente Trump hacia China”.

Politico señaló que la elaboración del documento fue dirigida por el subsecretario de Defensa, Elbridge Colby, conocido por sus opiniones “aislacionistas”. Precisó que, “a pesar de su trayectoria como halcón con respecto a China, Colby se alinea con el vicepresidente, J.D. Vance, en el deseo de desvincular a Estados Unidos de compromisos extranjeros”. Anteriormente, Colby había desempeñado un papel clave en la breve suspensión de la ayuda militar estadounidense a Ucrania, así como en la revisión del acuerdo de submarinos con el Reino Unido y Australia en el marco de AUKUS.

De ser así, el Como te digo una cosa te digo la otra, pasará a configurarse como táctica oficial del gobierno norteamericano.

COPENHAGUE. En tanto, los jefes de Estado y de Gobierno de la Unión Europea se reunirán en Dinamarca el próximo 1 de Octubre para debatir cómo reforzar la defensa común de Europa y el apoyo a Ucrania. Según analistas del Viejo Continente, lo harán “en medio de la alarma generalizada provocada por las incursiones de drones y aviones rusos en el espacio aéreo de varios Estados miembros y aliados de la Organización del Tratado del Atlántico Norte (OTAN) en lo que parece ser una nueva fase de provocaciones por parte del gobierno ruso”.

El dislate está a la vista, pero los convocantes se encuentran muy convencidos de sus diagnósticos. En un paper difundido pocas horas atrás, uno de los estrategas -por asi llamarlo- de la UE, puntualizó que “El presidente ruso ha decidido escalar su panoplia de ataques híbridos mediante invasiones del espacio aéreo, interferencias de los sistemas de navegación de aeronaves civiles que transportan líderes políticos europeos, sabotajes de nuestros aeropuertos, sobrevuelos de naves y bases militares, con vistas a testar nuestra reacción en términos militares y políticos”. ¿Para qué? “En primer lugar, evalúa nuestras capacidades de respuesta militar (tiempos de reacción, recursos movilizados, procedimientos de toma de decisiones, cadenas de mando y control) y, en segundo lugar, pone a prueba nuestra determinación política colectiva, unidad de acción y coherencia interna. Es de temer que continúe e incluso incremente su campaña de provocaciones en el futuro”.

El análisis destinado a entornar las conversaciones en Copenhague evidencia cruces internos bien fuertes y su lectura da cuenta de varios contrastes con la postura norteamericana. Fíjese: “Contra drones rusos fabricados de gomaespuma y madera portadores de una carga explosiva y un algoritmo, de un coste de unos 1.000 euros la unidad, los europeos debemos activar carísimos misiles ´Patriots´ o despegar sofisticados cazas de combate F-35. Esta desproporción abismal de costes es insostenible. A día de hoy no disponemos de sistemas terrestres de artillería multinivel (largo, medio y corto alcance) capaces de derribar baratos y básicos drones enemigos. Esta incuria de planificación estratégica y operativa aliada tras tres años y medio de la guerra en Ucrania es inexplicable”.

La algarada, que parte de la premisa de calificar la situación como una ofensiva rusa contra Europa, continúa: “Nos situamos pues en una incómoda posición defensiva, reactiva a la ofensiva híbrida de Moscú. Y es que una de las características inherentes de toda amenaza o ataque híbrido es que el agresor cuenta con la inestimable ventaja de la iniciativa, decidiendo a su arbitrio el ritmo y alcance de la escalada o desescalada de la confrontación, mientras que el agredido opera a oscuras, ignorando la naturaleza, intensidad y propósito último del ataque o serie de ataques”.

Preste atención: “Eso obliga a la víctima a calibrar y ponderar cuidadosamente la respuesta, pues si no reacciona con la contundencia precisa anima al agresor a una escalada, pero si sobre reacciona provoca una escalada no deseada del conflicto. Y hasta dotarnos de las capacidades antidrones necesarias, bien haríamos en aprender de nuestros amigos ucranianos que han desarrollado una eficaz industria nacional de drones, cuya utilización no requiere permisos de terceros, con un alcance y precisión crecientes, capaces de abatir entre un 80-90% de los drones rusos y de alcanzar objetivos legítimos (refinerías, oleoductos, depósitos de armas y combustible, infraestructuras militares críticas) en territorio ruso”.

Entonces, al punto: “Por ende, la ayuda más eficaz, así como la mejor garantía de seguridad que podemos ofrecer a Ucrania, es reforzar sus capacidades militares y convertir sus Fuerzas Armadas, que ya son las mejor preparadas para la guerra de toda Europa, en suficientemente potentes para repeler la criminal agresión rusa y disuadir futuros ataques. Para ello, hemos de integrar con celeridad sus capacidades militares en la Europa de la defensa, nuestros estados mayores, estructuras de mando y control, con especificaciones homologadas y estandarizadas de equipos y sistemas, la participación en programas conjuntos de armamento y tecnológicos duales, así como en cursos de formación y adiestramiento”.

Señala el documento que “Todo ello requerirá unas disponibilidades financieras suficientes, previsibles y constantes. La Comisión ha aprobado en marzo pasado un ambicioso programa de movilización de unos 800.000 millones de euros hasta 2028, año de comienzo de las próximas perspectivas financieras plurianuales, en las que se prevé un fondo de defensa europeo dotado con unos 135.000 millones. Es muy alentador que los 150.000 millones de euros del programa SAFE para adquisiciones conjuntas militares, en forma de préstamos en condiciones muy ventajosas (con intereses muy bajos y un periodo de carencia de 10 años), haya sido ya atribuido en su totalidad a los 19 Estados miembros que lo han solicitado”. De las secuelas de semejante aspiradora de recursos, ni una palabra.

Por si quedan dudas: “La Comisión ha propuesto utilizar 140.000 millones de euros de los fondos soberanos rusos confiscados y retenidos en bancos europeos para financiar el esfuerzo bélico de Ucrania y la posterior reconstrucción del país. Una decisión, sin duda, controvertida para muchos por su indudable impacto negativo en la credibilidad del sistema financiero europeo basado en su seguridad jurídica, fiabilidad y previsibilidad. Pero en esta coyuntura bélica tan excepcional es una medida justificada. Putin ha de resarcir a Ucrania por su injustificable guerra de agresión”. Después se preguntan porqué los BRICS + fortalecen su banco.

Algo de franqueza contribuye a fundamentar el incomprobable examen. El vaciamiento de los Estados no está siendo suficiente para afrontar la firme determinación multipolar. A ver. “El esfuerzo de financiación pública ha de verse acompañado por la movilización de recursos privados. Hasta ahora, la inversión de la banca privada en seguridad y defensa estaba considerada de alto riesgo por los dilatados plazos temporales de los posibles retornos y la necesidad de aprovisionar fuertemente los créditos, por lo que las agencias de calificación internacionales penalizaban a las entidades financieras que lo hacían. Además del coste de prestigio en que se incurría por la mala imagen de la inversión en defensa. La decisión del Banco Europeo de Inversiones (BEI) de triplicar en 2025 su financiación de proyectos de defensa hasta los 3.000 millones es muy encomiable, no tanto por el modesto importe de los préstamos cuanto por el efecto arrastre que puede provocar en las entidades privadas europeas, una vez roto el hielo”.

Y un garrotazo para aquél gallinero: “No podemos ni debemos renunciar, pese a la resistencia opuesta por algunos Estados miembros, a discutir la conveniencia y oportunidad de emitir deuda mutualizada en forma de bonos europeos de defensa. Sería erróneo descartar a priori recursos y palancas de financiación disponibles, proporcionales al desafío existencial a nuestra seguridad compartida”.

Finalmente, junto a las amonestaciones, las instrucciones: “Pero, más allá de la urgente necesidad de dotarnos de recursos y medios militares adecuados y de movilizar disponibilidades financieras suficientes, hemos de articular una respuesta política firme, unitaria y sin fisuras a las provocaciones de Putin. El autócrata ha de interiorizar nuestra resolución a defendernos y derrotar su aventurerismo bélico. En todo momento y lugar. Hasta forzarlo a cambiar sus erróneos cálculos estratégicos y llevarlo a la mesa de negociación de una paz justa y duradera para Ucrania. Este es el mensaje que acordarán sin duda nuestros líderes políticos en las dos reuniones (informal y formal) del Consejo Europeo de octubre”.

DEGENERADOS INSIGNIFICANTES. Como cierre, vale considerar la réplica lanzada con altavoz por el vicepresidente del Consejo de Seguridad de Rusia y ex presidente del país, Dmitri Medvédev, Esta mañana indicó que los líderes europeos no serán capaces de desatar una guerra contra Rusia pese a su retórica belicista. En su canal de Telegram, Medvédev argumentó que los países europeos “son vulnerables y están desunidos”, solo “pueden perseguir sus propios intereses intentando sobrevivir en el caos económico actual” y, por tanto, “simplemente no pueden permitirse una guerra con Rusia”.

Fue más lejos, y se sabe que encarna intereses profundos del Kremlin. Dijo que otra razón por la que Europa no puede iniciar una guerra contra Moscú son sus líderes. “Los líderes europeos son unos degenerados insignificantes, incapaces de asumir la responsabilidad de ningún asunto serio. Carecen de pensamiento estratégico, y mucho menos de la pasión necesaria para tomar decisiones militares acertadas”. Añadió que la ciudadanía europea, en su mayoría, es “inerte y decadente” y no está dispuesta a “luchar por ningún ideal común, ni siquiera por su propia tierra”.

Este es un tramo apasionante de la historia, lector. Harto riesgoso, como se observa.

En tanto, Trump sigue generando inquietudes a diestra y siniestra.

 *Area Periodística Radio Gráfica / Director La Señal Medios 

No caer en la nueva trampa gatopardista del poder silencioso

Por Mario Gambacorta*

1 El poder real quiere cambiar la forma sin que cambie el problema

 1.1. Escenarios, actores y políticas

Luego de las elecciones del 7 de septiembre de 2025 el Gobierno de Milei se encuentra en una situación distinta a la que tuvo, y con la que se benefició, desde su asunción. Fundamentalmente, por la complacencia, respecto de su accionar de fondo y de forma, por parte de quienes ejercen el poder real (un poder silencioso) en Argentina.

Ahora, ve erosionada y debilitada su lógica de funcionamiento, la cual como expresamos precedentemente, venía siendo sostenida por “los ya no tan propios”; a saber:

a) Grandes grupos económicos de incidencia en Argentina, como principales factores del poder real.

b) Un núcleo duro del 30% de una sociedad profundamente en crisis que, optó por la temeridad evidenciada por Milei, sin mayores valoraciones en cuanto a las consecuencias que esto tendría en la vida económica social y política de nuestro país;

c) Los demás votantes —fundamentalmente del pro y radicales— que acompañaron a los anteriores en la segunda vuelta por reacción a gobiernos anteriores y por suponer que ese proyecto los contemplaría e integraría sin dañarlos.

d) Una alianza parlamentaria que, como supuesta oposición, en la práctica, actuó como colaboracionista facilitando las profundas y dramáticas transformaciones en perjuicio de las mayorías, cuyas consecuencias hoy estamos y seguiremos padeciendo.

e) Medios de comunicación afines y/o que no formulaban observaciones de fondo y menos críticas respecto de las medidas, sus formas, o los fines con que se llevaba a cabo el proceso y que, pese a todo, se siguen llevando adelante por el Gobierno de Milei.

Por su parte, las políticas de desmantelamiento y debilitamiento de los deberes y responsabilidades que el Estado nacional tiene en cabeza (en función de la normativa vigente han ido teniendo cierto impacto en la pérdida de credibilidad y respaldo al actual gobierno nacional.

A lo anterior, se agrega la pérdida de poder adquisitivo, el escenario cada vez más recesivo y la desarticulación estructural del funcionamiento del país. Asimismo, las denuncias de corrupción que afectan al funcionamiento y financiamiento de la agencia nacional de discapacidad han impactado directamente en el núcleo formal de toma de decisiones de este gobierno.

