Por Omar Auton
Es indudable que nuestro gobierno exhibía, en 1955, síntomas de agotamiento, mas allá que la crisis económica generada por las sequías, el déficit energético, la ralentización del crecimiento y la inflación, habían sido controlados por el plan de estabilización de Gómez Morales y el tema petrolero parecía encaminarse con los contratos con empresas extranjeras, faltaba un partido político organizado y fuerte que diera la batalla frente a la oposición, hasta un sector de los diputados del Justicialismo, encabezados por John William Cooke se oponía a ratificar en el Congreso los contratos petroleros.
Perón estaba en su plenitud política, pero comenzaba a mostrar cansancio ante la soledad que lo rodeaba a partir de la muerte de Evita, afirmaba estar rodeado de una corte de adulones y arribistas, fuera de él y algunos pocos más, faltaba el volumen doctrinario y el coraje para enfrentar a la reacción, en términos políticos ésta era un fantoche, el peronismo los aplastaba en cualquier elección, pero los sectores mas reaccionarios de la iglesia y las embajadas, británica y de EE.UU, operaban para fracturar el apoyo mas homogéneo, hasta ese momento, las FF.AA.
El golpe de 1955 fue la expresión de esos factores, Perón quiso evitar una guerra civil, impresionado por lo que había visto en España y además, quizás, sintió que carecía de la fuerza política organizada capaz de dar el “salto adelante” y reencauzar la revolución.
Al regresar en 1972 sabía perfectamente que muchas cosas habían cambiado, las FF.AA habían sido expurgadas de militares nacionales, los habían fusilado o dado de baja, un sector importante había sido cooptado por las ideas de la escuela francesa mas reaccionaria y su doctrina de la “guerra sucia” contra el comunismo (para ellos todo lo que no fuera expresión de la sumisión al poder económico de los países dominantes, era “comunismo”), y habían comenzado a integrarse al poder económico, a través del casamiento con las “hijas de la oligarquía” o lisa y llanamente los empleos en empresas, al pasar a retiro.
El empresariado nacional nacido a partir de 1930 y que tuviera su momento de gloria entre 1945 y 1955, subsistía en la CGE (Confederación General Económica), enfrentada a la UIA (Unión Industrial Argentina) que reunía a lo mas granado del capital foráneo, José Ber Gelbard expresaba a aquel sector, que no se caracterizaba, precisamente, por su coraje para ser una verdadera “Burguesía Nacional”, que buscara la hegemonía en la propiedad de los medios de producción, al estilo de la que llevara a cabo la revolución industrial en Inglaterra, Francia o Alemania.
El sindicalismo era diferente al que acompañó al peronismo en su primera época, forjado en la Resistencia Peronista, conocía la clandestinidad, la cárcel y la tortura, era una nueva generación que había reemplazado a la conducción cegetista anterior, se había jugado para lograr su retorno y le era absolutamente leal.
Había un nuevo fenómeno, grandes sectores de la clase media, profesionales, docentes universitarios, jóvenes (muchos de ellos, hijos de familias gorilas), rompían con el pasado antiperonista de este sector y se volcaban al peronismo, era la llamada “Nacionalización de las clases medias”.
La estructura política del peronismo era, en general, tan oportunista y mediocre como la que había denunciado Perón, los Paladino, Matera, etc habían defeccionado una y otra vez y lo seguirían haciendo, si bien había algunos hombres como Licastro, Fernández Valoni, Taiana o militares como el coronel Vicente Damasco, pensadores militantes como Jauretche, Pepe Rosa o Fermín Chávez, no alcanzaban para ofrecerle a Perón una estructura de apoyo.
Asimismo, EE.UU había ido cerrando un cerco sobre la Argentina, a los golpes militares de Brasil de 1964, se sumaron los de Bolivia en 1971 y de Uruguay y Chile en 1973, creando un círculo de hierro en nuestras fronteras.
Perón estaba en su mejor momento, intelectual y político, en los 18 años de exilio había adquirido una visión del mundo, del presente y del futuro, que lo convertían en el estadista mas grande de la historia argentina, nos sorprendió a todos cuando adelantó la cuestión ambiental, alimentaria y de los recursos naturales como el eje de los conflictos futuros, rompió el bloqueo a Cuba, reinició relaciones con la URSS y abrió el camino con la China de Mao Zedong, reseteó el espacio de los países del Tercer Mundo al proponer una tercera vía, la histórica Tercera Posición, frente a los modelos dominantes, ordenó la economía, controló la inflación, etc, todo eso en apenas ¡15 meses!.
