Por Juan Di Loreto*
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Perón es sobre todo un fantasma para el peronismo. Un asedio de la memoria de los que hacen política. Es un fantasma para su propio nombre. Lo invoco para invocarme a mí mismo. Invocar, traer a la boca a Perón, al fantasma, al que administraba el movimiento que no tenía nombre al principio, como todo, porque las cosas nacen sin nombre, pero después viven de ese nombre.
Los nombres propios son un tema que el propio Perón pudo zanjar en vida. No había nombre para el movimiento cuando nació… trabajador, heterogéneo, socialista y sindicalista, un Frente Nacional… Justicialismo… Que sea Peronismo.
Cicatrizó las diferencias con un nombre, su nombre y es por eso, que es el nombre que se invoca, porque ya no está, para cicatrizar, para demarcar, para construir un firewall de qué es y qué no es un peronista.
<< “Perón es nada”, nos han dicho desde las interpretaciones de estos años. “Es populismo que articula demandas”, según la lectura de Laclau. El peronismo es un vacío, un significante, una cadena significante. Tanto creímos esa lectura que comenzamos a vivir un peronismo de giro lingüístico, casi posmoderno >>
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Juan Domingo Perón, nombre y pragmática. Es que, a diferencia de muchos políticos hoy, puede articular una convicción, unas ideas y una pragmática. Esto en las palabras de Perón sería lo siguiente: “Una doctrina sin teoría resulta incompleta; pero una doctrina y una teoría sin las formas para realizarlas, resultan inútiles”.
Vivimos tiempos de impotencia, se sabe, como tantos otros. Con políticos que son muy buenos en las prácticas de la política, pero cuyo proyecto es un borrador de un borrador de un borrador. O con ideas tan generales que resultan meros deseos al aire. Perón permite asomarnos a la cadena lógica de la política, pero también a la resolución de problemas. Dice Perón: “De manera que uno no ha cumplido el ciclo real e integral hasta que no haya conformado e inculcado una doctrina, hasta que no haya enseñado una teoría y hasta que no haya establecido las formas de cumplir una y otra”.
Los políticos se han olvidado de Perón porque se han olvidado de conducir y se han concentrado en el mandar. Conducir un movimiento es confundido con pegar cuatro gritos y tener una férrea convicción de qué hacer. No es tan fácil. El conductor es más un persuasor, un seductor, que con lo que tiene saca lo mejor de cada uno.
Porque la acción la corporiza un convencido por aquel conductor. Perón mismo pasó del orden de la guerra a la persuasión de la política. Como dice Horacio González: “la persuasión es una orden, pero una orden silenciada”. De allí que el peronismo y Perón perduró, porque reflexionó sobre “la orden”.
<< Invocar, traer a la boca a Perón, al fantasma, al que administraba el movimiento que no tenía nombre al principio, como todo, porque las cosas nacen sin nombre, pero después viven de ese nombre >>
Porque las órdenes tienen efectos sociales. Implican en el peronismo, un movimiento, una cadena, en fin, implica, como el mismo peronismo, un drama profundo. Perón y el peronismo implican un drama porque se vincula a una disputa, sin la disputa, sin la lucha social el peronismo no se explica. Es también, una pregunta dramática, sí, porque la respuesta es aceite entre agua, se dibuja, no puede dejarte indiferente, se nota, como el aceite te contamina las manos.
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“Perón es nada”, nos han dicho desde las interpretaciones de estos años. “Es populismo que articula demandas”, según la lectura de Ernesto Laclau. El peronismo es un vacío, es un significante, una cadena significante. Tanto creímos esa lectura que comenzamos a vivir un peronismo de giro lingüístico, casi posmoderno. Un peronismo de papel, un tigre herbívoro encerrado en el anillo conocido como Área Metropolitana de Buenos Aires.
Tanto se invocó al peronismo que fue una forma de darle certificado de olvido. El de estos años ha sido un olvido de la doctrina y por tanto del lenguaje peronista. Como decía Althusser: no se comienza por creer, sino por persignarse. Con el peronismo pasa lo mismo. Si olvidamos sus formas, y su forma es un lenguaje de la acción, también olvidaremos su contenido.
“El lenguaje es la casa del Ser”, decía Heidegger. Dejar de lado el lenguaje peronista también un poco es dejar que sus ideas pierdan sentido. Si perdés el lenguaje, en un momento no le hablás a nadie. O peor: nadie te entiende.
Invocar a Perón es invocar la crisis del peronismo del presente. Como decía Derrida a propósito de los espectros: “La conjuración es angustia desde el momento en que reclama la muerte para inventar lo vivo y hacer que viva lo nuevo, para hacer que venga a la presencia lo que todavía no ha estado ahí…”.
<< Los políticos se han olvidado de Perón porque se han olvidado de conducir y se han concentrado en el mandar >>
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El problema de ser gobierno por muchos años es que te volvés perezoso. El poder da cierta sabiduría, una experiencia, pero le quita agilidad. Siendo un poco aristotélicos, le quita potencia. Volver a Perón en este momento es recuperar un poco de la fuerza que entrega el ser emergente. Volver a las palabras viejas del peronismo, esas palabras llenas de materialidad le pueden dar al peronismo la fuerza de la que carece hoy día. El peronismo no tiene que ser tribu, tiene que ser movimiento vivo.
La deconstrucción de estos años fue una de la identidad peronista. El movimiento se salió de su propio centro hasta convertirse en un pastiche posmoderno sin trabajadores. Perdió la materia, lo duro, la producción, la relación fundamental de los hombres que es el trabajo por el consumo. El peronismo dominante de estos años nos entregó al imperio de lo efímero. Tal vez por eso un gobierno como el libertario parece borrar con el codo lo que el kirchnerismo escribió con la mano.
Más allá de los nombres, hay cierta necesidad de recuperar un peronismo que no sea progresista. Pero no porque el progresismo esté mal, si algo en política puede estarlo, o puede estarlo del todo, sino porque en estos años el core del peronismo se deshizo y se llenó de valores importantes, sí, pero no que hacían al peronismo. El peronismo siempre sumó, pero desde sí mismo, no desde otros.
Volver a Perón, a su nombre, es volver a delimitar el campo, a aclarar las ideas, a poner los puntos sobre las íes. Porque ya fue tarde, tardísimo, ya se perdió, se vino la noche. Ahora, es tiempo de la emergencia, de sumar y seguir para adelante, como lo que brota y no puede detenerse.
*Escritor y dibujante en la Revista Panamá.
Publicado originalmente en: https://panamarevista.com/espectros-de-peron/

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