Superar el repliegue popular con un sólido y posible programa de futuro

Por Julio Fernández Baraibar

28/10/2025

Por supuesto que toda situación tiene múltiples causas. Pero en mi opinión, en el resultado de ayer ganó, básicamente, el miedo al día posterior a las elecciones. El chantaje financiero de Trump, Bessent y JP Morgan funcionó. Una mayoría del electorado temió un desastre con el dólar a 2000 pesos y un descontrol en la remarcación de precios.

Después, creo, vienen otras causas: la debilidad de nuestra campaña, nuestros enfrentamientos intestinos sin resolver, la ausencia de una clara respuesta programática a la Argentina real 2025, entre otras.
Las conversaciones de los días miércoles, jueves, viernes y sábado, entre quienes seguimos la política desde el peronismo, eran alrededor del desbarajuste macro y microeconómico que se produciría de ganar Fuerza Patria y perder el gobierno. Y no teníamos una respuesta a lo que podríamos hacer.

El electorado, mayoritariamente, entendió lo mismo y votó para evitar ese desbarajuste, que produciría una vorágine de precios.

Haber desdoblado la elección fue un éxito, además de una necesaria respuesta política al intento de dejar al gobernador de la provincia sin apoyo legislativo. Ello permitió la consolidación de Kicillof en la provincia y dejó expuesta la endeblez de la conducción nacional del PJ.

El gobierno ganó a gatas las elecciones. Pero sigue con el mismo problema: su plan económico es un fracaso, si es siquiera un plan. Nosotros tenemos que presentar claramente un programa superador que no está en el pasado. Desarmar la hegemonía del capital financiero -impuesta sin modificaciones en el país desde los tiempos de Martínez de Hoz y hoy fortalecido por una de las bandas del capital financiero yanqui- debe ser uno de los principales objetivos políticos, se lo presente como se lo presente.

Delimitarnos claramente de la inflación a la cual, con razón o sin ella, hemos quedado pegados. Plantear un nuevo programa que amplíe y diversifique nuestras exportaciones, explicar la necesidad de la incorporación a los BRICS, convencer de que podemos poner nuevamente en movimiento el aparato productivo sin inflación, por lo menos con la misma inflación que la que tenemos.

Cuando digo a la Argentina real 2025 me refiero a las importantes transformaciones que ha sufrido la clase trabajadora -que debe volver a liderar una política de alianzas con los sectores medios urbanos y rurales-, con la aparición de la informalidad, del trabajo en apps, lo que ha modificado al movimiento obrero que conoció históricamente el peronismo. Todo el sistema laboral e impositivo debe ser objeto de una reforma, no a favor del capital como pretende Milei, sino a favor del pueblo, de los trabajadores. Pero eso necesita ser planteado y discutido.

Igualmente, tenemos que discutir cómo hacemos con el permanente chantaje de los sectores exportadores que nos genera una sed de dólares que obligan a maniobras como el cepo y esas cosas. Tenemos que dejar claro, como te dije, que a nosotros tampoco nos gusta la inflación, que nos comprometemos a luchar contra ella y garantizar, no obstante, un mayor desarrollo productivo e industrial.

E imperioso formular nuevas políticas industriales que pongan en movimiento el capital invertido e inmovilizado por las políticas neoliberales financieras, pero que además se despliegue sobre el conjunto del país, con un carácter federal. Tenemos que dar respuesta a la puesta en marcha de nuestros codiciados recursos naturales, poniendo el énfasis en las posibilidades de su industrialización, evitando caer nuevamente en la mera exportación de materias primas. Para ello es nuestro deber, en el futuro más inmediato, restituir la vigencia de un fuerte y sólido estado productivista en condiciones de asociarse con el capital privado en la industrialización de nuestros recursos, así como estado nacional y popular de inversión social, dirigida a solventar el ejercicio de la justicia social, es decir en educación, sanidad, vivienda, previsión social, etc. como línea conductora de los presupuestos nacionales.

Esas son algunas de las cosas que tendremos que discutir de aquí al 27, si queremos ser una alternativa creíble para la mayoría. Es ofreciendo un futuro posible y al alcance de las manos como el movimiento nacional, en alianza con todas las fuerzas dispuestas a asumir este ideario, podrá superar este momento de repliegue popular y de nostalgia por el pasado.

https://fernandezbaraibar.blogspot.com/2025/10/superar-el-repliegue-popular-con-un.html?m=1

