¿Quién puso la primera bomba? La violencia política en Argentina

El 15 de abril de 1953, militantes universitarios radicales, pusieron dos bombas en una concentración de Plaza de Mayo con un saldo de 6 muertos y 100 heridos.

Por Aldo Duzdevich*

¿Quién puso la primera bomba? La violencia política en Argentina

Hace más de un año cuando inicie esta serie de notas en LMNeuquén, intentaba indagar sobre la violencia política en Argentina que tuvo su pico en la década del 70. Por fijar una fecha arbitraria comencé por la Revolución del Parque en 1890. Allí nacieron los “boinas blancas” un distintivo de la Unión Cívica, que usaron para diferenciar los bandos en el combate.

La naciente Unión Cívica regó con su sangre el camino de llegar al voto secreto y universal de la Ley Sáenz Peña. Luego escribí sobre las tres de las peores represiones a obreros, que registra nuestra historia: la “Semana Trágica”, la “Represión en la Patagonia” y la “Forestal, todas durante el gobierno de Don Hipólito Yrigoyen.

En mi nota de la semana pasada rescaté positivamente la conducta de Alfonsín y el radicalismo ante la rebelión militar de Semana Santa de 1987. Justamente Roque Carranza uno de los autores del atentado de 1953, fue ministro de Alfonsín, hasta su fallecimiento en 1986.

Alguno se preguntará cuál es mi opinión final de los radicales. Pues mi opinión es que: se equivocan quienes piensan que la historia transcurre en blanco y negro. La realidad dice que la historia transcurre en una infinita gama de grises. La lógica binaria aplicada a la historia y la política, además de poco inteligente, paraliza e impide avanzar hacia objetivos superiores.

Blanco o negro, buenos o malos, son simplificaciones válidas en las películas de cowboys o cuentos infantiles; pero no sirven para entender la complejidad de los procesos político-sociales. Por eso, estudiar la historia, amplía nuestro conocimiento y comprensión, y nos ayuda a discernir el presente con mayor amplitud, para poder proyectar el futuro.

Después de haber sido partícipe y pregonero de la violencia política de los 70, estoy convencido que, al nunca más de los golpes militares, hay que agregarle el nunca más del atajo rápido de la violencia política, que lleva por ejemplo, al reciente intento de matar a una vicepresidenta.

Los Comandos Civiles

Dice la historiadora Mónica Inés Bartolucci : “Hacia finales del gobierno de Juan Domingo Perón, miembros de diferentes partidos políticos (…) junto a estudiantes universitarios mostraron un decidido grado de violencia contra lo que sentían como un proceso de “peronización compulsiva”. Esa confrontación implicó que un conjunto de hombres jóvenes, con buen grado de violencia en los discursos (…) se juntaran en organizaciones clandestinas , para enfrentar lo que consideraron un “régimen” y hablar en nombre del “amor a la patria” o, del “odio a Perón”.

La Licenciada María Sofía Vasallo dice: “En agosto de 1951, civiles que conspiran contra Perón, encabezados por Juan Ovidio Zavala (dirigente radical de procedencia universitaria) colocan “caños” de gelinita sobre las vías y provocan destrozos. Zavala conduce un grupo llamado “Quinto Regimiento”. Su “comisión técnica”, integrada por estudiantes de Ingeniería y de Química, fabrica bombas en un laboratorio céntrico. Zavala edita periódicos clandestinos e interfiere las ondas radiales. Ya había cometido varios atentados contra el peronismo: una granada (que no estalló) para descarrilar un tren de campaña que movilizaba a Perón en las elecciones de 1946; una bomba de humo, guardada en una petaca, en una función de gala en el Teatro Colón para importunar la presencia de Perón y Evita; una bomba contra el consulado español y una herida de bala contra un policía.”

El 28 de septiembre de 1951 se produce el intento de golpe encabezado por el general de brigada Benjamín Menéndez, con importante apoyo de sectores civiles.

A comienzos de 1952, el Servicio de Informaciones de la Aeronáutica logra desbaratar un plan para tomar la Casa Rosada y matar a Perón y a su esposa, comandado por el Coronel José Francisco Suárez.

Recordemos que en noviembre de 1951, en las elecciones presidenciales para el período 1952-1958 Perón obtiene 4.745.157 votos contra 2.706.688 de los candidatos de la Unión Cívica Radical, los conservadores, comunistas y socialistas juntos. Perón consigue dos millones más que todas las fuerzas políticas opositoras juntas. Es decir que más allá de las críticas que se le pudiera hacer, un gobierno que gana con el 63,5 % de los votos, no puede ser considerado no-democrático.

El clima social, inflación y especulación

Dice Vasallo : “Entre 1946 y 1948 los salarios reales aumentaron casi el 40%, alcanzando niveles inéditos. La capacidad de compra de los argentinos se incrementó considerablemente. Mejores salarios para la mayoría, trajo como consecuencia que, muchas veces, no se consigan los productos que han comenzado a poder pagar. Hay desabastecimiento y largas colas en los comercios. El costo de vida sube en forma sostenida entre 1945 y 1951, con una creciente inflación anual. El gobierno argentino enfrenta estos problemas aumentando el control de la actividad económica. El Congreso sancionó dos leyes: en agosto de 1946 (12.830) y abril de 1947 (12.983) . La primera le confiere al Poder Ejecutivo la autoridad suficiente para fijar precios máximos, restringir las exportaciones y racionar los permisos de importación. La segunda ley permite a los funcionarios congelar los precios, embargar mercadería y encarcelar a sospechosos de especuladores por un plazo de hasta 90 días.(…) Los castigos incluyen cientos de pesos en multas, clausuras de negocios por períodos de 5 a 10 días y condenas de 15 a 30 días de prisión.”

Como vemos, 70 años después, se repiten los mismos problemas y similares intentos de solución. Solo que en 1953, las medidas eran bastantes más duras que hoy. El diario Crónica del 15 de abril de 1953 titula en tapa: “Son 667 los comerciantes que están detenidos en Villa Devoto”. En el texto dice “hoy fueron clausurados 35 comercios, cuyos propietarios han sido remitidos a la cárcel.” Y agrega que “fueron decomisados cinco mil cajones de manzanas sustraídas de la venta por los mayoristas Vicente Grasso, Angel Viventi y Antonio Anti, quienes fueron detenidos.”

El desabastecimiento se siente principalmente en la carne, pues los ganaderos obtienen mejor precio en la exportación, que en el mercado interno. Por la misma razón falta trigo, lo que lleva a popularizar el pan negro ( el que hoy comemos para hacer dieta), también se establecen cupos de nafta, y se racionaliza la electricidad con cortes selectivos. La inflación llega al 27% anual, un número muy alto en aquellos tiempos.

En ese marco, la CGT convoca a una gran movilización en Plaza de Mayo, para apoyar al gobierno en su lucha contra el agio y la especulación.

Tres bombas contra la multitud inadvertida

Según investigó Daniel Brion: “El local, de la firma Redondo Hnos., ubicado en la avenida Jujuy 47/51, era el centro de actividades del grupo. Allí solían fabricar bombas, redactar panfletos antiperonistas y organizar reuniones políticas clandestinas.

El miércoles 14 de abril, en ese lugar, el ingeniero Roque Carranza armó tres bombas de diferente poder destructivo. La más pequeña tenía 30 cartuchos de gelinita y fue destinada al Hotel Mayo, ubicado en la esquina de Defensa e Hipólito Yrigoyen y que se encontraba en refacciones. Otra algo más potente, armada con 50 cartuchos de gelinita, fue colocada en el octavo piso del Nuevo Banco Italiano, en Rivadavia 409 (actual Banco Francés). Ésta finalmente no estalló, por defectos en el mecanismo de relojería. La última y más poderosa, que contaba con 100 cartuchos, fue colocada en la estación Plaza de Mayo de la línea “A” de subterráneos.”

Muchos de quienes a veces concurrimos a este tipo de manifestaciones masivas, donde la gente se amontona codo con codo, alguna vez pensamos, “que pasaría si un loco pone una bomba aquí”. Ese jueves 15 de abril de 1953, unos locos pusieron dos bombas, que explotaron justo cuando Perón hablaba desde los balcones de la Casa Rosada.

El acto era una tradicional fiesta peronista, con sus cánticos y carteles desplegados. Primero habló el Secretario General de la CGT Eduardo Vuletich. Luego tomó la palabra Perón. Llevaba 14 minutos de discurso cuando estalló la primera bomba en el Hotel Mayo. Una de las cortinas metálicas fue arrancada de cuajo y muchas ventanas y vidrieras quedaron destruidas. Desde el balcón se escuchó y vio la explosión, el tumulto de gente asustada y herida. Durante unos minutos se pudo ver al General Perón impartir indicaciones a algunos funcionarios que estaban junto a él, mientras levantaba sus brazos con la intención de infundir calma en el público. La multitud compacta de la plaza no se movió pero los cánticos mutaron hacia la bronca y el enojo.

Perón retomó el discurso: “Compañeros: estos, los mismos que hacen circular los rumores todos los días, parece que hoy se han sentido más rumorosos, queriéndonos colocar una bomba…”. En ese instante se escuchó otro estallido, mucho más potente que el anterior: era la bomba colocada en la estación Plaza de Mayo, de cuyas bocas de acceso comenzó a emanar humo.

Por suerte la que pudo ser más letal, la del Banco Italiano, por la altura y la voladura de mampostería que podía desparramar sobre la gente parada en Avenida Rivadavia, no estalló, y recién fue encontrada un mes después, por la información de los autores del hecho.

El saldo fue de seis muertos y cerca de cien heridos, 19 de ellos mutilados. Por suerte (como se hace en los actos actualmente) la estación Plaza de Mayo del Subte A, estaba cerrada al publicó por el acto. Esto evitó que la cantidad de muertos fuese muy superior. Los fallecidos fueron: Santa Festigiata D’Amico (italiana de 84 años), Mario Pérez (empleado de Transportes de Buenos Aires), León David Roumeaux (dirigente del gremio de los madereros), Osvaldo Mouché, Salvador Manes y José Ignacio Couta.

Las imágenes de los muertos y heridos, generó una ola de bronca e impotencia en la multitud, que por momentos contagió al orador quien se dejó ganar por el enojo y tuvo palabras muy fuertes, que al final rectificó. Luego Perón siguió con su discurso y se extendió largamente sobre la inflación y el desabastecimiento, propuso establecer el control de precios y convocó a los trabajadores a cuidar los precios y controlar las medidas especulativas. También se refirió a la corrupción de los funcionarios, sosteniendo que sería inflexible y que irían a la cárcel.

Cerca del final de su discurso volvió a referirse al atentado diciendo: “Señores: aunque parezca ingenuo que yo haga el último llamado a los opositores, para que en vez de poner bombas se pongan a trabajar en favor de la República, a pesar de las bombas, a pesar de los rumores, si algún día demuestran que sirven para algo, si algún día demuestran que pueden trabajar en algo útil para la República, les vamos a perdonar todas las hechas.”

En el cierre del discurso, el Presidente pidió a los trabajadores que «regresen a sus casas» y sostuvo: “Compañeros: como en la horas más críticas de nuestra lucha en 1945, pediré a todos los compañeros que, como entonces, estén activos y vigilantes; pediré a todos que vayan al trabajo confiados y decididos. Todos los problemas que puedan presentarse, se resuelven produciendo. A esos bandidos los vamos a derrotar produciendo, y a los canallas de afuera los vamos a vencer produciendo. Por eso, hoy como siempre la consigna de los trabajadores argentinos ha de ser: producir, producir, producir.”

Los incendios por la noche

Al finalizar el acto los grupos más indignados y exaltados por la tropelía de sangre cometida por los comandos antiperonistas, fueron a desquitar su bronca contra algunos sitios emblemáticos símbolos del antiperonismo. La sede del Jockey Club fue prendida fuego, igual suerte corrieron la sede del Partido Socialista, en Rivadavia 2150; la Casa Radical, en Tucumán 1660; y la sede del Partido Demócrata Nacional, en Rodríguez Peña 525. Para la prensa y los historiadores antiperonistas, por supuesto lo trágico y grave fueron los incendios y no el demencial acto de terrorismo contra una multitud indefensa.

Los autores del atentado terrorista

El hecho de detonar bombas en medio de una multitud, claramente califica como acto de terrorismo indiscriminado. Dos años después, vino el bombardeo a Plaza de Mayo con 309 muertos y 800 heridos. Fue el odio antiperonista que inspiró y ejecutó estos dos atentados únicos en la historia argentina. Lo indiscriminado implica que está dirigido contra cualquier persona, viejo, joven, niño, que se encuentre cerca.

Un mes después cuando intentaban fugar al Uruguay fueron detenidos: Arturo Mathov, Roque Carranza, Carlos González Dogliotti, juzgados como autores materiales. Otros acusados de participar fueron: Jorge Firmat, Federico Gotlling, Miguel Ángel de la Serna, Rafael Douek ,los hermanos Alberto y Ernesto Lanusse, y el capitán Eduardo Thölke, quien les proveyó los explosivos.. Mathov y Carranza en los años siguientes fueron destacados dirigentes radicales. Paradójicamente el gobierno radical homenajeó al Ingeniero Roque Carranza, autor del peor atentado terrorista en el subte, poniendo su nombre, a una estación de subte.

¿Quién puso la primera bomba?

Es un título tramposo. En realidad, no debería ser tema en disputa, quién disparó primero, cuantos agravios hubo antes del primer disparo o de la primer bomba. Como sostuve al inicio, la historia no es blanco y negro, buenos y malos; sino que se desarrolla en una infinita gama de grises. Pero además, es necesario estudiarla para conocerla e intentar comprenderla para no repetirla. Perón decía hay que estudiar la historia para aprender del error ajeno, porque el error propio llega tarde y cuesta caro.

A mi criterio, lo importante no es quien puso la primer bomba. Lo realmente importante, sería cómo construimos un pacto civilizado dentro del cual poder dirimir nuestras diferencias, sin bombas, ni pistolas disparando a la cabeza de otros argentinos o argentinas.

P/D Esta es la nota número 100 que escribo en los domingos de LMNeuquén. Quiero agradecer a su Director Juan Carlos Schroeder y su Editor General: Ángel Casagrande, por el espacio que me dan y la libertad de escribir sobre lo que quiero; y además por retribuir mi trabajo intelectual, cosa difícil de obtener en estos tiempos.

*Autor de Salvados por Francisco y La Lealtad-Los montoneros que se quedaron con Perón.

https://www.lmneuquen.com/neuquen/quien-puso-la-primera-bomba-la-violencia-politica-argentina-n1012464

Carta de Perón a Kennedy (1962)

¿Qué problema es más grave de cuantos tiene en la actualidad el pueblo argentino? -el de poder vivir con dignidad. ¿Cuál es el estado actual de los hombres de ese pueblo? -el noventa por ciento de ellos se encuentran sumergidos, porque mientras se congelaron sus sueldos y salarios, se han liberado los precios de los artículos esenciales y, en consecuencia, su poder adquisitivo no está en proporción a la necesidad. ¿Qué es lo que debe hacerse? -se comprenderá fácilmente que mientras subsista el actual estado de cosas, nada se conseguirá con enriquecer más a los ricos, como no sea hacer aún más odiosa la miseria en medio de la abundancia. Seria largo enumerar exhaustivamente cuanto se debe hacer para restablecer la justicia social que la mala fe de los actuales políticos ha destruido con las consecuencias que presenciamos, pero existe en el país una extensa legislación social que dejó el justicialismo y bastaría con que se cumpliera la mitad de esas leyes, que hoy son letra muerta, para que en muy poco tiempo cambiara la suerte del pueblo argentino y retornaran los días que todos añoran.

Ha de comprobarse minuciosamente el empleo que se haga del dinero que constituya la ayuda anunciada, estableciendo un control efectivo para que se cumplan las leyes sociales a que nos venimos refiriendo. Debe ser condición imprescindible el restablecimiento de los Convenios Colectivos de Trabajo y del Salario Vital Móvil, como asimismo la elevación inmediata de los salarios hasta ponerlos a nivel con el costo de la vida y el incremento de las fuentes de trabajo. En el pueblo, escéptico ya por la acción de sucesivos engaños, nada se conseguirá silos efectos no se hacen sentir en forma inmediata y sostenida.

No contribuyan ustedes con nuevos errores a que la infamia se siga consumando. Si realmente se intenta ayudar al pueblo argentino, no lo hagan a través de un gobierno que ha demostrado ser su peor enemigo, como tampoco por intermedio de las empresas que han sido las causantes de la actual explotación y miseria, háganlo por las organizaciones sindicales que son las únicas que lo representan y los órganos naturales en la defensa de los intereses populares y profesionales, que no sólo pulsan mejor las necesidades de la masa, sino que también son las instituciones más serias y responsables del país…»

(…) Sin embargo, la situación argentina se arregla en seis meses si se procede atinadamente y en vez de hacer política de comité se dedican los esfuerzos a gobernar con orden, terminando con la anarquía política actual que provoca el mismo gobierno con sus pasiones y desatinos. Porque, al contrario de lo que muchos creen, la crisis argentina actual es más política que económica y social. La pasión política que la violencia del gobierno ha provocado es el origen de todos los males porque el pueblo desalentado ha «bajado los brazos» y las organizaciones políticas y gremiales en permanente lucha, consumen sus energías en, neutralizar las violentas provocaciones del gobierno en vez de colaborar en la tarea común.

En último análisis se trata de una crisis de trabajo: destruido el poder adquisitivo de las masas por el envilecimiento de los salarios, el ciclo económico ha entrado en una grave atonía que ha repercutido catastróficamente en el comercio, la industria y la producción, produciendo no sólo graves quebrantos financieros a la economía privada, sino también provocando un elevado índice de desempleo y disminución progresiva de salarios que ha desanimado a la mano de obra y al trabajo. Semejante circulo vicioso ha provocado asimismo una marcada espiral inflatoria, provocada por un aumento desconsiderado de los precios, que ha roto toda relación entre los salarios y el costo de la vida, en lo que ha colaborado negativamente el gobierno mediante un empapelamiento sin precedentes por emisiones desenfrenadas de dinero.

Los males que aquejan a la Nación Argentina no se ocasionan en falta de riqueza, sino en una terrible desorganización de la misma y del trabajo nacional. No se necesita dinero para remediarlos sino trabajo, trabajo y más trabajo. Para lograr esto no es suficiente con comprenderlo, sino que es necesario poderlo realizar. Los actuales hombres de gobierno no tienen la autoridad moral suficiente ni el predicamento necesario ante la masa popular para lograrlo. Ese es el verdadero problema cuya solución no ha de alcanzarse hasta tanto los hombres y las condiciones no cambien.

Sintéticamente expuesta, ésta es la situación argentina, en relación con el problema que tanto preocupa a su gobierno. He acotado también muy sintéticamente nuestro pensamiento que, puedo asegurar, es también el del pueblo argentino. Me resta pedirle disculpas por la rudeza de mis expresiones pero siempre he creído que la verdad habla sin artificios. Le ruego que, con mi más alta consideración, acepte mi saludo.»

