¿Y si el final es de dónde partimos?

Por Omar Auton

“Dame la mano, contame tu suerte

De esta manera, quizás, no sea la muerte

 La que nos logre apagar el dolor”

 Una vez más recurro a letras de canciones, en este caso un tema de La Renga, que, de alguna manera, son una apretada síntesis de lo que, a nosotros, nos lleva hojas decir. Hasta ahora puse mi esfuerzo en tratar de plantear las cuestiones de nuestra historia reciente que, a mi criterio, son las que permitieron, facilitaron y amenazan con mantener en el tiempo, esta restauración oligárquica y colonial, que pretende poner fin, definitivamente, a más de dos siglos de luchas por constituir una nación soberana e independiente.

   Sin embargo, creo que no alcanza con tratar de “entender” los errores, pequeñas y grandes traiciones, defecciones y fracasos en los que hemos incurrido, sino tratar de salir del estado de nihilismo y resignación en que se encuentran gran parte de los intelectuales que se supone revistan en el campo nacional, cuando no muchos de los y las dirigentes que hoy deberían estar aportando a hallar un camino de reconstrucción del movimiento nacional.

   Los intelectuales, no todos, gastan horas en “papers”, jornadas y congresos, tratando de encontrarle el “agujero al mate” como decía Jauretche, advierten desde las tradicionales tendencias claudicantes de los sectores medios argentinos, que, al final, explican sus propias contradicciones y confusión, a buscar en la literatura extranjera la explicación a todos nuestros males, en general con la frase “No es un problema argentino, es un fenómeno global” o “La aparición y el auge de las nuevas derechas, incluso las más extremas, es una consecuencia del derrumbe de un modelo de capitalismo” y ahí vienen las frases de Gramsci u otros filósofos, que les permiten cerrar sus discursos sin decir nada sobre nuestra historia reciente.

   Dentro de poco habrá elecciones en Bolivia, de llegar a ganar los sectores conservadores vamos a empezar a oír “Y es consecuencia del retroceso ideológico del pueblo boliviano” y silencio absoluto sobre la feroz interna entre Evo Morales y el presidente Arce, incluso con tiroteos y emboscadas, que llevaron a la división del MAS y a la parálisis del gobierno y por ende la falta de avances y profundización en el proceso revolucionario, cuando no a graves retrocesos en el mismo. Evitando así hacer críticas a dirigentes de los cuales comieron durante años con libros, seminarios, etc. y exhibieron como los continuadores históricos de las grandes gestas americanas.

   Este no es un fenómeno nuevo en nuestro continente, durante décadas la antes llamada “izquierda”, hoy ante el desprestigio de la palabra y la prudente atenuación de sus propuestas, se proclama “progresismo”, ha venido no encontrándole la vuelta a los procesos políticos vernáculos, no estuvieron con Rosas, menos con los caudillos, (ambos una expresión de la “Barbarie”), estuvieron con Yrigoyen y luego lo abandonaron haciéndose “antipersonalistas” o, cuando no, pasándose a las filas de la reacción, fueron antiperonistas y hasta golpistas, desde la recuperación de la democracia denostadores del Perón “viejo y senil o traidor” en su tercer gobierno, según ellos.

   Pero es un fenómeno americano, estuvieron contra el MNR en su mejor momento, contra Ovando y Torres luego, justificaron el atraso de su patria en las “debilidades raciales” (Arguedas) igual que aquí Justo y Repetto, abandonaron a Chávez en Venezuela y a Getulio Vargas en Brasil, etc.

   Y me detengo en esto porque desde 1983 hemos asistido a un cambio de piel en el peronismo, tanto con Menem como, muy especialmente, desde 2003 fue justificado en que ya no podían ser los trabajadores la columna vertebral del peronismo dado que los cambios en los modos de producción habían, primero desplazado la demanda laboral a los servicios, reduciendo a caballito de la “Tercera Ola” o tercera revolución industrial. la cantidad de trabajadores empleados en la industria manufacturera. En una alianza ¿virtuosa?, Las fuerzas conservadoras trataban de aniquilar cualquier intento de desarrollo de un modelo industrial local, explicándolo como un fenómeno global indetenible al que, por supuesto, había que incorporarse, y los intelectuales progresistas escribían libros diciendo lo mismo y llamando la atención a que había que repensar todo, ya que no era posible pensar algo diferente y mucho menos que tuviera como fuerza motriz a los trabajadores organizados.