17 puntos para la discusión en el movimiento nacional

Por Santiago Liaudat

  1. Antes que acusar, cada uno debe revisar su práctica y evaluar si hizo lo suficiente para evitar este resultado electoral. La autocrítica es el punto de partida para la crítica. Como nos enseñó Francisco, todos tenemos una cuota de responsabilidad. Así que, ¡cuidado con los francotiradores que, desde posición a cubierto, tiran a matar! Frente a esa cultura de la agresión gratuita y el internismo irresponsable, hay que levantar la voz compañera, escuchar la palabra constructiva de quienes procuran caminos de solución.
  2. Hay que tener en claro que no enfrentamos sólo a La Libertad Avanza, al PRO y a los grupos económicos concentrados de la Argentina, sino al poder angloestadounidense. Estamos en una batalla contra actores e intereses que exceden por mucho a los actores locales. Nunca en la historia nacional se había visto tal grado de injerencias: desde el apoyo del FMI y el Tesoro norteamericano para sostener el esquema cambiario y financiero del gobierno, hasta las sucesivas muestras de respaldo político de Trump y el impresionante desembarco del JP Morgan a pocos días de las elecciones.
  3. En estos días aparecerán valiosos diagnósticos sobre las causas del apoyo al oficialismo a pesar del deterioro económico y los escándalos de corrupción. Aquí quiero plantear sólo un principio interpretativo: pensar desde dentro del pueblo y con amor al pueblo. Con eso invito a rechazar los análisis que “ven la cosa de afuera”, habitualmente en tono condenatorio y desde una posición de superioridad moral e intelectual. Incluso, llega a escucharse quien dice que “le da asco el país” o que se siente ajeno en su tierra. Nada bueno puede construirse desde esa mirada.   
  4. La aplicación de ese principio tiene como primera consecuencia no ver sólo la negatividad (falta de conciencia nacional, alienación, gorilismo, despolitización, descomposición social, individualización), sino sobre todo la positividad detrás del voto libertario. Para eso hay que sacarse las anteojeras ideológicas, los prejuicios endogámicos y ejercitar la escucha. ¿Qué elementos de verdad hay en ese voto? ¿Qué valores positivos moviliza? En particular, en sectores de jóvenes y trabajadores, que históricamente fueron parte de las bases del movimiento nacional.
  5. En ese sentido, quiero destacar tres. Primero, “encontrar un sentido al sacrificio”. Cuando uno ve el mensaje gubernamental, ese fue el mensaje. Y a estas alturas tenemos que reconocer que esta gente no improvisa en comunicación. Evidentemente, fue una línea estudiada, con anclaje en la realidad social. El valor positivo es la abnegación detrás de una causa mayor; lo que, además, enlaza fuertemente con dos tradiciones presentes en el pueblo argentino: la visión judeocristiana y la cultura del esfuerzo.
  6. Segundo, el miedo a la debacle del día después. Paradójicamente, ver al gobierno tan debilitado, terminó siendo un factor que asustó a una parte de la población, sobre todo, pobre, que temió una crisis económica si el gobierno perdía. Acá el valor positivo es la estabilidad y el orden, aunque precarios, deseables ante la posibilidad de un descalabro generalizado.
  7. Tercero, el proyecto de país, el discurso de esperanza, los deseos de cambio y los sueños de una Argentina grande. Todavía anidan en una parte importante de quienes lo apoyaron hace dos años la fe en que el camino es el correcto, que hay que dar tiempo al presidente. Y tener presente que la figura de Milei surge como figura mesiánica en el contexto de una degradación institucional, económica y social prolongada y de un hartazgo social con la política que no pudo revertir esos procesos. 
  8. ¿Implican estos elementos de positividad que nuestros compatriotas apoyan la narcopolítica, la criptoestafa o las coimas de la ANDIS? Por supuesto que no. Supone únicamente que en la ecuación que esos votantes hicieron pesan más aún aquellos aspectos positivos que las manchas que el gobierno va sumando. 
  9. Esa pus de la corrupción, los negociados y el deterioro económico y social terminarán más temprano por infestar el humor social y se abrirán condiciones para la alternancia política. Por lo que la tarea principal en el tiempo que se abre es la construcción de la alternativa. 
  10. ¿Esto implica que la resistencia pierde valor? Por el contrario. Es ella la que genera las relaciones de fuerzas favorables al surgimiento de un proyecto político nacional popular. En tres aspectos: uno, al obstaculizar las iniciativas del oficialismo que atenten contra la soberanía nacional y la calidad de vida; dos, al mostrar de cara a la sociedad la existencia de valores, prácticas y discursos opuestos a los libertarios y anclados en la solidaridad y la dignidad; tres, al construirse como factor de poder capaz mediante la movilización y la lucha de incidir en la agenda pública.
  11. ¿Por qué entonces la construcción del proyecto político es la tarea principal? Porque  parte esencial del triunfo libertario se debe a la incapacidad propia de ofrecer un proyecto deseable. Y de mantenerse ese cuadro nada indica que en la sucesión presidencial en dos años, sino antes, sea mejor. En otras palabras, la deslegitimación del gobierno no se traslada automáticamente en votos a la principal oposición. Una parte de la sociedad queda, directamente, desencantada. Otra prefiere seguir apostando al oficialismo pese a todo, ya que nos identifica con un mal mayor. El triunfo del gobierno es político, antes que económico. 
  12. La construcción de un proyecto alternativo implica ser capaces de presentar un proyecto de país con propuestas atractivas para los distintos sectores sociales que concebimos como parte del frente nacional. No alcanza con dar cuenta de las cualidades de un candidato (por ej., “honesto y capaz”), con resignificaciones abstractas a valores (“libertad es llegar a fin de mes”) o con criticar lo malo del gobierno. Precisamos de ideas claras, con un lenguaje potente y novedoso, y transmitidas con convicción, sencillez y admiración y cariño por el pueblo argentino. La credibilidad se construye, además, desmarcandose fuertemente de todo aquello con que lograron identificarnos (estatismo burocrático, clientelismo, corrupción, vagancia, atraso). Para eso hay que ser concisos y mostrar con hechos y propuestas que queremos un Estado eficiente, que la ayuda social no debe ser instrumento clientelar, que no toleramos la corrupción y que somos el verdadero proyecto del trabajo, la producción y la innovación. 
  13. La inflación crónica, la caída del poder adquisitivo, la pobreza creciente y la falta de empleo formal generaron un clima de frustración transversal. Para amplios sectores —sobre todo jóvenes y trabajadores informales—, el discurso liberal de Milei (“achicar el Estado”, “terminar con el gasto político”, “dolarizar”) apareció como una ruptura radical con un modelo que perciben agotado. ¿Qué propone el proyecto nacional en frente a esos problemas estructurales? En vez de negar los síntomas del descontento, tenemos que ser capaces de transmitir en lemas breves y precisos cuál es nuestra política económica frente a esas cuestiones centrales. 
  14. Hay que renovar liderazgos, discursos y lógicas. La inercia política, la repetición de fórmulas viejas y, sobre todo, la pretensión de combatir la “antipolítica” con roscas de palacio, peleas en redes sociales, internismo a cielo abierto, son lamentables. Si no entusiasman ni a los propios compañeros y compañeras, ¿cómo pretenden reconectar con la juventud y las clases trabajadoras precarizadas? El envejecimiento del peronismo es consecuencia del faccionalismo, la politiquería y el monólogo solipsista. 
  15. La propuesta no puede ser nostálgica ni meramente reactiva: debe ser una nueva síntesis que vuelva a enamorar a la sociedad argentina. La única persona que reúne objetivamente las condiciones para encabezar el proyecto nacional en esta etapa es Axel Kicillof; quien además, como se vio en territorio bonaerense, tiene características que lo hacen una figura capaz de trascender la polarización ideológica de nuestra sociedad. Su nombre está asociado a valores positivos como: gestión eficiente, capacidad técnica y de trabajo, carácter constructivo, transparencia y austeridad. Como puntos a trabajar en su perfil: por un lado, poner corazón a las palabras, la sangre en las ideas; eso habilita una conexión emocional que un discurso meramente racional no logra. Por otro lado, ser, hablar y parecer conductor político, no sólo como gestor, funcionario o gobernante; en la tradición argentina y, en especial en momentos de incertidumbre, se buscan figuras fuertes.
  16. ¿Y Cristina? Está presa y, como muestran distintos sondeos, la mayoría de la Argentina piensa que está bien. Por supuesto, está detenida —y antes intentaron asesinarla— por sus aciertos, no por sus errores. Lo que implica que su situación es injusta y es un ataque contra el conjunto del movimiento. Por lo tanto, es correcto reclamar por su libertad. Y es una deuda de gratitud que debemos a quién, junto a Néstor, lideró los avances más importantes desde Perón. Pero, dadas las circunstancias, es indudable que no puede ejercer la conducción del movimiento en esa condición. ¿O alguien piensa que podemos reconectar con la sociedad detrás del nombre de quien gran parte de la Argentina —incluyendo sectores del propio peronismo— ve cómo condenada por justa causa? Las comparaciones con Perón en el exilio son, por lo menos, apresuradas: el arraigo de las mayorías sociales a su figura no decayó en ningún momento. Ciertamente, ella es parte esencial de las grandes discusiones y decisiones que requiere el peronismo. Pero hay que partir de la realidad tal como ésta se plantea, no de los deseos o posiciones subjetivas de cada quien.
  17. En síntesis, para ser alternativa en dos años, el peronismo bajo la conducción de Axel tiene que i) volver a plantear las políticas en términos de estrategia y relaciones de fuerzas, enfocando en nuestros puntos débiles (juventud, provincias, precarizados), ii) formar cuadros con sentido patriótico, sensibilidad social y capacidad técnica, iii) trabajar por la unidad del movimiento nacional y tender puentes hacia distintos sectores sociales, económicos, políticos y religiosos, iv) articular con las organizaciones populares y de trabajadores en un esquema que implique su compromiso y protagonismo; v) construir un programa de gobierno con propuestas claras y viables, vi) encarnar un proyecto nacional que encarne valores deseables en el imaginario social.

https://www.agenciapacourondo.com.ar/debates-urgentes/17-puntos-para-la-discusion-en-el-movimiento-nacional

🔍 Si querés profundizar en qué implica pensar el proyecto nacional, podés escuchar los episodios #152-155 y #161-171 del podcast Ideas en Jaque. Más del autor en: https://linktr.ee/santiago.liaudat 

CON LOS PERONISTAS, SE ACABABA “LA LECHE DE LA CLEMENCIA”

Por Mario Casalla

BUENOS AIRES (Especial para “Punto Uno”).