FRAGMENTOS DE LA CARTA QUE LE ENVIARA JUAN PERÓN AL PRESIDENTE J.F.KENNEDY (Julio de 1962)

EVA PERÓN: ENTRE LA SACRALIZACIÓN Y EL MITO

Por Francisco José Pestanha 

 “El futuro que, sin lugar a duda, recordará y juzgará el destino admirable de esta mujer, advertirá que no usufructuó ella de las circunstancias, sino que las circunstancias usufructuaron de ella, como lo hace invariablemente la Historia con las vocaciones (o llamados) individuales que la misma historia usa, y con los cuales realiza o pone “en acto” sus acontecimientos posibles. Eva Perón escuchó ese llamado y respondió a él con heroica fidelidad. ¿Y qué provecho sacó de las circunstancias? La vigilia, el cansancio, la enfermedad y la muerte».

Leopoldo Marechal

La vida, la obra y la muerte de Eva María Duarte (la fe de bautismo data el 21 de noviembre de 1919 bajo el folio 495 emitida por la Capellanía Vicaria de Nuestra Señora del Pilar, Partido de General Viamonte [1]), estuvieron y aún se encuentran sujetas a una serie de manifestaciones socioculturales, sobre las cuales bien vale hacer breve referencia al conmemorarse un nuevo aniversario de su precoz agonía.

– Evita sacralizada –

Mientras una acepción corriente del vocablo “sacralizar” nos remite a un procedimiento mediante el cual suele asignarse o atribuirse carácter sagrado a un elemento o individuo, para nuestro devenir indo-afro-ibero-americano, la sacralización constituye a la vez un fenómeno frecuente, una forma de expresión profundamente arraigada en el sentir y en el obrar popular que, reconocemos, adquiere ribetes complejos. Numerosos autores vinculados a esa matriz epistemológica que en el país constituye el “Pensamiento Nacional” nos han enseñado que en nuestra región, la sacralización constituye un instrumento a través del cual los sectores populares no solamente suelen volcar sus devociones, sino también ciertas expectativas y en cierto sentido además, sus peculiares derroteros. 

Rodolfo Kusch, uno de los pensadores argentinos más originales, sentenciaba al respecto en su valiosísima obra “América profunda” que “…cuando un pueblo crea sus adoratorios, traza en cierto modo en el ídolo, en la piedra, en el llano o en el cerro su itinerario interior…” [2].

De esta forma las circunstancias a las que refiere Marechal en el encabezado y que según él “se aprovecharon de Eva”, no hacen más que ratificar que la sacralización en nuestra América no solo contribuye a reforzar el sentido histórico del sujeto sacralizado, sino que además, lo instituye en presente y en futuro viviente. Arturo Jauretche, en plena sintonía, sostendrá en alguna oportunidad respecto a Evita que “… hay seres en los que se mete la historia y se expresa a través de ellos como si quisiera símbolos vivos que inútilmente la inteligencia trata de explicar”.

– Evita mitificada –

Sobre la abanderada de los humildes ha recaído, además, otro tipo de dispositivo de características no tan originales e imperecederas como el descrito precedentemente, y que supone en alguno de sus sentidos, el despliegue de una operación intelectual tendiente a transformar hechos acontecidos efectivamente o inventados, en relato creíble o plausible aunque la veracidad de tales circunstancias no pueda ser comprobada. 

Me refiero especialmente a la mitificación. Entre otros aspectos mitificados del transcurrir de Evita, hay cuando menos dos a los que suele apelarse con cierta frecuencia y que, a nuestro criterio, han contribuido a desnaturalizar la realidad acontecida. El primero nos vincula a la afirmación de que Evita encarnó per se la efervescencia justicialista, y que su pasión revolucionaria la llevó a ejercer una especie de jacobinismo contrastante con el conservadurismo de quien fuera en vida el conductor del justicialismo. 

El segundo, que su prédica y acción pueden ser perfectamente separadas o disociadas de las del mismísimo Perón, con quien habría mantenido diferencias inconciliables. 

El primero, llevado a extremos, ha llevado a compañeros de fuste como Roberto Surra a sostener que, ante la imposibilidad de negar a Evita, ciertos sectores que en su tiempo la repudiaron y la combatieron, empezaron a exaltarla, “…llegando al colmo de presentarla como a una dama que, látigo en mano, dominaba a su macho (Perón), quien es presentado por esta particular y pintoresca visión de la historia como un timorato dominado por su miedo de perder el poder y temeroso del carácter de su mujer”[4].

He aquí una de las formas que ha asumido el evitismo: un verdadero “artilugio intelectual de manual”, cuyo fin último estuvo orientado a minusvalorar y opacar la obra y la figura de Perón, recurriendo al enaltecimiento acrítico de Eva. Sobre la vida de la jefa espiritual del peronismo, mucho se ha escrito. Alguno de los textos ha aportado valiosísima información y rectificado otra que durante un tiempo fue aceptada sin constatación alguna. Otros constituyen simplemente un verdadero sancocho. Pero de la simple lectura de las obras más serias escritas sobre ella, como del testimonio de los hombres y mujeres que la acompañaron de cerca hasta su muerte, como de sus propios textos que constituyen su herencia, como la comprobada “La razón de mi vida” o el otrora cuestionado “Mi mensaje”, surge incontrastablemente que Evita encarnó la revolución “…no como un acto propio o un gesto individual, sino en el contexto de Juan Perón, su doctrina y su pueblo en marcha hacia la liberación”[5]. 

Ella misma afirmará tajantemente al respecto, tal vez recurriendo a una voz excesiva, pero plenamente sentida, que: “Todo lo que soy, todo lo que tengo, todo lo que pienso y todo lo que siento es de Perón”. No existe así testimonio o prueba alguna de que Eva Perón hubiese concebido la revolución peronista sin Perón. 

El segundo de los ardides está orientado a obliterar ese verdadero lazo amoroso que unió a la pareja y la admiración mutua que se prodigaron. 

Desde facciones provenientes especialmente desde un materialismo mistongo, se intentó presentar a la pareja como el producto de una relación de medios a fines, donde ella, en oportunidades, aparecerá como uno de los instrumentos a los que apeló Perón para concretar alguna de sus inconfesables intenciones, y en otras, en menor medida, donde él será presa de las ambiciones extremas de “esa mujer. Nada más alejado de la realidad. 

Más allá de las naturales y lógicas desavenencias que toda pareja sufre en su devenir, en especial cuando se trata en el marco del poder y de las cuales casi ningún vestigio comprobable ha quedado, todos los relatos coinciden en que su relación fue próspera e indestructible, aun a pesar de complejísimas circunstancias históricas y personales que les tocó compartir.

En “Mi Mensaje”, [6] obra póstuma afortunadamente autenticada judicialmente gracias a los ingentes oficios de Fermín Chávez, entre las previsiones conspirativas respecto a sectores de la jerarquía eclesiástica y sospechas similares respecto a militares, Evita ilustrará al lector sobre su lealtad a Perón y reafirmará el proyecto de vida que eligió vivir junto al conductor del justicialismo. Sostendrá allí taxativamente: “Quiero vivir eternamente con Perón y con mi Pueblo. Esta es mi voluntad absoluta y permanente y será también, por lo tanto, cuando llegue mi hora, la última voluntad de mi corazón. Donde esté Perón y donde estén mis descamisados, allí estará siempre mi corazón para quererlos con todas las fuerzas de mi vida y con todo el fanatismo de mi alma. Si Dios lo llevase del mundo a Perón antes que a mí, yo me iría con él, porque no sería capaz de sobrevivir sin él, pero mi corazón se quedaría con mis descamisados, con mis mujeres, con mis obreros, con mis ancianos, con mis niños…”

Algunos sobacos ilustrados han recurrido a otras artimañas para transfigurar el sentido histórico de Eva Perón. El ocultamiento de cierta información vital para comprender integralmente a Evita se convirtió en otra de las argucias preferidas. 

Entre otros tantos datos obliterados, se encuentra la profunda fe que nutrió su pensar y accionar. Afortunadamente, registros documentales y testimonios escritos y audiovisuales de, entre otros, su confesor y director espiritual Hernán Benítez y del poeta y amigo José María Castiñeira de Dios, permiten resguardar esa y otra información para las nuevas generaciones. Nadie seriamente puede dudar hoy de que sus creencias religiosas y la espiritualidad profesada por Eva fueron decisivas, y que su vida estuvo plagada de jirones vinculados a tales circunstancias. Eva, según coinciden sus principales biógrafos, mantuvo siempre una profunda fe y promediando su vida, llegó a profesar oración diaria. Valentín Thiebaut, uno de los referentes del legendario periódico oficialista “Democracia”, declarará oportunamente que, entrevistada respecto a las circunstancias de su viaje a Europa, Eva expresó que su encuentro con el Papa fue la etapa más impactante del viaje [7]. 

La influencia de tal encuentro y en especial la de Hernán Benítez, fueron decisivas en la concepción de esa fundación modelo que adquirió virtualidad categórica con posterioridad a aquel derrotero. Roberto Surra en el texto precitado sostendrá enfática e irónicamente que el “evitismo” es uno de los inventos más inteligentes y perversos que concibió la oligarquía para alimentar al anti peronismo. No hay nada más antiperonista que el evitismo, ya que supone una actitud independiente y hasta contrapuesta de los ideales de Perón. Y culmina: Quienes digan amar a Evita, pero no a Perón, deberían leer más, estudiar más, hacer memoria o ¡hacer terapia!

Sin llegar al extremo, las recomendaciones de Surra resultan oportunas para advertir a los lectores respecto a algunos libelos que circundarán en estos tiempos, emergidos inclusive de algunos cenáculos donde suele recalar cierta vulgata revisionista.

* Francisco José Pestanha: Es profesor titular del seminario Introducción al Pensamiento Nacional en la Universidad Nacional de Lanús. 

[1] En “Eva Perón sin mitos”, obra de Fermín Chávez publicada por la editorial Theoría en el mes de febrero de 1996, se halla incorporada, luego de la página 49, copia de la partida original.

[2] Kusch Rodolfo: “América profunda”. Editorial BIBLOS, Buenos Aires, 1999.

[3] Jauretche, Arturo Martín: “Juicios y testimonios”. Suplemento especial de la revista Dinamis. Año 1969.

[4] Surra, Roberto: “Algunas consideraciones en torno al evitismo y una anécdota: Evita ante Franco”. En http://www.nomeolvidesorg.com.ar.

[5] Castiñeira de Dios, José María: “El esfuerzo de Evita era, antes que una misión, una forma de realización personal”. Diario La Opinión, 26 de julio de 1972. Página 16

[6] Perón Eva, Mi mensaje, Ediciones del Mundo, Buenos Aires, 1987.

[7] Chávez Fermín: “Eva Perón sin mitos”. Editorial Teoría. Febrero de 1996. Página 188

De intentos fallidos y restauraciones exitosas

Por Omar Auton

Es indudable que nuestro gobierno exhibía, en 1955, síntomas de agotamiento, mas allá que la crisis económica generada por las sequías, el déficit energético, la ralentización del crecimiento y la inflación, habían sido controlados por el plan de estabilización de Gómez Morales y el tema petrolero parecía encaminarse con los contratos con empresas extranjeras, faltaba un partido político organizado y fuerte que diera la batalla frente a la oposición, hasta un sector de los diputados del Justicialismo, encabezados por John William Cooke se oponía a ratificar en el Congreso los contratos petroleros.

   Perón estaba en su plenitud política, pero comenzaba a mostrar cansancio ante la soledad que lo rodeaba a partir de la muerte de Evita, afirmaba estar rodeado de una corte de adulones y arribistas, fuera de él y algunos pocos más, faltaba el volumen doctrinario y el coraje para enfrentar a la reacción, en términos políticos ésta era un fantoche, el peronismo los aplastaba en cualquier elección, pero los sectores mas reaccionarios de la iglesia y las embajadas, británica y de EE.UU, operaban para fracturar el apoyo mas homogéneo, hasta ese momento, las FF.AA.

   El golpe de 1955 fue la expresión de esos factores, Perón quiso evitar una guerra civil, impresionado por lo que había visto en España y además, quizás, sintió que carecía de la fuerza política organizada capaz de dar el “salto adelante” y reencauzar la revolución.

   Al regresar en 1972  sabía perfectamente que muchas cosas habían cambiado, las FF.AA habían sido expurgadas de militares nacionales, los habían fusilado o dado de baja, un sector importante había sido cooptado por las ideas de la escuela francesa mas reaccionaria y su doctrina de la “guerra sucia” contra el comunismo (para ellos todo lo que no fuera expresión de la sumisión al poder económico de los países dominantes, era “comunismo”), y habían comenzado a integrarse al poder económico, a través del casamiento con las “hijas de la oligarquía” o lisa y llanamente los empleos en empresas, al pasar a retiro.

   El empresariado nacional nacido a partir de 1930 y que tuviera su momento de gloria entre 1945 y 1955, subsistía en la CGE (Confederación General Económica), enfrentada a la UIA (Unión Industrial Argentina) que reunía a lo mas granado del capital foráneo, José Ber Gelbard expresaba a aquel sector, que no se caracterizaba, precisamente, por su coraje para ser una verdadera “Burguesía Nacional”, que buscara la hegemonía en la propiedad de los medios de producción, al estilo de la que llevara a cabo la revolución industrial en Inglaterra, Francia o Alemania.

   El sindicalismo era diferente al que acompañó al peronismo en su primera época, forjado en la Resistencia Peronista, conocía la clandestinidad, la cárcel y la tortura, era una nueva generación que había reemplazado a la conducción cegetista anterior, se había jugado para lograr su retorno y le era absolutamente leal.

   Había un nuevo fenómeno, grandes sectores de la clase media, profesionales, docentes universitarios, jóvenes (muchos de ellos, hijos de familias gorilas), rompían con el pasado antiperonista de este sector y se volcaban al peronismo, era la llamada “Nacionalización de las clases medias”.

   La estructura política del peronismo era, en general, tan oportunista y mediocre como la que había denunciado Perón, los Paladino, Matera, etc habían defeccionado una y otra vez y lo seguirían haciendo, si bien había algunos hombres como Licastro, Fernández Valoni, Taiana o militares como el coronel Vicente Damasco, pensadores militantes como Jauretche, Pepe Rosa o Fermín Chávez, no alcanzaban para ofrecerle a Perón una estructura de apoyo.

   Asimismo, EE.UU había ido cerrando un cerco sobre la Argentina, a los golpes militares de Brasil de 1964, se sumaron los de Bolivia en 1971 y de Uruguay y Chile en 1973, creando un círculo de hierro en nuestras fronteras.

   Perón estaba en su mejor momento, intelectual y político, en los 18 años de exilio había adquirido una visión del mundo, del presente y del futuro, que lo convertían en el estadista mas grande de la historia argentina, nos sorprendió a todos cuando adelantó la cuestión ambiental, alimentaria y de los recursos naturales como el eje de los conflictos futuros, rompió el bloqueo a Cuba, reinició relaciones con la URSS y abrió el camino con la China de Mao Zedong, reseteó el espacio de los países del Tercer Mundo al proponer una tercera vía, la histórica Tercera Posición, frente a los modelos dominantes, ordenó la economía, controló la inflación, etc, todo eso en apenas ¡15 meses!.

   Sin embargo una gran tragedia se desató, los grupos terroristas que habían disimulado su antiperonismo visceral, desconociendo la voluntad popular y los deseos del conjunto del pueblo argentino comenzaron un baño de sangre, rápidamente los servicios de inteligencia de las FF.AA y las embajadas alimentaron la violencia, sometiendo al conjunto de la sociedad al fuego cruzado de los mesiánicos y los paramilitares. Perón hizo todo lo que pudo para controlarlos, se obstinó en impedir el uso de las FF.AA para combatir a Montoneros, ERP y demás, consciente que significaba abrir la puerta a un holocausto, pero tenía 78 años, algunas dolencias físicas preexistentes y su salud comenzó a flaquear.

   Aún así, consciente de la cercanía del final de su vida, lanzó el Modelo Argentino para el Proyecto Nacional, lo presentó al Congreso el 1 de mayo de 1974, como eje para una reforma constitucional, pero murió dos meses después.

   No me voy a detener en la acción de las organizaciones terroristas ni en la conspiración creciente de las FF.AA gorilas y la vieja oligarquía, todo eso ha sido tratado y analizado por decenas de pensadores y militantes, entre los que me incluyo, sí lo voy a hacer en la actitud de la dirigencia política del Partido Justicialista, que no sólo archivó la Ley Agraria aprobada por Perón para transformar al sector agropecuario, congeló el Sistema Nacional Integrado de Salud aprobado por Perón para reordenar el sistema sanitario sino que guardó en un cajón bajo siete llaves el mismísimo legado de Perón, su Modelo Argentino para el Proyecto Nacional, tanto así que todas las carpetas que se habían entregado con su texto “desaparecieron”, debieron pasar mas de 40 años para que el gran compañero Oscar Castellucci, lograra recuperar una de ellas, en manos de la familia del coronel Vicente Damasco, un gran argentino, que fue el alma mater del trabajo elaborado por el grupo de pensadores a quién Perón eligió para esa tarea y publicar, mediante la imprenta del Congreso de la Nación la única versión real y completa del documento.

   La dirigencia no sólo abandonó el legado de Perón sino a Isabel Perón, vicepresidenta por el voto popular y que asume la presidencia a la muerte del general, aparece un grupo “antiverticalista” de legisladores, autodenominados Grupo de Trabajo, integrado por Nilda Garré, Luis Sobrino Aranda, Carlos Auyero, y al que se suma el gobernador de la Pcia de Buenos Aires, Victorio Calabró, que comienza a conspirar para reemplazarla por Italo Luder, el sindicalismo comienza a tener dificultades internas, con algunos sectores que “dialogan” con los antiverticalistas, caído Gelbard es archivado el Pacto Social, el ministro ya carecía de poder después de las muertes de José Ignacio Rucci y el General Perón, Isabel carecía de la estatura de una conductora, o del liderazgo necesario en ese momento, pero estaba cada vez mas sola, como Perón en 1955 y ella no era Perón.

   Lo cierto es que, nuevamente, el Partido Justicialista exhibió su impotencia para asumir una actitud organizada, valiente, doctrinaria, se peleaban por ver quién se acercaba mas a la UCR o a las FF.AA para salvar la ropa, los leales, me refiero a los que no conspiraban para reemplazar a Isabel Perón, dudaban o se llamaban a silencio, había permanentes cambios de gabinete sin lograr definir un rumbo de gobierno, el mismísimo secretario general de la CGT, Casildo Herreras, aparecía en el aeropuerto de Montevideo, pocos días antes del golpe anunciando “Yo me borré”.

   Luego vino el golpe y una larga noche se extendió sobre la patria, el grueso de la dirigencia fué detenida y enviada a la cárcel o al buque Granaderos, pocos de ellos, por lo general dirigentes gremiales como Lorenzo Miguel o Herminio Iglesias, afrontaron con coraje y dignidad esos años. Me refiero a aquellos que detentaban cargos políticos o sociales el 24 de marzo de 1976, no a una nueva generación que comenzaría a aparecer en esos años y que llamada a actuar rápidamente mostró que sufría de varios traumas: 1) Perón ya no existía, 2) El último gobierno peronista había concluido en una tragedia, 3) La Argentina que emergía no tenía nada que ver con la que existió hasta 1976, 4) Las nuevas generaciones desconfiaban del peronismo y su dirigencia, 5) El mundo había cambiado mas que la propia Argentina en esos 8 años y 6) Se había librado una guerra por las Islas Malvinas, habíamos sido derrotados militarmente y todos se afanaban por sepultar esa gesta.