Sin embargo una gran tragedia se desató, los grupos terroristas que habían disimulado su antiperonismo visceral, desconociendo la voluntad popular y los deseos del conjunto del pueblo argentino comenzaron un baño de sangre, rápidamente los servicios de inteligencia de las FF.AA y las embajadas alimentaron la violencia, sometiendo al conjunto de la sociedad al fuego cruzado de los mesiánicos y los paramilitares. Perón hizo todo lo que pudo para controlarlos, se obstinó en impedir el uso de las FF.AA para combatir a Montoneros, ERP y demás, consciente que significaba abrir la puerta a un holocausto, pero tenía 78 años, algunas dolencias físicas preexistentes y su salud comenzó a flaquear.
Aún así, consciente de la cercanía del final de su vida, lanzó el Modelo Argentino para el Proyecto Nacional, lo presentó al Congreso el 1 de mayo de 1974, como eje para una reforma constitucional, pero murió dos meses después.
No me voy a detener en la acción de las organizaciones terroristas ni en la conspiración creciente de las FF.AA gorilas y la vieja oligarquía, todo eso ha sido tratado y analizado por decenas de pensadores y militantes, entre los que me incluyo, sí lo voy a hacer en la actitud de la dirigencia política del Partido Justicialista, que no sólo archivó la Ley Agraria aprobada por Perón para transformar al sector agropecuario, congeló el Sistema Nacional Integrado de Salud aprobado por Perón para reordenar el sistema sanitario sino que guardó en un cajón bajo siete llaves el mismísimo legado de Perón, su Modelo Argentino para el Proyecto Nacional, tanto así que todas las carpetas que se habían entregado con su texto “desaparecieron”, debieron pasar mas de 40 años para que el gran compañero Oscar Castellucci, lograra recuperar una de ellas, en manos de la familia del coronel Vicente Damasco, un gran argentino, que fue el alma mater del trabajo elaborado por el grupo de pensadores a quién Perón eligió para esa tarea y publicar, mediante la imprenta del Congreso de la Nación la única versión real y completa del documento.
La dirigencia no sólo abandonó el legado de Perón sino a Isabel Perón, vicepresidenta por el voto popular y que asume la presidencia a la muerte del general, aparece un grupo “antiverticalista” de legisladores, autodenominados Grupo de Trabajo, integrado por Nilda Garré, Luis Sobrino Aranda, Carlos Auyero, y al que se suma el gobernador de la Pcia de Buenos Aires, Victorio Calabró, que comienza a conspirar para reemplazarla por Italo Luder, el sindicalismo comienza a tener dificultades internas, con algunos sectores que “dialogan” con los antiverticalistas, caído Gelbard es archivado el Pacto Social, el ministro ya carecía de poder después de las muertes de José Ignacio Rucci y el General Perón, Isabel carecía de la estatura de una conductora, o del liderazgo necesario en ese momento, pero estaba cada vez mas sola, como Perón en 1955 y ella no era Perón.
Lo cierto es que, nuevamente, el Partido Justicialista exhibió su impotencia para asumir una actitud organizada, valiente, doctrinaria, se peleaban por ver quién se acercaba mas a la UCR o a las FF.AA para salvar la ropa, los leales, me refiero a los que no conspiraban para reemplazar a Isabel Perón, dudaban o se llamaban a silencio, había permanentes cambios de gabinete sin lograr definir un rumbo de gobierno, el mismísimo secretario general de la CGT, Casildo Herreras, aparecía en el aeropuerto de Montevideo, pocos días antes del golpe anunciando “Yo me borré”.
Luego vino el golpe y una larga noche se extendió sobre la patria, el grueso de la dirigencia fué detenida y enviada a la cárcel o al buque Granaderos, pocos de ellos, por lo general dirigentes gremiales como Lorenzo Miguel o Herminio Iglesias, afrontaron con coraje y dignidad esos años. Me refiero a aquellos que detentaban cargos políticos o sociales el 24 de marzo de 1976, no a una nueva generación que comenzaría a aparecer en esos años y que llamada a actuar rápidamente mostró que sufría de varios traumas: 1) Perón ya no existía, 2) El último gobierno peronista había concluido en una tragedia, 3) La Argentina que emergía no tenía nada que ver con la que existió hasta 1976, 4) Las nuevas generaciones desconfiaban del peronismo y su dirigencia, 5) El mundo había cambiado mas que la propia Argentina en esos 8 años y 6) Se había librado una guerra por las Islas Malvinas, habíamos sido derrotados militarmente y todos se afanaban por sepultar esa gesta.