Cuando esta columna esté en sus manos amigo lector, faltarán exactamente cinco días para que tengan lugar las elecciones parlamentarias de legisladores nacionales. La polarización principal está dada, almomento, entre las listas de “Fuerza Patria” y “La Libertad Avanza” con las diversas colaterales que las circundan. En medio de una crisis económica inocultable, el actual oficialismo optó para resolverla recurrir al gobierno de los EEUU, embretando así al país en una posición que afecta gravemente nuestra soberanía nacional. El sincretismo Trump/Milei dio por resultado la injerencia directa de los norteamericanos en el gobierno de nuestro país, lo cual sorprendió a propios y extraños. Por esto me parece oportuno recurrir un poco a nuestra propia historia. Permítaseme recordar una fecha –también de octubre- en que el gobierno de facto surgido de la Revolución Cívico-Militar de septiembre de 1955, creó una curiosa _“Junta Consultiva Nacional_ ”.

Más precisamente fue el 28 de octubre de 1955 cuando, por decreto del gobierno de facto autodenominado “Revolución Libertadora”, se crea la Junta Consultiva Nacional como organismo asesor del entonces presidente, general Eduardo Lonardi. Fue puesta bajo la conducción del vicepresidente, almirante Isaac Francisco Rojas e inició sus sesiones el 10 de noviembre. Duró hasta el 1° de mayo de 1958, en que Arturo Frondizi asume la presidencia de la Nación. Estaba integrada por todos los partidos políticos, menos el peronismo y el comunismo. 

 *ADIOS A LOS TIBIOS* 

El acto del inicio de sesiones de la flamante Junta Consultiva fue impresionan-te. Un salón del Congreso Nacional abarrotado por más de trescientos invita-dos especiales, el célebre óleo de la Asamblea General Constituyente de 1853 presidiendo la ceremonia y la pequeña pero célebre figura del almirante Isaac Francisco Rojas quien, en uniforme de gala, monitoreaba para que todo saliese con la perfección y limpieza de una cubierta de buque recién baldeada. Es que era el héroe de las jornadas” heroicas” de septiembre, el que se había jugado a fondo contra el llamado Tirano Depuesto. Rojas como jefe de la flota de mar amenazó con bombardear los depósitos de gas y de petróleo costeros a la altura de Mar del Plata si hacía falta para que Perón renunciase; al que no le tembló la mano para mandar la Aviación Naval a bombardear la plaza de Mayo y matarlo si fuera posible. En fin el campeón visible del antiperonismo, ya enfrentado al “tibio” General Lonardi y a un Ejército en el que el peronismo seguía teniendo leales. Por suerte para él, el día anterior (9 de septiembre de 1955) el apriete al presidente había dado resultado y el general Arturo Osorio Arana –otro duro de ley- asumía el Ministerio de Ejército en reemplazo de Justo León Bengoa. Así el ala “gorila” del Ejército empezaba a triunfar sobre los denominados “nacionalistas” y el propio general Lonardi sería relevado del poder tres días más tarde para instalar allí a otro duro: el general Pedro E. Aramburu, al que tampoco le temblaría la mano para fusilar militares y civiles peronistas en el alzamiento del 9 de junio de 1956. Veintisiete fusilados por derecha en el patio de la Penitenciaria Nacional y en la Unidad Regional Lanús (entre ellos sus camaradas de armas Valle y Cogorno) y otro montón de civiles por izquierda en los basurales de José L. Suárez. Fusilamientos que esa Junta Consultiva Nacional convalidaría también sin chistar. Es que se había acabado la _“leche de la clemencia”_ y llegaba la hora de darles su merecido. El “espíritu de Mayo” que ya había triunfado sobre Rosas, volvía ahora para imponerse sobre Perón. Por eso la repetición por parte del general Lonardi de la consigna “Ni vencedores ni vencidos”, aquella con la que Urquiza entró a Buenos Aires les sonó tan mal como en su momento lo fue para Mitre o Sarmiento. ¡Habría vencedores, vencidos y escarmiento, a no dudarlo!

 *EL COMPONENTE CIVIL* 

Para eso estaban allí reunidos todos los partidos políticos que no habían colaborado con la Tiranía y bien pronto se enteraría el resto del pueblo que escuchaba la sesión por radio. Con la solemnidad del caso, fueron entrando al Congreso Nacional una a una las delegaciones de los seis partidos políticos que integrarían la flamante Junta Consultiva Nacional. Vale la pena recordar sus nombres. Por la Unión Cívica Radical pasaron a la mesa central, Oscar Alende, Juan Gauna, Oscar López Serrot y Miguel Ángel Zavala Ortiz (este último copiloto en uno de los aviones que bombardeó la Plaza de Mayo y posteriormente canciller en el gobierno del Dr Arturo Illia). Por el Partido Socialista se sentaron Alicia Moreau de Justo, Ramón Muñiz, Nicolás Repetto y Américo Ghioldi (a quién Perón desde su exilio llamaría bautizaría “Norteamérico” Ghioldi, el mismo que más tarde fuera embajador de la dictadura militar del ‘76). El Partido Demócrata Nacional (el viejo e histórico partido conservador) integró su delegación con José Aguirre Cámara, Rodolfo Coromina Segura, Adolfo Mugica y Reinaldo Pastor. Al flamante Partido Demócrata Cristiano se le asignaron dos representantes: Rodolfo Martínez y Manuel Ordóñez (reconociendo así su activa participación en los “comandos civiles” y la excomunión de Perón por parte de la Iglesia Católica). El Partido Demócrata Progresista también tuvo cuatro representantes: Juan José Díaz Arana, Luciano Molinas, Julio Argentino Noble y Horacio Thedy. Y la pequeña Unión Federal (nacionalista) sumó otro par: Enrique Arrioti y Horacio Storni. Realmente era un prejuicio inexplicable haber dejado afuera al Partido Comunista: su prédica antiperonista había sido tan valiente como la que más, por eso dicen que el enojo de don Vittorio Codovilla fue notorio. Además, habían caminado juntos en la coqueta plaza San Martín (durante la Marcha por la Libertad y la Democracia) y en 1945 habían aportado al acto del Luna Park (donde se proclamó la fórmula Tamborini-Mosca que competiría con la de Perón-Quijano) el retrato de Stalin, que acompaño desde el palco al de Roosevelt y Churchill. La exclusión del peronismo era acaso la única justificable, porque contra ellos era la cosa y sin medias tintas.