La ausencia de una respuesta gubernamental clara y contundente, respecto de las denuncias de fraude a la administración pública, así como la solicitud del accionar judicial para imponer censura previa y evitar la difusión de audios que podrían involucrar a la hermana del presidente y a otras importantes figuras que accionan en este gobierno, convergieron en una crisis que, también entendemos, se vio reflejada en el resultado electoral del 7 de septiembre próximo pasado.

En las referidas elecciones, el peronismo concurrió unido; atenuando y encausando divisiones internas.

En todo este contexto, la estrategia del gobernador Kiciloff se convalidó, amén del relevante accionar de los intendentes, lo cual no es no es un factor que se pueda pasar por alto.

1.2. ¿Cuáles son las respuestas desde el poder real frente a estos escenarios?

Empezamos a escuchar o leer en distintos medios, explicaciones y esbozos de respuestas, así como difusas y simplificadoras propuestas frente a esta situación. Ante esto, queremos remarcar y dejar en claro que no debemos permitir que nos engañen, pero tampoco debemos engañarnos nosotros mismos adoptando las lecturas básicas, lineales y sesgadas que se nos presentan y, seguramente, se nos seguirán presentando.

Todo podría redundar en un equívoco diagnóstico de lo que está ocurriendo y, consecuentemente, en la adopción de decisiones estratégicas equivocadas. Peor aún, en una inacción a la espera que los acontecimientos se desarrollen por sí solos. Esto, en un sentido que, supuestamente, permitiría avanzar hacia el encauzamiento de estas problemáticas de forma casi espontánea.

Adelantamos que no creemos en ninguna teoría de la espontaneidad, y menos en la actual coyuntura argentina —y global—. Concretamente, nos referimos y queremos visibilizar las estrategias de confusión y dilución de cuestiones de fondo y sus consecuencias, en cuanto a las políticas públicas llevadas adelante por este gobierno.

Las políticas de Milei no son sino parte de la instrumentalización de un modelo de país formulado para un proyecto político de subordinación, dependencia y colonialidad para la Argentina. Son impulsadas, por la acción de grupos económicos concentrados locales y, fundamentalmente, transnacionales. También por la incidencia de países que vienen tratando de imponer en nuestra región una lógica de subordinación en función de sus excluyentes intereses geopolíticos.

Nos proponemos visibilizar las maniobras y premisas, articuladas o no, que se generan desde el poder real para distraer el debate de fondo que, consideramos, debería ocuparnos en este momento. Nos referimos, concretamente, a la imprescindible dilucidación del modelo de desarrollo más adecuado para contribuir a la consolidación de un proyecto de país; más aún, a un proyecto de Nación.

Todo, en vista de sortear la subordinación y dependencia a poderes ajenos que buscan afectar la posibilidad de decisiones soberanas, cada vez que queremos hacer valer los intereses que fortalezcan a nuestra Nación y beneficien la calidad de vida de su pueblo.

1.3. No nos dejemos engañar ni nos engañemos

Desde el Grupo OND, sostenemos la imperiosa necesidad de llevar adelante un modelo de desarrollo industrial que redunde en trabajo de calidad; es decir un modelo de industrialización con justicia social para un proyecto de Nación.

Aclaramos esto puesto que, apreciamos construcciones discursivas que, pretenden demostrar —y engañar— en cuanto a que el problema actual estaría solo en las “formas” con las que el gobierno de Milei lleva adelante sus políticas y no en las políticas en sí mismas, con sus nefastas consecuencias laborales, económicas y sociales.

En efecto, debemos hacer visible y comprensible que los factores de poder que se vienen beneficiando con el accionar del actual gobierno, y con el de anteriores gobiernos, en desmedro de la calidad de vida de quienes habitamos Argentina, ahora se esmeran en generar, apenas, algunos cambios de forma, no de fondo. Pretenden, en términos gatopardistas, que parezca que es factible un cambio profundo —o al menos algo—, para que no cambie nada de las desastrosas estrategias estructurales que los enriquecen cada vez más en desmedro de nuestro pueblo.

Este estilo gatopartidista se evidencia al presente. Lo hace tanto en los rumores como en las manifestaciones tendientes a “cuestionar y modificar” el accionar de este gobierno. Así las cosas, no se deja de:

a) reivindicar la brutalidad de su ajuste fiscal;

b) consentir la dependencia que genera el endeudamiento con el FMI; que ha continuado Milei, a partir de lo iniciado por el Gobierno de Macri;

c) justificar la mayoría de las políticas de ajuste (fundamentalmente verificadas en la sanción de la denominada Ley Bases y el Rigi);

d) orientarse a tolerar, admitir, avalar y promover medidas iguales a las de este mismo gobierno que afectan al pueblo, los intereses y el patrimonio nacional.

Desde una lógica de continuidad edulcorada para con los ajustes llevados a cabo por este régimen conservador-liberal-libertario, pareciera que, algunos integrantes o representantes del poder real han descubierto los malos modos de Milei “hace 15 minutos”; o, más precisamente, cuando comenzaron a conocerse los resultados electorales de la provincia de Buenos Aires.

No alcanzamos a advertir esto en su magnitud… basten de hecho las declaraciones de empresarios sobre el riesgo país…

En línea con lo expuesto, se viene planteando una etérea y diluida necesidad de cambio de rumbo, casi apenas, débilmente expresada; en cuanto a las expresividades del gobierno.

Respecto de todo esto, estamos convencidos que lo único que se pretende es cambiar la máscara de un modelo de país que, cada vez, nos lleva a un mayor deterioro de nuestras condiciones de vida y de trabajo y a una terminal pérdida de decisiones independientes e identidad autónoma como Nación.

Las críticas al modelo de Milei —y de muchos otros ocultos tras la actual y deteriorada máscara— busca diluir el necesario y verdadero debate por un proyecto de Nación; lo expurga con él, en él y junto a sus cómplices. Todo, en función de intereses que difícilmente sean visibles para el común de quienes habitan en Argentina.

2 La corrupción como flagelo y la corrupción como excusa reaccionaria-regresiva

 2.1. Una necesaria lucha contra la corrupción, también contra las falacias que habilita

En línea con lo expresado en el punto precedente, la invocación de la corrupción puede ser —y es también— estrategia de poder (constructiva y destructiva).

Estamos convencidos que, en el caso del actual gobierno, la corrupción vuelve a ser funcional a sectores del poder real para una necesidad de ajustes y transformaciones en función de sus intereses. Contribuye una vez más, a desatender un debate pendiente, relevante y de fondo; a desvincular y desafectar a las reales estructuras de poder de responsabilidad respecto de lo que ocurre, desdibujando su efectiva incidencia subyacente.

Así, paradójicamente, hoy la corrupción golpea a quienes suelen valerse de ella para estigmatizar y debilitar a otros tipos de gobiernos, cuando éstos intentan llevar adelante transformaciones contra el status quo imperante, afectando al denominado establishment o a un ahora denominado círculo rojo.

Frente a esto, no podemos sino evidenciar que, se está haciendo lo mismo que referíamos antes, pero en este caso, contra un gobierno “propio” que está dejando de dar los resultados esperados a las difusamente denominadas “fuerzas del mercado”.

Estas últimas, en realidad representan una convergencia de intereses privados en sintonía con intereses políticos extranjerizantes. Y para peor, en un especialmente complejo escenario de crisis internacional que, por ahora, prioritariamente, es de guerra comercial.

2.2. ¿Qué hacer frente a “las” corrupciones?

Por todo ello, queremos reiterar que, la corrupción —y la lucha contra ella— debe ser analizada también en los diversos niveles de su funcionalidad instrumental.

A menudo, favorece proyectos y estrategias, más allá de buscar o querer poner fin a los abusos por parte de ciertos actores o protagonistas. Concretamente, lo sintetizamos en la pregunta en torno a: ¿quiénes la esgrimen y para qué?

Sostenemos que la corrupción como flagelo debe ser, inexorablemente, limitada a sus mínimas expresiones. Sin embargo, con esto apenas nos referimos a ella en un primer, o genérico nivel.

Sin desmedro de lo anterior, colegimos que el argumento que invoca permanentemente “la corrupción del otro”, paradójicamente es otra forma de corrupción. En especial, del tejido social, a partir de la sospecha y la estigmatización permanente-. Este sería, a nuestro entender, un segundo nivel de corrupción que, entendemos, es tan grave —o quizás más— que el anterior.

Así, la corrupción puede ser sistemáticamente utilizada como excusa y trampa reaccionaria-regresiva ante cualquier intento de transformación. Y por ello, debe ser visualizada, tanto en el origen de su instrumentalización, como en sus instrumentalizadores.

Debe superarse entonces, el temor a no ser políticamente correctos por formular estas argumentaciones. Es menester evidenciar, los verdaderos objetivos del poder real, las tácticas o estrategias de los sectores concentrados y excluyentes en materia social. Puesto que, sin fundamento, pero con adecuados mecanismos de propaganda, logran afectar y limitar potenciales transformaciones en beneficio de las mayorías, solo para maximizar el suyo propio.

Este mecanismo es, en la práctica, similar a esa genérica y corrosiva, invocación del populismo. Con esta última, también se trataría de una mera estigmatización reaccionaria ante cualquier intento de favorecimiento a sectores populares.

3 El caso ANDIS como réplica que deja en evidencia a quienes impulsan la corrupción como táctica estigmatizadora

El escenario generado por el caso ANDIS, no puede quedarse ni en un caso más de corrupción ni, solamente, como evidencia de la supuesta y generalizada decadencia de la clase política argentina.

Más allá de este caso, si hablamos de decadencia de la clase política, primero hay que definir a quiénes alcanzaría el concepto de clase política. Luego, recordar quienes interactúan con ella, como actores y/o factores de poder.

Por su parte, no podemos olvidar a quienes eligen a esa clase política; cómo se comporta la sociedad, en términos generales, respecto de incumplimientos o actos de corrupción.

Es frecuente que, al hablar de corrupción se ponga foco en los agentes estatales, pero se deje de lado a los actores del sector privado, más específicamente, al empresariado.

Concretamente, nos referimos a empresarios que participarían en la corrupción otorgando y facilitando el pago de coimas, en función de la obtención y maximización de sus ganancias. Ganancias que parecerían desconocerse intencionalmente al momento de señalar a todos quienes se encontrarían involucrados en este tipo de actividades.

De esta forma, poniendo un foco —sesgado— en críticas a políticos partidarios, organizaciones sindicales y trabajadores del sector público, se logran diversos objetivos a la vez:

a) En lo instrumental, se los presenta como los únicos responsables de esta problemática y demás falencias.

b) En lo discursivo y conceptual, como partícipes sistémicos y excluyentes de una corrupción que, paradójicamente, “debe” ser superada mediante la intervención de actores privados —¿externos? —.

c) Se parte de, y se consolida entonces, un preconcepto en cuanto a que estos últimos no van a cometer actos de corrupción, abusos, o buscar la maximización de sus ganancias. Por el contrario, es verificable en notorios casos de corrupción empresarial, y en diversos países, que lo han hecho casi a cualquier precio.

En materia de resultados, se proyecta una sociedad que, en la práctica, no tendría posibilidades de cambios. Más aún, estos estarían circunscriptos a lo privado (limitando y deslegitimando a actores sociales transformadores).

Con todo este actuar, se favorecen los procederes reaccionarios-regresivos, el inmovilismo, y el accionar y consolidación de quienes detentan poder real; especialmente, por encima de las configuraciones institucionales vigentes.

4 La estigmatización mediante la corrupción “funciona”, se acredite o no. Entonces la pregunta a formular es ¿a quién sirve?

Es necesario recordar si esta corrupción ha comenzado en el presente, o en realidad es un proceso que, más allá de las diferencias de niveles que se puedan detectar, tiene una continuidad en el tiempo, y más allá de las administraciones.