   Desde la recuperación de la democracia, el desdén de la dirigencia peronista por los sindicatos se justificó en que “No eran verdaderamente representativos, eran burócratas atornillados a sus sillones, millonarios y traidores” y buscaron dirigentes “nuevos”, más al gusto de los sectores políticos en los sindicatos estatales, docentes, universitarios, bancarios, que no sólo eran de los servicios sino blancos, mejor vestidos o con un discurso más “progre”, pero cuando se rascaba un poco en la fachada decían, “si el peronismo no logra hacer pie en los sectores medios, los profesionales etc, no tiene destino, la industria va a desaparecer, es un hecho y con ella los sindicatos y trabajadores de ese sector”.

    O sea, resumiendo, el modelo oligárquico, de economía primarizada sin industria, más allá de alguna actividad complementaria, y servicios agregados a la actividad extractiva, (bancos, compañías de importación y exportación, las finanzas, educación en sus tres niveles, inmobiliaria, turismo, transportes, etc), había triunfado, no se puede hacer nada, hay que olvidarse de las viejas banderas, adecuarse a los tiempos, ser una oferta electoral que acompañe el proceso pero con más sensibilidad social, tratar de capturar algo de la renta (minera, agropecuaria, petrolera y gas) para sostener a los miles que iban siendo descartados, que pasaban a engrosar las listas de los planes sociales ya que era un fenómeno “que había llegado para quedarse” un “daño colateral” del nuevo sistema global.

   La aceptación de la derrota, la claudicación, dejaba afuera del programa político a los trabajadores industriales, por ende para qué poner dirigentes sindicales en las candidaturas o cargos si son parte del pasado y además alejan los votos de las clases medias, o sea lo más grave, la confesión de la traición, era que se abandonaba definitivamente el Modelo Argentino, el Proyecto Nacional, la idea de una Argentina industrial y agropecuaria, integrada a América y al mundo a partir de su propio modelo de desarrollo y de sus intereses nacionales para convertirse en la cara sensible, socialdemócrata del modelo oligárquico y colonial.

   Esto era una traición, pero además una falacia, la producción industrial nacional dejaba de existir, no por un fenómeno mundial, sino para que su producción fuera reemplazada por manufacturas importadas, o sea que dejábamos de ser industriales para fortalecer la actividad industrial de otros, zapatos de Brasil, herramientas de China, ropa de Corea o Indonesia, hasta los platos de cocina o los cubiertos y cuchillos o vasos que usamos son fabricados fuera. O sea, no es que se dejaron de fabricar, nosotros dejamos de hacerlo para comprarlos fuera, pasó con Martínez de Hoz, con Cavallo, con Caputo (antes y ahora) y si bien, a partir de un tipo de cambio más caro mejoró con los gobiernos “peronistas”, no hubo un plan serio, sistemático y sólido para, aunque mas no sea mantener y mejorar la capacidad instalada sobreviviente.

   Cierta es la tradicional cobardía y tendencias claudicantes de nuestra “Burguesía nacional”, pero tampoco podemos negar que no hubo un proyecto sostenido en el tiempo desde la política como para exigirles a nuestros empresarios otro comportamientos, cuando uno habla con ellos van a responder “Y que quieren, si acá te cambian las reglas del juego cada seis meses y a veces menos, aún con el mismo gobierno, basta que cambie un secretario o subsecretario para que cambie todo” eso también es cierto.

    Perón tuvo la inteligencia de advertir, en 1943 la realidad de un nuevo emergente social, un nuevo protagonista, era la clase trabajadoras organizada, a partir de la industrialización iniciada a mediados de los años 30 y acelerada con la segunda guerra, así como también, la aparición de una gran cantidad de establecimientos manufactureros donde trabajaban esos nuevos operarios, existía, asimismo,  una coyuntura internacional que iba a permitir por varios años la atenuación de las presiones de las potencias dominantes a raíz, primero de la II Guerra Mundial y luego de la devastación que iba a prolongar sus efectos en la posguerra, pero no se quedó cruzado de brazos confiando en que las “fuerzas del mercado” potenciaran esas oportunidades, ni tampoco fue “estatista”, ni enemigo del campo o las inversiones extranjeras, basta leer los dos Planes Quinquenales, las políticas de fomento agropecuario o los intentos de explotación petrolera con participación de capital extranjero, o el Plan Trienal de 1973, buscó armonizar esos intereses y necesidades con un proyecto de país y lo llevó adelante, tanto que con todo lo que ha ocurrido aún sobrevive en muchos aspectos.