 *AL PERONISMO, NI JUSTICIA* 

La edición del diario socialista “La Epoca” del mismo día en que asumió la Junta Consultiva, lo decía bien clarito: “Vamos a hacer la Revolución Libertadora desde el gobierno, con el gobierno, sin el gobierno o contra el gobierno” (Luis Pandra). Y ya se sabe que quería decir para toda esa buena gente “hacer la revolución libertadora”: derrocar a Lonardi y sus tibios (tres días después); al mes siguiente, intervenir la CGT, derogar la legislación obrera y disolver el Partido Peronista; aprobar la derogación de la Constitución Nacional de 1949 por un simple decreto del Poder Ejecutivo (27 de abril de 1956); aprobar los fusilamientos de peronistas sin juicio previo, en la asonada del 9 de junio de 1956; intervenir las universidades nacionales y expulsar en masa a los profesores “adictos al régimen depuesto” (con el aplauso juvenil y democrático de la FUA y la FUBA, conducida por los mismos partidos que integraban la Junta Consultiva Nacional y repitiendo así el gesto que ya habían tenido en 1930, con la caída de Hipólito Yrigoyen). En fin, que los muchachos “consultivos” no se privaron de casi nada. ¿O acaso, no se había acabado la leche de la clemencia?

 *LOS CONSULTIVOS SALTEÑOS.* 

En Salta el gobierno nacional designa Interventor Federal al coronel Julio R. Lobo y éste confía la Secretaría General de la Gobernación a Holver Martínez Borelli y la Intendencia de la Capital a Carlos Saravia Cornejo. Seguidamente y siguiendo el ejemplo del gobierno nacional, el Cnl Lobo designa su propia Juan Consultiva, En representación del Radicalismo salteño asumen como Consultivos: Miguel Ramos, José María Saravia, Danilo Bonari y Bernardino Biella. El Partido Demócrata estará representado por Martín Orozco, Ernesto Teodoro Becker, Raúl Fiore Moulés y Ricardo Figueroa Linares; la Democracia Cristiana aportará a Agustín Pérez Alsina y Ramón Jorge. Sin embargo, el pueblo llano no se amilanaría fácilmente: en las elecciones de convencionales constituyentes para reformar otra vez la Constitución Nacional (28 de julio de 1957), el voto en blanco superó a todos los partidos políticos. Cuando se terminaron de contar, aparecieron 2.115.861 razones para seguir inquietos. Es que a pesar de haber instalado la asignatura “Educación Democrática” en las escuelas y ya depuesto el Tirano, las cabecitas negras se resistían a pensar en eso blanco. Porque como años más tarde escribiera don Leopoldo Marechal: “a veces las deposiciones no pasan del significado médico-fisiológico que tiene esa palabra”.

https://diariopuntouno.ar/dp1_21/index.php/opinion/6863-con-los-peronistas-se-acababa-la-leche-de-la-clemencia

Espectros de Perón

Por Juan Di Loreto*

1

Perón es sobre todo un fantasma para el peronismo. Un asedio de la memoria de los que hacen política. Es un fantasma para su propio nombre. Lo invoco para invocarme a mí mismo. Invocar, traer a la boca a Perón, al fantasma, al que administraba el movimiento que no tenía nombre al principio, como todo, porque las cosas nacen sin nombre, pero después viven de ese nombre.

Los nombres propios son un tema que el propio Perón pudo zanjar en vida. No había nombre para el movimiento cuando nació… trabajador, heterogéneo, socialista y sindicalista, un Frente Nacional… Justicialismo… Que sea Peronismo.

Cicatrizó las diferencias con un nombre, su nombre y es por eso, que es el nombre que se invoca, porque ya no está, para cicatrizar, para demarcar, para construir un firewall de qué es y qué no es un peronista.

 << “Perón es nada”, nos han dicho desde las interpretaciones de estos años. “Es populismo que articula demandas”, según la lectura de Laclau. El peronismo es un vacío, un significante, una cadena significante. Tanto creímos esa lectura que comenzamos a vivir un peronismo de giro lingüístico, casi posmoderno >> 

2

Juan Domingo Perón, nombre y pragmática. Es que, a diferencia de muchos políticos hoy, puede articular una convicción, unas ideas y una pragmática. Esto en las palabras de Perón sería lo siguiente: “Una doctrina sin teoría resulta incompleta; pero una doctrina y una teoría sin las formas para realizarlas, resultan inútiles”.

Vivimos tiempos de impotencia, se sabe, como tantos otros. Con políticos que son muy buenos en las prácticas de la política, pero cuyo proyecto es un borrador de un borrador de un borrador. O con ideas tan generales que resultan meros deseos al aire. Perón permite asomarnos a la cadena lógica de la política, pero también a la resolución de problemas. Dice Perón: “De manera que uno no ha cumplido el ciclo real e integral hasta que no haya conformado e inculcado una doctrina, hasta que no haya enseñado una teoría y hasta que no haya establecido las formas de cumplir una y otra”.

Los políticos se han olvidado de Perón porque se han olvidado de conducir y se han concentrado en el mandar. Conducir un movimiento es confundido con pegar cuatro gritos y tener una férrea convicción de qué hacer. No es tan fácil. El conductor es más un persuasor, un seductor, que con lo que tiene saca lo mejor de cada uno.

Porque la acción la corporiza un convencido por aquel conductor. Perón mismo pasó del orden de la guerra a la persuasión de la política. Como dice Horacio González: “la persuasión es una orden, pero una orden silenciada”. De allí que el peronismo y Perón perduró, porque reflexionó sobre “la orden”.

<< Invocar, traer a la boca a Perón, al fantasma, al que administraba el movimiento que no tenía nombre al principio, como todo, porque las cosas nacen sin nombre, pero después viven de ese nombre >>

Porque las órdenes tienen efectos sociales. Implican en el peronismo, un movimiento, una cadena, en fin, implica, como el mismo peronismo, un drama profundo. Perón y el peronismo implican un drama porque se vincula a una disputa, sin la disputa, sin la lucha social el peronismo no se explica. Es también, una pregunta dramática, sí, porque la respuesta es aceite entre agua, se dibuja, no puede dejarte indiferente, se nota, como el aceite te contamina las manos.

3

“Perón es nada”, nos han dicho desde las interpretaciones de estos años. “Es populismo que articula demandas”, según la lectura de Ernesto Laclau. El peronismo es un vacío, es un significante, una cadena significante. Tanto creímos esa lectura que comenzamos a vivir un peronismo de giro lingüístico, casi posmoderno. Un peronismo de papel, un tigre herbívoro encerrado en el anillo conocido como Área Metropolitana de Buenos Aires.

Tanto se invocó al peronismo que fue una forma de darle certificado de olvido. El de estos años ha sido un olvido de la doctrina y por tanto del lenguaje peronista. Como decía Althusser: no se comienza por creer, sino por persignarse. Con el peronismo pasa lo mismo. Si olvidamos sus formas, y su forma es un lenguaje de la acción, también olvidaremos su contenido.

“El lenguaje es la casa del Ser”, decía Heidegger. Dejar de lado el lenguaje peronista también un poco es dejar que sus ideas pierdan sentido. Si perdés el lenguaje, en un momento no le hablás a nadie. O peor: nadie te entiende.  

Invocar a Perón es invocar la crisis del peronismo del presente. Como decía Derrida a propósito de los espectros: “La conjuración es angustia desde el momento en que reclama la muerte para inventar lo vivo y hacer que viva lo nuevo, para hacer que venga a la presencia lo que todavía no ha estado ahí…”.