También sería pertinente la relevancia e incidencia en las distintas gestiones, dilucidando el signo de sus políticas públicas, sus efectos y su vinculación con otras acciones gubernamentales; por ejemplo, el recorte de derechos a los discapacitados.

En línea con lo anterior, deviene dramático —o patético— que, ahora, son quienes pontifican sobre la lucha contra la corrupción de la que denominan “la casta política”, señalando solo a sus oponentes como corruptos, los que quedarían involucrados en situaciones más aberrantes que las que suelen atribuir (siendo verdad o no), a la otredad política.

En tal contexto, queremos destacar que, muchos dirigentes de partidos políticos que han hecho de la corrupción una bandera y que señalan a la corrupción solamente en su adversario político, podrían estar involucrados en casos de corrupción, a lo que se agregaría, en el caso ANDIS, la afectación de colectivos de particular vulnerabilidad.

En este último caso, habría llamativas continuidades históricas de integrantes de distintas gestiones y con distintas responsabilidades; más allá del remanido señalamiento de la corrupción, habitual y casi exclusivamente, en la gestión de gobiernos de origen popular (se corrobore luego o no, la ocurrencia en estos de hechos de corrupción).

Esto nos hace recordar, al decir de Norberto Bobbio, que el fascismo —y otras formas de autoritarismo, agregamos nosotros— se valen de la corrupción cuando no tienen otros argumentos prevalentes para desarticular políticas que no son de su agrado y llevar adelante las que sí quieren implementar; en general, en beneficio de minorías.

Más aún, y paradójicamente, ahora también se lo aplican a un gobierno “propio” (debilitado, en lo que al presente nos ocupa), para sostener políticas regresivas, precarizadoras y deslaboralizadoras, en el marco que impulsan para un modelo de país dependiente y colonizado.

Asimismo, los gobiernos en los que se puede verificar la hegemonía del capital concentrado —tal el caso del de Milei—, no suelen ser objeto de críticas, tanto por una condescendencia antipopular y fantasías meritocráticas, como por un efectivo poder en términos de influencia, sea en medios de comunicación, judiciales (lawfare), u otros mecanismos de coacción.

Sin desmedro de lo anterior, ahora vemos que no ocurriría mientras no fuera necesario para el poder real, y hasta tanto cumplan los designios y objetivos previstos por este.

5 Concluyendo: si esto no es nuevo ¿qué podemos empezar a hacer?

Por todo lo expuesto, consideramos que, el denominado Movimiento Nacional debe lleva adelante políticas y acciones de visibilización para superar la trampa que lo tiene como presa, cada vez que se propone llevar adelante transformaciones y reconfiguraciones institucionales en beneficio de sectores desprotegidos vulnerablizados por las estrategias de poder y mayorías populares.

Y no nos referimos solo a pobres e indigentes, sino a todos aquellos que, llegado el momento, pueden perder todo (también el caso de los sectores medios) por las políticas implementadas por gobiernos como el actual.

Ser, o creerse clase media, no habilita para avalar o acompañar desastres como los que está llevando adelante el gobierno de Milei. Debería internalizarse que la corrupción ha servido para que, fundamentalmente ella, acompañe transformaciones regresivas y reaccionarias como la que nos flagelan al presente.

Los sectores medios no deberían perder el sentido de pertenencia a un movimiento nacional y popular; más aún, no olvidar que son parte de un pueblo y de una comunidad. Tampoco los dirigentes de este movimiento, priorizarla, cuando actúa así, por sobre y contra los sectores trabajadores y vulnerados.

El camino al que aspiramos desde el Grupo OND, es la integración entre los diversos sectores, particularmente bajos y medios afectados por estas políticas, para frenar el expolio, articulando un modelo de industrialización con justicia social para consolidar un proyecto de Nación que nos integre.

De no ser así, probablemente, una condescendencia generalizada nos seguirá devorando, más o menos rápido, como pueblo y como Nación.

*Abogado, docente universitario, miembro del Grupo Ofensiva Nacional Democrática.

Fuentes Seguras. El banquete en el castillo de Windsor

La visita de Donald Trump al Reino Unido. El gran banquete y sus protagonistas. Las charlas con Carlos III y Keir Starmer. La City londinense y sus empresas.  

Por Gabriel Fernández *

Mientras los BRICS + hacen esfuerzos intensos -y exitosos- por limar los desacuerdos históricos y se posicionan conjuntamente ante varios desafíos internacionales, el centro occidental fuerza el tranco para agrupar naciones que, además de padecer una dramática caída económica, no logran acordar el perfil bélico que ha dinamizado su accionar en el pasado inmediato. Un ejemplo bien singular se observó en la semana que concluye, durante la visita estelar del presidente Donald Trump al Reino Unido.

El día miércoles, el rey Carlos III informó al mandatario norteamericano acerca del malestar del bloque financiero coordinado desde la City londinense y la Organización del Tratado del Atlántico Norte (OTAN) ante el impulso -irregular, por cierto- del gobierno republicano para apaciguar tensiones guerreras y re dirigir sus recursos hacia la economía interior. La profundización y, eventualmente, la invención de conflictos armados, han pasado a configurar el estandarte trascendente del atlantismo.

“En dos guerras mundiales, luchamos juntos para derrotar a las fuerzas de la tiranía”, dijo Carlos al presidente Trump en un banquete de estado bajo la bóveda del Salón St. George del Castillo de Windsor. “Hoy, mientras la tiranía amenaza una vez más a Europa, nosotros y nuestros aliados nos unimos en apoyo a Ucrania para disuadir la agresión y asegurar la paz”. En sintonía, dos altos funcionarios del área de Relaciones Exteriores británica plantearon, aparte y en detalle, la situación a delegados equivalentes de la formación visitante.

Según los analistas de la CNN con acceso a uno de los protagonistas directos, “fue un recordatorio notable, aunque amable, a su invitado de que la participación estadounidense en el esfuerzo occidental para disuadir la guerra de Rusia sigue siendo un imperativo necesario y urgente, incluso cuando Trump parece dudar en aplicar nuevas sanciones a Moscú y parece, nuevamente, molesto con el líder de Ucrania por no aceptar un acuerdo”.

Al decir del informante, el Reino Unido efectuó una recepción ostentosa al rubicundo para que se perciba la importancia que le asigna a la continuidad de acuerdos militares, aunque también económicos, en la relación entre ambas naciones. “La cuestión de Ucrania se destaca como un área que pondrá a prueba la capacidad del legendario poder blando del Reino Unido para convencer a Trump de que aumente su presión sobre el presidente Vladimir Putin” explicó. El lector ya comprende que el alineamiento geopolítico está en juego.

Los estudiosos que conocen a fondo la interioridad de la Unión Europea (UE) saben que más allá de la distancia que impuso el Brexit, los países de ese nucleamiento se encuentran expectantes en la vivificación de la guía histórica que implica la corona sobre los comportamientos de las colonias americanas. Al respecto, otro periodista que sigue el desarrollo de estos vínculos, resaltó ante quien redacta que “la esperanza de algunos funcionarios europeos es que esta ofensiva pueda inculcar en Trump una nueva apreciación de la larga historia del papel de los Estados Unidos en la seguridad europea y una nueva perspectiva de acciones contra Rusia”. 

TANTA PROPAGANDA. Como se sabe, en los meses recientes se desplegaron campañas mediáticas abrumadoras sobre una presunta ofensiva de la Federación contra el Viejo Continente. Casi nadie por allí escuchó las severas desmentidas de Putin y el consecuente planteo de la República Popular China sobre la necesidad de resolver los litigios en paz, a través del diálogo. El combinado compuesto por la UE, la OTAN y el Reino Unido parece necesitar casi desesperadamente que las Fuerzas Armadas rusas generen algún tipo de agresión que pueda justificar una réplica potente. Por lo pronto, pretenden forzar la continuidad del contraste en la frontera euroasiática y anular toda búsqueda de distensión.

El tema estuvo presente en la conversación del jueves entre Trump y el primer ministro Keir Starmer. Según la información surgida en la isla, el laborista intentó persuadir al rubicundo para que adopte una postura más dura hacia Moscú. Ese armado consiguió un éxito suave, pues el viernes Trump señaló que la posibilidad de un acuerdo pacífico se había alejado. Vale leer lo acaecido de este modo: el poder real, profundo, atenuó la declamación pacifista que caracterizó al estadounidense hasta poco tiempo atrás.

En Chequers, la residencia de campo del primer ministro en Buckinghamshire, ambos dirigentes recorrieron el archivo de Winston Churchill; la puesta en escena fue interpretada como otro recordatorio del papel que los Estados Unidos desempeñaron durante la Segunda Guerra. No fue una visita de estudios destinada a mejorar la formación historiográfica del estentóreo. Sin embargo, nadie se anima a indicar qué sucederá de aquí en más, pues la volatilidad de las opiniones de Trump viene sorprendiendo a diestra y siniestra. El como te digo una cosa te digo la otra, se ha instituido cual forma expresiva cotidiana.

Al decir de la CNN los comentarios de Carlos III “fueron redactados con la colaboración del gobierno británico. Y el rey —quien, según fuentes, está al tanto de las negociaciones del alto el fuego— ha mostrado previamente su disposición a apoyar la causa ucraniana. En marzo, Carlos recibió al presidente Volodymyr Zelensky en Sandringham, su residencia privada, tres días después del explosivo altercado entre el líder de Ucrania y Trump en el Despacho Oval”.

Antes de emprender el viaje, Trump había apuntado que Zelensky “tendrá que ponerse en marcha y llegar a un acuerdo. Tendrá que llegar a un acuerdo. Zelensky tendrá que llegar a un acuerdo”, Está claro que, entre la Casa Blanca y Windsor, cambió su parecer. Vale recordar que el mandatario norteño subrayó que “Europa tiene que dejar de comprar petróleo a Rusia. ¿De acuerdo? Ya saben, ellos hablan. Pero tienen que dejar de comprar petróleo a Rusia”, añadió.

Todo esto se desliza, lector, ante los ojos de quienes quieren ver mientras Europa padece los resultados del atentado norteamericano – noruego contra el Nord Stream, mientras sus economías canalizan ingentes recursos hacia la Defensa para contentar a las grandes corporaciones financiero armamentísticas, mientras se deteriora el vínculo con los mercados asiáticos y mientras recibe menos recursos naturales de la díscola Africa. El resultado, todavía incipiente, de semejante retracción es el comportamiento rebelde de grandes masas en Francia, con esquirlas sobre Alemania, Grecia e Italia. Y en el mismísimo Reino Unido.

Volvamos a la (pre) suntuosa presión británica.

Los periodistas Shawn McCreesh y Maggie Haberman presentaron un detallado y atractivo repaso analítico sobre los invitados al gran banquete. Este narrador estima grato asomarse a la crónica.

EL PODER REAL. “En lo que respecta a los banquetes de mendigos, este fue bastante rico.

Allí estaban sentados, codo con codo, algunas de las personas más ricas, influyentes y con mejores contactos del mundo, todos juntos ante una larga mesa dentro de un castillo de casi mil años de antigüedad. El invitado de honor estaba en el centro de la mesa, vestido de etiqueta rigurosa, y lucía más feliz que nunca. Estaba siendo tratado como un rey por un rey de verdad.

La cena de Estado que el rey Carlos III ofreció para el presidente Donald Trump el miércoles por la noche en el Castillo de Windsor pareció una nueva cúspide para Trump: un escaparate reluciente de los poderosos superándose a sí mismos para ganarse (o conservar) el favor de un presidente cuyo segundo mandato se ha caracterizado por las demostraciones de poder bruto. Esas demostraciones han adoptado cada vez más la forma de represalias contra enemigos percibidos en casa y alianzas destrozadas en el extranjero.

“El vínculo entre nuestras dos naciones es realmente extraordinario”, dijo Carlos. “Al renovar nuestro vínculo esta noche, lo hacemos con una confianza inquebrantable en nuestra amistad y en nuestro compromiso compartido con la independencia y la libertad”.