   Por si todo ello no fuera suficiente, en 1983 el peronismo es, por primera vez en la historia,  derrotado en elecciones limpias, la fórmula liderada por Italo Luder y Deolindo Bittel es superada por la UCR de Alfonsín -Martínez, desatando una profunda crisis interna, nace el mote de “Los mariscales de la derrota” para quiénes eran las caras visibles, especialmente las provenientes del sindicalismo. Llamativamente una dirigencia política que no se había caracterizado por su coraje o decisión para enfrentar a la dictadura cuestionaba a quienes, aún con sus errores y falencias habían dado la cara, un ejemplo claro fue Herminio Iglesias que firmó, casi en soledad, la presentación del Partido Justicialista en 1979, ante la Comisión de Derechos Humanos de la OEA, mientras el radicalismo se negaba a reunirse, Alfonsín viajaba a Europa y otros dirigentes peronistas, temerosos, se negaban a poner su firma.

   El peronismo estaba en estado confusional, no terminaba de aceptar una derrota “inesperada” por quiénes no advertían que la sociedad argentina, que rechazaba la memoria reciente de la violencia, la crisis económica y el caos de los últimos meses del gobierno de Isabel Perón, del cual casi todos ellos habían sido funcionarios, había comprado la falacia instalada por Alfonsín del pacto “militar-sindical”, se conmovía ante la aparición de enterramientos clandestinos, como decía una canción, solo buscaba “algo de paz”.

   En diciembre de 1984 se convoca a un congreso del Partido Justicialista en el Teatro Odeón de Capital Federal que termina en un escándalo, unos 347 delegados de los 670 convocados, luego de agredir por ejemplo a Carlos Menem, elige una conducción encabezada por Isabel Perón como presidente, José María Vernet y Lorenzo Miguel como vicepresidentes y Herminio Iglesias como secretario general, los disidentes hicieron su propio congreso en la localidad puntana de Río Hondo, el 2 de febrero del año siguiente, si bien mantuvo la presidencia de Isabel, elige como vicepresidentes a Oraldo Britos, Carlos Corach y al dirigente de los taxistas Roberto García.

   Finalmente en julio de 1985 se realiza un congreso de unidad en La Pampa, donde se ratifica la presidencia de Isabel y son designados vicepresidentes Vicente Saadi, Jorge Triaca y Alberto Rodríguez Saá, conservando Herminio Iglesias la secretaría general.

   Aparecía en el horizonte la autodenominada “Renovación peronista” que cuestionaba duramente a la vieja guardia sindical encarnada en Miguel, Iglesias y otros y muy especialmente su conducción en el PJ, la integraban Antonio Cafiero, Carlos Menem, Carlos Grosso, José Manuel De la Sota, Jorge Busti y otros.

   Lo que había era una clara lucha por el poder partidario, las diferencias eran mas formales que sustantivas, todavía se sostenía la presidencia de Isabel Perón, mas que nada como homenaje a sus largos años de cautiverio y la dignidad con que los asumió, pero se pretendía desplazar al sindicalismo de su peso en el partido, se apoyaron en la campaña de desprestigio que el alfonsinismo y el aparato cultural porteño instalaron en la campaña electoral (películas como “La República Perdida” I y II, “No habrá mas penas ni olvidos”) y pese a estar acompañados por dirigentes sindicales notorios por su colaboracionismo con la dictadura (Jorge Triaca y Ramón Baldassini), buscaron desplazarlos de todo poder partidario.

   Al que esto escribe le tocó escuchar de boca de un notorio dirigente renovador porteño la frase “La gente no quiere saber nada con los sindicalistas, no quiere ver a negros con campera de cuero en las listas, es la hora de otro perfil, traje y corbata, discursos moderados y serenos y nada de enfrentamientos o kilombo”, creo que constituye una síntesis del pensamiento dominante, a eso se limitaba el cuestionamiento, nada de revisar las defecciones del pasado, nada de recuperar el legado de Perón que había sido ocultado en las postrimerías del último gobierno, nada de recuperar la vocación mas transformadora del peronismo, se hablaba claramente de “Una democracia de alternancia entre una fuerza mas socialdemócrata (la UCR) y otra mas socialcristiana (el PJ)”, se habían terminado los días de hablar de “revoluciones”, nada de hablar de la deuda externa y menos de la Guerra de Malvinas.

   Sería largo enumerar las características del sesgo que fue tomando la Renovación, el debate sobre la aceptación o no del laudo papal sobre el conflicto con Chile por el Canal de Beagle quizás lo explique, el peronismo se dividió entre el rechazo al mismo, sin una propuesta alternativa, o el apoyo (explícito o silencioso) del resto, es que reinaba un democratismo hueco, meramente institucionalista, que hubiera partidos políticos, elecciones, libertades públicas, sin asumir que las crisis institucionales, los golpes militares, eran la expresión de una crisis mas profunda, del conflicto entre dos modelos de país, de un modelo dependiente, semicolonial y oligárquico y otro que pretende la soberanía nacional, la autodeterminación, la independencia y defiende un esquema productivo autónomo y con inclusión social. Se lo simplificó en un esquema de gobiernos democráticos o dictaduras militares, por ende había que defender la “Democracia”, aunque cuarenta años mas tarde estemos viviendo su crisis por no haber avanzado sobre los temas de fondo.

   En 1985 se realizaron elecciones de medio término, en la Provincia de Buenos Aires triunfó la UCR con el 40% de los votos, pero la noticia fue que en la interna entre “Renovadores” y “Ortodoxos” del peronismo, se impusieron los primeros, que encabezados por Antonio Cafiero derrotaron a los segundos, encabezados por Herminio Iglesias, los primeros obtuvieron el 27% de los votos contra el 12% de los segundos.

   Desde allí hasta 1988, la renovación se adueñó de la conducción del peronismo, logró derrotar en numerosos distritos a la UCR en 1987, se mostró como garante de la democracia ante las sublevaciones de los militares “Carapintadas” encabezados por Aldo Rico y si bien hubo un discurso cuestionador, por ejemplo, de la política en materia de deuda externa, cuando el alfonsinismo envió al Congreso Nacional dos proyectos de ley para privatizar Aerolíneas Argentinas y Entel, fueron rechazados pero no por cuestionar las privatizaciones, sino porque se harían por venta directa y no por licitación.

   Finalmente en 1988, en la única y última elección interna democrática realizada para definir la fórmula presidencial para las elecciones de 1989, Carlos Menem, que había construido su espacio con los “sobrevivientes” de la ortodoxia, como el sindicalismo y las 62 Organizaciones, con un discurso mas disruptivo y parecido a la tradición peronista (Revolución Productiva y Salariazo), pero básicamente con un vínculo directo con las grandes mayorías populares de las provincias, derrotó ampliamente a Antonio Cafiero que supuestamente manejaba el “aparato” partidario y gobernaba la provincia mas grande del país, Buenos Aires, pero cuya imagen atildada y “porteña” sumada a un discurso demasiado parecido al alfonsinismo y crudamente denostador, en el caso de su candidato a vicepresidente José Manuel De la Sota, de las “tradiciones” del peronismo, como era el caso de las 62 organizaciones, le alejaron el voto peronista.

   Perón dijo alguna vez que la política real era la política internacional, que las políticas locales expresaban, de alguna manera, y con los matices de cada país, esas grandes corrientes mundiales, en esos años se produjeron verdaderos terremotos en un mundo que durante los últimos 40 años había tenido un crecimiento económico sostenido, había visto la aparición del “Estado de Bienestar” en los países centrales, y si bien había sufrido la Guerra Fría, el equilibrio atómico y el temor a la destrucción global alejaron las hipótesis de conflicto, permitieron florecer los procesos de descolonización y vieron desaparecer el viejo imperio británico  y las antiguas colonias francesas y holandesas en Asia y Africa.

   Surgen dos figuras claves, la de Ronald Reagan en EE.UU y la de Margaret Thatcher en Inglaterra y con ellas la llamada Revolución Conservadora en el capitalismo, el auge de los negocios financieros, que se disparan con los llamados “Petrodólares”, fruto de la crisis del petróleo de 1974 y las gigantescas ganancias de los países petroleros ante la suba del precio del barril que fueron a parar masivamente a los bancos de las potencias dominantes, generando un negocio especulativo que comenzaba a tener una racionalidad propia, alejada de la actividad productiva, junto con la multiplicación de los paraísos fiscales que permitían la evasión de las ganancias hacia lugares que no preguntaban el origen o la titularidad de esos fondos, no se pagaban impuestos, se multiplicaban las ganancias y todo ello sin necesidad de montar fábricas, pagar salarios o sostener sistemas de seguridad social, todavía no habían aparecido los recursos tecnológicos que años mas tarde darían lugar a las “fintech” o al llamado Tecnofeudalismo , parido por la crisis del 2008, pero esa es otra parte de la historia.

Memoria/Historia, verdad y justicia III

Por Omar Auton

 No dejaremos de lado en este largo análisis el rol de los grupos terroristas de izquierda, en especial el autodenominado Ejército Revolucionario del Pueblo, hubo otros, desprendimientos de éste como el ERP 22 de agosto y el ERP Fracción Roja, o distintos como las Fuerzas Armadas de Liberación (FAL) con sus propios desprendimientos. El ERP fue junto con Montoneros las dos organizaciones más fuertes y activas de esos años, en 1970 el Partido Revolucionario de los Trabajadores surge de la fusión en mayo de 1965 del Frente Revolucionario Indoamericano Popular (FRIP) conducido por Roberto Mario Santucho y el grupo Palabra Obrera conducido por Hugo Bressano, más conocido como Nahuel Moreno, y que era un desprendimiento del trotskysmo vernáculo.

   Luego de grandes desavenencias tácticas, en 1968, con motivo del IV Congreso del partido se separan la fracción de Santucho, que pasa a denominarse “PRT El Combatiente”, que construirá su brazo armado el ERP, y el “PRT La Verdad” encabezado por Nahuel Moreno, que años más tarde junto a sectores del viejo Partido Socialista, conformará el Partido Socialista de los Trabajadores.

   En el caso del ERP, decididamente guevarista, muchos de sus miembros provenían de connotadas familias radicales como Santucho, Urteaga, y otros, como Gorriarán Merlo, Pujals o Menna, estudiantes universitarios, hasta 1973 se dedicaron a pequeños robos, armas, desarmar policías y registran un hecho notorio que fue al asalto al Banco Nacional de Desarrollo, a metros de la casa de gobierno, asimismo encararon acciones terroristas, como asaltar una comisaría en Rosario y asesinar al sargento Félix Ocampo y el cabo Eugenio Leiva, irrumpir en la casa del Comandante de Gendarmería Pedro Agarotti, asesinándolo delante de su familia (1972), el asesinato del empresario Oberdan Sallustro, a quién primero secuestraron para pedir rescate y luego asesinaron (1972), asimismo, el 18 de febrero de 1973 un mes antes de las elecciones nacionales del 11 de marzo, realizaron el operativo más importante, hasta ese momento, de una organización armada, el asalto y toma del Batallón de Comunicaciones 141 del Ejército Argentino en la ciudad de Córdoba.

    Luego de la contundente victoria del FREJULI en las elecciones nacionales, en las que por primera vez el peronismo puede participar, más allá que no pudo hacerlo el General Perón, debido a una cláusula proscriptiva del gobierno militar, comienza un debate en las organizaciones armadas, mientras algunos plantean que al no haber ya una dictadura, al haberse realizado, por primera vez en 18 años, elecciones sin partidos proscriptos y por ende, restaurarse la democracia y las libertades públicas debían cesar las acciones armadas y acompañar la voluntad popular, otros, enrolados en el guevarismo y partidarios de la lucha armada, la llamada guerra popular prolongada, consideraban al peronismo una variante burguesa  y por lo tanto se debían continuar sus acciones hasta imponer el socialismo. 

   El resultado fue que algunas fingieron aceptar la voluntad popular pero siguieron con sus acciones. En esos años el blanco preferido eran los dirigentes sindicales, en su soberbia militarista, sostenían que las conducciones sindicales eran “claudicantes”, conformaban la “burocracia sindical”, que debía ser eliminada para “liberar a los trabajadores” de su influencia y éstos entonces recuperarían su conciencia de clase y acompañarían, a los asesinos de sus líderes, en la guerra revolucionaria hasta la toma del poder y la construcción del socialismo.

   Así el 30 de junio de 1969, un mes después del Cordobazo, asesinan al líder metalúrgico Augusto Timoteo Vandor, en un hecho que nadie reivindicó en ese momento pero que años después se atribuyeron los líderes de Montoneros, en agosto de 1970 es asesinado José Alonso, dirigente del Sindicato del Vestido y que había sido Secretario General de la CGT, por Montoneros, Dirk Henry Kloosterman, dirigente sindical del Smata es muerto el 22 de mayo de 1973, tres días antes de la asunción de Héctor Cámpora y Vicente Solano Lima al gobierno, que habían sido votados por el 50% de los argentinos, en este caso los criminales fueron un comando de las Fuerzas Armadas Peronistas Comando Nacional, un desprendimiento de las originales, en ese atentado participó Jesús Ramés Ranier, años más tarde conocido por “El Oso”, este grupo posteriormente se incorporó al ERP, y “El Oso”, que poco tiempo antes había sido detenido y se transformó en colaborador de la policía, fue parte de la logística de esta última organización, hasta que por su intervención se produjeron una serie de caídas en 1975, entre ellas de la mujer y las cuatro hijas de Santucho, que culminó con la masacre del intento de copamiento del Batallón de Arsenales 601 “Domingo Viejobueno” , donde murieron más de 100 hombres y mujeres del ERP, “batidos” por uno de los asesinos de Kloosterman, devenido en infiltrado del grupo terrorista.

   No puedo omitir transcribir las declaraciones del ERP respecto de las elecciones de 1973, antes de ellas ya adelantaron su visión “Si hay elecciones y gana el peronismo, será el peronismo de Paladino y Rucci y por su trayectoria sabemos que son dirigentes vendidos”, por ello luego de las elecciones lanza su proclama “Porqué el ERP no dejará de combatir, respuesta al presidente Cámpora”, donde reconoce la legitimidad del gobierno electo y anuncia que no lo iba a atacar con las armas, pero advirtió , textualmente que “Respetuosos de la voluntad popular no atacará al nuevo gobierno mientras este no ataque al pueblo ni a la guerrilla…nuestra organización seguirá combatiendo militarmente a las empresas  y fuerzas armadas contrarrevolucionarias. Pero no dirigirá sus ataques contra instituciones gubernamentales ni contra ningún miembro del gobierno del presidente Cámpora. En cuanto a la Policía, que supuestamente depende del Poder Ejecutivo…el ERP suspenderá sus ataques contra ella a partir del 25 de mayo y no la atacará mientras ella permanezca neutral, mientras no colabore con el ejército en la persecución de la guerrilla”.

   Si no bastara esa demencial declaración para calificar la soberbia militarista y gorila de estos terroristas, he aquí sus acciones

1) El 25/3/73 el ERP toma la Central Nuclear de Atucha

2) El 30/3/73 el conscripto Julio Provenzano, perteneciente el ERP, muere al estallarle un explosivo que estaba colocando en la sede del Comando en Jefe de la Armada.

3) El 3/4/73 el ERP secuestra al contraalmirante Alberto Alemán

4) El 30/4/73 un grupo del ERP 22 de Agosto asesina al vicealmirante Hermes Quijada.

   Todo esto entre las elecciones del 11 de marzo y el 25 de mayo, que asume el nuevo gobierno, que el mismo día dispone un indulto a todos los presos políticos, entre ellos los integrantes de todas las organizaciones armadas, y llama a la pacificación. Ese día militantes de esas organizaciones rodean la cárcel de Devoto exigiendo la inmediata libertad de los detenidos, con el objeto de evitar un enfrentamiento, el gobierno accede. Paradojalmente uno de los que sale de prisión y se fuga es Francois Chiappe, un francés que había llegado al país como miembro de los paramilitares franceses que entrenaron al Ejército Argentino en la lucha contrarrevolucionaria, como ya mencionamos anteriormente, que estaba detenido por “contrabando”.

   Dispuestos a llevar su acción terrorista a pleno, la mayoría de los presos de estas organizaciones liberados por el gobierno, retornaron a las acciones clandestinas y a atacar al gobierno democrático, así el 6 de setiembre de 1973 un comando del ERP ataca el Comando de Sanidad del Ejército Argentino, fracasan y 13 integrantes son detenidos y remitidos a la Superintendencia de Seguridad Federal, permaneciendo detenidos hasta 1983, los atacantes asesinaron, antes de rendirse, al teniente coronel Raúl Duarte Hardoy.

   Retomando a Ramos, en la obra citada, hago mía su definición “El ERP no ocultaba su repulsa al peronismo y lo expresaba abiertamente. Lo más claro de su sigla es que no era un ejército, no era revolucionario ni había pueblo entre ellos”.

   Si bien Perón había regresado al país el 17 de noviembre de 1972, permaneció sólo un mes, inhabilitado para ser candidato por no haber regresado antes del 25 de agosto, Cámpora tampoco podría haber sido candidato ya que la cláusula además de estar en el país antes de esa fecha exigía que no se saliera a partir de ella y Cámpora había viajado al exterior, lo cual revelaba que la proscripción tenía nombre y apellido. Finalmente se estableció el 20 de junio como fecha de su regreso definitivo, ese día se decidió hacer un acto gigantesco en Ezeiza, con un palco a la altura de Av. Richieri y Puente 12, mirando hacia Capital, de manera que los asistentes se desplegaran en esa inmensa superficie, dejando libre el trayecto desde el aeropuerto hasta el palco.

   Ese día quedó a la vista de todos el enfrentamiento entre Montoneros y Perón, jóvenes que integraban la Juventud Peronista de las regionales, la denominada Tendencia Revolucionaria, comentan hoy la preocupación que les causó cuando escucharon de boca del líder máximo de Montoneros que las consignas eran “Perón, Evita, la Patria Socialista” y “conducción, conducción, Montoneros y Perón”, o sea que se instalaba claramente la decisión de disputarle a Perón la conducción de su movimiento, o al menos compartirla.

   Para ello la táctica era ocupar toda la superficie más cercana al palco, copar el frente de la multitud, para “mostrarle a Perón” quién había movilizado al pueblo, que en un número, según los medios de la época, ascendía entre uno y dos millones de personas, en un país de 24 millones, o sea que casi un 10% de la población del país acudió a recibir a su líder.

   Más allá del panfleto de ficción de Verbitsky, que se transformó en versión oficial de las organizaciones armadas hasta 1976 y del progresismo a partir de 1983, libelo sobre el que no me voy a detener, invito a leer en este mismo blog (elespacio.blog) el excelente trabajo de Aldo Duzdevich “Ezeiza, la masacre que no fue, y el relato que quiso justificar la violencia”, lo cierto es que el tiroteo se produjo cuando al llegar las columnas de la JP se encontraron que todo el espacio adyacente al palco estaba ocupado por columnas sindicales y de otros agrupamientos juveniles y pretendieron entrar igual desplazando a los que ya estaban y/o flanquear el palco para rodearlo por detrás, los que los enfrentó con quiénes estaban a cargo de la seguridad, que debía mantener abierto el camino para el ingreso de los autos que vendrían del aeropuerto.