<< Los políticos se han olvidado de Perón porque se han olvidado de conducir y se han concentrado en el mandar >>

4

El problema de ser gobierno por muchos años es que te volvés perezoso. El poder da cierta sabiduría, una experiencia, pero le quita agilidad. Siendo un poco aristotélicos, le quita potencia. Volver a Perón en este momento es recuperar un poco de la fuerza que entrega el ser emergente. Volver a las palabras viejas del peronismo, esas palabras llenas de materialidad le pueden dar al peronismo la fuerza de la que carece hoy día. El peronismo no tiene que ser tribu, tiene que ser movimiento vivo

La deconstrucción de estos años fue una de la identidad peronista. El movimiento se salió de su propio centro hasta convertirse en un pastiche posmoderno sin trabajadores. Perdió la materia, lo duro, la producción, la relación fundamental de los hombres que es el trabajo por el consumo. El peronismo dominante de estos años nos entregó al imperio de lo efímero. Tal vez por eso un gobierno como el libertario parece borrar con el codo lo que el kirchnerismo escribió con la mano.

Más allá de los nombres, hay cierta necesidad de recuperar un peronismo que no sea progresista. Pero no porque el progresismo esté mal, si algo en política puede estarlo, o puede estarlo del todo, sino porque en estos años el core del peronismo se deshizo y se llenó de valores importantes, sí, pero no que hacían al peronismo. El peronismo siempre sumó, pero desde sí mismo, no desde otros.

Volver a Perón, a su nombre, es volver a delimitar el campo, a aclarar las ideas, a poner los puntos sobre las íes. Porque ya fue tarde, tardísimo, ya se perdió, se vino la noche. Ahora, es tiempo de la emergencia, de sumar y seguir para adelante, como lo que brota y no puede detenerse.

*Escritor y dibujante en la Revista Panamá.

Publicado originalmente en: https://panamarevista.com/espectros-de-peron/

La política de Córdoba ante el ocaso de tres impotencias (mileismo, schiarettismo y kirchnerismo)

Por Gustavo Terzaga*

Dentro del engranaje de la democracia liberal, ninguna instancia revela con tanta nitidez las verdades de una época como una elección. Durante meses pueden sostenerse discursos, encuestas o relatos demagógicos, pero cuando llega la noche del domingo electoral, sólo queda el veredicto de las urnas. El voto confirma o despoja a cada fuerza de su retórica y la enfrenta a su verdadera dimensión.

Milei perdió el invicto. El amplio triunfo del peronismo bonaerense el pasado 7 de septiembre de la mano de su gobernador Axel Kicillof, no sólo trastocó el tablero político a escala nacional, sino que dejó al desnudo la fragilidad estructural del gobierno nacional y derrumbó el mito cuidadosamente construido de un ajuste ejemplar, aceptado a conciencia por las propias víctimas. Falso. Esa ilusión, sostenida por la prédica de la austeridad redentora para salvar al país de las garras del peronismo y llevarlo a potencia mundial en 30 o 40 años, se desmoronó junto con la experiencia política libertaria, que en vez de orden y crecimiento produjo pura desolación: salarios pulverizados, jubilaciones reducidas a la miseria, consumo detenido, miles de pymes cerrando, obra pública paralizada, desguace del Estado social, entrega de recursos y empresas estratégicas, pobreza y desempleo en expansión. A la crisis social se agrega una política deshumanizada que privó de insumos al Garrahan, castigó con palos y gases a jubilados y privó de recursos a las familias con discapacidad. La corrosión moral completó el cuadro. Los escándalos de corrupción demolieron el discurso de la “anticasta”, revelando al mileísmo como una reedición grotesca del viejo régimen que pretendía destruir. Desde entonces, al gobierno sólo le quedó la opción de tercerizar su economía, su política, su agenda y su campaña a Washington. Prueba de que está agotado.

La deriva de la política liberal se comprende mejor desde la geopolítica

El anuncio del Tesoro norteamericano es un auxilio financiero pero también un gesto político de administración de expectativas como señal de “confianza” para ayudar al gobierno de Milei en el tramo previo a las elecciones, pero supeditado a un resultado positivo. Vale decir, Milei depende de EEUU y su ayuda depende del Peronismo. En otras palabras, o gana o muere. El anuncio de Donald Trump, al condicionar abiertamente el auxilio financiero de Estados Unidos a un triunfo electoral del oficialismo argentino, desató una reacción inmediata y nerviosa en los mercados. La declaración, que desnuda el carácter político —y no económico— del supuesto “rescate”, dejó en evidencia hasta qué punto la estabilidad del gobierno de Milei depende más de la voluntad de Washington que de la solidez de su propio programa.

Estados Unidos y su poder económico, militar y financiero sigue siendo inmenso, pero atraviesa un retroceso relativo frente a un orden internacional que ya no le obedece en exclusiva. Brasil, Rusia, India, Turquía y sobre todo China, disputan espacios que antes eran monopolio de Washington, y América Latina es uno de esos tableros donde la Casa Blanca intenta recomponer su influencia directa. Aunque la verbalización diplomática tenga ese descaro, la vieja idea del “patio trasero” ya no alcanza, los países de la región en la etapa globalista diversificaron socios, mercados y fuentes de crédito.

Javier Milei encarna esa función con celo humillante y servil. La decisión de Milei de retirar a la Argentina de los BRICS fue su primer gesto de alineamiento total con Estados Unidos e Israel, a la vez que un movimiento geopolíticamente imperdonable, que aisló al país del bloque emergente más dinámico del mundo. Su gobierno, prueba del desvarío estratégico en materia de política exterior, combina subordinación política a Washington y dependencia económica con China que invierte en áreas estratégicas de la Argentina, un doble vínculo que Estados Unidos busca romper imponiendo condiciones severas a cambio del salvataje: instalación de una base militar en Ushuaia, cesión de sectores estratégicos como el nuclear, prioridad a corporaciones estadounidenses en licitaciones y recursos naturales, y un régimen de patentes hecho a su medida. En esa operación, Milei no actúa como socio, sino como ejecutor local de un diseño externo, sostenido artificialmente por el financiamiento y la presión diplomática de una potencia que ya no domina sin resistencias, pero aún conserva la capacidad de dictar condiciones. El objetivo es doble, consolidar un enclave seguro de influencia norteamericana en la región y, al mismo tiempo, impedir el retorno del peronismo en 2027, bloqueando la posibilidad de que la Argentina vuelva a ensayar un proyecto de desarrollo autónomo y de integración soberana con América Latina.

El reciclaje del poder económico en clave agroexportadora

En la superficie, la de octubre es una elección parlamentaria de medio término; en la profundidad, se dirime algo mucho más decisivo. No se trata sólo de renovar bancas, sino de comenzar a delinear el mapa del poder hacia el 2027. La maniobra del establishment contempla la posibilidad de que esa cita electoral se convierta en un plebiscito encubierto sobre la continuidad del gobierno, una suerte de ensayo general de sucesión anticipada.