El presidente parecía sumamente complacido por todo aquello; no pareció molestarse lo más mínimo cuando el rey aprovechó su discurso para aludir delicadamente a cuestiones medioambientales y a la necesidad de apoyar a Ucrania.

Trump se levantó y galanteó: “Es un privilegio singular ser el primer presidente estadounidense recibido aquí” (otros presidentes estadounidenses han sido recibidos en Windsor —incluido Trump en su primer mandato—, aunque no en una cena de Estado. Normalmente, estas cenas se celebran en el Palacio de Buckingham, en Londres, pero ese viejo palacio está en obras de reforma).

El objetivo del Reino Unido está claro: la realeza trabajaba junto con el gobierno británico, prodigando atenciones y honores al presidente el miércoles para que sea más flexible en las negociaciones con el aliado más antiguo de Estados Unidos en su reunión diplomática del jueves con el primer ministro.

¿Pero qué pasa con el resto de la mesa? Había 160 personas sentadas en esa sala de banquetes. Y 1452 cubiertos sonando y raspando en manos de magnates de los medios de comunicación, financieros, políticos y magnates de la tecnología. Entre los poderosos había algunos miembros del gabinete de Trump y los asesores de más alto rango de la Casa Blanca.

La lista de invitados de la cena del miércoles debería guardarse en el castillo y estudiarse dentro de otros mil años como un documento fascinante sobre la historia de Occidente. No se trataba de una mesa de cantantes de pop, estrellas de cine, famosos o figuras de la moda, cuya compañía Trump a menudo ha buscado. No se trataba del poder de la celebridad. Se trataba del poder real.

El primer ministro británico, Keir Starmer, estaba sentado junto al financiero neoyorquino y director ejecutivo de Blackstone, Stephen Schwarzman. El asiento del director ejecutivo del Bank of America, Brian Moynihan, estaba en ese lado de la mesa. También el del niño rey de la inteligencia artificial de Silicon Valley, Sam Altman, a quien pusieron al lado de Kemi Badenoch, la líder del Partido Conservador británico. Demis Hassabis estaba allí (dirige DeepMind, el hermético laboratorio londinense de IA propiedad de Google), y también Satya Nadella, el mandamás de Microsoft, y Marc Benioff, el cofundador de Salesforce. Tim Cook, el director de Apple, también estaba allí.

La presencia de Cook en particular parecía notable. Hace solo unas semanas apareció en el Despacho Oval, con las cámaras rodando, para entregar a un radiante Trump un trozo de cristal de Corning hecho a mano en un soporte de oro de 24 quilates. Era un trofeo destinado a mostrar la inversión de su empresa en Estados Unidos, pero también a ayudar a arreglar su relación con Trump, a quien molestó que el ejecutivo de Apple decidiera no unirse a sus colegas titanes de la tecnología en Medio Oriente el pasado mes de mayo con motivo de la visita del presidente a la región. Trump se percató de la ausencia de Cook y se mofó públicamente de él durante dos paradas del viaje.

Así pues, allí estaba Cook el miércoles, sentado junto a Tiffany Trump en la sala del banquete. Aparte de la primera dama, Melania Trump, que estaba sentada entre la reina Camila y el príncipe Guillermo, Tiffany y su marido eran los únicos parientes de Trump que asistieron.

Pero hubo un invitado a la cena del miércoles cuya presencia pareció especialmente reveladora. Al otro lado de la mesa, frente a Cook y unos cuantos asientos a la derecha, estaba sentado el magnate de los medios de comunicación Rupert Murdoch. Él y Trump tienen una larga y complicada relación intermitente. Sin duda, la situación está en crisis en estos momentos: hace unos meses, The Wall Street Journal —la joya de la corona del imperio periodístico de Murdoch— publicó una historia sobre la antigua amistad de Trump con el difunto delincuente sexual Jeffrey Epstein, lo que llevó al presidente a negar la historia y demandar al periódico y a su propietario. La demanda de Trump se convirtió en algo especialmente personal; exigió, con éxito, que Murdoch, de 94 años, proporcionara información actualizada sobre su estado de salud, después de que el presidente presionara para que fuera depuesto en cuestión de días.

La posición de Murdoch en la sala del banquete estaba lo suficientemente alejada en la mesa como para quedar fuera del campo de visión del presidente y, sin embargo, allí estaba, escuchando un discurso sobre la grandeza de Trump. (Curiosamente, el barón de la prensa estaba sentado al lado de Morgan McSweeney, el jefe de gabinete y mano derecha del primer ministro, quien actualmente es muy criticado en los medios de comunicación, especialmente en las páginas de —lo has adivinado— los periódicos de Murdoch).

Incluso en esta noche de máximo beneplácito, el apetito de Trump por represalias no se sació. Cuando terminó la cena, publicó alegremente en las redes sociales que la cadena ABC había retirado indefinidamente del aire el programa de Jimmy Kimmel, comediante y crítico de Trump. También publicó que designaría al movimiento “Antifa” de “GRAN ORGANIZACIÓN TERRORISTA”. Todo esto lo hizo mientras se preparaba para pasar la noche dentro del castillo.

El Castillo de Windsor es descrito a menudo como el castillo habitado más antiguo y grande del mundo, pues ha estado en uso casi continuo desde que Guillermo I lo construyó después de la conquista normanda de 1066. Tiene un foso, gruesos muros de piedra y un laberinto de habitaciones. El inmenso salón de banquetes contiene los escudos de los Caballeros de la Jarretera, que datan de 1348. Las armaduras pulidas miran hacia la mesa desde plintos tallados en los muros.

Fuera de las puertas de ese castillo, Trump debe volver a un mundo que no necesariamente lo ve —o, al menos, no necesariamente lo tratará— de la misma manera que lo hicieron los poderosos hombres y mujeres reunidos en el Castillo de Windsor. La semana pasada, cuando el presidente salió de la Casa Blanca para cenar fuera en Washington por primera vez desde su regreso, dentro de un restaurante le gritó un grupo de manifestantes que, mientras apoyaban a Gaza, lo comparaban con Adolf Hitler. Fueron sacados del lugar.

Sin embargo, en el Reino Unido, la noche anterior a la cena de Estado, manifestantes proyectaron en los muros del castillo imágenes de Trump socializando con Epstein, un recordatorio del furor político que le espera en su país.

Al fin y al cabo, las fortalezas están diseñadas para mantener al mundo fuera. Y ningún banquete dura para siempre”. 

LOS PARAÍSOS. Ya que se llegó a esta instancia, es de valor emplearla cual trampolín para llegar más lejos. Pocos meses atrás, en estas páginas se presentó una investigación destinada a conocer las compañías que caracterizan a la City de Londres y, como extensión, a las que transmutaron espacios internos norteamericanos y pasaron del acero al óxido. El material completo, textos previos y derivas posteriores, se encuentra en la nueva edición de Fuentes Seguras. La era de los BRICS +, de reciente publicación. Evoquemos sintéticamente, los ejes.

La City londinense ha sido equiparada al Vaticano y a Wall Street pues, aunque no es un Estado propiamente dicho, contiene una excentricidad administrativa que presta poca atención a las instrucciones del gobierno central, del Parlamento y, bastante grave, de la Justicia británica. En realidad, los analistas más perspicaces señalan que el proceso es inverso y esta milla (2,6 kilómetros cuadrados) auto centrada influye sobre esas y otras instituciones. Hasta cuenta con su policía y con una suerte de intendente (Lord Major) que recorre el mundo proclamando las virtudes del libre comercio.

En realidad, se trata del paraíso fiscal más grande del planeta.

La City está ubicada en el centro de Londres. Allí viven unas 10 mil personas y cada día entran a trabajar 350.000, más del 80% empleadas en el sector financiero. Hace tiempo superó a la región parasitaria de Nueva York. Cada tanto, aparecen manifestantes ante la Catedral de St Paul; denuncian la avaricia de los financistas. Como tantos luchadores en el mundo hacen saber que el poder político, de hecho, lo tienen las grandes empresas.

Sin embargo, son escasos los empresarios realmente importantes que habitan allí. Sus mansiones están ubicadas en parajes inaccesibles y controlados por una seguridad a medida. Las instrucciones llegan a las gerencias mediante los elementos que ofrecen las nuevas tecnologías. Algunos concurren a Davos, otros a los cónclaves del Club Bilderberg -se ha puesto de moda decir que esos dos centros del capitalismo rentístico carecen de poder e importancia, lo cual no es cierto-, pero siempre que pueden evitan el contacto directo, envían sus decisiones a la distancia e interactúan tecnológicamente.

Este párrafo merece ser tomado en cuenta pues son varias las confusiones propias de la idealización que merecen despejarse. Una de ellas es que toda persona que tiene grandes casas y autos de alta gama es parte del poder centralizado. Nada de eso. Luego, que siempre hay alguien más detrás de las grandes corporaciones, donde radica el misterio del orden planetario. Tampoco. Detrás de las megaempresas financieras, están las megaempresas financieras. No hay marcianos, como hemos apuntado oportunamente.

Sin demasiados arabescos, la BBC señala que “Es un centro de negocios más que un sitio donde vive la gente”. En su momento, mediante un diseño institucional adelantado a su tiempo, la City jugó un importante papel histórico destinado a limitar y orientar a la monarquía. Sus particularidades son “inmemoriales”, aunque hay quien asegura que datan de Guillermo el Conquistador, normando que se hizo con el trono de Inglaterra en 1066. Desde entonces, la City ha disfrutado de una serie de privilegios que se acrecentaron periódicamente.

Como indica el historiador y militante Maurice Glasman, “están fuera del alcance de la ley”; “La City actúa como un Estado dentro del Estado”. Al lector le interesará descubrir que Glasman ha creado el Blue Labour, una vertiente interna del Partido Laborista (PL) que cuestiona el progresismo y se proclama industrialista. Como si eso fuera poco, este referente fue el único dirigente de ese espacio político que asistió a la reciente investidura de Donald Trump. Lo invitó especialmente el ahora vicepresidente, JD Vance, con quien ha trabado amistad.

Según Tom Nairn, filósofo y periodista escocés, la apuesta por convertir la City en un centro financiero llegó con la caída definitiva del Imperio británico. Audaz, apuntó que “Cada vez menos competitiva en el marco de la nueva economía mundial, la élite gobernante buscó compensar su pérdida del control del mercado mundial del dinero construyendo un centro financiero en el corazón de Londres”. “Una parte de la capital de Inglaterra fue en efecto convertida en un paraíso fiscal del capitalismo internacional, con una considerable independencia del menguante capitalismo nacional”. Nairn, promotor de una nueva izquierda y de la independencia escocesa, fue hostigado hasta su muerte, apenas dos años atrás.

LOS PROTAGONISTAS. Ahora bien, ¿Cuáles son las empresas que operan con epicentro en la City? La pregunta no es antojadiza, pues de su respuesta surge el conocimiento parcial de los titiriteros de aquellos políticos europeos que actualmente debaten allí.

La City alberga firmas como Barclays PLC, HSBC Holdings plc y Lloyds Banking Group plc. Otras empresas importantes son Barclays Bank PLC (Barclays), British Petroleum PLC (BP), AIG Europe Ltd., Deutsche Bank AG London Branch y Lloyd’s of London. Hay bastante más y vamos a recorrer sus nombres y sus contenidos.

Al igual que en otras ediciones de esta secuencia, este redactor intenta identificar a quienes denomina habitualmente grandes corporaciones.

Aldermore Group plc. Aldermore Group plc es un banco con sede en el Reino Unido que ofrece servicios de banca personal y empresarial. La empresa se fundó en 2007, tras ser adquirida por Resolution Trust Corporation (RTC) a NS&I Life Assurance Society plc. Opera desde Londres, Birmingham, Leeds, Glasgow, Liverpool y Manchester. En 2017 contaba con unos activos totales de 19.000 millones de libras esterlinas y más de 13 millones de clientes.