   Se trata de estudiar nuestras potencialidades, las que ya están y las que se puedan desarrollar, nuestras fortalezas, los mercados posibles para comerciar y para desarrollar, por ejemplo el Mercosur y los BRICS, planificar, llegar a acuerdos con las cámaras empresarias y los sindicatos del sector, poner a los organismos de ciencia y tecnología a trabajar dando prioridad absoluta a las necesidades de ese plan, sin ampulosidades ni pretender solamente “sustituir importaciones”, nada que no hayan hecho los países que desarrollaron un sector industrial y a los que hoy les compramos sus manufacturas.

   El mundo afronta hoy una feroz lucha de intereses, por un lado el modelo del “tecnofeudalismo” está fuertemente cuestionado, los nuevos nacionalismos europeos no son la expresión imperialista del desarrollo de sus fuerzas productivas como en 1914 o 1939, son la expresión de la pauperización de sus clases trabajadoras y los modelos de seguridad social ante la desindustrialización de los años precedentes, de la “aculturación” de sus connacionales ante el auge de modelos que han sido el correlato del modelo financiero global de la defensa de sus costumbres, modelos de familia y credos, ante el avance de la “aldea global” que no es otra cosa que defender su propia cultura, su identidad, no son anti globales, totalmente, pero pretenden una globalización del poliedro, como tan bien la definiera el Papa Francisco, que es, en realidad, la “universalización” que respeta esas identidades y las incorpora sin pretender eliminarlas, frente al modelo de la esfera, lisa, sin matices, ni rugosidades, que reemplaza todo eso por una tecnocracia transhumanista, que insectifica al ser humano. 

   Por ello hay que tener mucho cuidado y tomar distancia tanto del progresismo que sostiene que Milei es lo mismo que Trump, que Meloni u Orban, que denuncia a Irán, China o Rusia por ser conservadores y no adecuarse a los “modelos occidentales” de liberación sexual, familiar o cultural, como de los “nacionalistas” que afirman que “Trump es peronista”, todo ello no es más que la haraganería y el oportunismo intelectual o político de quienes a partir de esas frases altisonantes o que parecen “profundas”, aquí me permito recordar aquella maravillosa definición de María Elena Walsh “No es lo mismo ser profundo, que haberse venido abajo”, simplifican todo análisis serio, el estudio real y profundo de la realidad nacional y mundial que es compleja, cambiante, con numerosos nodos y polos y por ende no apta para la superficialidad, banalidad y oportunismo de los medios de comunicación digitales o analógicos.

   Perón nos enseñó hace décadas que el mundo avanzaba hacia el continentalismo y de ahí al universalismo, de la necesidad de fortalecer un modelo argentino, porque iba a ser inevitable ingresar a esos procesos, pero teníamos que hacerlo según nuestra cultura, nuestra forma de vivir y nuestros intereses, ni mejores ni peores que los de los demás países, solamente distintos, no excluyentes ni forzosamente incompatibles, pero teníamos que ser capaces de trabajar muy seriamente en ello. Enfrente teníamos a los intereses de las minorías locales dominantes, que eran el verdadero rostro del atraso y ahistóricos, prueba de ello que solo imaginan un regreso a la arcadia de una Argentina pastoril que nunca existió, pero que son por naturaleza cipayos y prestos a convertirse en instrumento de los intereses de las grandes potencias coloniales para mantener y profundizar la dependencia, incluso al costo de la balcanización de la patria y condenar al hambre y a la exclusión al 70% de los argentinos.

   Sin embargo, no podemos caer en la depresión inmovilizante, hay una historia que hay que traer el presente, vamos a hablar un poco de eso.

Argentina y China, comparaciones arbitrarias.-

En el año 1949, Argentina llevaba tres años de Juan Domingo Perón en el gobierno, hacía dos años que se había lanzado el primer Plan Quinquenal, se habían nacionalizado los ferrocarriles, se avanzaba a la reforma constitucional que establecería los derechos del trabajador, en el Congreso de Filosofía de Mendoza, Perón adelantaba la línea de pensamiento en que abrevaba su gobierno, existían las vacaciones pagas y el aguinaldo, crecía la industria y en 1947 se había declarado la Independencia Económica Argentina.

   En ese mismo año, Mao Zedong a la Cabeza del Ejército Popular, derrotaba a Chang kai Shek y se anunciaba la creación de la República Popular China, luego de una larguísima lucha comenzada por Sun Yat Sen a comienzos del siglo y de derrotar a los japoneses al costo de millones de vidas y luego al Kuomintang o Partido Nacionalista, apoyado por Gran Bretaña, Francia y Estados Unidos. China era un país devastado, con grandes hambrunas, sin industria y con un latifundio agrícola que alcanzaba al 80% de la propiedad rural.