Desde 1955, la obsesión constante de la Argentina oligárquica ha sido borrar al peronismo de la historia nacional. Lo intentó con bombas, proscripciones, censura, carpetazos, tortura, desaparición y fusilamientos, sin lograrlo. Con el tiempo esa usina comprendió que no hacía falta aniquilarlo, sino domesticarlo, integrarlo al engranaje dócil de la democracia semicolonial, vaciarlo de contenido transformador y convertirlo en una pieza funcional del sistema demoliberal. Así, una parte del peronismo, desde Menem hasta nuestros días, dejó de ser un peligro para el establishment y pasó a ser una garantía de su continuidad. En ese sentido, Juan Schiaretti encarna con precisión quirúrgica esa operación histórica de esterilización del peronismo. No es su negador, sino su domesticador interno. Representa la versión “civilizada” del movimiento nacional, despojada por completo de su filo transformador y adaptada al molde de una república semicolonial que exige previsibilidad para los mercados antes que justicia social para su gente.

Revestido de compostura institucional y apelaciones a la “moderación”, de esa operación surge el llamado “Frente Provincias Unidas», presentado como una alternativa de renovación “razonable” al cráter que va dejando el experimento libertario. Su base social es la misma de siempre, los grandes intereses de los polos agroexportadores del Litoral y de Córdoba, articulados en torno a una visión extractivista de la economía y un federalismo de conveniencia armónica que nunca trasciende el perímetro de los intereses del puerto. En esa lógica, aunque se llenen la boca con “la producción”, toda política industrial aparece como herejía y toda distribución de la riqueza como afrenta. Esto no es una conjetura ni una adivinación, la conducta legislativa de sus referentes, como antecedente inmediato, los delata. Todos ellos votaron la Ley Bases, las facultades delegadas, el paquete fiscal regresivo, el restablecimiento del impuesto a las ganancias sobre los asalariados y guardaron silencio cómplice ante el acuerdo con el FMI. Especulando con la herida, le dieron la navaja al mono.

Su programa es la continuidad del que aplicaron Martínez de Hoz, Menem, Macri y ahora Milei. Una sostenida transferencia de riqueza desde el esfuerzo del trabajo hacia los núcleos más concentrados del capital financiero, la burguesía parasitaria y el complejo agroexportador. Bajo el ropaje de la moderación, se disimula un mismo esquema regresivo, el que invoca la necesidad de “superar la grieta” para imponer un consenso conservador. Nada hay de novedoso en ese elenco. Representan un regionalismo demagógico de buenos modales que preserva intactas las causas del estancamiento nacional.

El escenario político cordobés

En las elecciones legislativas nacionales del 26 de octubre, Córdoba renovará nueve bancas en la Cámara de Diputados de la Nación, parte del recambio de 127 escaños que integran el cuerpo de 257. Si bien no se eligen senadores, el comicio adquiere una dimensión política significativa; definirá el equilibrio de fuerzas en el Congreso y pondrá a prueba el liderazgo de las principales corrientes provinciales, con efectos directos y disímiles sobre la gobernabilidad y el rumbo político del país. En disputa estarán tres bancas de la UCR, tres de Encuentro Federal, dos del PRO y una de Unión por la Patria, lo que convierte a esta elección en un capítulo atractivo del mapa político nacional y del futuro inmediato de la política cordobesa.

Natalia De la Sota, al frente del nuevo espacio Defendamos Córdoba, busca renovar su mandato como diputada nacional, cargo que ejerce desde el año 2021. Con trayectoria en el Concejo Deliberante y la Legislatura provincial, enfrenta su tercera elección consecutiva en un contexto redefinido, donde su figura irrumpe por fuera de los dos polos que dominaron la escena peronista en las últimas décadas: el cordobesismo, agotándose en su pragmatismo funcional a los gobiernos liberales y opositor a los nacionales, y el kirchnerismo local, estancado en su verticalismo sectario y su desconexión con la realidad provincial.

De la Sota se ubica así como una tercera vía dentro del peronismo cordobés, disputando votos a ambos espacios, canalizando los márgenes de desencanto con la vieja estructura schiarettista y, a la vez, atrayendo a sectores progresistas decepcionados con la repetición infructuosa del espacio kirchnerista.

Más allá de adhesiones, expectativas o legítimas reservas, su candidatura introduce una novedad política porque rompe con dos deformaciones que empobrecieron al campo nacional en Córdoba. El kirchnerismo terminó convertido en una estructura cerrada sobre sí misma; allí, la devoción a Cristina reemplazó la práctica política. Su relato militante, más allá del “Nada sin Cristina”, se construyó sobre la infantilización del pueblo y la negación del error propio: cada derrota fue culpa del electorado —“globoludos”, “desagradecidos”, “derechizados”, “genios del voto”, “libertos”—, nunca de una conducción que perdió contacto con las mayorías y confunde liderazgo con infalibilidad. Esa falta de autocrítica y su desconexión con la realidad social provincial explican buena parte de su declive. Por otro lado, el cordobesismo donde, a grandes rasgos, su signo de identidad es ser representante político de los intereses de la Fundación Mediterránea, socio complaciente de Macri y Milei en Buenos Aires y opositor de utilería en su provincia.

En ese doble resquebrajamiento, la apuesta de De la Sota combina dos gestos; frenar en el Congreso la maquinaria del ajuste y la entrega de Milei, y abrir en Córdoba el debate que el peronismo evitó por años: cómo recuperar su vocación de mayoría y volver a hablarle al pueblo con la lengua de sus causas históricas. Se verá.

Números e hipótesis

Más allá de los sondeos —que muestran un tablero competitivo entre Schiaretti y el libertario Roca, con De la Sota en un tercer puesto—, si el resultado de octubre arroja una diferencia estrecha entre Schiaretti y Natalia (menos de diez puntos), el impacto puede que exceda la distribución de bancas. Un resultado relativamente parejo desbarataría la narrativa de hegemonía que el cordobesismo necesita para proyectarse como punta de garante de gobernabilidad ante los mercados, el establishment, los gobernadores aliados y Washington.

Schiaretti quedaría debilitado para presentarse como referente “moderado” a nivel nacional, y con ello también se resentiría la proyección presidencial de Llaryora hacia 2027, que depende del mito de una Córdoba inequívoca, ordenada y previsible.

Por el contrario, Natalia, aun sin imponerse, emergería como expresión de un peronismo alternativo sin aparato pero con gente, capaz de disputar representación real. La sangría en las bases del cordobesismo sería inevitable; una elección pareja achicaría la estatura política de Schiaretti en el ocaso de su carrera y abriría un nuevo mapa provincial.

En Córdoba, más allá de lo que el aparato tiene para dar, militar a Schiaretti es una tarea decididamente aburrida. En contraste, Natalia se apartó de inmediato de quienes acompañaron la Ley Bases y las principales iniciativas regresivas del mileísmo. Fue una de las pocas dirigentes que denunció, sin ambigüedades, el carácter antisocial, antinacional y antiproductivo del programa económico del gobierno. Hoy, a su lado, se agrupan trabajadores, docentes, universitarios, investigadores, personal de la salud y del ámbito de la discapacidad, conformando un espacio amplio que expresa el descontento social con lucidez y dignidad. Natalia acertó en su lectura política y en su construcción territorial, sumando a su lista dirigentes gremiales y sociales que encarnan la resistencia concreta al ajuste de Milei.

