¿Cómo pudimos llegar a esta situación? Parte 5

   Por Omar Auton

“Estás llamando a un gato, con silbidos”

“Todo un palo”, (Solari-Beilinson)

La hora de los predicadores

   Una de las preguntas más frecuentes cuando uno participa de un debate, una charla o una simple reunión de amigos es ¿Pero y quién va a liderar? Y en ese momento uno comienza una larga perorata, robando frases del Papa Francisco (“El camino es de la periferia hacia el centro y de abajo para arriba”) tratando de no ofender a nadie pero manifestando la convicción que si los liderazgos, son por naturaleza parciales, de un sector, por oposición a la conducción que apunta al conjunto, en este momento además, están todos fuertemente cuestionados y no solo representan una fracción solamente sino que reciben un rechazo manifiesto del resto, por lo tanto, no es por ahí.

   Uno no desconoce las trayectorias y trascendencia que cada uno de ellos, con sus más y sus menos puede tener, pero creo que todos aquellos que han tenido o aspirado a las máximas responsabilidades del país y en consecuencia son objeto de un gran rechazo de las grandes mayorías de los argentinos, más allá de los mayores o menores porcentajes de adhesión que aún reciban, son minoritarios.

   Y lo son porque salvo sus más fervorosos adherentes, sus círculos íntimos y los aspirantes a ocupar cargos en la cosa pública, el resto de los argentinos puede conservarles cierto cariño o reconocimiento parcial, pero los responsabiliza por no haber sido capaces de llevar al país a un destino mejor, quizás reconoce aciertos pero el balance es negativo para el 60 o 70% del pueblo argentino y lo que es peor aun los que les reconocen cosas positivas se molestan cuando solamente se les recuerda ese pasado, nadie propone un camino de futuro y cuando hablan no son creíbles porque la gente piensa o dice ¿Y si sabían lo que había que hacer porque no lo hicieron antes?.

   Aseguro que trato de ser lo más objetivo posible y no apunto a nadie en particular, pero aquellos que detentaron las más altas magistraturas deben asumir, de una vez por todas, su responsabilidad en el fracaso de la democracia que supimos recuperar en 1983, fracaso que nos condujo a ser presididos por un megalómano y fanático, sospechado de serias perversiones y alteraciones graves de su psiquis, que además es un cipayo convencido y con excesos vergonzosos de lacayismo, rodeado de una corte de ladrones, estafadores y sinvergüenzas que ya han sido protagonistas del saqueo de la patria con De La Rúa y Macri, que han endeudado a la Argentina a niveles récord y volvieron para hacerlo de nuevo, total se van a escapar antes de la catástrofe a sus domicilios en el extranjero y a sus empleos en bancos o grupos financieros.

   No pretendo jubilar a nadie y no voy a entrar en aquello de “No son Peronistas” o descalificaciones, al fin de cuentas si alguna vez confiamos en ellos es porque merecieron o se supieron ganar la misma, creo que deben estar en la conducción del movimiento, participar en la “mesa grande” junto a gobernadores, la Confederación General del Trabajo, los movimientos sociales, intendentes, jefes de bloques parlamentarios, debatiendo las estrategias: en primer lugar de reconstrucción de la unidad del peronismo luego de años de una diáspora lamentable, luego de propulsar esa unidad en cada distrito, paralelamente elaborar un programa claro y concreto, que sea visualizado como un camino creíble de futuro y finalmente de definir las alianzas y los nombres, o llamar a elecciones internas si es necesario, que vayan a encarnar la oferta electoral de ese programa.

   Eso sí, nadie está dispuesto a seguir tolerando la dedocracia, la soberbia y el autoritarismo que caracterizó a cierta dirigencia en los últimos años, es intolerable que vuelvan a aparecer ciertos personajes con el discurso “estos son los candidatos que quiere… son estos o rompemos y si perdemos las elecciones no pasa nada, total los que ganen van a ser un desastre y nos van a venir a buscar”, palabras más, palabras menos, todos hemos escuchado cosas así a nivel nacional, provincial y hasta de las listas de concejales o partidarias.