Anglo American plc. Anglo American plc es una empresa minera y metalúrgica que opera en Sudáfrica, Estados Unidos, Brasil, Chile, Australia entre otros países. Es una de las mayores compañías mineras del mundo. Tiene su sede en la City de Londres y oficinas en todo el mundo. 

Ashtead Group plc. Es una multinacional británica de servicios inmobiliarios con sede en Londres, Inglaterra. Ashtead está especializada en servicios de gestión e inversión inmobiliaria para particulares, empresas e instituciones, incluidos propietarios y ocupantes de inmuebles, bancos, compañías de seguros y fondos de pensiones. La empresa ofrece una gama de servicios tales como gestión de activos, soluciones de externalización (como gestión de instalaciones), gestión de proyectos (incluida la promoción inmobiliaria), servicios de arrendamiento.

Ashmore Group plc. Se trata de una gestora de inversiones. La empresa fue fundada en 1968 y tiene su sede en Londres. Ashmore Group plc opera como filial de Ashmore Investment Management Ltd., que actúa como sociedad matriz de sus filiales. La empresa presta servicios de gestión de inversiones a inversores institucionales y particulares con grandes patrimonios a través de cuentas separadas, fondos de inversión y otros vehículos de inversión colectiva en una serie de clases de activos como bonos, acciones, materias primas y divisas.

Associated British Foods plc. Associated British Foods plc es una multinacional británica de transformación y distribución de alimentos. Opera en el Reino Unido, Europa, África y Norteamérica y emplea a más de 60.000 personas en todo el mundo. A 28 de diciembre de 2017 tenía una capitalización bursátil de 13.000 millones de libras. La corporación se creó en 1929 cuando George Weston Limited (fabricante de Primula) se fusionó con United Biscuits Limited (fabricante de Jaffa Cakes) para formar Associated Biscuits Limited. En 1958, la empresa cambió su nombre por el de Associated British Foods al fusionarse con G M Balfour & Co Ltd (productores de Bird’s Custard Powder), Ryvita Ltd y Twinnings & Co Ltd (productores de Twinings Tea). En 1970, adquirió el fabricante estadounidense de confitería ITT Sheraton a International Telephone & Telegraph Corporation por 27 millones de dólares (12 millones de libras).

AstraZeneca plc. AstraZeneca plc es una multinacional farmacéutica y biofarmacéutica británico-sueca con sede en Londres, Reino Unido. Es la tercera empresa farmacéutica del mundo por ingresos (después de Johnson & Johnson y Pfizer) y la mayor empresa biotecnológica por capitalización bursátil. Cotiza principalmente en la Bolsa de Londres y forma parte del índice FTSE 100. En 2015, operaba en más de 90 países y su sede central se encontraba en Hounslow, al oeste de Londres. AstraZeneca ha desarrollado más de 300 nuevos medicamentos desde el año 2000 en diversas áreas, como el tratamiento del cáncer (inmuno-oncología), enfermedades cardiovasculares (inhibidores de PCSK9) y neurociencia/psiquiatría (trastorno bipolar).

BAe Systems plc. BAe Systems plc es una multinacional británica de defensa, seguridad y aeroespacial. Opera en los ámbitos aéreo, terrestre y marítimo, así como en el espacial. En 2015 era el cuarto mayor contratista de defensa del mundo por ingresos de defensa y estaba entre las 30 mayores empresas británicas por ingresos. Como las demás, también tiene su sede en Londres, donde se encuentra su oficina ejecutiva principal; otras oficinas importantes incluyen Farnborough (Reino Unido), Washington D.C., Arlington County Virginia EE.UU., Ottawa Canadá y Melbourne Australia.

Barclays plc. Barclays plc es una multinacional británica de servicios bancarios y financieros con sede en Londres. Es un banco universal que opera en banca minorista, mayorista y de inversión, así como en gestión de patrimonios, préstamos hipotecarios y tarjetas de crédito. Cuenta con más de 7.500 sucursales en 60 países y territorios de África, Asia, Europa, Norteamérica y Sudamérica. Barclays emplea aproximadamente a 130.000 personas, aunque esta cifra varía debido a sus numerosas adquisiciones a lo largo de los años; cotiza tanto en la Bolsa de Nueva York (BARC) como en la de Londres (BCS). Barclays tiene dos estatus principales: cotiza en bolsa para los inversores de EE.UU. con el símbolo BCS desde 1971; cotiza en bolsa privada para los inversores de fuera de EE.UU. con el símbolo BARC desde 1998.

BG Group plc. BG Group plc es una multinacional británica del petróleo y el gas con sede en Londres. Opera en más de 70 países y se dedica principalmente a la producción de gas natural y gas natural licuado (GNL) en todo el mundo. Opera en cuatro segmentos: GNL, transporte y almacenamiento de gas, exploración y producción de petróleo y condensados; energías renovables; productos químicos; servicios petrolíferos; operaciones en terminales de GLP; actividades comerciales de crudo y productos, LGN y condensados (incluidos productos petroquímicos), así como otras actividades de apoyo a sus negocios upstream. La empresa fue fundada por Sir Marc Rich el 15 de diciembre de 1976, cuando fusionó sus dos empresas con la tercera filial británica de Shell – Shell Gas Limited – para crear BG Group plc. Más tarde, en 2007, vendió la mayoría de las acciones a Royal Dutch Shell por 5.000 millones de libras, pero conservó una participación del 11%, que aún posee. Sus actividades incluyen la exploración y producción, el refinado y la comercialización, la generación de energía y el comercio.

BHP Billiton Ltd. (Australia). BHP Billiton es una multinacional anglo-australiana de la minería, los metales y el petróleo con sede en Melbourne, Australia, y en Londres. Se constituyó el 30 de noviembre de 2001 mediante la fusión de BHP y Billiton plc. Es la mayor empresa minera del mundo por ingresos en 2013 y el mayor productor mundial de mineral de hierro y carbón. Las principales áreas de negocio de BHP Billiton son el petróleo (exploración y producción de petróleo), el cobre, el mineral de manganeso, el mineral de níquel y la producción de carbón; la producción de mineral de hierro; la fundición de aluminio y algunos negocios relacionados, como los servicios petrolíferos para plataformas de perforación en tierra y plataformas marinas, que son operados por Saipem SpA bajo contrato con BHP Billiton Oil & Gas (BOG).

Estas son algunas de las corporaciones que han crecido en base a la renta y los beneficios especiales de los Estados, a los cuales penetraron y forzaron a trasladar recursos originados en otras zonas de sus sociedades. Por eso, el primer ministro británico Keir Starmer es el anfitrión de la dirigencia política europea que se encuentra atada al control de la OTAN. El Reino Unido, por así llamar a estos conglomerados, observa que su principal ariete, los Estados Unidos, está siguiendo un sendero inadecuado.

De allí el acelerado respaldo ofrecido desde la UE al presidente ucraniano Volodímir Zelensky, después de su fortísima discusión con Trump y Vance. Los referentes políticos del Viejo Continente, cuyo poder electoral va cayendo progresivamente, no ligan con el interés geoeconómico profundo de sus pueblos y regiones, sino con las necesidades de las empresas concentradas. Esa es la clave de los tiempos que transcurren y allí radica el talón de Aquiles de las fuerzas que declaman democracia y libertad mientras operan en detrimento de la humanidad y en contra del empleo adecuado de sus más recientes avances científico técnicos. (*)

LA EVOLUCIÓN. Es difícil entrever las posibilidades con que Trump cuenta para realizar un juego propio. De entrada, nomás, resulta pertinente indicar que ese juego no es personal. Depende en buena medida de las empresas que necesitan un horizonte productivo para persistir sin diluirse en un mundo económico especulativo, del vigor interno de los estados y de su porosidad para absorber los intereses sociales; de su capacidad para utilizar las nuevas tecnologías y disponer de armas potentes cuya fabricación no ponga en problemas el equilibrio económico de la nación, de su sagacidad para afrontar la acción de las agencias de inteligencia.

El sendero hacia la Multipolaridad persiste y se relanza, como demuestra el acuerdo para construir Power of Siberia 2 desde Rusia, a través de Mongolia, hacia el noreste de China. Gazprom se afinca profundamente en la región. Como describió The Cradle: “El poder de Siberia 2 implica forjar un nuevo eje energético para eludir la hegemonía occidental”.

Sin embargo, carece de lógica estimar que el decurso está resuelto. Existe un día a día que resulta costoso: tal vez el caso más dramático, aunque no el único, sea el arrasamiento del pueblo palestino. De hecho, continúa y, más allá de algunos pronunciamientos enfáticos, nadie (rpt nadie) está quedando bien parado.

¿Qué derivación tendrá este genocidio? Es difícil saberlo, pero algunos elementos permiten inferir que será más densa que un alto el fuego. Por lo pronto, haciéndose eco de una idea que empezó a circular un año atrás, Egipto ha propuesto forjar un “bloque militar árabe”. Es preciso considerar el concepto: más allá de las dudas generadas por el gobierno emisor de la propuesta -a decir verdad, no hay protagonistas absolutamente confiables- cabe valuar la proyección de la unidad.

Desde hace tiempo, la Liga Arabe y, con más potencia, la Organización de Países Exportadores de Petróleo ampliada (OPEP +) muestran una tendencia a la coordinación y al acercamiento a los BRICS +. Está claro que la propuesta puede evaluarse tardía si se analiza la gravedad de los acontecimientos. Aunque también, que la conjunción de los tres espacios puede canalizar un vigor de enorme magnitud.

Cuando escucharon la iniciativa planteada por el presidente Abdelfatah Said Husein Jalil el Sisi, las agencias británicas retomaron operatorias en busca de su desplazamiento. Nunca confiaron en este general, pese a formarlo en el Joint Services Command and Staff College del Reino Unido. En su andar porta un aura que algunos identifican con historias muy intensas registradas décadas atrás.

Como se verá, los ingleses siempre andan por ahí. Volveremos sobre la cuestión más adelante, lector. Ahora, unos mates y a repasar aquello que valga la pena subrayar, y comentar. 

• Fuentes Seguras. La era de los BRICS +. Por Gabriel Fernández. Ediciones Itarg. Buenos Aires. Agosto 2025

** Imágenes y cobertura en Windsor The New York Times, CNN, AFP, BBC, Daily Mail.

SIN EL PERONISMO NO SE PUEDE CON EL PERONISMO SOLO NO ALCANZA (Para la Reconstrucción Nacional)

Por Horacio Paccazochi

No estamos hablando solamente de las próximas elecciones de Octubre, sino
fundamentalmente de la convicción de que el País, de una vez por todas, necesita
encontrar un consenso para definir pautas básicas para poder existir y progresar.
No va mas la politiquería de comité, las luchas ideológicas que en el fondo han
coincidido en estancarnos. No va mas un sistema financiero pergeñado en la ultima
dictadura que legaliza la transferencia de dineros argentinos al exterior, y que nos obliga
a estar eternamente endeudados. No va mas el estado de indefensión nacional que nos
condena a aceptar como la prepotencia británica, que ocupa nuestro territorio, hace y
deshace a su antojo en nuestras Malvinas y en el Mar Austral. No podemos permitir
nunca mas politicas que atenten contra la integridad de nuestro Estado Nacional que
debe ser nuestra mejor defensa y el promotor de nuestro progreso.
No estamos hablando de frentes electorales con el proposito de solo ganar una eleccion,
hablamos de consensos a los cuales necesariamente deben llegar partidos politicos, el
empresariado nacional en todos sus niveles, los trabajadores y sus organizaciones
sindicales, los productores agrarios, intelectuales, nuestros hombres de armas, y la
Iglesia.
Hemos vivido pendientes del ultimo partido nacional sobreviviente: el Peronismo, que
luego de la muerte del Gral. Peron y de la accion de sectores antinacionalesen el poder,
comenzo a perder su rumbo y hoy es una minoria, importante, pero minoria al fin en la
politica argentina. Algo similar le sucedio al otro gran partido nacional : el Radicalismo
Yrigoyenista. La tragedia politica argentina se devoro total o parcialmente todas las
estructura partidarias, hasta llegar a elegir a alguien como Milei que se granjeo el apoyo
de la poblacion despotricando en contra de la politica, (la «casta»), y el Estado.
Ante el evidente fracaso de sus politicas que han desguazado el Estado y atentan contra
derechos basicos de la poblacion es hora de parar la caida, de poner freno al
desconcierto.
Las organizaciones del pueblo, las estructuras intermedias de la sociedad que convocan
diariamente a marchas y concentraciones en defensa de la salud, la educacion, los
jubilados, los discapacitados, y trabajadores organizados deben exigir de la politica
deponer las actitudes sectoriales y llegar a consensos en puntos básicos, en ideas fuerza
que permitan lograr un programa de Reconstrucción Nacional. Ningún sector tendrá
asegurados sus derechos si el País, en su conjunto, no sale del estancamiento y la
parálisis en que se encuentra.