Un último dato del recorrido de su campaña. La presencia de Natalia De la Sota en la sede de la UOM Río Cuarto, respaldada por todo el secretariado y con la secretaria general de ATSA como tercera candidata en su lista, trasciende el gesto simbólico; es una definición política. El gremialismo pesado de Córdoba, Río Cuarto y Villa María decidió tomar posición, alineándose abiertamente contra Schiaretti y La Libertad Avanza. Allí donde el cordobesismo pretendía sostener su hegemonía con un doble discurso como única opción, el movimiento obrero organizado marca territorio y advierte que, en medio de la devastación social, no habrá espacio para el ajuste inhumano ni para quienes lo avalaron desde Buenos Aires.

Epílogo

La figura de Natalia De la Sota irrumpe en un escenario de agotamiento político múltiple; el de un cordobesismo que, desde los tiempos de Macri hasta Milei, fue sostén dócil de cada retroceso nacional; el de un kirchnerismo replegado sobre su propio ombligo, incapaz de mirar más allá de su círculo; y el de un gobierno nacional que se desmorona bajo el peso de un experimento sin alma. En medio de este cuadro general, su aparición adquiere el valor de un síntoma; el intento, aún incipiente, de reconstruir sentido político en una provincia que parece haberlo extraviado.

Integrar nuevamente al peronismo cordobés al proyecto nacional es una cuestión de construcción y destino político. Esa integración, además, permitiría cerrar una herida estratégica, la de evitar que el “peronismo” cordobesista siga funcionando como bisagra electoral del liberalismo. Cada vez que Córdoba se desentiende del proyecto nacional, esos diez puntos decisivos que restan terminan definiendo elecciones en favor de gobiernos antinacionales. Como vemos, integrar al peronismo cordobés al movimiento nacional no es sólo una cuestión de unidad, sino de supervivencia histórica. Significa devolverle a Córdoba su lugar en la arquitectura del movimiento, romper con el aislamiento funcional y reconectar con la causa histórica que dio origen al justicialismo. Sin esa integración real —no formal ni declamativa—, nuestra Provincia seguirá siendo una república sin Nación. Se verá; pero hoy, por todo lo mencionado, bien vale darle oxígeno a esa posibilidad.

Pero ese desafío excede a una dirigente; es, más bien, la tarea de una generación que deberá volver a pensar la Nación desde su pueblo, sin tutelas ni dogmas, con la certeza de que no hay destino provincial posible en un país fragmentado. Porque, en última instancia, defender Córdoba sólo tiene sentido si se inscribe en la empresa mayor de reconstruir la Argentina.

*Por Gustavo Matías Terzaga. Abogado. Pte. de la Comisión de Desarrollo Cultural e Histórico ARTURO JAURETCHE de la Ciudad de Río Cuarto, Cba.

La era de la boludez

Por Mariano Valdéz*

Individuos perdidos en una nebulosa de ego que considera que su lucha es más importante, relevante y urgente que todas las luchas.

10 de diciembre 2023. Alberto Fernández le entrega la banda y el bastón presidenciales a Javier Milei, Cristina le habla al oído. Una imagen que quedará grabada en la memoria de todos.

Para algunos, una especie de estampita en forma de esperanza, cristalizada en una idea que han sabido tener, o tienen, de un destino de país con el que sueñan.

Para otros, la simbolización de la penuria, que deja conocer el destino triste hacia el que se conduce la Patria. Algo así como saber que el titanic va en línea recta hacia un iceberg.

Para algunos otros, nosotros, la representación gráfica de hacia dónde han conducido al país los arquitectos de una lógica política que dejó de hablarle a su principal parte interesada: el pueblo.

Lejos de ser un hecho aislado, la llegada de Javier Milei al poder no fue más que la continuación de un trabajo estratégico del poder dominante de turno para ocupar uno de los países clave, históricamente, de la periferia del imperialismo. 

Subido a un aparato que se le fue desarmando al andar, tuvo como principal combustible el odio, la desesperanza y la repulsión de la gente hacia un sistema que ha incumplido continuamente las promesas hechas. Quien crea que el odio viene de otro lado que no sea ese, déjeme adelantarle que está equivocado. No dejan de ser personas, como bien describió Ludmila Chalón con anterioridad, que por H o por B, no han sido contenidos en otros lugares.

Lo más probable es que esa falta de contención provenga de las fallas propias del sistema liberal que habitamos, o de los sectarismos propios de los espacios «de resistencia» que se han ido formando a lo largo del tiempo. En última instancia, con sus salvadas diferencias, al igual que una persona en situación de calle, son personas que no hemos logrado abrazar con las lógicas que habitamos hasta, al menos, el pasado 10 de diciembre de 2023.

¿Qué nos pasó? ¿Qué hicimos mal? Nosotros, nada. Al menos como individuos, o como fracciones de un colectivo mayor. No debemos asumir la culpa en términos personales.

Parte de la lógica del sistema que habitamos y que termina, en última instancia, entregando el poder a estos personajes nefastos con aspiraciones de cantaniño, tiene que ver con la individualización y la sectorización de la sociedad y sus discusiones, el narcisismo de masas fogoneado por izquierda y por derecha por discusiones varias, y la lógica mesiánica de los espacios políticos.

En todos los casos, por más que nos autoflagelemos, hemos respondido a un orden mayor que se nos ha impuesto a base de una búsqueda inexistente e imposible de construir con aquello, y con aquellos, que coincide en un 100% de nuestros principios, valores o creencias.

El resultado es una pérdida total de los ejes verticales ordenadores de la vida, e individuos perdidos en una nebulosa de ego que considera que su lucha es más importante, relevante y urgente que todas las luchas, dejando de lado una base de valores, cristianos si se quisiera, que lograban una mancomunión entre los parecidos (que no es lo mismo que los iguales). Todos hemos asistido a la mesa de alguien, al menos en el pasado reciente, que ha tratado de idiotas a quienes se meten a las fuerzas de seguridad buscando un sueldo realmente decente, como si fuera un crimen querer tener un mejor pasar.

Desde las manzaneras de los ’90, que ponían su casa como símbolo de solidaridad con el barrio, hasta los curas villeros, que dan su vida a una causa superior, podemos encontrar gente que tiene dos principales características destacables y necesarias para salir de la era de la boludez que habitamos: la solidaridad con los otros aunque sean diferentes a uno, y la ausencia de narcisismo o ego.

En contrapunto, hoy contamos con sus versiones 2.0 que tienen características completamente opuestas: los punteros políticos y las iglesias evangelistas. Ambos sujetos caracterizados por ver a quienes precisan de ayuda, solidaridad, abrazo, abrigo, como sujetos consumidores y aportantes, ya sea para nutrirse de su esfuerzo directo, o para sostenerlos en su realidad como moneda de intercambio para ascender socialmente. Ambos, a su vez, surgen de las lógicas propias del sistema de promesas incumplidas que habitamos y no ha sabido abrigar a quienes se han caído del mapa de la inserción social en cualquiera de sus aristas que se quieran ver.

Mientras escribo estas líneas, suena de fondo Agarrate Catalina, su Manifiesto de la media verdad para ser preciso, y se me hace incontenible un lagrimón al son de «quiero estar en la mitad del mundo que se juega el cuero por el otro medio mundo» y recordar a los inmensos compañeros, principalmente, que han quedado en el camino producto del agotamiento que la propia lógica de la partidocracia política ha ido agotando, así como a aquellos que se encuentran, inconscientemente en muchos casos, en lógicas que solo potencian la infelicidad, la depresión y la frustración, cuando te ponen enfrente objetivos que deberías alcanzar por tus propios medios sin decirte que hoy, muchos, son inalcanzables sin ayuda, y sin decirnos que la única verdad de este sistema es que busca más consumidores a base de separaciones absurdas.