   El resto fue un pandemónium, corridas, tiros, el avión que traía a Perón fue desviado a la base militar de Morón y el acto suspendido. Como asistente al acto debo decir que lo que viví fue la desconcentración más amarga que haya visto en mi larga vida, miles de mujeres, hombres y niños que habían viajado desde todo el país con la sola motivación de recibir a su líder, al hombre que encarnaba todas sus esperanzas, caminando cabizbajos, con lágrimas en los ojos, algunos envueltos en banderas partidarias o argentinas, con una mezcla de desilusión y rabia.

   A partir de ahí se aceleraron los acontecimientos, Campora y Solano Lima renunciaron y se convocó a nuevas elecciones para el 23 de setiembre, Perón hizo su discurso en cadena nacional, denunciando a “los infiltrados” y haciendo un llamado a deponer los enfrentamientos. A todo esto viene bien aclarar que en el enfrentamiento de Montoneros con la dirigencia sindical, hasta ese momento, las balas habían venido de un solo lado, varios dirigentes sindicales habían sido asesinados, no existían las mentadas “patotas armadas” baleando dirigentes juveniles o de la izquierda, de ahí que en el no menos célebre discurso de Parón, el 1 de mayo de 1974, este mencionara a “Una dirigencia sindical prudente, que ha visto caer a sus líderes sin hacer tronar el escarmiento”.

   El 23 de setiembre de 1973, la Fórmula Perón-Perón, obtiene el 61,86% de los votos, la victoria electoral más rotunda de la historia argentina, menos de 48 hs después Montoneros asesina a José Ignacio Rucci, Secretario General de la CGT y pilar del retorno de Perón al país y al gobierno, en su jerga había que “Tirarle un muerto arriba de la mesa” para obligarlo a negociar. Ni siquiera tuvieron el valor de asumirlo, en principio solo lo anunciaron a los más allegados a la cúpula terrorista, más tarde, indirectamente, lo reconocieron en un editorial de su órgano oficial “El Descamisado” cuando Dardo Cabo inicia su editorial “La cosa, ahora, es como parar la mano”, a la fecha algunos sobrevivientes de la conducción siguen negando la autoría aunque investigaciones periodísticas han revelado el nombre de quién dirigió el operativo.

   El ERP que nunca había abandonado la violencia, ataca el 19 de enero de 1974, la guarnición militar de Azul, en la Provincia de Buenos Aires, conducidos por Gorriarán Merlo e Irurzún, dos de sus principales cabecillas, fracasan en su intento, en su retirada asesinan al Coronel Camilo Gay y su esposa y secuestran al Coronel Ibarzábal, al que retienen en cautiverio durante diez meses antes de ejecutarlo, el gobierno nacional interviene la Provincia de Buenos Aires, a los pocos días Santucho anuncia “De los hechos expuestos, surge con claridad meridiana que el verdadero jefe de la contrarrevolución, el verdadero jefe de la política represiva…es precisamente el General Juan Domingo Perón”.

   No voy a rotular esta conducta, como el ERP se autodefinía “Trotskysta” lo mejor es recurrir a León Trotsky, en 1911 y para “Der Kampf”, revista socialdemócrata alemana dirigida por Kautsky, escribe “El atentado, aún el que tiene éxito, ¿Acarrea la desorientación en los círculos dirigentes? Eso depende de las circunstancias políticas concretas, en todo caso se trataría de una perturbación de corto tiempo. El Estado capitalista no reposa sobre ministros y no puede ser destruido, destruyendo sus ministros, encontrará enseguida otros servidores, el mecanismo continúa intacto y sigue funcionando. Pero la turbación que los atentados terroristas acarrean a la clase obrera son de una gravedad mucho más profunda. ¿Si basta con armarse de un revólver para alcanzar los objetivos, para qué entonces los esfuerzos de la lucha de clases?, ¿si basta con un poco de pólvora y plomo para atravesar la cabeza del enemigo, para que sirve entonces la organización?, ¿Si los grandes dignatarios pueden ser intimados por el ruido de una explosión, para qué sirve el partido, para qué sirve la agitación, para qué las reuniones, para qué las elecciones, si se puede tan fácilmente tomar por blanco, desde las tribunas del parlamento, el sillón de los ministros? El terrorismo individual es, precisamente, inadmisible a nuestros ojos, porque rebaja a las masas frente a sí mismas, las reconcilia con su impotencia y orienta sus perspectivas y sus esperanzas hacia el gran vengador, el liberador, que vendrá un día y cumplirá su obra”.

   Estas palabras del dirigente bolchevique y artífice de la Revolución Rusa, me eximen de comentarios para definir a un grupo de iluminados, que se subrogan el derecho al terrorismo, supuestamente para hacer una revolución que otorgará el poder del Estado a los trabajadores, pero sin que ellos participen en el proceso revolucionario. Más grave aún resulta que hagan todo eso asumiendo una filiación ideológica que, o bien es falsa o bien revela que nunca han leído a su ideólogo, ya que como hemos visto descalificaba al terrorismo individual.

   Largo sería enumerar los desatinos criminales que las conducciones de estas  organizaciones llevaron adelante hasta llegar al golpe del 24 de marzo de 1976, el pase a la clandestinidad de Montoneros el 6 de setiembre de 1974, dejando expuestos a ciento de militantes de superficie, estudiantiles, sindicales y sociales, que no podían abandonar su vida laboral y pasar a vivir en “casas operativas” en medio, ahora sí, del fuego cruzado de las organizaciones como el C de O y la CNU, las bandas criminales de la Triple A y la fuerzas policiales, el ataque al Regimiento  de Infantería de Monte 29 en Formosa, en octubre de 1975, donde fueron asesinados 10 soldados conscriptos, y el intento de conformar una guerrilla en el monte tucumano, asociados al ERP.

   Estos últimos, a su vez, luego de los fracasos en tomar el Grupo de Artillería de Defensa Aérea 141 de San Luis, el Batallón de Comunicaciones 121 de Rosario y el Regimiento de Infantería Aerotransportada 17 de Catamarca, logran copar la Fábrica Militar de Explosivos de Villa María, llevándose secuestrado al Coronel Argentino del Valle Larrabure, quien permaneció 372 días en una “cárcel del Pueblo” hasta ser asesinado. Como represalia por  las muertes de 16 combatientes, mientras huían luego del frustrado ataque al regimiento de Catamarca, anuncian que van a “ejecutar” a nueve oficiales del ejército, estuvieran o no vinculados a los sucesos mencionados, en palabras de Gorriarán Merlo “Atentaríamos indiscriminadamente sobre oficiales del ejército hasta igualar a los compañeros asesinados en Catamarca”, (indudablemente nunca habían leído el artículo de Trotsky de 1911), tuvieron éxito en los nueve asesinatos, pero en el último, al atacar al capitán Humberto Antonio Viola, logran darle muerte pero matan también a su hija de 5 años y dejan herida, con disparos en la cabeza a su otra hija de 3 años.

   Podría seguir enunciando hechos que demuestran hasta el hartazgo la actitud criminal, soberbia, gorila y antipopular de los jefes de los grupos terroristas, sobre como apostaron al golpe de Estado a fin de “agudizar las contradicciones”, el mesianismo de imaginar un escenario donde ante el golpe el pueblo se iba a volcar hacia las “organizaciones armadas” y de ahí, mediante “la guerra popular” iban a tomar el poder y construir el socialismo.

   Podría escribir sobre como desde el exilio, la conducción de Montoneros (que hacía conferencias de prensa vestida con uniforme militar) en París y Madrid, calculaba que si perdían 1.500 militantes, era una “cifra razonable” y más tarde ordenaba una contraofensiva, en 1979, que se transformó en una masacre, porque el pueblo argentino “se iba a poner bajo su conducción en cuanto llegaran y la dictadura, que según ellos ya estaba retrocediendo, seria derrotada”.

   Podría escribir sobre la responsabilidad de esas conducciones en la muerte o desaparición de miles de jóvenes, militantes, convencidos de la necesidad de hacer una revolución que terminara con las injusticias y fueron llevados al “matadero” en acciones y enfrentamientos condenados al fracaso de antemano, donde sumaban derrota militar tras derrota, pero eran “victorias políticas”.

   Podría escribir sobre como sus actos fueron funcionales a la conspiración golpista de las Fuerzas Armadas, que los dejaron actuar, pese a tenerlos totalmente infiltrados, para debilitar al gobierno constitucional, prueba de ello es que las organizaciones que “Estaban listas para derrotar al ejército y tomar el poder” fueron aniquiladas en menos de un año.

   Sin embargo es necesario dejar aclarado que nada de esto disculpa el terrorismo de Estado, desatado a partir del 24 de marzo de 1976, salvaje, brutal, inmisericorde en lo humano y cipayo, antinacional y entreguista en lo político, Perón, mientras vivió, se opuso terminantemente a la intervención militar para combatir a la guerrilla, sabía que eran las fuerzas armadas que bombardearon Plaza de Mayo en 1955, fusilaron ilegalmente y en basurales en 1956, acompañaron o ejecutaron políticas de entrega entre 1955 y 1973, eran ferozmente antiperonistas y sumisas al imperialismo, no había tenido tiempo de reformarlas.

   Finalmente, el golpe no se llevó a cabo para pacificar el país o terminar con la “subversión”, eso ya lo habían hecho, se hizo para liquidar al peronismo, al país industrial y con una clase trabajadora organizada y poderosa, liquidar una generación que era la que Perón soñaba protagonizara el “Transvasamiento Generacional” para el proyecto nacional, para ello contaron con dirigentes terroristas tan gorilas como ellos, tan soberbios como ellos, que despreciaban al pueblo como ellos y mesiánicos como ellos, fueron las dos caras de la misma moneda y los argentinos las víctimas de tanta demencia criminal. 

Memoria/Historia, Verdad y Justicia II

Por Omar Auton

 En el capítulo anterior vimos cómo se llega a los estallidos populares de 1969, especialmente al Cordobazo, venía a cuento recordar cómo nace ese suceso, quienes los convocan, más allá de haber omitido, por error, incluir a Agustín Tosco, líder del sindicato de Luz y Fuerza de Córdoba, dado que a 56 años de aquellas jornadas, el aparato cultural de la izquierda insiste con pretender que fue ese sector quién lo impulsó, callando incluso que en la asamblea que se hace en la Universidad, el día anterior, toda la izquierda con el PC a la cabeza votó en contra de adherir a la marcha, porque había sido convocada por la “burocracia sindical”.

   Asimismo las plantas de Materfer y Concord de la Fiat, donde luego aparecen los sindicatos clasistas de Sitrac y Sitram, informadas del paro y movilización convocados, dieron asueto a sus trabajadores, que por ende no participaron, el propio René Salamanca, luego líder de estos gremios, siempre reconoció no haber participado.

   Si estuvieron algunos integrantes del grupo Córdoba de Montoneros que en ese entonces militaban en el Integralismo universitario y que más tarde se sumaron a la organización, pero ni ésta ni el PRT del que luego una fracción creará el ERP, tuvieron participación o incidencia en el Cordobazo. Estas jornadas pusieron a la luz la inviabilidad y mesianismo del plan de Onganía, el verdadero jefe militar era el General Alejandro Agustín Lanusse, furioso antiperonista que había sido dado de baja del ejército por adherir al intento golpista de 1951 y arrestado. Posteriormente, la Revolución Libertadora lo reincorpora y devuelve su grado.

   Depuesto Onganía, Lanusse era renuente a asumir la presidencia y se designa al general Roberto Marcelo Levingston, que ni siquiera estaba en Argentina. Este golpe de timón de la Junta de Comandantes en Jefe se hizo inevitable luego de, en primer lugar, un segundo estallido popular en Córdoba, conocido como El Viborazo, y por el secuestro, ese mismo día del general Pedro Eugenio Aramburu, líder junto al almirante Isaac Francisco Rojas del golpe de 1955 y responsable, también, de los fusilamientos de junio de 1956, donde 11 militares fueron asesinados en base a decretos de pena de muerte, 12 civiles fueron fusilados en los basurales de José León Suarez, de los cuales 5 murieron y 7 sobrevivieron y seis, entre ellos un  coronel, un capitán y cuatro civiles fueron muertos en Lanús.

   El secuestro de Aramburu fue realizado por un grupo autodenominado Montoneros, el comando de Capital encabezado por Fernando Abal Medina y donde formaban parte Gustavo Ramus, Norma Arrostito, Mario Firmenich, y existía otro grupo en Córdoba integrado por Emilio Maza, Ignacio Vélez, Héctor Araujo, Carlos Capuano, Luis Losada, José Fierro, Susana Lesgard y otros.

   Al comienzo se desconocía la identidad de los integrantes de Montoneros, especialmente de los que habían planeado y ejecutado el secuestro de Aramburu, pero el 1 de julio de 1970, cuatro grupos de la organización protagonizan la toma de la ciudad de La Calera, en Córdoba, cuando quisieron escapar tuvieron problemas en un auto y varios fueron detenidos, Emilio Maza, Ignacio Vélez y su esposa Cristina, se refugian en una casa pero son encontrados y Maza y Vélez, heridos, son hechos prisioneros junto con la esposa del segundo, en el allanamiento, se encuentra un permiso para manejar un auto, emitido por Norma Arrostito a nombre de Emilio Maza, comenzando la persecución sobre el grupo de Capital Federal. 

   Maza muere a raíz de sus heridas y Vélez logra sobrevivir, la esposa de Aramburu reconoce una foto del primero como uno de los “oficiales” que ingresó a su departamento para “detener” al jefe de la Libertadora.

  En poco tiempo ambos grupos son prácticamente desmantelados, Abal Medina, Ramus y Capuano Martínez son asesinados por las fuerzas de seguridad, Vélez, Losada y Lesgard detenidos (esta última fue asesinada en la cárcel de Trelew el 22 de agosto de 1972), y la misma suerte corren gran parte de sus militantes.

   Muchos de ellos provenían de grupos católicos, habían estudiado en liceos militares o en el Colegio Nacional de Buenos Aires, militantes de la juventud católica participaban en retiros espirituales en zonas pobres de Chaco, Santa Fe y otras provincias, sus confesores eran jóvenes sacerdotes que militaban en lo que luego fue el Movimiento de Sacerdotes para el Tercer Mundo, para ellos el peronismo era “El hecho maldito del país burgués, era la identidad política a través de la cual se expresaban la clase obrera y el pueblo, los explotados, en esa etapa histórica…Veíamos en el peronismo al proyecto político que dio fuerza y organización al proletariado…peronismo y antiperonismo no eran sino la forma en que en nuestro país dependiente, se expresaba la lucha de clases.”(1)

   Ramos dirá “Sus miembros han perdido la fe en la sociedad oligárquica, el ejército ha pisoteado ante el silencio de la oligarquía, los ideales de cultura y las ocasionales libertades democráticas. Por este proceso disolutivo, la clase media desata su cólera a través de la furia destructiva de algunos de sus hijos más resueltos. Al matar a algún gran empresario, la pequeña burguesía venga, de algún modo, la bancarrota de la empresa modesta (16.000 capitalistas pequeños y medianos quiebran durante los 6 años de dictadura militar), y al asesinar a Aramburu, en cierta manera juzgan sangrientamente las viejas creencias de sus padres…la lucha armada brota de una sociedad encendida por una guerra civil o una guerra nacional…Pero nunca, en ninguna parte del mundo, un grupo insignificante, ni siquiera un partido considerable, han podido decretar la lucha armada a espaldas de la situación económica y política de una sociedad real…Esta lucha armada sui generis solo tiene un nombre (muy viejo) terrorismo”(2).

  Es que tal como lo revela el mismo documento producido por Ignacio Vélez, ninguno de estos jóvenes de clase media tenía o había tenido participación alguna en las luchas de la Resistencia Peronista, o de la clase trabajadora argentina, incluso cuando se refiere al Cordobazo expresa “Era tan fuerte la conciencia del destino manifiesto del grupo, tan clara la decisión, que el Cordobazo nos pasó de lado”, este vanguardismo de iluminados, atosigados de las lecturas revolucionarias de la OLAS, de un marxismo precario “cubano” es decir limitado a la decisión de “construir el socialismo con la lucha armada”, su vinculación con el peronismo era meramente instrumental y oportunista, reconocen “En esa época no teníamos ninguna relación con el Partido Justicialista, al que nunca estuvimos afiliados…en realidad sentíamos por el PJ un profundo desprecio” convengamos que no habla del PJ actual, en cuyo caso sería comprensible, sino de un partido Justicialista que llevaba 15 años proscripto, perseguidos sus dirigentes y su líder en el exilio.

   Es imprescindible aclarar que Vélez no celebra estas actitudes, las menciona en un trabajo fuertemente autocrítico y muy valiente, donde asume que “La concepción militarista (foquista) triunfaba en toda la línea sobre la estrategia de construir el poder político y social recreando el movimiento desde la base”, que aclara que “a partir de nuestra detención en julio de 1970 (el grupo al que pertenecía) comenzó a plantear posiciones críticas en relación al accionar de la organización, lo que provocó nuestra separación en 1973…Este proceso de discusión crítica se produjo en la cárcel mientras en “el exterior” se profundizaba en un accionar de la organización que considerábamos desviaciones, producto de concepciones erróneas”.

   Lamenta Vélez, que pese a estar integrado el grupo por miembros fundadores de Montoneros, la conducción jamás respondió a sus reclamos de un debate, por ello al salir libres con la Amnistía del 25 de mayo de 1973, se unieron al grupo de Córdoba denominado Columna Sabino Navarro que habían asumido su documento como propio.

   Me he detenido en estas dos visiones, porque creo que las definiciones de Ramos pueden parecer en principio muy duras y descalificadoras, políticamente, sin embargo la lectura detenida de este documento, que recomiendo, confirma sus opiniones, de aquel momento.

   Como puede verse el “huevo de la serpiente” estaba instalado desde un principio, la falsedad de anunciarse como peronistas no siéndolo, el vanguardismo típico de la clase media que subestima a las masas y en particular al “proletariado” del que tanto habla, enfermos de foquismo, militarismo y violencia, partidarios de un marxismo superficial y teórico, desaparecidos sus jefes iniciales y el grueso de sus miembros fundadores antes del regreso del peronismo al gobierno el 25 de mayo de 1973, habían iniciado su deriva que lo llevaría al enfrentamiento no sólo con Perón, el Partido Justicialista y la CGT, sino con el pueblo peronista en su conjunto.

  Ahora bien ¿Fue Perón un viejo maquiavélico, manipulador y traidor que engañó a estos jóvenes, idealistas e ingenuos?

   Esto es absolutamente falso, una leyenda infame creada, entre otros por los Bonasso, Verbitsky, José Pablo Feinmann, y otros falsificadores que desesperados por crear la leyenda de los jóvenes bien intencionados, que quisieron construir un mundo más justo y ofrendaron su vida en ello, engañados por ese milico que ya había usado a Evita y ahora lo hizo con ellos, no se detuvieron hasta tener éxito, lo lograron porque el periodismo se aferró a esa imagen de Perón, ello permitía volver a proscribirlo, en este caso a su pensamiento, obra y legado, nos escamotearon, quizás, el mejor Perón.