   Durante mucho tiempo aquellos que quisieron competir no pudieron, no se los dejó (Randazzo en 2015, más allá de mi opinión sobre el personaje), cientos de listas fueron rechazadas en la provincia de Buenos Aires en otras elecciones, las autoridades partidarias las eligen los congresos partidarios ya que al no permitir otras listas hemos terminado en las “listas únicas” que están bien cuando son por el acuerdo de todos los sectores y no lo están cuando son el resultado del “manejo de la lapicera” por unos pocos o cuando no, por uno solo.

   Todo esto fue la consecuencia de liderazgos personalistas (Menem, Néstor y Cristina Kirchner) en un caso porque después de haber llegado a la candidatura mediante la interna más concurrida y participativa del Partido Justicialista en estos 40 años, abandonar la doctrina peronista y todas las promesas de campaña requería que la vida interna partidaria no existiera y en este siglo porque la desconfianza manifiesta que ambos líderes mostraban sobre las estructuras partidarias y cierto debate ideológico que se escamoteó, nos llevó a rotular la militancia partidaria como “pejotismo”, a abandonar los símbolos partidarios y hasta la marcha, alguna vez un connotado dirigente bonaerense y multiministro en varios gobiernos,  ante el cuestionamiento respondió “La marchita que se la metan en el c…”.

   Son miles los compañeros, militantes comprometidos y de muchos años en sus distritos, que fueron abandonando la militancia, cerraron las unidades básicas, no faltaron los que “vendieron” sus espacios al macrismo o más recientemente a Milei a cambio de prebendas. Cuando no se airean las estructuras, no se mueven las aguas del debate, aparecen los frutos podridos, pero el General Perón nos enseñó que las organizaciones como el pescado “Siempre comienzan a pudrirse por la cabeza”, así que los que estuvieron en ella que se hagan cargo de sus responsabilidades.

    Recientemente el pueblo peronista se enteró estupefacto y furioso, que quién había sido vicepresidente de la Nación, dos veces gobernador de la provincia, candidato a presidente en el 2015 (gracias a la prohibición de presentar listas opositoras en las PASO), e intentado ser candidato en el 2023 asumía como ministro del gobierno más cruel, antiperonista y entreguista de la historia, con un desenfado y exhibicionismo de su traición que repugna, ¿Cómo pudo semejante personaje ser candidato y ejercer cargos ejecutivos por el peronismo en los últimos 20 años con la aquiescencia de su dirigencia y que nadie ensaye una autocrítica? En menor medida lo mismo puede decirse de quién presidió el bloque peronista en el Senado durante muchos años y fue hombre de confianza de los gobiernos kirchneristas y en 2023 apareció como candidato a vicepresidente de Mauricio Macri y ahora encabece una bancada en diputados de “opositores amigables” a este gobierno miserable.

   Puedo comprender a todos los compañeros que asqueados de tener que poner la cara y explicar lo inexplicable ante cosas como las mencionadas, los hechos de corrupción, la falta de presencia territorial y el manoseo, se retiraron a sus casas y abandonaron la militancia, pero es la hora de ir a buscarlos, de convocarlos, de pedirles perdón y sumarlos a la tarea realmente ciclópea que nos espera.

   “Los cuadros peronistas no sólo deben ser hombres que trabajen para nuestro movimiento sino que también deben ser predicadores de nuestra doctrina. Todos los movimientos de acción colectiva, si necesitan de realizadores, necesitan también de predicadores. El realizador es un hombre que hace sin mirar al lado y sin mirar atrás. El predicador es el hombre que persuade para que hagamos todos, simultáneamente, lo que tenemos que hacer”

   Perón nos enseñó en “Conducción política” que tipo de hombres y mujeres necesita el movimiento y también nos dijo aquello del “bastón de mariscal que cada peronista lleva en su mochila”, sin embargo después de su muerte fuimos permitiendo que el movimiento se fuera eclipsando y fue emergiendo como único espacio de construcción política el partidario, contradiciendo nuestra tradición donde lo central era la construcción y fortalecimiento del Movimiento, porque esa era y es nuestra esencia, el Peronismo es un Movimiento Nacional de Liberación en un país semicolonial, no es un simple partido más del régimen, del sistema partidocrático que constituye la organización del modelo dependiente.