   No hace falta que me explaye sobre la situación actual de ambos países, pero es válido señalar algunas cuestiones:

 1) China exhibe 76 años de continuidad política, donde primero terminó con el latifundio, pero no con una reforma agraria que creara una clase media o alta propietaria sino con la colectivización, a diferencia de Rusia no expropió a pequeños y medianos productores que trabajaban para el autoconsumo sino a una oligarquía latifundista, con el apoyo de los campesinos, propiedad estatal que se conserva a la fecha.

2) Desde un primer momento se propuso el desarrollo industrial propio y fue superando etapas, corrigiendo errores, haciendo cambios que consideró necesario hasta llegar a su realidad actual.

3) Su modelo político es el Socialismo con Características Chinas, que representa “El sueño de una Nación entera, además de el del individuo, ya que sólo la prosperidad del país posibilita que la sociedad en su conjunto prospere, lo cual genera las condiciones para la prosperidad particular de cada individuo”. Es decir sin copiar a nadie ni permitir que las potencias colonialistas la desvíen de su camino, o haya restauraciones de las fuerzas del atraso. Perón nos decía “Nadie puede prosperar en una comunidad que no lo hace”, todo parecido no es casualidad.

4) Sus gobiernos nunca han intentado arrojar el pasado a la basura, Xi Jinping a poco de asumir en una exhibición denominada “El camino a la renovación” aprovechó la ocasión para resaltar “la continuidad inquebrantable de la historia China, desde Mao a los antiguos poetas chinos y tender un puente entre la China socialista y la imperial. Hasta se ha recuperado a Confucio que había sido fuertemente cuestionado durante décadas.

5) Ante los cambios producidos por la revolución tecnológica se ha fijado como objetivos: a) La sofisticación de la matriz productiva con una orientación hacia el desarrollo de las tecnologías de punta, b) Recuperación de su status mundial como un miembro protagónico y central de la comunidad internacional y 3) Un salto cualitativo en el desarrollo humano, los consensos ciudadanos y la eliminación de la pobreza.

   El peronismo ha sido y aún es, más allá de los intentos de cambiar su identidad, la creación de un modelo político, económico y social que expresa nuestra historia y nuestra identidad, si hubo errores o saltos cualitativos en las estrategias de producción, crecimiento y empleo deberían haber sido corregidas dentro de nuestra doctrina, como lo hizo Perón en 1952 e intentaba hacerlo en 1973, a partir de su enseñanza que la doctrina no era algo cerrado y congelado sino algo que debía adaptarse permanentemente al cambio de los tiempos.

   Cierto es que nunca se logró terminar con las fuerzas de la reacción, por ello ante cada crisis o dificultad han estado agazapados para derrocarnos e intentar volver atrás en la historia, no es un fatalismo, un sino particular que nos lleva hacia adelante y hacia atrás, a poner en marcha transformaciones y luego volver a caer en reacciones oligárquicas y antinacionales. 

   Por favor, que la conclusión no sea “Hay que hacer lo mismo que China”, ellos hicieron lo que había que hacer de acuerdo con la historia, la cultura y las características de China, lo que sí creo, es que los Argentinos hemos sabido construir un modelo de las mismas características, por las razones que he abundado en mis libros y artículos hemos perdido el rumbo, se trata de recuperar la memoria y reiniciarnos desde nuestros orígenes, de repensar si no es cierto “que el final es donde partimos”.

   La realidad nos muestra de las maneras más brutales posibles que desde las grandes potencias (Gran Bretaña, Alemania, Francia, EE.UU) hasta los países hoy con peso a nivel mundial (Brasil, China, India, Rusia) lo han hecho a partir de su identidad nacional, el nacionalismo es la gran herramienta para la independencia, y en los países coloniales y semicoloniales como el nuestro es fundante de cualquier proyecto, el nacionalismo popular, no el falso nacionalismo de las élites económicas cipayas que han usado esa palabra en contra de los intereses populares, democrático, en una democracia social, no el mero democratismo formal sin proyecto ni doctrina que nos condujo al precipicio.

   Todos estos elementos son constitutivos del peronismo, a veces volver atrás, al comienzo, es retomar fuerzas para ir hacia adelante con todas las fuerzas y esperanzas, de nosotros depende.

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