   Del delirio de la lucha armada se encargó la historia, miles de muertos, desaparecidos, torturados mostró el rostro letal, trágico, en toda América Latina, de ese desvarío al que el fanatismo, la soberbia, los delirios vanguardistas e iluminados del guevarismo condujeron, en 60 años solo acumularon derrota tras derrota, fracaso tras fracaso, el derrotero para entender que las revoluciones son obras de los pueblos, organizados y conscientes de su destino colectivo y no de minorías armadas, actuando al margen de ellos, está teñido de sangre.

   Perón fue muy claro, siempre, trató de acercarlos a su movimiento, especialmente a través de viejos militantes como El Kadri, Rulli, etc., los escuchó y les explicó en qué consistía su visión del socialismo nacional, que nada tenía que ver con el marxismo, dentro de lo que dio en llamar la guerra integral contra la dictadura, a la lucha sindical, política, sumó las acciones armadas como un método para acorralar a los militares y obligarlos a llamar a elecciones, por eso los llamó formaciones especiales, eran una variante táctica más, que además le acercaba a los grupos de clase media y universitaria históricamente renuentes a su prédica, jamás los ungió como sus herederos y muchísimo menos como reemplazantes de las demás formas de lucha, era militar, algo sabía de guerras.

   Cuando la dictadura, de acuerdo a la estrategia descripta, fue quedándose sin salidas, era inminente el llamado a elecciones y sobre todo, el regreso de Perón a la patria, les ofreció espacios en el futuro gobierno y les dijo que ellos iban a ser los sucesores naturales a través del  transvasamiento generacional, pero que en la etapa que venía había que reconstruir todo lo que la oligarquía había destruido en los 18 años de proscripción pero, de todas maneras no eran simplemente promesas a futuro, reiteró su oferta de ir ocupando espacios en el gobierno, Firmenich le respondió con un listado de quiénes debían ocupar todos los ministerios y secretarías, superada la sorpresa inicial, les ofreció el Ministerio de Bienestar Social, el de Educación, la conducción de la UBA, y varias gobernaciones, la conducción montonera, que llevaba apenas dos años como peronista rechazó la propuesta.

   El poderío militar de las organizaciones armadas era a fines de 1972 escaso, la mayoría de sus cuadros estaban presos o habían sido muertos, Montoneros no era la excepción, sin embargo habían logrado el cariño y respeto de miles de peronistas, veían en ellos a jóvenes que habían roto con su pasado gorila y se habían volcado al peronismo, reconocían su coraje, arrojo y espíritu de sacrificio, sentían además que al sumarse en esta última etapa por el regreso de Perón a la patria habían hecho un importante aporte, era más fuerte el respaldo de masas, especialmente en los jóvenes, que el poder de fuego, pero Ignacio Vélez es muy claro, habían elegido otro camino.

   Pero es necesario insistir con el análisis de cual era en realidad su pensamiento, me refiero por supuesto al de sus jefes, ya vimos que no eran peronistas en sus inicios, tampoco lo eran después, en 1973, en la célebre ”Charla de la conducción nacional ante las agrupaciones de los Frentes” (3), Firmenich dice : “Perón en lugar de reservarse el liderazgo continental y conformar el frente continental, vuelve a ocupar la Presidencia de la Nación, pero este es un índice de retroceso del proyecto estratégico, es decir Perón tiende a acumular el poder en la Argentina porque ha fracasado el proyecto latinoamericano…Perón tiende a producir una acumulación de poder dentro del régimen constitucional, cosa que es imposible y busca la negociación con los países del cerco para romper el cerco y la negociación con el imperialismo yankee… Nosotros, en general, no conocimos el gobierno de Perón…Hoy, que está Perón aquí, Perón es Perón y no lo que nosotros queremos, Para hacer una caracterización de Perón hay que comenzar por ver y conocer en profundidad su pensamiento, cosa que en rigor, generalmente no conocemos. Ese pensamiento está escrito en una cantidad de libros, en discursos, en cartas, etc., está expresado hoy en hechos concretos, Perón se define a sí mismo y define a su movimiento, para lo cual inventa una palabra: justicialismo, y lo define como una tercera posición, ¿Que es la tercera posición?, la tercera posición es una tercera posición ideológica equidistante entre el demo liberalismo capitalista e imperialista y el socialismo internacionalista marxista”

   “Es decir, en rigor el socialismo nacional no es el socialismo, lo que Perón define como socialismo nacional es el justicialismo. Incluso, un libro que nosotros, o la mayoría de nosotros, no ha leído, La Comunidad Organizada es el que fija el pensamiento filosófico de Perón, es la ideología de Perón, la ideología de Perón es contradictoria con nuestra ideología, nosotros somos socialistas…Entonces, en la caracterización del Socialismo Nacional, en rigor, no pensamos exactamente igual Perón y nosotros y en el análisis que hace Perón de la historia de la humanidad tampoco pensamos igual…Perón sabe que nuestra posición ideológica no es la misma que la de él y de ahí que tiene una contradicción que vaya a saber cómo la resolverá.

   “La conducción estratégica para Perón, como es públicamente conocido es unipersonal, es el  conductor y los cuadros auxiliares. Eso es contradictorio con un proyecto de vanguardia, en donde la conducción estratégica la ejerce una organización…la única acumulación de poder válida es el poder militar…Perón nos denominó de entrada formaciones especiales, porque en su proyecto político e ideológico no cabe la noción de vanguardia organizada.

   Vayamos ahora, para terminar, a uno de los párrafos que mejor expresa la ideología y definición política de Montoneros en boca de su jefe, Mario Eduardo Firmenich “Si no somos formaciones especiales y lo que hay es un proyecto político ideológico, que tiene su implementación estratégica, entonces no hay que disolverse sino que hay que lograr la conducción del Movimiento Peronista para transformarlo en Movimiento de Liberación Nacional total, es decir que se constituya en una herramienta político militar que desaloje a los elementos que distorsionan la esencia…nuestra ideología es el socialismo, porque el socialismo es el estado que mejor representa los intereses de la clase obrera…es decir, creemos que existe la lucha de clases, creemos que existen las clases sociales, que la lucha de clases presenta contradicciones, que hay contradicciones que se resuelven de una manera y contradicciones que se resuelven de otra, eso es lo que tomamos del marxismo”.

   Quizás resulte aburrida la lectura de tan extensos párrafos, sin embargo considero que constituyen la demostración más contundente que la conducción de Montoneros no era ingenua ni fue engañada, que tenían una ideología y doctrina diferente al peronismo, que practicaron el entrismo de una manera descarada, imaginando cercana la muerte de Perón y la posibilidad de quedarse con la conducción del peronismo por las armas, que sabían que Perón lo había descubierto y por eso los definió como infiltrados, estaban enfermos de vanguardismo y militarismo, todo ello en un cóctel siniestro que sólo podía concluir en una tragedia.

   Perón hizo todo lo humanamente posible por rescatarlos, cuando asumió el FREJULI el gobierno el 25 de mayo de 1973, puso en los ministerios de Interior, Educación y Relaciones Exteriores, en las gobernaciones de las Provincias de Buenos Aires, Salta, Mendoza, Santa Cruz, Córdoba y Formosa, dirigentes peronistas cercanos a las organizaciones de superficie de Montoneros, y muchos cuadros de éstos asumieron como funcionarios. Designó en la UBA a Rodolfo Puiggrós, de conocida pertenencia montonera, esto fue asumido como concesiones e incluso pese a los espacios que tuvieron en el interregno de Héctor J. Cámpora como presidente no evitó que siguieran desarrollando acciones armadas, no reconocidas por la organización.

   Finalmente cuando Perón los enfrenta públicamente en la Plaza de Mayo, el 1 de mayo de 1974, mientras salía del balcón le pidió a Oscar Alende que buscara un diálogo con los “muchachos”, sabedor de las discusiones y división que había en la organización, que como vimos ya habían  alejado a miembros fundadores como Ignacio Vélez y provocarían un gran cisma luego de los incidentes mencionados en la Plaza de Mayo, surgiendo la JP Lealtad que rompe con Montoneros.

   Sin embargo la ruptura más grande ya se había venido dando desde mucho antes, la simpatía y cariño que grandes sectores del pueblo peronista le dispensaron mientras fingieron ser Soldados de Perón, se diluyeron en cuanto mostraros su verdadero rostro y ambiciones, el pueblo peronista luchó 18 años para el regreso de Perón, para que volviera a gobernar y con él los años más felices, los años de la justicia social, de la soberanía popular, de la democracia verdadera donde el gobierno hace lo que el pueblo quiere y defiende un solo interés, el del pueblo, no para entronizar en el gobierno una vanguardia iluminada, marxista, militarista y violenta que construya un socialismo que solo existía en sus delirios febriles.

   Queda para nosotros luchar para recuperar la verdad real de esos años y esos hechos, aún hay muchos jóvenes peronistas que sólo conocen las mentiras y fabulaciones de los vanguardistas de cátedra y escritorio, que contando con la complicidad de los aparatos culturales de la oligarquía y de la izquierda y sus medios,  crearon la “leyenda negra” del tercer gobierno peronista, ellos fracasaron en su intento demencial de cooptar al peronismo para sus fines, en su resentimiento han hecho y hacen todo lo que está a su alcance para que su derrota sea la derrota de todo el pueblo argentino.

(1)”Montoneros, los grupos originarios”; Ignacio Vélez Carreras;CeDeMa.org; 16/7/2009

(2)”Revolución y contrarrevolución en la Argentina”; T 5 “La era del peronismo”; Jorge Abelardo Ramos; Edic, Continente; Bs. As. 2013.

(3)”Documentos, 1973-1976, Volumen I, De Cámpora  a la ruptura”; Roberto Baschetti (comp.) Edic de la Campana; Buenos Aires;1996

Memoria/Historia, Verdad y Justicia

 Por Omar Auton

Voy a embarcarme en una temática difícil pero necesaria, difícil porque cada vez que alguien quiere comprometerse en el imprescindible debate acerca del rol de las organizaciones clandestinas armadas, hasta 1976, comienza la vocinglería de los que han armado su propio relato, algunos ingenuamente o bien intencionados, por mala o parcial información y otros porque han podido vivir, dando charlas, publicando libros, asesorando gobiernos, siempre ejerciendo el rol de “guardianes de la memoria” o sea, han construido una industria que les ha permitido vivir con bastante holgura y por sobre todo manteniendo vivo su antiperonismo, su odio visceral a Juan Domingo Perón, inclusive a partir del endiosamiento a Eva Perón como figura mítica y verdadera revolucionaria para confrontarla con él, traidor, fascista y encima “milico” Juan Perón. 

   El escritor español Javier Cercas en su libro “El Impostor” (calidad aplicable a muchos de estos pensionados de los años 70) se pregunta ¿Que es la industria de la memoria?, un negocio, ¿Que produce este negocio? un sucedáneo, un abaratamiento, una prostitución de la memoria, también de la historia, porque en tiempos de memoria, esta ocupa, en gran parte el lugar de la historia. O dicho de otro modo: la industria de la memoria es a la historia auténtica lo que la industria del entretenimiento al auténtico arte…porque la historia deben hacerla los historiadores no los políticos y la memoria la hace cada uno.”.

   Con menor dureza el Indio Solari decía hace unos años que la memoria no es confiable, uno no recuerda exactamente, fielmente, lo acontecido, a medida que pasan los años nuestra memoria nos juega malas pasadas, modifica hechos para hacerlos más tolerables, justifica egoísmos o transforma fracasos en heroicos intentos semi exitosos. Cuando uno no ha participado de los acontecimientos en análisis, los describe según lo ha recibido de otros (prensa, actores de las cuestiones analizadas) y esas fuentes suelen tener el color de nuestro agrado, si los ha vivido juegan los factores anteriores, además entran a jugar los intereses propios y/o de grupo.

   Según Gieco “Todo está grabado en la memoria”, sin embargo esa “memoria” difícilmente contenga la descripción real, honesta y completa de los sucesos, aún con absoluta honestidad y buenas intenciones, siempre está la pelea entre lo que en realidad pasó y lo que sentí que pasó o deseé que hubiera ocurrido, Ni que hablar cuando esa memoria se transforma en “historia”, es decir se “oficializa” como verdad histórica.

   Para comprender el origen social de estos grupos de los años setenta vamos a tener que hacer un poco de historia, el primer grupo de civiles armados que desde la clandestinidad intentó derrocar a un gobierno fueron los autodenominados “Comandos Civiles” que primero intentaron asesinar a Perón y luego se sumaron al alzamiento militar. Estos hijos de la clase media alta y aristocracia porteña y en particular de Córdoba, estudiantes universitarios laicos y grupos confesionales, provenientes de la Unión Cívica Radical, del conservadurismo o la incipiente Democracia Cristiana, asesinaron policías que estaban asignados en alguna calle o como consignas, pusieron bombas, practicando el más crudo terrorismo para desestabilizar al gobierno justicialista. En uno de sus intentos de magnicidio más ambicioso, asesinar a Perón cuando se dirigiera a la Casa de Gobierno, participó Diego Muñiz Barreto, luego cuadro de conducción de Montoneros y diputado nacional de la Tendencia, el compañero y amigo Aldo Duzdevich ha escrito profusamente sobre esto y a su lectura encomiendo al que quiera profundizar.

   Recordemos que si definimos como “Terrorismo” el asesinar policías, poner bombas, como hizo Roque Carranza en 1953 o intentar asesinar funcionarios de gobierno o al mismísimo presidente esa calificación no puede cambiar cuando dichas acciones las llevan adelante hombres y mujeres afines políticamente contra gobiernos de un signo contrario al nuestro.

A la caída de Perón y en los 18 años de proscripción, el peronismo desarrolló actos de terrorismo en fábricas, metiendo “caños”, pero mostró un respeto casi suicida por las vidas ajenas, tanto así que muchas veces sus militantes murieron o fueron heridos y detenidos por evitar muertes, incluso de las fuerzas policiales, jamás cometió atentados explosivos contra personas o asesinó deliberadamente figuras del “gorilismo” gobernante, tanto de los militares golpistas como de gobiernos civiles fraudulentos, ya que habían llegado gracias a la proscripción de Perón y del Partido Justicialista.

   En los años 60 se producen acontecimientos que van a incidir en la política local, en primer lugar las crecientes luchas de los pueblos coloniales y semicoloniales para desembarazarse de las potencias dominantes, Argelia, Egipto, China fueron revoluciones triunfantes que mostraron que la victoria era posible, la lucha de los “barbudos” en Cuba que acaudillados por Fidel Castro toman el poder en 1959, derrocando a la infame dictadura de Fulgencio Batista, conmocionó a los jóvenes y a los revolucionarios de toda Hispanoamérica.

   En esos mismos años el Concilio Ecuménico II, impulsado por Juan XXIII y llevado a cabo por Paulo VI, provocó otro terremoto, en este caso en la Iglesia católica, convocando a una iglesia junto al pueblo, denunciando la injusticia y desplazando a la filosofía por la cultura como instrumento de evangelización y difusión del mensaje de Dios, lo que obligaba a sumergirse en el conocimiento de las distintas culturas y realidades históricas. Esto llega a América en la reunión de la Conferencia Episcopal Latinoamericana realizada en Medellín donde nace la llamada Teología de la Liberación.

   En la Argentina, se sucedían los gobiernos militares y civiles, los sectores medios comenzaban a expresar su disgusto ante las crecientes dificultades económicas, los trabajadores continuaban en su lucha por defender sus derechos y recuperar la democracia plena con el retorno de Perón, exiliado en España, y las elecciones sin proscripciones.

   En 1966 un nuevo golpe entroniza en el poder a Juan Carlos Onganía, militar de escasas ideas y gran megalomanía, ya imbuido de la Doctrina de la Seguridad Nacional en la que habían sido instruidas nuestras Fuerzas Armadas, no por EE.UU como se afirma, sino por los militares franceses derrotados en Argelia e Indochina, que de regreso a Francia intentan derrocar a De Gaulle o asesinarlo, fracasan y se emplean como instructores de la “Lucha contra el comunismo” en nuestras tierras.

   Ellos son los que traen las ideas de la “guerra sucia”, el secuestro, asesinato y “desaparición” de “el enemigo marxista”, metiendo en esa bolsa a todos los luchadores por la emancipación de sus patrias, la Escuela de las Américas es su continuación, pero no el origen del terrorismo de Estado.

   Onganía, decide eliminar todo foco de “adoctrinamiento marxista” y pone sus ojos en las universidades, en particular en la UBA que si bien era verdad que había sido conducida por hombres como Romero o Risieri Frondizi, profesantes de un liberalismo de izquierda o un marxismo “académico”, en realidad lo que representaba era un bastión antiperonista, que había sido “depurado” de profesores y auxiliares seguidores del “tirano depuesto”, era llamada la “Isla Democrática”, ya que en sus claustros se podía leer a Marx, Engels o sus epígonos, mientras fuera de ella se perseguía, encarcelaba y torturaba a los peronistas.

   Obtuso como era, Onganía lanzó una brutal represión en la famosa “Noche de los Bastones Largos”, apaleando docentes y estudiantes y lanzando al exilio una generación de los mejores científicos, investigadores, filósofos, producida en el país.

   Rotas las ilusiones que expulsado el peronismo, la Argentina volvería a la arcadia de antaño para los sectores medios, destruidas sus ilusiones “democráticas” de una universidad autónoma y ajena a las desdichas del pueblo que la sostenía con sus impuestos, un sector importante empieza a mirar con interés las luchas revolucionarias de otras tierras, los militantes de grupos católicos comienzan a escuchar a los “Sacerdotes del Tercer Mundo” y se conmueven con la muerte en el monte de Camilo Torres, sacerdote colombiano que había renunciado a los hábitos y se enroló en un grupo guerrillero formado al uso del modelo cubano.

   En estos años aparecen los primeros intentos de constituir un “foco” guerrillero en Argentina, en 1963, en Orán, Salta, aparece el autodenominado Ejército Guerrillero de los Pobres, conducido por Jorge Masetti, que pretendía abrir un frente que sirviera de apoyo al desembarco del Che Guevara en Bolivia, fue destruido rápidamente por la gendarmería y su jefe, supuestamente, se internó en la selva y nunca se supo más de él.

   Masetti, había seguido al grupo guerrillero cubano en Sierra Maestra, a pedido de Guevara fundó Prensa Latina, la agencia oficial de noticias cubana, donde trabajaron, entre otros, Gabriel García Márquez, Rodolfo Walsh y Rogelio García Lupo, enfrentado con el creciente avance del partido Comunista, que no había participado de la lucha pero comenzó a ocupar espacios luego que Castro adscribe al marxismo y sella su alianza con la URSS, renuncia a su cargo en 1962, en esos años también el Che, cuestiona la intromisión de estos sectores y comienza a preparar su salida de Cuba.