   Después de 1976, el peronismo perdió el rumbo, la Renovación de los 80, nos ofreció como camino el despojarnos de nuestras características más irritativas en lo ideológico, nuestras tres banderas, la tercera posición, la idea de conformar un polo latinoamericano que no se sometiera a los imperialismos de turno, la JUSTICIA SOCIAL como idea innegociable. Apareció el debate si debíamos acercarnos a la socialdemocracia o al socialcristianismo, variantes europeas más de derecha o de izquierda de un capitalismo triunfante y afirmado, Cafiero expresaba a un sector y Menem expresó al otro, llevando el alineamiento con EE.UU al extremo, al igual que los partidos socialcristianos en Europa y a través de sus fundaciones y usinas de pensamiento a toda Latinoamérica.

   Cuando la ola neoliberal se mostraba incontenible luego de la caída del muro de Berlín brillaban allá los Aznar, Blair, Sarkozy o Berlusconi y aquí los Menem, Collor de Mello, Sanguinetti, Siles Suazo, etc., cuando las crisis recurrentes arrasaban con esos procesos, aparecen los Hollande, Zapatero, Tsipras allá y Kirchner, Lula, Correa, Morales o Tabaré Vazquez. Es que como países dependientes nuestros destinos se modifican al ritmo de los cambios de la política mundial, de ahí la recurrencia de avances y retrocesos que tanto lamentan los intelectuales.

   Sin procesos de creciente autonomía, que exigen alianzas fuertes en nuestro subcontinente, y profundas transformaciones en lo interno no hay salida. Nadie habla de autarquías o de romper relaciones con las potencias, se trata de ir logrando mayores niveles de decisión propios, basados en nuestros intereses, como Brasil ha venido haciendo desde hace décadas, por ejemplo.

   Las experiencias de restauración colonial y dependencia feroz terminaron todas con crisis terribles, aumento de la miseria y exclusión y destrucción del aparato productivo, así pasó con Martínez de Hoz, Menem/Cavallo, De la Rúa /Cavallo, Macri y va a pasar con Milei, y a su vez las experiencias “progresistas” en la medida que no remueven las causas profundas de la crisis terminan con grandes fracasos y desilusiones populares, así 2015 nos dejó pensando cómo se pudo hacer retroceder tanto el país en poco tiempo luego de 12 años de gobiernos kirchneristas y el período 2019-2023 nos sumió en el paroxismo del internismo, la mediocridad y la falta de coraje y conducción, inéditos en un gobierno supuestamente “peronista” aunque Alberto Fernández se declaraba “socialdemócrata”.

   Digo que es la hora de los predicadores porque hay que retomar nuestra doctrina en su identidad más profunda y en sus valores originarios, e ir a buscar al pueblo peronista, al que hemos dejado sin verdadera representación en los últimos 42 años, a los comerciantes que han sido o son arruinados por el proyecto de entrega del patrimonio nacional, a los empresarios que quieren producir, competir y exportar, reclamando el apoyo de su Estado, como ocurre en todos los países desarrollados, a los trabajadores, registrados o no, que ven morir sus esperanzas y proyectos de vida ante el retroceso del salario y el empleo, a los jóvenes que ni piensan en un futuro, en tener su casa, su familia, poder tener esperanzas en un mañana mejor, en los productores agropecuarios a los que hemos escarnecido, confundiendo a todos con los grupos concentrados, restaurar la unidad de nuestra Comunidad. 

   Solo el peronismo puede encontrar y proponer un camino diferente, serio, fundamentado, coherente y creíble, pero para eso necesita dejar de ser un partido más del sistema dependiente, construir una dirigencia nueva y profundamente fiel a su doctrina desterrando a los mercaderes que hoy usufructúan los sellos partidarios, socios menores del cipayaje gobernante.

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