NUESTRA DEMOCRACIA BOBA

Nuestra democracia es puramente formal y cada vez mas tiende a garantizar el relevo y
la permanencia de los profesionales mentados. En esto nos diferenciamos no solo de la
potencias del mundo, que han llegado a donde están por una dirigencia con sentido
nacional, sino de otros países de la región, como Brasil, al no tener como ellos una elite
criolla en dialogo y en defensa de intereses comunes, con sentido nacional.
Nuestros políticos asumen como dueños del gobierno de turno pero no como servidores
de un Estado que debiera ser de todos, el centro permanente de las decisiones y
orientaciones de la comunidad.
Los argentinos debemos dejar de ceer que el secuestro partidocratico de la volutad
popular es una democracia. La democracia es una forma de gobierno para hacer política
no un fin en si misma. Puede haber política grande sin democracia ortodoxa, como lo
demostró la Generación del 80′ con Roca, (que Milei nombra pero hace todo lo
contrario), que uso el Estado para construir la Republica y consolidar el territorio
nacional. Y puede haber democracia con una ominosa política de traición y entrega
nacional como hemos padecido y estamos padeciendo.
Los argentinos debemos repensar nuestra democracia sino queremos perecer en una
lenta agonía. A nada nos conduce el sistema actual, solo a repetir errores del pasado.
Debemos imponer desde el seno de nuestras comunidades formas mas participativas que
permitan reflejar en las leyes y actos de gobierno las necesidades reales de la población
y de la Patria.


EL NECESARIO CONSENSO NACIONAL
Ante la parálisis económica y social, y el estado de indefensión del País, a que nos ha
llevado el gobierno nacional, es imprescindible la convocatoria a un Consejo de
Emergencia Nacional propiciado por las fuerzas politicas, el Congreso, las provincias, y
las fuerzas del trabajo y la produccion que exiga del gobierno un cambio de rumbo que
termine con la destrucion del Estado y el aislamiento del Pais.
Para ello es necesario terminar con las frases de barricada para la tribuna. Cualquier
gobierno que asuma sin consenso estara condenado y condenara a la sociedad a mas
penurias. Si la politica, sus dirigentes, intendentes, gobernadores, y legisladores no
estan a la altura de la crisis terminal en que se encuentra el Pais seran responsables del
caos politico, economico y social que puede sobrevenir.


«La Patria, amigos, es un acto perpetuo.
Como perpetuo es el mundo.
Nadie es la Patria, pero todos la somos»
BORGES.

Inconsciente Colectivo

Por Gustavo Ramírez

«Vamos, che, ¿por qué dejar

Que tus sueños se desperdicien?»

Iorio

El potencial político de Milei fue, en su momento, explotar el capital simbólico del descontento. Aferrado a los raptos emocionales, capitalizó la atención mediática y captó el malestar social contra el aparato político desgastado. La sociología liberal lo expuso como un fenómeno rupturista, sin captar el fondo del entramado sobre el cual emergía una figura tan precaria como la del libertario. Una vez en el ejercicio del mandato, su apego al dogma materialista agotó la narrativa proselitista y lo dejó desnudo ante un mundo social por el cual siente aversión. Ahora solo le queda la realidad y, ante ella, es uno más.

Milei nunca fue más de lo que es. Representó la volatilidad de un descontento que encontró amparo en la novedad de su ira. Resultó producto del desamparo de un sistema cansado que eligió fingir demencia antes que rendirse. El libertario es un carente, la expresión de una sociedad insectificada y desorientada, sin conducción política y proclive a asimilar el universalismo histórico como absoluto categórico, solo como consuelo ante la desazón de la crisis recurrente.

El peso de la teoría lo abruma. Impotente, proyecta su resentimiento sobre las clases populares, al mismo tiempo que vendió sus postulados a los dueños de su campaña. Pero no hay que engañarse: Milei no es un ser sobrenatural. Es un pusilánime subido al lomo de la impostura reaccionaria, que ama el dinero tanto como a sí mismo. Detrás de su piel seca no hay nada. Ni siquiera un hombre.

El gobierno libertario nació débil, condicionado por un puñado de votos prestados. Lejos de la realidad, construyó un nicho de preconceptos pretendidamente intelectuales que solo remiten a significantes vacíos. Su retórica solo fue útil para resaltar el desparpajo que impera en las redes sociales, donde la opinión personal navega en un mar de pensamientos podridos. La descomposición social parió un Milei. Eso es todo y puede resultar demasiado. Su base de sustento replicó el latiguillo insufrible de «no hay otra cosa», en un momento histórico ideal para propagar la abulia de los falsos profetas.

El proyecto civilizatorio que lo sustenta está en crisis, por eso Milei se quedó sin síntesis. La incapacidad propia de comprender el proceso histórico, geopolítico y nacional lo conduce a una sala de primeros auxilios, donde lo inevitable es el colapso de la artificialidad de su pensamiento. Aclaremos algo: Milei no tiene convicciones, solo cuentas bancarias. Sobre narrarlo fue también parte del show.

Lo distintivo del proceso actual radica en la potencia efectiva que se despliega en las bases inorgánicas y en las Organizaciones Libres del Pueblo. Milei nunca entendió al país que tenía que gobernar. Creyó que un protocolo de caos iba a cercenar la movilización de las fuerzas sociales; subestimó (una vez más) la capacidad de reacción del Movimiento Obrero y se autoconvenció de que el peronismo estaba realmente derrotado.

Más allá de los laberintos internos, el sustento de la organización popular ordenó el mapa político en función de la articulación entre la causa y la resistencia. En la razón sindical, la experiencia histórica cobra valor como conciencia de clase y nacional. Esto es lo que los agentes demoliberales, infiltrados en las filas del campo nacional y popular, no lograron entender nunca del peronismo: no vive en la superestructura, ni es un fenómeno transitorio ni coyuntural. La organización tiene carácter permanente y le permite sustentar la disciplina necesaria para enfrentar el presente con reivindicaciones y con contenido, a partir de la distinción de la causa.

Lo notable de la elección en la provincia de Buenos Aires no radica en el mero triunfo electoral, sino en que denota algo sustentable en materia de la relación entre tiempo y espacio: Milei es el pasado presente y el peronismo, el futuro posible. Esa razón, sustentada en la causa de liberación nacional, que no desatiende las necesidades urgentes de la coyuntura, distingue el fondo del entramado y predica más allá de la vigencia de lo digital.

Una vez más: el modelo de la oligarquía es el caos, por eso Milei resultó un idiota útil. En el caos, el contenido es el drama y este persevera en el nihilismo; por ende, es ascético y agnóstico. De ahí que las Fuerzas del Cielo representan el desorden del dogma del mercado: el desequilibrio entre el capital y el trabajo. Pura materialidad sin orden. Donde hay pura materialidad no hay fe, y donde no hay fe no hay vida. El modelo liberal-anarco-libertario es inmaterial e inhumano. No obstante, no prescinde de la conquista cognitiva; la necesita para sobrevivir. ¡Viva la libertad, carajo! no es un grito de guerra: es la expresión inorgánica del libre mercado.

En contraposición, el peronismo es profundamente humanista. Es realidad efectiva y es fe. Su expresión no es un mero postulado de categorías inertes. Su concepción es orgánica con la comunidad y, desde ella, reafirma su actualización doctrinaria. Al mismo tiempo, la materialidad del Estado no es un fin en sí mismo, sino un medio para alcanzar un fin superior: la felicidad del pueblo.

Lo material, por otro lado, cumple una función social en relación con la realización integral de la persona. Así, el gobierno, a través de la producción y el trabajo, creará las condiciones materiales para que el individuo acceda al bienestar social y mejore su condición de vida. Pero nada de esto lo puede hacer en términos aislados, inorgánicos. Integrado a su comunidad, podrá realizarse como persona desarrollando su capacidad espiritual y humana.

El peronismo es orden. Perón afirmó: «No se conduce lo inorgánico ni lo anárquico. Se conduce solo lo orgánico y lo adoctrinado, lo que tiene una obediencia y una disciplina inteligente y una iniciativa que permite actuar a cada hombre en su propia conducción». Leído esto, la conclusión es que Milei nunca va a poder conducir a la Argentina.

¿Alcanza el triunfo electoral en la provincia de Buenos Aires? No, claro. Es solo una fase más del proceso que se inició con la primera movilización de la Confederación General del Trabajo, apenas Milei asumió el gobierno. Sí, aunque muchos consideren que la Central está devaluada, la génesis de este triunfo de medio término se encuentra en la lucha impulsada por el Movimiento Obrero Organizado y las organizaciones populares «combatiendo al capital».

Tampoco se puede dejar de lado a los cuadros de bases que no retroceden un ápice y sustentan la razón de ser del peronismo en los territorios. Tampoco un triunfo electoral en octubre representa el final del camino: queda mucho por recorrer y la guerra que el liberalismo le declaró al pueblo argentino está lejos de concluir.

Está claro que algo cambió después del 7 de septiembre. Ni siquiera Milei es el mismo. Sus gritos no atraen ni asustan. Dejó de ser una novedad. Ahora es un cuerpo en descomposición.

Axel, Cristina y la disputa por la conducción del movimiento nacional

Por Gustavo Terzaga*

En el andamiaje de la democracia liberal, nada desnuda con tanta crudeza como el veredicto del resultado electoral. Relatos, encuestas, operaciones y demagogia se evaporan en la noche del domingo de votación. Por fortuna, el voto popular tiene esa cualidad implacable; obliga a confrontar a cada fuerza con su verdadera medida, pone en evidencia las fortalezas menos visibles y revela las debilidades que se pretendían disimular. Allí, en ese choque entre lo real y lo imaginado, se definen los rumbos de la política nacional.

La disputa bonaerense y la proyección nacional

La interna bonaerense viene condensando, como en un laboratorio, las tensiones nacionales del peronismo. Allí se juega un dilema central: la resistencia del núcleo duro del cristinismo -con La Cámpora como guardia pretoriana y Máximo como albacea político- a reconocer que Axel Kicillof, o cualquier otro dirigente fuera del linaje, pueda ejercer la legitimidad histórica de enfrentar al proyecto liberal-libertario de Milei. Esa es la médula del conflicto.

Y lo que en apariencia es una querella facciosa encierra, en verdad, una disputa mayor; dos concepciones disímiles sobre la conducción y la verticalidad del movimiento. De un lado, quienes entienden la conducción como síntesis política, articulación territorial y validación popular; del otro, quienes hoy la reducen a la perpetuidad de un apellido y la sujeción de los espacios.