   Aquí cabe mencionar un debate que se dio en esos años, Guevara en un reportaje al “Monthly Review” adelanta su visión del camino hacia la revolución latinoamericana, afirma “Faltaron en América condiciones subjetivas, de las cuales una de las más importantes es la conciencia de la posibilidad de la victoria por la vía violenta frente al poder imperialista y sus aliados internos. Estas condiciones se crean mediante la lucha armada…y de la derrota del ejército por las fuerzas populares y su posterior aniquilamiento…apuntando desde ya que las condiciones se completan mediante el ejercicio de la lucha armada, tenemos que explicar que el escenario, una vez más, de esta lucha, es el campo y que, desde el campo, un ejército campesino…tomará las ciudades” (1) un recetario completo, un solo camino La lucha armada, un solo lugar El Campo y un solo actor El campesinado.

   Esta visión fue consagrada por Fidel Castro y transformada en manual por Regis Debray, incluso la Constitución cubana establece la lucha armada como único camino a la revolución y el socialismo.

   La Revolución cubana no triunfó por este recetario, El Granma, yate en el que viajaron los 82 revolucionarios encalló cuando llegó a la playa, fueron emboscados por las fuerzas de Batista y solo sobrevivieron 15, imaginar que con esta fuerza podían derrotar a las fuerzas de Batista, más allá que este ni siquiera tenía más que una guardia nacional armada con fusiles de fines del siglo XIX, suena muy romántico, pero es un dislate.

   El triunfo de la revolución cubana habría sido imposible sin el trabajo de Frank País, un joven dirigente estudiantil reformista y maestro, que organizó las fuerzas del Movimiento 26 de Julio en las principales ciudades de Cuba y cuyo asesinato por la policía en Santiago de Cuba en julio de 1957, disparó una rebelión popular sobre la cual se monta el grupo guerrillero para obtener la victoria, el que duda de lo que afirmo, que vaya a la Habana, al Museo de la Revolución y vea con sus propios ojos la relevancia que tiene esta figura, dicho sea de paso el Partido Comunista Cubano nunca apoyó ni a Pais ni a Fidel, recién desembarca en la Revolución triunfante, cuando el bloqueo y la agresión de los EE.UU deja a Cuba aislada y se ve obligada a caer en el abrazo de la URSS, de ahí el rechazo de Masetti y del propio Guevara, especialmente después de lo que consideraron la “traición” de Moscú en 1962, con la crisis de los misiles.

   Dediqué este largo párrafo para que podamos comprender dos hechos fundamentales:

1) La influencia de Cuba en establecer la lucha armada como único camino hacia el cambio de estructuras, en su necesidad que las revoluciones, que se producirían, en América continental evitarían el aislamiento de la isla del Caribe, el fracaso de esta estrategia provocó no sólo la aparición de la URSS como aliada única, sino la muerte de miles de militantes desde el Río Bravo hasta el Estrecho de Magallanes.

2) El apresuramiento desesperado de Guevara por generar procesos revolucionarios, primero en África, con el fracaso estrepitoso en el Congo y luego en Bolivia, intentando una revolución campesina en el único país de América del Sur que había hecho, en 1958, una revolución que no sólo había derrotado al ejército y lo había disuelto sino había llevado adelante una reforma agraria.

   Volviendo a nuestro país, la idea de encarar la lucha armada surge de tres hechos centrales:

1) El fracaso del intento de golpe militar, primero con Juan José Valle y luego con Iñíguez, para lograr el retorno de Perón, reprimidos sangrientamente, incluso con el asesinato de civiles.

2) El fracaso del intento de regreso de Perón en 1964, frustrado por la alianza del gobierno fraudulento de Arturo Illia con la dictadura brasileña, que detuvo el avión en Río de Janeiro y obligó al líder argentino a regresar a España.

3) La anulación de las elecciones legislativas de la provincia de Buenos Aires, en marzo de 1962, en las cuáles el dirigente sindical peronista Andrés Framini logra el 42,22% de los votos, obteniendo el triunfo.

   Los militantes peronistas habían llegado a la conclusión que era imposible terminar con la proscripción si no era por la violencia revolucionaria, Cuba parecía enseñar el camino, y aparecen intentos como el Ejército de Liberación Nacional-Movimiento Peronista de Liberación, más conocido como Uturuncos en 1959, nacidos en Santiago del Estero, donde llegaron a tomar el cuartel policial de Frías, conducidos por Enrique Manuel Mena, quién fue detenido en Tucumán junto al reducido grupo de jóvenes que lo acompañaba,

   En 1968 aparecen las Fuerzas Armadas Peronistas conducidas por Envar el Kadri, e integradas por una mujer, Amanda Peralta y otros doce jóvenes, que se instalan en Taco Ralo, Tucumán, que son apresados rápidamente en un intento de entrenamiento, por haber sido denunciados por los vecinos de la zona creyendo que se trataba de contrabandistas.

   Es bueno señalar que en esos años había sido creada la Juventud Peronista, con figuras inolvidables como Gustavo Rearte, Carlos Caride, Jorge Rulli, Envar el Kadri, Susana Valle. Felipe Vallese, Héctor Spina, en 1960 habían producido una acción, el ataque a una guardia de la aeronáutica en Ciudad Evita, firmada como Ejército Peronista de Liberación Nacional, estos grupos no se conforman con jóvenes universitarios de clase media como ocurre a partir de los 70, casi todos ellos son obreros y muchos activistas sindicales, familiarizados con la acción directa que podía ir desde pegar fotos de Perón y Evita en Corrientes y Esmeralda para esperar que alguno las arrancara y tomarse a trompadas, hasta poner un caño en una vía del tren o un sabotaje fabril.

   Es que entre 1955 y 1970, el peronismo recurrió a todas las formas de lucha posible para poner fin a la Fusiladora, primero, y a los gobiernos civiles fraudulentos, muchos de sus dirigentes fueron asesinados, detenidos y torturados salvajemente e incluso “Desaparecidos” como Vallese, obrero metalúrgico, delegado en la fábrica TEA, en Caracas 940 del barrio de Flores y que al momento de su secuestro tenía 22 años, jamás fue encontrado aunque con los años se supo que fue secuestrado por la Policía Federal, conducido a la Comisaría Primera de San Martín, donde fue torturado por varios días y trasladado a Villa Lynch donde continuaron los tormentos. Se supone que buscaban a Gustavo Rearte.

   Remarco el carácter de trabajadores, sindicalistas y militantes de la Juventud Peronista, porque no se trataba de Grupos de Vanguardia ni pretendían hacer ninguna revolución socialista o tomar el poder ellos para conducir un proceso revolucionario, eran militantes peronistas que solo buscaban el regreso de Perón a la Argentina y que hubiera elecciones libres, sin proscripciones, para que el pueblo pudiera elegir a quién deseara, que el peronismo pudiera ser legalizado y organizarse, en definitiva, recuperar una auténtica democracia, seguros que con ella y habiendo elecciones limpias el peronismo era imbatible, solo deseaban retomar el camino de la Revolución Peronista, detenido por el golpe gorila y criminal encabezado por Aramburu y Rojas, impulsado por la oligarquía y las fuerzas políticas que la representaban, la UCR, el Socialismo, el Partido Conservador, el Partido Demócrata Cristiano, la cúpula de la iglesia católica argentina y Gran Bretaña.

   En esos años se había producido lo que se llamó el proceso de nacionalización de las clases medias, esto es, sacudidos por la crisis económica, el reaccionarismo medieval de las fuerzas armadas y cierto profesorado y los sucesos ya citados de las luchas por la liberación en el Tercer Mundo, gran parte de esa generación, nacida en los años del peronismo, comienza a revisar la historia reciente y a cuestionar el rol de sus padres, muchos de ellos antiperonistas, rompiendo con la versión oficial de la “Segunda Tiranía”, los trabajadores industriales, que seguían siendo el sector más dinámico de la política argentina, se encuentran con una juventud universitaria que se desplaza hacia el campo nacional, comienzan a circular entre estos últimos, los libros de Jauretche, Scalabrini Ortiz, Ramos, Hernández Arregui, José M. Rosa, Fermín Chávez, de ahí el concepto de nacionalización, las ideas y categorías de los países dominantes comienzan a ser desplazados por otras, nacidas aquí o en países en lucha por su liberación.

   Esta llamada Alianza Plebeya, por los sectores sociales que la componen, estalla en 1969, sale a la calle, enfrenta al onganiato en Corrientes, Rosario, Tucumán y muy especialmente en el Cordobazo pone en crisis a la Argentina de la contrarrevolución oligárquica.

   En ninguna de esas luchas encontraremos a los partidos de izquierda y ultraizquierda, menos a los futuros integrantes de las organizaciones armadas, en la provincia de Córdoba los trabajadores salieron con sus dirigentes como Elpidio Torres (Smata), Atilio López (UTA) todos ellos alineados con el vandorismo y los estudiantes por el integralismo, sector nacido en la provincia mediterránea.

(1) “La lucha por un partido revolucionario”; Jorge Abelardo Ramos; Ediciones Pampa y Cielo; Buenos Aires; 1964 

Ezeiza, la masacre que no fue, y el relato que quiso justificar la violencia

Un tiroteo en inmediaciones del palco generó pánico y confusión entre la gente que acudió a recibir a Perón

Por Aldo Duzdevich*

Aquel 20 de junio de 1973, Perón regresaba definitivamente a la Argentina. Cerca de dos millones de personas acudieron a recibirlo. El acto preparado en el cruce de la ruta 205 con la autopista Ricchieri se vio frustrado por un accionar faccioso.

Antes del arribo del avión, en la zona detrás del palco, se produjeron incidentes entre grupos militantes que dejaron el lamentable saldo de 12 personas muertas y una cantidad no determinada de heridos. La inmensa multitud ajena a los hechos de violencia vio frustrada su intención de recibir a su líder Juan Domingo Perón que regresaba a la patria después de largos 18 años de exilio.

De los muertos, tres pertenecían a la militancia montonera, cuatro, a la custodia del palco, y el resto eran simples asistentes al acto. En una manifestación de dos millones de personas, donde hubo más de cinco mil militantes armados, la cifra de fallecidos es casi un milagro. Que la militancia montonera hay tenido tres muertos y cuatro los custodios del palco habla a las claras de un enfrentamiento entre dos grupos, no de una “emboscada”, ni mucho menos de una “masacre”.

Al día siguiente, los titulares de los principales diarios no mencionaban las palabras “masacre” o “matanza”. La Opinión tituló: “Debido a las luchas ideológicas de sectores juveniles, Perón debió cancelar su presencia en la masiva concentración de Ezeiza”. La Prensa informaba: “Por enfrentamientos armados, Perón aterrizó en Morón”. Clarín sintetizaba: “Enfrentamiento entre grupos armados”.

Los diarios del día siguiente no hablaron de «masacre»

Seis días después la revista de Montoneros El Descamisado tituló en su tapa: “La matanza de Ezeiza”. Y en el Nº 8 del 10 de Julio, una entrevista a Maria Antonia Berger se titulaba: “Trelew y Ezeiza, una misma masacre”. A partir de allí la prensa de Montoneros y de la izquierda en general construirá el paradigma “la Masacre de Ezeiza” que hoy puede encontrarse hasta en la wikipedia. En el año 2001, cuando cayó el gobierno de Fernando de la Rúa, en el centro de Buenos Aires hubo 30 muertos, sin embargo nadie habla de “la masacre de la Alianza”.

La construcción del relato

Olga Ruiz, Investigadora de la Universidad de la Frontera, Temuco, al analizar lo ocurrido en los años setenta en Chile expresa: “Los grandes relatos sobre nuestra historia reciente se han construido centrados en el heroísmo y la victimización, esquema binario que se afirma y consolida en la figura del traidor. Se trata en realidad de una triada (héroe-víctima-traidor) en las que el quebrado concentra -como un chivo expiatorio- las contradicciones, los fracasos y la derrota de la izquierda chilena. Es más sencillo atribuir la caída sostenida de militantes a unos cuantos traidores que analizar críticamente las políticas adoptadas por las dirigencias de las organizaciones revolucionarias.”

El relato de la historia reciente de nuestro país, esta construido sobre el mismo esquema: héroes-victimas y traidores. En el caso argentino, según el paradigma montado por los periodistas y escritores ex-militantes de las organizaciones ERP y Montoneros, el principal “traidor” culpable de sus fracasos se llama Juan Domingo Perón. A quien se agregan la llamada “burocracia sindical”, y todos los que cuestionaban la política de la conducción de Montoneros. En ese relato, la supuesta “traición a los jóvenes”, comenzó el 20 de junio de 1973 en lo que Horacio Verbitsky bautizó “la masacre de Ezeiza”.

En Ezeiza hubo un enfrentamiento entre grupos armados. El concepto de «masacre» corresponde al posterior relato montonero de victimización y de justificación de la violencia

Veamos qué dice Verbistky en su libro “Ezeiza” publicado en 1986: “La masacre de Ezeiza cierra un círculo de la historia Argentina y prefigura los años por venir (…) Ezeiza contiene el germen del gobierno de Isabel y López Rega, la Triple A, y el genocidio ejercido a partir del nuevo golpe militar de 1976 (…) Los preparativos para el 20 de junio (…) no hubieran sido posible sin la aquiescencia de Perón.”

No casualmente, Jorge Rafael Videla dice a Ceferino Reato en su libro “Disposición Final”: “Qué fue la Triple A, sino la intervención directa personal de Perón, en el conflicto dentro de su movimiento con los grupos de izquierda que le disputaban el liderazgo la conducción. (…) La mano que ejecuta es López Rega. Luego de la muerte de Perón la Triple A y el propio López Rega fueron inmanejables. Al final López Rega termina alejado del país por presión nuestra: nos molestaba porque la gente no sabía si las acciones de la Triple A eran de Lopez Rega, o eran ‘chistes’ de nosotros.”

Videla se sube al mismo relato del “tercer Perón traidor a los jóvenes” para depositar en él las culpas del terrorismo de Estado y de la Triple A, que siempre fueron las tres armas y la prueba de ello es que, eyectado López Rega, siguieron asesinando gente (“chistes”, dice Videla) hasta el 24 de marzo en que “mágicamente” desaparecieron de escena.

En mi libro “La Lealtad-Los montoneros que se quedaron con Peron”, Marcela Durrieu, en aquel entonces cuadro orgánico de Montoneros, dice: “No sé cómo empezó el tiroteo, pero un enfrentamiento, por grave que sea, no es lo mismo que una masacre y no es cierto que los montoneros habían concurrido desprevenidos (…) Ezeiza fue una excusa perfecta para comenzar la estrategia de victimización y enfrentamiento frontal con el peronismo y con Perón. La insistencia en destacar que había sido una emboscada, en asignarse todos los muertos y heridos, en magnificar los hechos y en diluir la trascendencia de la imposibilidad del descenso de Perón fueron una política dirigida a convencer al país y a la tropa propia de la condición de víctimas. La Conducción de Montoneros tenía resuelto, o consideraba irremediable el enfrentamiento con Perón, desde el día en que quedó claro el regreso, sólo faltaba resolver el momento y la forma y, supongo que consciente o inconscientemente, el inicio fue Ezeiza”.

Los muertos de ambos bandos

La JP y Montoneros, a través de sus comunicados y su revista El Descamisado, reconocen dos muertos de su sector, Horacio “Beto” Simona, combatiente montonero, y Antonio Quispe, combatiente de las FAR. Verbitsky menciona 13 muertos y 400 heridos, nombrando además a Hugo Oscar Lanvers de la UES.

Recientemente, Hugo Melgarejo, militante de Encuadramiento (los Demetrios) me hizo la aclaración de que Hugo Lanvers no pertenecía a la UES sino a Encuadramiento de Secundarios: “Era compañero mío del Instituto Huergo y yo era su responsable (jefe)”.

Dos millones de personas fueron a Ezeiza a recibir a Perón

En mi investigación, encontré que otra victima fatal, Raúl Obregozo, era militante de la JP La Plata.

Entonces, del sector FAR-Montoneros las victimas comprobadas hasta hoy fueron tres: Simona, Quispe y Obregoso. De la custodia del palco, las víctimas fatales fueron cuatro: el capitán RE del ejército Máximo Chavarri, los militantes del Comando de Organización (C.d.O): Rogelio Cuesta, Carlos Domínguez; y Manuel Segundo Calabrese. Este ultimo era un ex suboficial militar detenido en 1956 vinculado al COR (Centro de Operaciones de la Resistencia) de Iñiguez, según datos que me aportó el historiador Juan Kryskowski.

En el listado emitido por Salud Pública, figuran otros fallecidos, que seguramente fueron asistentes al acto sin militancia activa: Daniel Santana, Antonio Aquino, Pedro Lorenzo López y Hugo Sergio Larramendia. Y un tal Claudio Elido Arévalo (que seria el nombre falso de Jose Luis Nell) que fue gravemente herido pero no murió en Ezeiza.

Si los muertos fueron cuatro de la custodia del palco y tres del sector montoneros, está claro que hubo enfrentamiento y disparos de ambos lados. Puede alegarse que el grupo del palco tenía mayor poder de fuego, pero los cinco mil militantes de FAR-Montoneros provistos de armas cortas y algunas largas no las llevaban armas para un desfile. Cortas o largas, ambas armas disparan y matan.

En Ezeiza hubo armas cortas y largas entre los grupos guerrilleros y en la custodia del palco

Los preparativos del acto

Con el aval de Perón se constituyó una Comisión Organizadora integrada por: Juan Manuel Abal Medina, Norma Kennedy, el coronel (RE) Jorge Osinde, Jose Rucci y Lorenzo Miguel.

En el gobierno de Héctor Cámpora existía una real preocupación sobre la posibilidad de que las fricciones entre los distintos sectores del peronismo emergieran en el encuentro. Por este motivo, el presidente convocó a referentes de las organizaciones armadas para pedirles que no hubiese disturbios ni confrontaciones en el acto.

Luego de la reunión, se comenzaron a planificar estrategias para resolver el movimiento y ubicación de las propias fuerzas en el acto. El ex militante montonero Jorge Gaggero recuerda: “Llegaron a barajarse opciones delirantes. Una que recuerdo bien -y sé que eso se discutió en alto nivel- era montar una grúa de brazo altísimo que depositara en el palco en pleno acto a los sobrevivientes de Trelew.”

El ex militante de las FAP Taco Ralo, Néstor Verdinelli cuenta: “Por parte de Montos/FAR la cuestión era sacarle el monopolio de Perón a la derecha enquistada en el palco. Barajaron diferentes hipótesis, algunas casi psicodélicas, como la de tomar el control de Perón en Ezeiza, cuando bajara el avión. Finalmente fueron descartadas diversas opciones hasta que quedó la final: la columna Sur no entraría por la ruta a Ezeiza sino por el costado, marchando hacia el palco”.

Montoneros y FAR debatieron varias maniobras para «copar» el acto

La puja por el control del palco

Las disputas por llegar con los carteles de una agrupación más cerca del palco son un clásico de los actos peronistas. Lo eran hacen 50 años y lo son ahora. Y lo que empieza con empujones por ganar lugar, muchas veces termina con palazos y piñas. Solo que en Ezeiza además de palos y cadenas había una gran cantidad de gente armada.

La movilización a Ezeiza, para recibir a Perón después de 18 años de exilio fue el acto político mas grande de nuestra historia. Creo que solo equiparado o superado por lo que se vio en la Richieri el 20 de diciembre del 2022 en el recibimiento a la Selección Nacional.