Por si todo ello no fuera suficiente, en 1983 el peronismo es, por primera vez en la historia, derrotado en elecciones limpias, la fórmula liderada por Italo Luder y Deolindo Bittel es superada por la UCR de Alfonsín -Martínez, desatando una profunda crisis interna, nace el mote de “Los mariscales de la derrota” para quiénes eran las caras visibles, especialmente las provenientes del sindicalismo. Llamativamente una dirigencia política que no se había caracterizado por su coraje o decisión para enfrentar a la dictadura cuestionaba a quienes, aún con sus errores y falencias habían dado la cara, un ejemplo claro fue Herminio Iglesias que firmó, casi en soledad, la presentación del Partido Justicialista en 1979, ante la Comisión de Derechos Humanos de la OEA, mientras el radicalismo se negaba a reunirse, Alfonsín viajaba a Europa y otros dirigentes peronistas, temerosos, se negaban a poner su firma.
El peronismo estaba en estado confusional, no terminaba de aceptar una derrota “inesperada” por quiénes no advertían que la sociedad argentina, que rechazaba la memoria reciente de la violencia, la crisis económica y el caos de los últimos meses del gobierno de Isabel Perón, del cual casi todos ellos habían sido funcionarios, había comprado la falacia instalada por Alfonsín del pacto “militar-sindical”, se conmovía ante la aparición de enterramientos clandestinos, como decía una canción, solo buscaba “algo de paz”.
En diciembre de 1984 se convoca a un congreso del Partido Justicialista en el Teatro Odeón de Capital Federal que termina en un escándalo, unos 347 delegados de los 670 convocados, luego de agredir por ejemplo a Carlos Menem, elige una conducción encabezada por Isabel Perón como presidente, José María Vernet y Lorenzo Miguel como vicepresidentes y Herminio Iglesias como secretario general, los disidentes hicieron su propio congreso en la localidad puntana de Río Hondo, el 2 de febrero del año siguiente, si bien mantuvo la presidencia de Isabel, elige como vicepresidentes a Oraldo Britos, Carlos Corach y al dirigente de los taxistas Roberto García.
Finalmente en julio de 1985 se realiza un congreso de unidad en La Pampa, donde se ratifica la presidencia de Isabel y son designados vicepresidentes Vicente Saadi, Jorge Triaca y Alberto Rodríguez Saá, conservando Herminio Iglesias la secretaría general.
Aparecía en el horizonte la autodenominada “Renovación peronista” que cuestionaba duramente a la vieja guardia sindical encarnada en Miguel, Iglesias y otros y muy especialmente su conducción en el PJ, la integraban Antonio Cafiero, Carlos Menem, Carlos Grosso, José Manuel De la Sota, Jorge Busti y otros.
Lo que había era una clara lucha por el poder partidario, las diferencias eran mas formales que sustantivas, todavía se sostenía la presidencia de Isabel Perón, mas que nada como homenaje a sus largos años de cautiverio y la dignidad con que los asumió, pero se pretendía desplazar al sindicalismo de su peso en el partido, se apoyaron en la campaña de desprestigio que el alfonsinismo y el aparato cultural porteño instalaron en la campaña electoral (películas como “La República Perdida” I y II, “No habrá mas penas ni olvidos”) y pese a estar acompañados por dirigentes sindicales notorios por su colaboracionismo con la dictadura (Jorge Triaca y Ramón Baldassini), buscaron desplazarlos de todo poder partidario.
Al que esto escribe le tocó escuchar de boca de un notorio dirigente renovador porteño la frase “La gente no quiere saber nada con los sindicalistas, no quiere ver a negros con campera de cuero en las listas, es la hora de otro perfil, traje y corbata, discursos moderados y serenos y nada de enfrentamientos o kilombo”, creo que constituye una síntesis del pensamiento dominante, a eso se limitaba el cuestionamiento, nada de revisar las defecciones del pasado, nada de recuperar el legado de Perón que había sido ocultado en las postrimerías del último gobierno, nada de recuperar la vocación mas transformadora del peronismo, se hablaba claramente de “Una democracia de alternancia entre una fuerza mas socialdemócrata (la UCR) y otra mas socialcristiana (el PJ)”, se habían terminado los días de hablar de “revoluciones”, nada de hablar de la deuda externa y menos de la Guerra de Malvinas.