Lo cierto es que el contundente triunfo del peronismo en PBA alteró los equilibrios internos del frente nacional. Para Cristina, significó quedar en evidencia frente a la maniobra del famoso desdoblamiento- al cual se opuso y señaló como un verdadero error – y la profundización de la fractura estratégica que supone la aparición de una conducción nueva, dotada de legitimidad propia y con proyección nacional hacia el 2027, por fuera del dedo y del apellido. Para La Cámpora, en tanto, implicó el riesgo de perder espacios de poder y control sobre el aparato. Esa combinación explica, en gran medida, la reacción de algunos de sus dirigentes y voceros, ante el resultado puesto. Algunos lo hicieron con la finura de un bisturí, otros con la torpeza de un hachazo, pero todos muy evidentes. Y la paradoja fue contundente; mientras el gobierno libertario reconocía, aturdido, el golpe político recibido, en el interior del peronismo bonaerense se desataba una catarata discursiva contra el propio vencedor para bajarle el precio a la victoria. Insólito, pero recurrente.

No nos cansamos de decirlo desde hace años; el kirchnerismo fue, en términos populares, el intento más logrado de reconstruir un proyecto de país con inclusión, soberanía y justicia social después de Perón, y Cristina Fernández de Kirchner, la figura más relevante de la política argentina en el siglo XXI, capaz de articular durante casi dos décadas, no sin errores, el frente interno nacional. Su talla histórica es indiscutible, inamovible, porque supo encarnar el retorno de la política como herramienta de transformación hasta poner a la Argentina con buenos niveles de soberanía nacional. Por esto mismo, Cristina ha sido objeto de la ofensiva judicial más agresiva de la democracia: causas armadas, condenas sin sustento probatorio y una proscripción de hecho que buscó exhibirla como trofeo de los poderes fácticos, para el regocijo de los espacios políticos antiperonistas.

Ese hostigamiento, que la puso nuevamente en la centralidad política, y que pudo haber servido como plataforma para reorganizar al movimiento con potencia popular, derivó en cambio en una estrategia defensiva autorreferencial y sin horizonte de masas: “Cristina libre” y “Nada sin Cristina”.

Tras el relativo “fracaso” del gobierno kirchnerista de Alberto Fernández y el frustrado intento de Massa, Cristina no logró definir un rumbo y leyó la emergencia de Axel Kicillof no como una continuidad natural de su ciclo, sino como una amenaza directa a su centralidad. Desde entonces se replegó sobre un núcleo reducido de incondicionales, más cohesionados por la lealtad personal que por un proyecto colectivo, y colocó como prioridad política el desgaste del gobernador bonaerense. Esa decisión, guiada más por la desconfianza que por una lectura estratégica de la coyuntura, terminó subordinando el interés del peronismo a una pulseada personal. En los hechos, lejos de frenar a Axel Kicillof, esa actitud no hizo más que reforzar su posición: lo colocó como el dirigente capaz de encarnar, frente a la mezquindad interna, la legitimidad de un liderazgo con proyección nacional. Si bien todo esto sucede en un momento en que la política nacional exige, más que nunca, fortalecer la unidad como condición indispensable para disputar poder real y evitar que las fracturas internas se transformen en la ventaja de nuestros adversarios; este proceso que se desarrolla es, en rigor, natural e inevitable, ya que todo ciclo político arrastra tensiones en su cierre y abre paso, con sus propias contradicciones, a nuevas formas de conducción.

Por eso, los efectos políticos del triunfo del peronismo bonaerense en el frente interno no es un resultado más, es un parteaguas, es la demostración de que la etapa histórica abierta en 2003 está dando paso a otra.

Aunque algunos intentan minimizar lo ocurrido, conviene recordar que en la provincia de Buenos Aires vota el cuarenta por ciento del padrón nacional. Ese triunfo, por tanto, no fue sólo un hecho provincial; fue una irrupción política de escala nacional. Tan grande fue el sacudón, que las placas tectónicas de la política empezaron a moverse al día siguiente. En Comodoro Py se desempolvó la causa Libra, los gobernadores que hasta el viernes aplaudían al gobierno se borraron de la foto con Milei, y la Casa Rosada abrió de apuro una especie de mueblería improvisada para sentar a la mesa a los mismos comensales de siempre. Eso es nacionalizar una elección. No solamente por los argumentos de campaña que Axel supo situar en los méritos concretos de su gestión, sino por la magnitud política de un resultado que trastoca a la Nación entera, tanto en su frente interno como en el externo. Aplausos.

La fragilidad expuesta del experimento libertario

La contundencia de los 14 puntos de diferencia en el resultado de la elección bonaerense dejó al descubierto la fragilidad del gobierno nacional y derrumbó un falso mito que durante casi dos años sostuvo su relato: el del ajuste brutal aceptado dócilmente por las propias víctimas y celebrado por los mercados. Esa ficción se desplomó junto con el programa económico libertario, que en lugar de orden, sacrificio y crecimiento produjo un fracaso total pulverizando salarios y jubilaciones, contrayendo el consumo, desmantelando la obra pública y multiplicando la pobreza, mientras el gobierno va quedando reducido a una administración errática que sobrevive improvisando a puro golpe efectista. A esta demolición del tejido social se suma una política deshumanizada que vació al Garrahan de insumos, castigó a los jubilados, a familias con discapacidad, y empujó al cierre a miles de pymes, generando no sólo dolor extendido en nuestra sociedad sino también el desconcierto de un capital que, tras aplaudir el dogma del ajuste, hoy observa con alarma a un gobierno incapaz de garantizar estabilidad. Y por si fuera poco, el factor corrosivo de la corrupción, que desmorona su discurso moral contra la ‘casta’ y exhibe al oficialismo como una versión más del régimen que decía combatir.

En ese marco, Milei, apenas asumida la derrota, eligió repetir en cadena nacional- que es la transmisión obligatoria y simultánea de un mensaje oficial por todos los canales de radio y televisión del país hacia el mundo -la misma frase que Macri pronunciara en 2018: “Lo peor ya pasó”, que entonces anticipó el estallido financiero de su gestión e imposibilitó su reelección.

El supuesto superávit fiscal que Javier Milei hasta aquí exhibía (sin mostrar la deuda, claro) como trofeo ya se deshizo en el aire. Hoy la Argentina de Milei y Karina se enfrenta a dos salidas que son, en verdad, dos formas de la misma ruina: una devaluación “ordenada” que volvería a licuar salarios, jubilaciones y ahorros, o una devaluación descontrolada con default que multiplicaría la pobreza y el desamparo. En el mes de octubre se sabrá. En ambos casos, el ajuste se mide en sufrimiento popular. Millones de argentinos condenados a pagar con hambre y angustia los caprichos de un experimento económico sin alma. Por eso, este gobierno debe terminar. Se lo derrota en las urnas en octubre; con movilización popular y presión institucional dentro del marco legal, hasta reconstruir la legitimidad democrática y recuperar el rumbo del país. La prioridad es la vida y el bienestar del pueblo; todo régimen político/institucional que ignore eso debe ser desplazado.

El establishment se reinventa en clave agroexportadora

Aunque en las intermedias nacionales de octubre sólo se renueven bancas, lo que se juega desborda largamente lo parlamentario para proyectarse hacia el 2027. La operación en marcha pretende convertir esas elecciones en un plebiscito sobre la continuidad del gobierno, con perfume anticipado de sucesión política. Y allí radica la clave; el aparato del dominio y la dependencia nunca se conforma con erosionar a un Ejecutivo cuando ya no le resulta; su poder real consiste en demoler con una mano y ofrecer el relevo con la otra. La política detesta el vacío, y el establishment se encarga de ocupar ese espacio cóncavo en la escena. Y allí aparece, con traje de seriedad institucional y discurso de “oposición responsable”, la recién nacida criatura llamada “Frente Provincias Unidas».

Provincias Unidas aparece como el emergente prolijo de un proyecto viejo con ropaje de moderación y civilidad. Su base de sustentación se asienta en los sectores agroexportadores de Córdoba y el Litoral, su horizonte económico es el extractivismo primario y su concepción política responde a un federalismo oligárquico que nunca trasciende la frontera de los intereses del poder económico real. En esa lógica, toda iniciativa industrializadora se percibe como amenaza y toda política distributiva como un despojo de la renta del capital. No es una hipótesis, la trayectoria de los personajes que componen el armado y sus votos en el Congreso los delatan. Todos los integrantes de este frente respaldaron la Ley Bases y sus facultades delegadas, bloquearon la derogación del DNU que arrasó derechos, aprobaron el paquete fiscal que alivió a los más ricos reinstalando el impuesto a las ganancias sobre los trabajadores, y guardaron silencio ante el acuerdo con el FMI que dilapidó miles de millones de dólares. Le dieron la navaja al mono. Ese respaldo, que se presentó como “responsabilidad institucional”, en los hechos significó garantizar el ajuste, la entrega y el disciplinamiento social que hoy sufre el pueblo argentino. Su discurso se reviste de moderación y gobernabilidad, pero su matriz es inequívocamente antinacional; la de administrar el país de la dependencia y resignar cualquier proyecto de desarrollo autónomo.

El programa de Provincias Unidas no es más que la continuidad de una matriz histórica, la misma que aplicaron Martínez de Hoz, Menem, Macri y ahora Milei, orientada a transferir recursos desde el trabajo hacia los sectores concentrados. La diferencia radica en el estilo y en un lenguaje de “gestión moderna” y buenos modales. Bajo esa apariencia se esconde el mismo proyecto regresivo, envuelto ahora en la promesa de “superar la grieta” para legitimar un consenso conservador. Maximiliano Pullaro en Santa Fe, que hace apenas semanas calificó a Néstor Kirchner como el peor presidente, y Juan Schiaretti en Córdoba, empleado de Franco Macri, vocero político de la Fundación Mediterránea y heredero de un menemismo en estado de latencia, representan con claridad ese frente que se ofrece como moderado pero cuyo horizonte real es un país primarizado, dependiente y sin ambición de desarrollo soberano o integrado a la región. Por esto mismo Córdoba ha sido decisiva para los intereses de los recientes gobiernos neoliberales. No hay novedad en este armado, son los mismos que respaldaron a Macri en 2015, los mismos que facilitaron las leyes de Milei en el Congreso, los mismos que ahora ensayan disfrazarse de alternativa. Provincias Unidas no es el porvenir es, más bien, el plan de emergencia del establishment para que nada cambie.

El escenario político cordobés

La figura de Natalia De la Sota emerge hoy como una novedad significativa. Electa como Diputada en las listas de Schiaretti, tomó distancia inmediata de quienes acompañaron en ese bloque la Ley Bases y otras iniciativas centrales del mileísmo, marcando una ruptura con la lógica de complicidad que caracterizó al cordobesismo en el Congreso, con Alejandra Vigo, esposa del ex gobernador a la cabeza. Su posición, clara y sin eufemismos, denunció el carácter antisocial y anti productivo del programa económico del gobierno nacional y expuso las contradicciones de Schiaretti y Llaryora, socios del ajuste en Buenos Aires y opositores de ocasión en Córdoba. La candidatura de Natalia no sólo interpela a ese doble discurso, sino que expresa una ruptura necesaria frente a la tradición de acuerdos con proyectos neoliberales desde “el peronismo” cordobés. El voto a Natalia De la Sota en octubre encierra, en simultáneo, tres mensajes claros. Primero, frenar a Milei y a su programa de ajuste brutal y entrega del país, imponiendo un límite en el Congreso que abra paso a su reversión. Segundo, desnudar la doble cara de Schiaretti, socio de Milei y Macri en Buenos Aires y opositor de utilería en Córdoba. Y tercero, abrir la posibilidad de encauzar al peronismo provincial hacia lo que nunca debió abandonar, ser la fuerza mayoritaria del campo nacional en esta jurisdicción, capaz de convocar a las mayorías y poner la potencia de Córdoba en un proyecto nacional. Habrá que ver, en todo caso, cómo se mueve Natalia en el escenario poslibertario y si puede sostener esa coherencia en la etapa que se abre.