Es cierto que las columnas de la JP Regionales con carteles de FAR y Montoneros eran las más numerosas de la movilización. Pero, como bien cuenta Carlos Flaskamp, por entonces miembro de la conducción de las FAR de La Plata: “Estaba claro que para Ezeiza el convocante era Perón. La gente se movilizaba para ir a ver a su líder. Lo que nosotros aportábamos eran la organización y el esfuerzo militante para hacer llegar gente hasta el lugar del encuentro. Pero en los carteles que portaban nuestros activistas se hablaba poco de Perón y mucho de FAR y Montoneros”.

Las columnas de FAR-Montoneros lograron colocar sus carteles frente al palco, como se puede observar en las fotos panorámicas de la Richieri.

La organización había previsto (como hoy día se hace en cualquier acto ) una zona de acceso para la comitiva de Perón detrás del palco. El tramo de Richieri que va desde el aeropuerto hasta el rulo de la ruta a Cañuelas. Esa zona detrás del palco debía estar libre de público.

La portada de La Nación. Los «disturbios» en Ezeiza, en segundo plano

La Comisión Organizadora había dispuesto que la custodia del palco estuviese a cargo de militantes, excluyendo a las policías federal y provincial. El jefe operativo era el ex teniente coronel Jorge Osinde y el ex capitán Ciro Ahumada. Tenían presencia en el palco varios militares y gendarmes retirados, muchos de ellos vinculados al COR, dirigidos por el general Miguel Ángel Iñiguez, de destacada actuación en los años de la Resistencia Peronista. Se habían sumado militantes pertenecientes al Comando de Organización (CdO), Concentracion Nacional Universitaria (CNU), Juventud Sindical Peronista (JSP), la JPRA y otros grupos menores. Muchos de ellos estaban armados con escopetas Itaka y ametralladoras.

Por el lado de la JP Montoneros, Mario Firmenich dirá a Felipe Pigna: “Fuimos con armas cortas. No hubo ninguna directiva de ir armado… es que normalmente la gente iba armada. El activismo iba armado, el nuestro, el del Comando de Organización, cualquiera. En este sentido, en Ezeiza debió haber muchísima gente armada, pero en proporción poquísima: para dos millones de personas habrá habido 5 mil armados.”

Néstor Verdinelli (FAP) recuerda: “Llevábamos armas cortas. Por si era necesario organizar una defensa. Se suele decir que también los montos llevaban nada más que armas cortas. Lo que no es cierto: en la columna Sur iban compañeros montoneros armados con metralletas y fusiles FAL.”

Muchos integrantes de Montoneros fueron armados al acto y no sólo con armas cortas

El ex militante montonero Oscar Balestieri dice: “En los hechos, la indicación fue ir a Ezeiza con armamento liviano. En el grupo que voy, seis u ocho compañeros llevábamos pistolas 22. Sin embargo, Quique Padilla iba en un ómnibus con una ametralladora Madsen pesada que nunca llegó a Ezeiza porque no la podía ni sacar; estaba montada en la parte de atrás de un ómnibus y solo paseó”.

Cinco mil militantes de FAR-Montoneros armados con armas cortas tropezando con 300 pesados del palco equipados con armas largas era un cóctel explosivo que cualquier chispa podía hacer volar por los aires. La cifra oficial de 12 muertos es un resultado milagroso en un espacio donde había dos millones de personas.

Los incidentes detrás del palco

Por la ruta 205 ingresó la columna sur de la JP Regionales, la cabeza de la columna logró ubicarse muy cerca del palco en el sector derecho, el resto del grupo realizó un giro por detrás para intentar ubicarse en el sector izquierdo. Ese movimiento de la columna, dio origen a la confusión de suponer que se quería rodear y copar el palco. Primero fueron empujones, cadenazos y palos, hasta que alguien hizo sacó un arma e hizo el primer disparo y se desató el caos.

El enfrentamiento dejó 12 muertos, un número bajo considerando lo multitudinaria de la concentración, pero sembró el caos y frustró el acto

Carlos Flaskamp relata que la cabeza de la columna sur, pudo ubicarse muy cerca del palco, en el sector derecho. Pero la parte de atrás de la columna que no había podido acercarse hizo un giro por detrás del palco para intentar ubicarse en la izquierda. “Este movimiento parece haber sido mal interpretado por la custodia que supuso que la columna Sur se aproximaba al palco con intención de tomarlo por asalto y abrió fuego. Para nosotros que estábamos ubicados adelante y a la derecha del palco (…) los de la custodia aparecían haciendo fuego en dirección contraria. Por lo tanto (…) optamos por permanecer en nuestra posición convencidos que nuestra columna era ajena a los enfrentamientos.”

Es difícil saber quien disparó el primer tiro y casi que no es trascendente. Cuando hay en un sitio tanta gente armada, lo más posible es que ante la sola explosión de un globo, la mayoría saque sus armas y comiencen los disparos. Esto fue lo que sucedió en Ezeiza.

Marcela Durrieu relata: “Yo no vi entrar a la columna ni nada, yo lo que vi es que volaban tiros y que nadie sabía de dónde venían. Vi gente con brazaletes de todos los colores tirándose al piso y heridos, y todo el mundo puteando contra todo el mundo… como si atacaran los marcianos, digamos, porque yo tenía al lado mío gente con el brazalete verde de la Juventud Sindical. Entonces empezaron a venir las ambulancias, y todo el mundo se paraba, levantaban los heridos, volvían los tiros, nadie sabía qué estaba pasando”.

Prueba de la confusión que reinaba, es la famosa foto del joven izado de los pelos al palco, que todos suponíamos era del sector montonero. En 2010 una investigación del profesor Enrique Arrosagaray develó su identidad. Su nombre es José Rincón. Era militante de la JPRA, había ido en la columna de Herminio Iglesias. Con él, subieron también a Leonardo Torrilla, quien logra que lo reconozcan como parte de los mismos custodios del palco, y finalmente liberan a ambos.

La foto más icónica de Ezeiza también fue parte del relato: José Rincón no era un militante de izquierda; había ido al acto en la columna de Herminio Iglesias

El mismo caso es el de los ocho detenidos y golpeados en el hotel de Ezeiza -Dardo José González, Víctor Daniel Mendoza, Luis Ernesto Pellizzón, José Britos, Juan Carlos Duarte, Alberto Formigo, Juan José Pedrazza, y José Almada-, a quienes salvó la oportuna y valiente intervención de Leonardo Favio. Ninguno de los ocho pertenecía a la JP Montoneros, sino a distintos sindicatos y sectores de la ortodoxia peronista.

Durante los incidentes nunca hubo disparos desde el palco hacia la multitud que estaba frente al palco. Eso hubiese producido un desbande y estampida, como las que hemos visto en La Meca, que se cobran miles de vidas. Quienes estaban frente al palco, sentían el silbido de balas, que en realidad eran los disparos de armas cortas, realizados desde atrás el palco, que pasaban por arriba y llegaban casi sin fuerza al otro lado.

Ezeiza como justificación del asesinato de José Ignacio Rucci

Con el título “A dos años de la matanza de Ezeiza. Ni olvido ni perdón”, la revista Evita Montonera de junio de 1975, luego de dar su versión de los hechos del 20 de junio de 1973, agrega un recuadro titulado “Justicia Popular”. Allí nombran a los dieciséis “ajusticiados” en venganza por los hechos de Ezeiza. El primero de ellos es: “José Rucci. ajusticiado por Montoneros el 25-09-73”. Evita Montonera era el órgano oficial de prensa de la organización Montoneros.

En 1975, la revista Evita Montonera, órgano oficial de la organización, dijo que el asesinato de Rucci había sido en represalia por la «masacre» de Ezeiza

Un signo de cómo se fue modificando el relato es que el comunicado de FAR-Montoneros sobre Ezeiza, emitido el 26 de junio de 1973, decía: “Los principales responsables de esta traición histórica son el Tte. Coronel (RE) Jorge Osinde, Alberto Brito Lima y Norma Kennedy.” No está mencionado Rucci, quien además no estuvo en Ezeiza, porque venía con Perón en el avión.

El ex montonero y poeta Juan Gelman fue más crudo: “Lo de Rucci no se hizo para despertar la conciencia de la clase obrera; se hizo en la concepción de tirarle un cadáver a Perón sobre la mesa para que equilibrase su juego político entre la derecha y la izquierda. Cuando se produce lo de Rucci(y) lo de Mor Roig después, hay gente de distinta procedencia que no está de acuerdo. Como conclusión, lo de Rucci iba a cercenar el apoyo de la clase obrera y lo de Mor Roig los apoyos de la clase media”.

Pero esta definición de acto cuasi mafioso del asesinato de Rucci no cabía en el relato de héroes-victimas y traidores. Entonces apelaron al argumento de que Rucci había sido el ideólogo y principal responsable de la “masacre de Ezeiza”, razón por la cual la “justicia popular”, representada por Quieto y Firmenich, lo condenó a recibir 23 balazos por la espalda.

El recibimiento a Perón luego de 17 años de exilio empañado por la provocación de algunos grupos

En definitiva, el 20 de junio de 1973, el acto de recibimiento a Perón se vio frustrado por el enfrentamiento entre facciones del peronismo. Montoneros construyó el mito de la “masacre” para justificar su confrontación con Perón y su persistencia de sostener el uso de la violencia en pleno gobierno constitucional de 1973 a 1976.

* Escritor autor de La Lealtad- Los montoneros que se quedaron con Perón y Salvados por Francisco

https://www.infobae.com/opinion/2025/06/20/ezeiza-la-masacre-que-no-fue-y-el-relato-que-quiso-justificar-la-violencia/

El Cuarto Reseteo

Por Julio Fernández Baraibar*

Se votó en el Senado Nacional el cuarto intento de reseteo del país creado entre el 4 de junio de 1943 – con la jornada liminar del 17 de Octubre – y el 16 de septiembre de 1955. Ese país se caracterizó por:

  • una industrialización, vía reemplazo de importaciones, impulsada y sostenida desde el Estado,
  • la utilización de la renta agraria como inversión estatal en ese proceso industrial,
  • una permanente ampliación del mercado interno,
  • un poderoso movimiento sindical, el más importante e influyente de Latinoamérica.

El Primer Reseteo

El primer reseteo fue la contrarrevolución cívico-militar llamada, paradojalmente, Revolución Libertadora. Sus principales efectos fueron el bombardeo a Plaza de Mayo, el fusilamiento criminal de un general de la Nación y de ciudadanos indefensos, el encarcelamiento y la persecución de miles de dirigentes políticos y sindicales y el ostracismo durante 18 años del General Perón, así como el ingreso de la Argentina al Fondo Monetario Internacional. El impulso industrializador y democratizador del peronismo había sido tan fuerte que, aún bajo esas condiciones, no pudo ser detenido y la Argentina no volvió a ser ese “paraíso perdido” del país agroexportador anterior al año 1940. El ciclo que se inicia entonces se caracterizó por las tensiones generadas entre un país industrial, al que el frondizismo también expresaba y la cúpula gorila oligárquica de las FF.AA., como expresión de la Sociedad Rural y los grandes exportadores.

La proscripción del general Perón le puso a todo el ciclo la característica de su ilegitimidad despótica, que derivó en violencia política y en la radicalización y nacionalización de amplias franjas medias de la sociedad. El golpe del torpe general Juan Carlos Onganía, con la intervención de las universidades, las puso en las mismas condiciones que el conjunto del país. Los sectores medios de todo el país se radicalizaron a la vez que, en buena parte, se nacionalizaban, se acercaban al peronismo.

El ciclo terminó con un levantamiento del país que condujo al regreso del general Perón a la Argentina y su tercera reelección en 1973.

El Segundo Reseteo

El segundo fue el criminal Proceso, llamado con sarcasmo, de Reorganización Nacional iniciado con el golpe del 24 de marzo de 1976. Se encargó de hacer desaparecer y asesinar a 30.000 conciudadanos y entregar el poder económico a la vieja oligarquía agroexportadora y el capital financiero. Gran parte de su legislación económica nunca fue derogada, como, por ejemplo, su Ley de Entidades Financieras que continúa rigiendo. Intentó cumplimentar, en suma, los objetivos desnacionalizadores y desindustrializadores que los fusiladores de 1955 no habían podido realizar. Por esos caprichos de Clío, el período terminó con la Guerra de Malvinas, el enfrentamiento bélico más importante y justiciero llevado a cabo por nuestras Fuerzas Armadas desde la guerra de la Independencia. El ciclo que se inicia en 1983 estuvo signado por esa trascendente derrota nacional.

El Tercer Reseteo 

El tercero fue llevado a cabo por un presidente de origen peronista, Carlos Saúl Menem, que realizó buena parte del programa que los dos anteriores momentos no pudieron realizar. Decidió la venta y entrega de las grandes empresas estatales, como YPF, Aerolíneas Argentinas, Correo, Aguas Sanitarias, Entel, Gas del Estado y los ferrocarriles. Disolvió organismos estatales como el INDER, la Junta Nacional de Granos y la de Carnes, entre otros. Dispuso, además, la paridad uno a uno con el dólar y produjo una violenta y vertiginosa desindustrialización del país. Este ciclo estuvo determinado, entre otras cosas, por el fin de la Guerra Fría y la disolución de la Unión Soviética, con el consecuente establecimiento de lo que se ha conocido como “unipolaridad”, la hegemonía mundial de una sola gran potencia, EE.UU. Puso al país bajo el consenso de Washington y su ministro de Relaciones Exteriores, Guido Di Tella, pudo hablar de las “relaciones carnales” con EE.UU. Como es sabido, ese período terminó con las movilizaciones del 19 y 20 de diciembre de 2001, la renuncia, primero, del ministro Cavallo y, al día siguiente, del presidente De la Rúa.

El menemismo, enfermedad senil del peronismo

El menemismo fue la expresión, brutal y oportunista, de ese agotamiento del impulso transformador del 17 de Octubre de 1945. No fue una cuestión de orden moral como el calificativo de traidor implica. Ya la reforma constitucional de 1994 dejó en evidencia los límites y la debilidad estratégica del peronismo de entonces a la nueva ofensiva de los sectores antinacionales. 

La provincialización de los recursos naturales y la creación de la Ciudad Autónoma, con amplia aceptación por parte del peronismo, dejó ver que la fortaleza del ideario nacional de ese movimiento ya no era lo que había sido. De ahí la amplia aceptación y el rápido reclutamiento de dirigentes y militantes que recibió el viraje neoliberal de Carlos Menem. En todo el país y en todas las instancias, incluidas las gremiales, las propuestas presidenciales y de su ministro de Economía recibieron un amplio apoyo. También es necesario decir que fue en las filas del movimiento sindical donde recibió la más tenaz resistencia y donde creció una fuerte oposición que se constituyó en el Movimiento de los Trabajadores Argentinos (MTA).

Pero el virus del neoliberalismo, ya no en su versión Martínez de Hoz, sino en su versión Domingo Cavallo, prendió en el seno de buena parte de la dirigencia justicialista de modo permanente. El monetarismo, la retracción del estado – sin disminuir su elefantiasis e inoperancia –, la privatización de empresas públicas – “Nada que deba ser estatal, permanecerá en manos del Estado” acuñó el fallido del ministro Dromi –, el seguidismo a los EE.UU., la libre importación de productos que el país fabrica y todos los lugares comunes del liberalismo económico, más una infinita avidez por los negocios particulares, se hicieron carne en dirigentes peronistas e, incluso, en votantes peronistas.

Es importante recordar que, en las elecciones del año 2003, el candidato que sacó más votos, aunque no alcanzaron para evitar el balotaje, fue Carlos Saúl Menem.

Pero eso no es todo. Los avatares políticos, económicos e institucionales del país terminaron dando por resultado una gigantesca y agigantada área metropolitana, con, obviamente, un gran peso electoral. Desde la breve presidencia de Eduardo Duhalde y a través de todas las presidencias que le sucedieron, buena parte de los recursos generados por las agroexportaciones volvieron al AMBA, y casi solo al AMBA, bajo la forma de subsidios al transporte, la electricidad y el gas y planes sociales.

Según pasan los años

Este Cuarto Reseteo del país industrial, con una amplia clase media y una clase obrera bien paga y de relativamente alta ocupación, con una política internacional soberana y un proyecto de integración latinoamericana, tiene algunas características propias y nuevas. En primer lugar, se da en un momento en que el escenario internacional está viviendo profundas modificaciones. Hay una guerra en el corazón de Europa, en su frontera con Rusia. Hay un genocidio en Palestina y una creciente oposición a Israel, tanto en Europa como en Asia, así como en buena parte de los sectores politizados norteamericanos. China es hoy una potencia política y económica a la par de EE.UU. y ha establecido una alianza estratégica con Rusia, a la vez que es uno de los motores de los BRICS, el acuerdo de las potencias emergentes, donde Brasil juega un papel principal.

No hay en América Latina, como sí lo había en 1976 o en 1989, una mayoría de gobiernos dóciles a los EE.UU. Sin que ello signifique un enfrentamiento con el país imperialista, los gobiernos de México, Guatemala, Cuba, Nicaragua, Honduras, Venezuela, Colombia, Brasil, Bolivia, Chile y, me atrevo a decir, El Salvador y, posiblemente, Uruguay en breve, tienen o tendrán gobiernos de amplia representación popular, con propuestas autonómicas e industrialistas, y que mantienen frente a los EE.UU. una política de independencia. El camino elegido por la Argentina ha sido, como resultado de una crisis básicamente política, totalmente opuesto al de la mayoría del continente y en una versión radicalizada y perversa.

En segundo lugar, y esto sí constituye una dificultad, estimo que todo esto ocurre ante ese agotamiento del peronismo que se ha mencionado más arriba. Cuando digo agotamiento del peronismo no me refiero a la identidad política del pueblo argentino o a la caducidad de sus grandes banderas. Me refiero a que los instrumentos políticos y económicos que caracterizaron a nuestro gran movimiento histórico, concebidas y generadas en las condiciones del país y del mundo de 1950, la contundencia de las grandes transformaciones realizadas en aquellos doce años, están llegando a su fin de ciclo. La Argentina no es la misma. Los 15.893.827 habitantes que éramos en 1947 se han convertido en 46.044.703 habitantes, casi triplicándose. El comercio internacional de nuestra agroproducción y el manejo de los excedentes por parte del Estado permitía – y lo siguió permitiendo durante varias décadas – los recursos para nuestra industrialización, el crecimiento de nuestro mercado interno, con altos salarios y baja desocupación e inversiones estatales y privadas en la Rama 1.

La crisis económica que vive Argentina desde, digamos, 2011 y la consecuente inflación constituyen la expresión más clara de que aquellos instrumentos habían perdido su eficacia inicial, lo que de alguna manera había comenzado a insinuarse a partir de 1953, con el déficit en la balanza de pagos, el Congreso de la Productividad, los contratos con la Standard Oil y otros proyectos de la época.