Sería largo enumerar las características del sesgo que fue tomando la Renovación, el debate sobre la aceptación o no del laudo papal sobre el conflicto con Chile por el Canal de Beagle quizás lo explique, el peronismo se dividió entre el rechazo al mismo, sin una propuesta alternativa, o el apoyo (explícito o silencioso) del resto, es que reinaba un democratismo hueco, meramente institucionalista, que hubiera partidos políticos, elecciones, libertades públicas, sin asumir que las crisis institucionales, los golpes militares, eran la expresión de una crisis mas profunda, del conflicto entre dos modelos de país, de un modelo dependiente, semicolonial y oligárquico y otro que pretende la soberanía nacional, la autodeterminación, la independencia y defiende un esquema productivo autónomo y con inclusión social. Se lo simplificó en un esquema de gobiernos democráticos o dictaduras militares, por ende había que defender la “Democracia”, aunque cuarenta años mas tarde estemos viviendo su crisis por no haber avanzado sobre los temas de fondo.
En 1985 se realizaron elecciones de medio término, en la Provincia de Buenos Aires triunfó la UCR con el 40% de los votos, pero la noticia fue que en la interna entre “Renovadores” y “Ortodoxos” del peronismo, se impusieron los primeros, que encabezados por Antonio Cafiero derrotaron a los segundos, encabezados por Herminio Iglesias, los primeros obtuvieron el 27% de los votos contra el 12% de los segundos.
Desde allí hasta 1988, la renovación se adueñó de la conducción del peronismo, logró derrotar en numerosos distritos a la UCR en 1987, se mostró como garante de la democracia ante las sublevaciones de los militares “Carapintadas” encabezados por Aldo Rico y si bien hubo un discurso cuestionador, por ejemplo, de la política en materia de deuda externa, cuando el alfonsinismo envió al Congreso Nacional dos proyectos de ley para privatizar Aerolíneas Argentinas y Entel, fueron rechazados pero no por cuestionar las privatizaciones, sino porque se harían por venta directa y no por licitación.
Finalmente en 1988, en la única y última elección interna democrática realizada para definir la fórmula presidencial para las elecciones de 1989, Carlos Menem, que había construido su espacio con los “sobrevivientes” de la ortodoxia, como el sindicalismo y las 62 Organizaciones, con un discurso mas disruptivo y parecido a la tradición peronista (Revolución Productiva y Salariazo), pero básicamente con un vínculo directo con las grandes mayorías populares de las provincias, derrotó ampliamente a Antonio Cafiero que supuestamente manejaba el “aparato” partidario y gobernaba la provincia mas grande del país, Buenos Aires, pero cuya imagen atildada y “porteña” sumada a un discurso demasiado parecido al alfonsinismo y crudamente denostador, en el caso de su candidato a vicepresidente José Manuel De la Sota, de las “tradiciones” del peronismo, como era el caso de las 62 organizaciones, le alejaron el voto peronista.
Perón dijo alguna vez que la política real era la política internacional, que las políticas locales expresaban, de alguna manera, y con los matices de cada país, esas grandes corrientes mundiales, en esos años se produjeron verdaderos terremotos en un mundo que durante los últimos 40 años había tenido un crecimiento económico sostenido, había visto la aparición del “Estado de Bienestar” en los países centrales, y si bien había sufrido la Guerra Fría, el equilibrio atómico y el temor a la destrucción global alejaron las hipótesis de conflicto, permitieron florecer los procesos de descolonización y vieron desaparecer el viejo imperio británico y las antiguas colonias francesas y holandesas en Asia y Africa.
Surgen dos figuras claves, la de Ronald Reagan en EE.UU y la de Margaret Thatcher en Inglaterra y con ellas la llamada Revolución Conservadora en el capitalismo, el auge de los negocios financieros, que se disparan con los llamados “Petrodólares”, fruto de la crisis del petróleo de 1974 y las gigantescas ganancias de los países petroleros ante la suba del precio del barril que fueron a parar masivamente a los bancos de las potencias dominantes, generando un negocio especulativo que comenzaba a tener una racionalidad propia, alejada de la actividad productiva, junto con la multiplicación de los paraísos fiscales que permitían la evasión de las ganancias hacia lugares que no preguntaban el origen o la titularidad de esos fondos, no se pagaban impuestos, se multiplicaban las ganancias y todo ello sin necesidad de montar fábricas, pagar salarios o sostener sistemas de seguridad social, todavía no habían aparecido los recursos tecnológicos que años mas tarde darían lugar a las “fintech” o al llamado Tecnofeudalismo , parido por la crisis del 2008, pero esa es otra parte de la historia.

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