La hora de la conducción

Las elecciones en Buenos Aires no sólo mostraron la fragilidad del mileísmo; también marcaron la interna peronista y revelaron el movimiento del establishment, que ya ensaya un recambio bajo la etiqueta de Provincias Unidas. En este contexto, Axel Kicillof se proyecta como el emergente más visible y dotado de una etapa de renovación, aunque el desafío es mucho más amplio que un liderazgo individual o la incidencia de una provincia. Con un electorado mayoritariamente defraudado, el peronismo y las corrientes nacionales tienen la obligación de pasar de la mera resistencia a la construcción de un proyecto político serio, capaz de articular fuerzas, ordenar expectativas y disputar con claridad la conducción del país para salir de esta pendiente hacia la disolución nacional. Lo que se juega en el horizonte cercano no es simplemente un calendario electoral, sino la capacidad de organizar el descontento social en todo el territorio nacional y transformarlo en mayoría política frente a un gobierno debilitado y a un establishment que, con modales de moderación, busca garantizar la continuidad de un modelo de dependencia.

Cuando la noche es más oscura, también empieza a insinuarse el amanecer. No es todo, pero es lo que hay. Los momentos de mayor crisis, cuando todo parece clausurado, suelen ser el punto de partida de una etapa distinta. La tarea no es esperar pasivamente la claridad, sino preparar desde ahora las condiciones para que ese día encuentre al pueblo organizado, con conducción clara y un proyecto capaz de transformar la incertidumbre en el futuro. La buena noticia es que de nosotros depende.

*Presidente de la Comisión de Desarrollo Cultural e Histórico “Arturo Jauretche” de la Ciudad de Río Cuarto, Córdoba.

El drama de la convivencia humana

Por Mario Casalla*

Pocos libros mantienen tan estricta actualidad como El malestar en la cultura de Sigmund Freud. Escrito en 1930, ese año de publicación resultó muy grato para su autor: en agosto fue galardonado en   Frankfurt con el Premio Goethe por su actividad creativa y también en su honor se dio el nombre “Freud” a un pequeño cráter de impacto lunar que se encuentra en una meseta del lado visible de la Luna. Rápidamente el libro tuvo dos ediciones, sin embargo, en Berlín se había puesto ya el huevo de la serpiente. Tres años más tarde, el presidente Hindenburg nombra a Adolf Hitler canciller de Alemania, en un gesto desesperado por obturar el vacío de poder que se produjo al caer la República de Weimar (1918-1933). Se necesitaba un cambio radical, un hombre nuevo y desconocido en la arena política y eligió mal, pésimo para mejor decir. Nosotros y otras sociedades contemporáneas, sabemos muy bien lo que suele ocurrir en estos casos porque lo estamos sufriendo en carne propia y El malestar en la cultura es un elevado mirador conceptual que el psicoanálisis ofrece desde el cual poder apreciar esto que pasa (das Ding) más allá de los ciento cuarenta caracteres del Twitter o el monótono ronronear de los opinólogos de turno. Allí Freud cita aquel conocido aserto de Plauto “el hombre es el lobo del hombre” mostrando su carácter ilusorio y es para nosotros una buena introducción al pensamiento de Thomas Hobbes. Tanto para éste como para Freud, solucionar el problema de la violencia social generalizada fue una preocupación central en la vida humana. La sintieron largamente en sus propios cuerpos. Centrémonos ahora en Thomas Hobbes (1588-1679).

Del terror a la ciencia social

Hobbes es el primer gran arquitecto que intentará resolver este desafío: bien podría ser considerado el padre de la ciencia social moderna. Ni su vida ni su pensamiento fueron fáciles. Bernard Landry retrató acertadamente su drama en una sola frase: “Un individualista que tenía miedo “. Y ya se sabe lo mucho que puede hacer un burgués asustado. Marcel Prelot también apela a las circunstancias personales y completa ese cuadro de influencias recíprocas entre vida y obra diciendo: “El desgraciado Hobbes había nacido antes de término, a causa del terror sufrido por su madre ante el avance de la española Armada Invencible. Ésta habría de ser dispersada, pero el espanto experimentado desde el seno materno persiguió a Hobbes durante toda su vida”. Por consiguiente, es el sentimiento del miedo el dominante en Hobbes. Envidia para los hombres la paz que existe en las cosas. Sin duda a Hobbes no le faltaban razones personales para tener miedo, pero esto no lo explica todo. Es necesario reinstalar su filosofía en el movimiento intelectual de su época, comprender las causas profundas que conmovían aquella Europa del siglo XVII y, finalmente, entendernos con la obra escrita del propio Hobbes que, cuatrocientos años después, sigue dando que hablar.  Estamos en la era del Absolutismo y con razón se ha denominado así a ese largo periodo de la historia europea que se extiende, aproximadamente entre 1485 (año de la asunción de la dinastía Tudor al trono de Inglaterra) y 1789 (triunfo de la Revolución en Francia). El viejo comunitarismo medieval será ahora suplantado por un egoísmo cada vez más acentuado rompiéndose, simultáneamente, el ideal político de una “comunidad universal” bajo la autoridad soberana del Sacro Emperador y del Papa: su lugar será ocupado por las monarquías nacionales, primero, y su transformación en Estados, más tarde. Nace así el Absolutismo como filosofía de las flamantes monarquías y Estados nacionales. Estas justificaciones del poder absoluto tomarán formas jurídicas en Cardin Le Bret (1558-1655): “Sólo al rey corresponde hacer las leyes, cambiarlas e interpretarlas”. Asimismo, se expresará en el empirismo extremo del cardenal Richelieu (1585-1642): “Un solo piloto en el timón del Estado” y de Luis XIV “El Estado soy yo”; o tomarán una forma decididamente teocrática en el pensamiento de Jacobo Bossuet (1627-1704), para quien “los secretos de la política, las máximas del gobierno y los orígenes del derecho, están en las Sagradas Escrituras”. Sin embargo, se trata aquí de un absolutismo de cuño anti individualista, en el cual los intereses del rey coinciden puntualmente con los del Estado. Dentro de esta misma línea -que buscará afanosamente tender un puente entre la libertad del individuo y la sumisión al poder de un estado absoluto- se inscribirá precisamente el pensamiento de Thomas Hobbes. Partidario de la restauración monárquica en Inglaterra, después del cruento interregno del gobierno de Cromwell, no fue sin embargo grato a los Estuardo, por su materialismo y por su doctrina acerca del carácter secular de la dignidad real.

El privilegio de las matemáticas

Es que Hobbes, más que un político o un burócrata, es un científico social. Lo que él esencialmente hace es aplicar a la sociedad la concepción y el método con que Galileo había estudiado los fenómenos naturales, esto es, el método matemático, buscando la regularidad que permita formular leyes. Se trata aquí también de “leer” la Naturaleza (en este caso la humana y la social) como un “gran libro escrito en lenguaje matemático”. La Naturaleza no es lo que se muestra, sino aquello que la razón es capaz de descubrir por detrás de los fenómenos (las leyes). Hobbes aprendió bien pronto esta manera nueva de considerar la Naturaleza y munido de esa cientificidad encaró al hombre y a lo social. Lo primero fue reducir la Naturaleza a “cuerpo” y “movimiento”, algo que Galileo ya había hecho con los entes naturales. Así, aplicando este principio a su campo, Hobbes entiende que toda realidad psíquica y social es corpórea y, por tanto, sometida a movimientos cuyas leyes la razón puede desentrañar. ¿Qué se advierte al estudiar así la naturaleza humana? Pues, que su fondo es el egoísmo y que cuando el hombre busca la vida en común, no lo hace guiado por ningún tipo de altruismo o solidaridad, sino con miras a acrecentar o mantener su propio interés. Este interés personal mueve a los hombres y a las naciones, encontrando así la primera ley que buscaba: “El hombre es un lobo para el hombre” y la guerra de todos contra todos es su estado de naturaleza. Como todos tienen derecho a todo, cada hombre codicia lo que tiene su vecino y esto se constituye en una fuente permanente de peligro y de temores.

El nacimiento del Estado

Desde esta natural y perversa soledad, el burgués percibe a su congénere siempre como un competidor, con el que tendría que luchar a muerte. Para que esto no ocurra, para que cierta seguridad sea posible, surgen la sociedad civil y el Estado. El lobo se transforma en “ciudadano”. El precio a pagar es grande pero necesario: renunciar al deseo ilimitado del status naturalis (estado de naturaleza) y someterse a las leyes convenidas en el status civilis (estado de civilidad). Nace así la sociedad civil y, junto con ella, el Derecho, en sentido moderno. Se es menos libre pero más seguro; previamente es necesario firmar un pacto que hará nacer al Leviatán (Estado). Mas no es un pacto religioso, sino el pacto con un “dios mortal”. Tal es este Leviatán, personaje bíblico inspirado en el Libro de Job (41:1); el dibujo a pluma en la portada de la edición original de la obra (1651), es realmente terrorífico: un monstruo coronado, cuyo cuerpo de gigante está compuesto de una multitud de seres humanos, vigila la ciudad blandiendo Ia espada y Ia cruz; adecuada representación gráfica del origen del Estado y de Ia sociedad civil según Hobbes. Se trata en realidad de un doble contrato -aunque se presente como uno solo- ya que para que exista el Estado no basta el simple acuerdo entre las partes (consentio), sino que previamente es necesaria Ia voluntad de asociación entre ellas (unio).  Esto último implica la renuncia a sus inclinaciones y derechos personalísimos, para llegar a formar una sola voluntad. Dicha renuncia es tan fuerte, que Hobbes refuta como “sediciosa” a toda opinión que intente dejar en poder de los individuos siquiera el discernimiento entre el Bien y el Mal, o aquella que pretenda sugerir que, por seguir Ia orden del soberano, pueda cometerse daño alguno. La sumisión al Leviatán debe ser absoluta, de aquí que aquel pacto original de unión entre los individuos se perfecciona con un segundo contrato, mediante el cual éstos delegan -sin arrepentimiento posible- su libertad en el rey. Éste es realmente el único “soberano”, ya que el mantenimiento de Ia paz social exige una autoridad completa y no estar sometido a ninguna Iey que no provenga de él mismo, ya sea natural o eclesiástica. Este terrible “Dios mortal” no se equivoca nunca, los que sí se equivocan son los hombres cuando se apartan de la “debida obediencia”. Sin ella no hay seguridad posible ya que retomaríamos al salvaje estado de naturaleza y a la “guerra de todos contra todos”. La ecuación es, para Hobbes, inexorable: a mayor libertad del individuo, mayor inseguridad general; lo único “moral” es lo que el rey establece como ley, por lo que todo cuestionamiento lleva a la disociación y debe ser reprimido. Brutalmente, la Modernidad política ha entrado en escena. Y frente a un totalitarismo político tan explícito, los problemas y las preguntas surgieron en tropel. Afrontarlos y responderlos explica en gran parte el desarrollo del pensamiento político moderno de los últimos cuatrocientos años. Y está bien que así sea, ¿o acaso es posible hablar hoy -como en muchos casos se hace- de Ia necesidad de “formular un nuevo pacto”, desentendiéndonos de la pesada herencia que este concepto lleva en sí mismo? Lo que ocurre es que, cuatro siglos después, la herencia hobbesiana sigue viva (aunque modificada y matizada), en amplios sectores de nuestra posterior filosofía política y ciencias sociales. ¿Sólo es posible pensar lo social en términos de “pacto “, lo económico como “mercado”, lo estatal como “regulación por leyes “y lo político como “negocio del poder’? ¿Es inevitable la locura a que nos arrastra el actual gobierno de Javier Milei, su Jefe y hermana (Karina) y los “hijitos de cuatro patas” que habitan en un canil de la Residencia Presidencial de Olivos que al parecer nadie vio? Creemos que no. La filosofía y el psicoanálisis tienen mucho para decirnos al respecto.

*Mario Casalla es Dr en Filosofía por la UBA y preside la Asociación de Filosofía Latinoamericana y Ciencias Sociales (ASOFIL).

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