Recordemos para las nuevas generaciones, que muy posiblemente lo ignoran, que el “Congreso Nacional de la Productividad y el Bienestar Social” fue una convocatoria del Presidente Perón, para elaborar un plan de acción que respondiera a la nueva situación planteada por el aumento de la inflación. Se llevó a cabo entre el 21 y 31 de marzo de 1955, solo siente meses antes del golpe liberal y tuvo como protagonistas a la CGT, cuyo Secretario General era Eduardo Vuletich, y a la CGE, presidida por José Ber Gelbard. La política de sustitución de importaciones sobre la base de los excedentes del comercio internacional y la renta agraria comenzaba a agotarse y su manifestación inmediata fue la aparición de la inflación. La crisis, agravada por la sequía de 1951-1952, demostró la necesidad de cambios estructurales ante el agotamiento de los mecanismos implementados hasta ese momento.Si bien el Congreso no llegó a ninguna decisión importante debido a la resistencia de los representantes del movimiento obrero, entre los objetivos del mismo estaba remover los principales obstáculos al aumento de la productividad: principalmente el ausentismo y la labor de las comisiones internas; también se planteaba la autorización para rotar al personal entre diversas funciones al margen del sistema de categorías, establecido en los convenios colectivos.

Los contratos con la Standard Oil –en cuyo directorio se sentaba nada menos que Spruille Braden–, firmados también en 1955, manifestaban también ciertos límites alcanzados por los instrumentos peronistas para la industrialización del país. YPF, pese al gigantesco crecimiento de su producción petrolera, no terminaba de satisfacer la demanda energética del país, en pleno despliegue industrial y de consumo. Aunque hubo alguna resistencia de parte de algunos diputados peronistas, la oposición antiperonista utilizó el hecho para atacar al gobierno por entreguista. Arturo Frondizi escribe en 1954 “Política y Petróleo”, una crítica implícita a esos contratos. Solo cinco años después, ya como presidente, firmaría contratos mucho más costosos con varias empresas norteamericanas.

En suma, lo que aquí queríamos exponer es que los mecanismos instrumentales del peronismo en sus objetivos industriales y de altos salarios ya había comenzado a experimentar un agotamiento en el momento de su derrocamiento.

El neofederalismo

Con la excepción de Néstor Kirchner, desde Fernando de la Rúa – Chacho Álvarez hasta Milei – Villarruel, se han sucedido presidentes de claro origen en el AMBA, incluyendo a la propia Cristina Fernández de Kirchner. En Santa Fe, Córdoba, Entre Ríos y Corrientes el peronismo ha estado dividido entre dirigentes que pertenecen al establishment agroexportador y un kirchnerismo casi contestario y muy ligado a las preocupaciones políticas e ideológicas que se discuten en el AMBA. El “neofederalismo” que ha generado esta situación tiene características meramente defensivas y locales. Lejos de tener una definición general sobre el tipo de país que se pretende – industrial, soberano, integrado a la región o agro- y minero-exportador, sometido a la política exterior norteamericana y enfrentado con sus vecinos soberanistas –, se conforma con intentar capitalizar localmente los beneficios de la Constitución del 94 respecto a los recursos naturales y encontrar una rápida modernización de sus provincias, sin considerar el carácter mismo de esa modernización – soberana o dependiente –. Fue muy sintomático para este entendimiento la defensa hecha en un reportaje televisivo por la senadora jujeña peronista, Carolina Moisés, al Régimen de Inversiones para Grandes Inversores (RIGI): “En Jujuy hay recursos pero falta financiamiento, y el RIGI podría abrir una oportunidad para el NOA para atraer grandes inversiones que generarían empleo genuino y serían un multiplicador económico”. Y agregó: “Como peronista necesito reconstruir el vínculo con los jujeños y jujeñas, desde el punto que hoy la sociedad nos demanda”. No le estoy dando la razón a la senadora, pero entiendo claramente que su punto de vista pone en evidencia un grave problema al que su fuerza política a nivel nacional no ha logrado ni siquiera enfrentar. Estoy convencido que las provincias se expresaron contra una política que las dejó afuera. Lo hicieron de la peor manera, pero nadie les ofreció una mejor.

Jorge Enea Spilimbergo me dijo, en una de esas largas e inolvidables conversaciones, que el último verdadero federal había sido José Gervasio Artigas y que, después de su derrota, el federalismo se había vuelto un movimiento meramente defensivo, sin un verdadero proyecto nacional. Hoy da la impresión de haberse convertido en un localismo bastante estrecho y egoísta. Los gobernadores (con sus honrosas excepciones) parecen y actúan como intendentes del conurbano, para quienes, y esto es lógico, lo más importante es la situación del alumbrado, barrido y limpieza de su comuna. El litio, el oro, el cobre, el petróleo y el gas no son cuestiones meramente comunales. En ellas está en juego el destino de la Argentina.

Ha escrito Claudio Scaletta, con acierto y en este mismo sentido:  “Si en algo fueron exitosas las tres experiencias neoliberales que antecedieron a la presente, fue precisamente en el establecimiento de transformaciones estructurales difícilmente reversibles. La dictadura realizó la reforma financiera y comenzó la sujeción por deudas, el menemismo desarmó los restos del Estado de Bienestar, profundizó el endeudamiento y, en conjunto con el radicalismo, concretó una reforma constitucional que profundizó la fragmentación del poder del Estado Nación en una suerte de nueva federación de Estados provinciales, una trampa de la que será extremadamente difícil salir, sino imposible. Finalmente, el rol histórico del macrismo, su gran legado, fue reendeudarse con el exterior y traer de vuelta al FMI, todo con el apoyo a la gobernabilidad de la ‘oposición responsable”.

El reseteo del movimiento nacional

Si se insiste en un cuestionamiento meramente moral, apelando al calificativo de “traidor”, muy poco se podrá avanzar en la superación de esta difícil coyuntura. Esto no se soluciona echando dirigentes del Partido Justicialista, institución que, por otra parte, nunca ha tenido un carácter muy estructurado e indiscutible. No es el Partido Comunista Chino. Ni siquiera es el PSOE, para dar un ejemplo más relajado. Nuestro último candidato presidencial fue y es el principal dirigente de otro partido desde hace once años.

Tampoco pasa por las vociferantes propuestas del ex secretario de Comercio y homónimo de célebre actor mexicano, Mario Guillermo Moreno, dividiendo abstracta e ideológicamente, entre “peronistas” y “progresistas”, mientras se aferra a una caricatura del peronismo digna del ya fallecido dibujante Landrú, bastante gorila por cierto. Ni el peronismo histórico fue como lo presenta, ni se puede entrar al futuro retrocediendo.

La ampliación y diversificación de nuestras exportaciones; la discusión, con la más amplia participación del movimiento obrero, sobre una nueva legislación laboral; el papel de las inversiones extranjeras directas en un plan de desarrollo productivo orientado por el Estado nacional y del equilibrio fiscal; una política realista ante el fenómeno endémico de la inflación en nuestra economía y una superación no coyuntural de las restricciones externas son algunas de los tópicos a plantear para volver a ofrecer una alternativa electoral con posibilidades de éxito.

Entiendo, como decía al principio de esta reflexión que se ha hecho demasiado larga, que lo que el movimiento nacional requiere es una introspección y una discusión que actualice su instrumental económico, que replantee un sano federalismo que desconcentre la importancia del AMBA y que ratifique y profundice su política exterior, muy bien desarrollada por el gobierno de Alberto Fernández. En todo esto debería jugar un papel central la CGT y el movimiento obrero en su conjunto. En este dramático momento que vivimos ha asumido un papel aglutinador y programático como no ocurría desde los viejos tiempos de Saúl Ubaldini.

Un vigoroso reseteo del gran movimiento nacional argentino dará, seguramente, como resultado un apagón definitivo al cuarto reseteo de la Patria, propuesto por el capital financiero, el capital extranjero y la gran concentración agroexportadora.

Buenos Aires, 14 de junio de 2024

*escritor, guionista, documentalista y político

Algunas reflexiones a los 40 años de Malvinas

Hundimiento del HMS Sheffield el 4 de mayo de 1982. Murieron 20 personas. Fue el primer barco de la Royal Navy hundido en una guerra en cuarenta años.

Por Julio Fernández Baraibar*

Los sucesos del 2 de abril de 1982, es decir la recuperación militar para la soberanía nacional de nuestras islas irredentas, dieron origen a una verdadera gesta nacional y popular, como se pudo observar de inmediato con la alborozada, entusiasta y espontánea adhesión del pueblo argentino a dicha recuperación. Este entusiasmo pudo verse en todas las plazas del país y principalmente en la de Mayo, ocupada, entre otros, por muchos de los hombres y mujeres que dos días atrás habían sido salvajemente apaleados por la policía del régimen. Incluso entre los exilados y perseguidos por la dictadura cívico militar, la noticia generó una respuesta de solidaridad y las embajadas argentinas -hasta entonces vistas con justificado recelo- comenzaron a llenarse de compatriotas que se ofrecían como voluntarios.

Quien esto escribe encabezó, en Estocolmo, una manifestación hasta las verjas de la Embajada Británica, donde se quemó una Unión Jack, símbolo ominoso de la ocupación colonial. Al día siguiente, un grupo de argentinos y suecos concurrimos a nuestra embajada para exigir se pusiera a nuestra disposición, como ciudadanos argentinos, los elementos necesarios para redactar y enviar comunicados de prensa en apoyo, justamente, a la gesta que se había iniciado ese día. Comenzamos a recorrer las redacciones de los medios de prensa para exponer nuestro punto de vista que era de repudio a la dictadura cívico-militar y de ratificación de la reconquista de nuestro territorio usurpado. Vale la pena mencionar que la atención con que hasta ese momento habían sido recibidas nuestras declaraciones en la prensa sueca desapareció como por encanto. Unos argentinos exiliados denunciando las tropelías de la dictadura proimperialista eran motivo de conmiseración y pena. Pero esos mismos hombres y mujeres reivindicando un acto de voluntad nacional contra una potencia imperialista ya no despertaban solidaridad ni simpatía.

Como pueden recordar todos los que vivían en el país en aquellos días, las canchas de fútbol fueron testigos de la adhesión popular a la recuperación de las islas y de la solidaridad con los oficiales y soldados que estaban en el frente de guerra. Y bajo ningún concepto, ninguna de esas expresiones confundía el apoyo a la recuperación de Malvinas con un apoyo a la dictadura militar. Por el contrario, todavía se recuerdan los cantos de las tribunas adhiriendo a la acción militar austral y repudiando a Galtieri y la dictadura.

El 2 de abril de 1982 se inició, guste o no, una gesta nacional y popular.

Entiendo de sobra -y es algo que muchos de nosotros venimos repitiendo desde hace 40 años- la dificultad que representa asumir la contradicción en la que incurrió el propio régimen militar al reconquistar Malvinas. Los caprichos de Clío han desconcertado muchas veces a espectadores y protagonistas.

No fue otro que el virrey del Imperio Otomano Mehmed Ali Pasha quien, en 1805, encabezó la independencia de Egipto convirtiéndose en el sultán Muhammed Alí e iniciando la creación de un estado nacional moderno. O, más cercano a nuestros días, no fue sino el extravagante play boy Norodom Sihanouk, coronado monarca de Camboya a los 19 años y heredero de una corona cómplice con la dominación francesa, quien encabezó, en 1953, la independencia de ese país del democrático protectorado colonialista.

Lo que me resulta casi imposible de entender es el silencio, olvido o sordina, acerca de que nuestros heroicos muertos durante la guerra de Malvinas fueron matados por balas inglesas, por cañones ingleses, por torpedos ingleses y no por las balas de una dictadura que, es cierto, había asolado al país -y continuó haciéndolo después de la derrota en la batalla austral- a sangre y a fuego. No es posible pensar, sin caer en el más profundo desprecio a esos héroes, que los 323 muertos por el ataque aleve y criminal al Crucero General Belgrano haya que atribuírselos a la dictadura.

Todos estos extravíos que cada 2 de abril abruman en la televisión y la prensa, sobre todo en esa franja de borrosos límites llamada progresismo, derivan de la dificultad para entender que esa guerra, más allá del sentido y las razones que quisiera haberle dado la cúpula militar, fue, y sigue siendo, de naturaleza intrínsecamente liberadora. Y fue eso, la naturaleza justa, legítima y anticolonial de la guerra, lo que generó el inmediato apoyo de los países latinoamericanos.

Panamá votó a favor de la Argentina en el Consejo de Seguridad de las Naciones Unidas. El secretario general de la ONU, el peruano Javier Pérez de Cuéllar, hizo dudar sobre su imparcialidad, moviéndose a favor de la Argentina, mientras el gobierno de su país envió aviones y aviadores dispuestos a participar en la contienda aero-naval. Venezuela defendió a viva voz a la Argentina, mientras que su embajador en Buenos Aires se convertía en un vocero de la justicia de la causa y de la guerra.

Sólo la dictadura de Pinochet mantuvo su torva hostilidad hacia la Argentina, mientras sus FF.AA. daban información estratégica a la Task Force inglesa. Obviamente no era la admiración al sistema democrático y la soberanía popular o el horror ante las violaciones de los Derechos Humanos lo que guiaba la política del déspota trasandino. Era su lealtad a la OTAN y su sumisión a los EE.UU. y Gran Bretaña lo que dictaba su conducta.

Es muy probable que en el ánimo de la Junta Militar de entonces haya estado la ensoñación que se le atribuye. Pero es mucho más comprobable y demostrable que esa decisión abrió la caja de Pandora del espíritu patriótico de los argentinos y de Patria Grande de los suramericanos. Entre el 2 de abril de 1982 y el final de la Guerra de Malvinas, América Latina volvió a vivir el espíritu bolivariano y sanmartiniano de las luchas por la Independencia y comenzó la latinoamericanización de nuestro reclamo que hoy es ya política oficial de la UNASUR.

𝗨𝗻𝗮 𝗴𝘂𝗲𝗿𝗿𝗮 𝗹𝗲𝗴𝗶́𝘁𝗶𝗺𝗮 𝘆 𝘂𝗻 𝗴𝗼𝗯𝗶𝗲𝗿𝗻𝗼 𝗶𝗹𝗲𝗴𝗶́𝘁𝗶𝗺𝗼

Se ha afirmado, para negar la justicia de la Guerra de Malvinas que ella no fue no fue el resultado de las deliberaciones y necesidades de distintos sectores de una sociedad que deciden alzarse en armas contra el colonialismo del que son víctimas.

En primer lugar ninguna guerra de liberación es el resultado de ese manual de procedimientos. El hecho de que una guerra sea adoptada por un parlamento democráticamente elegido no incide sobre su naturaleza. La aprobación por parte del Congreso norteamericano del envío de tropas a Irak no modifica el carácter imperialista, injusto e ilegítimo de esa decisión. El hecho de que hayan sido los jefes del Frente Nacional de Liberación de Argelia, y no el pueblo argelino reunido en congreso, quien haya iniciado su guerra por la independencia no modifica en un ápice la naturaleza justa, legítima y popular de la misma. Lo contrario es formalismo democratista liberal, algo que contradice abiertamente el realismo de nuestro pensamiento nacional y popular.

Tampoco es cierto que la decisión del ’82 haya sido una “aberración geopolítica absoluta”, como se ha llegado a decir. Los numerosos testimonios ingleses sobre lo cerca que Argentina estuvo de obtener un resultado favorable nos eximen de mayor explicación. Coincido también en esto con Jorge Abelardo Ramos cuando afirma: “Iniciar y consumar la recuperación de las Malvinas fue una victoria política y estratégica en sí misma (ya que rompió la inmovilidad de un siglo y medio) y la rendición de Puerto Argentino constituyó una derrota táctica, pero que no alteró el significado global de la guerra y su positivo valor histórico. Justamente la idea de que la guerra fue perdida es la que manipula el Servicio Secreto Británico y los ‘partidos políticos de la rendición incondicional’, que parasitan en la Argentina” (Prólogo al Informe de lord Franks, 1° de marzo de 1985).

𝗟𝗮 𝗴𝘂𝗲𝗿𝗿𝗮 𝘆 𝗹𝗼𝘀 𝗱𝗲𝗿𝗲𝗰𝗵𝗼𝘀 𝗵𝘂𝗺𝗮𝗻𝗼𝘀

El otro punto que ha desvelado a los críticos de la breve recuperación de las islas y los combates que sobrevinieron es el relativo a la supuesta violación de los Derechos Humanos de la tropa por parte de nuestra oficialidad.

Argentina ha tenido el singular privilegio -común a muy pocos países del orbe- de no haber participado directamente en un conflicto bélico desde la infame Guerra de la Triple Alianza -de naturaleza simétricamente opuesta a la de Malvinas, por otra parte-. Esto le ha dado a nuestro pueblo una ingenua ignorancia sobre las condiciones en que se desarrolla una guerra. Pese a haberlo visto miles de veces en películas norteamericanas o europeas, la brutalidad, el desprecio por la vida propia o ajena, la crueldad disciplinaria, el inapelable verticalismo castrense, le resultan reconocibles y propios de esas películas, pero extraños y ajenos a nuestras tradiciones de convivencia. Pero la verdad es que así es la guerra. Un estado en el que, de alguna manera, se suspenden los derechos humanos y la obediencia y la disciplina son fundamentales para el cumplimiento del objetivo: matar más soldados enemigos que los que el enemigo mate en nuestras filas. No intento con esto negar el hecho de que, como en toda guerra y, más aún, en toda actividad humana, no se hayan cometido injusticias y arbitrariedades, pero plantear la Guerra de Malvinas -como lo hace la película “Iluminados por el Fuego” como una guerra entre oficiales y soldados … argentinos, es un notable y pernicioso dislate.

De los miles de veteranos de la guerra de Malvinas, son muy pocas la denuncias sobre este tipo de hechos a los que cierta retórica pretende llamarlos de lesa humanidad. ¿Hubo casos de injustos castigos? Seguramente sí, los hubo, como los ha habido y seguirá habiendo en cada oportunidad en que el furor de Marte gobierne la conducta de los humanos. El puñado de hombres que en 1964 se juntó en Orán, Salta, para iniciar una actividad guerrillera terminó fusilando a dos de sus miembros por supuestos actos de indisciplina y, por otra parte, fueron los únicos muertos que el grupo ocasionó. Bolívar no dudó en fusilar a quien posiblemente fuese su mejor hombre, el general Manuel Piar, y a todos sus compañeros. Las fuerzas militares destacadas en Malvinas no se dedicaron a estaquear soldaditos, como se ha llegado a afirmar, aunque lo hayan hecho. Prueba de ello son la cantidad de víctimas inglesas caídas en lucha cuerpo a cuerpo, el heroísmo de los oficiales de la aviación que salían a atacar a las naves inglesas sabiendo que las posibilidades de regreso eran mínimas y en donde caían tres pilotos de cada cinco que partían.

Esto fue lo que entendió Fidel Castro, y no los pocos casos de arbitrariedades, cuando sus ásperas barbas rozaron, en un abrazo, la delicada piel del canciller argentino Nicanor Costa Méndez. Me cuesta pensar que el viejo líder revolucionario estuviera confundido al respecto.

Estas reflexiones pretenden ser una contribución a evitar que, dentro de cien años, una nueva oleada de revisionismo histórico tenga que rescatar del olvido -como lo hemos hecho con la batalla de la Vuelta de Obligado- la valentía y astucia de los argentinos enfrentando con las armas, y en disparidad de condiciones, a los usurpadores de nuestro territorio patrio.

Buenos Aires, 1º de abril de 2022

*Escritor, guionista, documentalista y político

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