Lo han logrado, eso es innegable. Hoy existen, en la sociedad, separaciones que para muchos hasta resultan impensables por lógica pura. Solo por poner un ejemplo, tanto como existen los peronistas proaborto, abolicionistas, proiglesia, existen los peronistas antiaborto, proprostitucion, antiiglesia. Y todos esos sectores tienen, aunque resulte impensable para algunos, la misma posibilidad y derecho de existir y ser representados.

La gran discusión de eso es que, esas separaciones, guste o no, terminan siendo funcionales a un sistema que las instala desde una lógica liberal con el mero fin de fragmentar la sociedad y lograr así caos, lo que resulta más controlable para ellos.

La respuesta no deja de ser la organización, la comunión, el orden como respuesta a los ingenieros del caos. Y eso se logra con introspección y la cuota de resignación justa que permita construir con otros aunque coincidan con nuestro sistema de valores en un 95 y no en un 100%, siempre y cuando la fracción de coincidencia contenga los verdaderos no negociables de la discusión.

Al fin y al cabo, el resto se acomoda cuando la carreta anda pues conducir es persuadir, y no hay mayor persuasión que discutir y trabajar los temas claves, lo realmente importante, y dejar las discusiones de panzallena para cuando no haya hambre entre nuestros compatriotas. 

La comida no deja de ser el combustible para que la gente se permita pensar otros temas, que terminan siendo secundarios cuando la preocupación real está enfocada en que haya algo en la mesa al final del día. Y, si no podemos empatizar con el orden de prioridades del común de la gente, realmente estamos perdidos como sociedad. Obedeciendo al gran Scalabrini Ortiz, cuando dijo que “las minúsculas discrepancias individuales son el aderezo de la concordancia general”.

Una vez más, caminar con las defensas ligeramente replegadas y buscar un símbolo de paz, es la tarea que nos debemos como argentinos. Una gran mancomunión que se ordene bajo el lineamiento principal de saldar las necesidades básicas primero, para que todos estemos en las mismas condiciones materiales, con el estómago lleno, y la posibilidad de dedicar carga mental y tiempo a repensarnos en otros términos, alejados del síndrome de la indefensión aprendida.

Armados de esta lógica, recuperando el colectivo real que se ha perdido, abandonando la obediencia debida sin sentido, la lógica mesiánica, y la orgánica que no admite crítica, podremos hacer frente a quienes operan fomentando el enfoque individual de la gente, para quienes somos meros consumidores, que buscan que nos dispersemos y nos enfoquemos en aquello que nos aleja y no en aquello que nos acerca.

Nos debemos, en última instancia, un gran abrazo de contención, pero en términos simbólicos. Como a uno lo ha abrazado la mesa larga el domingo en lo del abuelo, las noches de pelis en familia, o ese amigo que se presenta en el momento justo para sumarte a alguna actividad y te saca del ensimismamiento disfrazado de introspección en que hemos entrado y que precisamos urgentemente abandonar.

Haga patria, abrace al de al lado.

*Extraído de elaluvion.com

Carta de Perón a Kennedy (1962)

¿Qué problema es más grave de cuantos tiene en la actualidad el pueblo argentino? -el de poder vivir con dignidad. ¿Cuál es el estado actual de los hombres de ese pueblo? -el noventa por ciento de ellos se encuentran sumergidos, porque mientras se congelaron sus sueldos y salarios, se han liberado los precios de los artículos esenciales y, en consecuencia, su poder adquisitivo no está en proporción a la necesidad. ¿Qué es lo que debe hacerse? -se comprenderá fácilmente que mientras subsista el actual estado de cosas, nada se conseguirá con enriquecer más a los ricos, como no sea hacer aún más odiosa la miseria en medio de la abundancia. Seria largo enumerar exhaustivamente cuanto se debe hacer para restablecer la justicia social que la mala fe de los actuales políticos ha destruido con las consecuencias que presenciamos, pero existe en el país una extensa legislación social que dejó el justicialismo y bastaría con que se cumpliera la mitad de esas leyes, que hoy son letra muerta, para que en muy poco tiempo cambiara la suerte del pueblo argentino y retornaran los días que todos añoran.

Ha de comprobarse minuciosamente el empleo que se haga del dinero que constituya la ayuda anunciada, estableciendo un control efectivo para que se cumplan las leyes sociales a que nos venimos refiriendo. Debe ser condición imprescindible el restablecimiento de los Convenios Colectivos de Trabajo y del Salario Vital Móvil, como asimismo la elevación inmediata de los salarios hasta ponerlos a nivel con el costo de la vida y el incremento de las fuentes de trabajo. En el pueblo, escéptico ya por la acción de sucesivos engaños, nada se conseguirá silos efectos no se hacen sentir en forma inmediata y sostenida.

No contribuyan ustedes con nuevos errores a que la infamia se siga consumando. Si realmente se intenta ayudar al pueblo argentino, no lo hagan a través de un gobierno que ha demostrado ser su peor enemigo, como tampoco por intermedio de las empresas que han sido las causantes de la actual explotación y miseria, háganlo por las organizaciones sindicales que son las únicas que lo representan y los órganos naturales en la defensa de los intereses populares y profesionales, que no sólo pulsan mejor las necesidades de la masa, sino que también son las instituciones más serias y responsables del país…»

(…) Sin embargo, la situación argentina se arregla en seis meses si se procede atinadamente y en vez de hacer política de comité se dedican los esfuerzos a gobernar con orden, terminando con la anarquía política actual que provoca el mismo gobierno con sus pasiones y desatinos. Porque, al contrario de lo que muchos creen, la crisis argentina actual es más política que económica y social. La pasión política que la violencia del gobierno ha provocado es el origen de todos los males porque el pueblo desalentado ha «bajado los brazos» y las organizaciones políticas y gremiales en permanente lucha, consumen sus energías en, neutralizar las violentas provocaciones del gobierno en vez de colaborar en la tarea común.

En último análisis se trata de una crisis de trabajo: destruido el poder adquisitivo de las masas por el envilecimiento de los salarios, el ciclo económico ha entrado en una grave atonía que ha repercutido catastróficamente en el comercio, la industria y la producción, produciendo no sólo graves quebrantos financieros a la economía privada, sino también provocando un elevado índice de desempleo y disminución progresiva de salarios que ha desanimado a la mano de obra y al trabajo. Semejante circulo vicioso ha provocado asimismo una marcada espiral inflatoria, provocada por un aumento desconsiderado de los precios, que ha roto toda relación entre los salarios y el costo de la vida, en lo que ha colaborado negativamente el gobierno mediante un empapelamiento sin precedentes por emisiones desenfrenadas de dinero.

Los males que aquejan a la Nación Argentina no se ocasionan en falta de riqueza, sino en una terrible desorganización de la misma y del trabajo nacional. No se necesita dinero para remediarlos sino trabajo, trabajo y más trabajo. Para lograr esto no es suficiente con comprenderlo, sino que es necesario poderlo realizar. Los actuales hombres de gobierno no tienen la autoridad moral suficiente ni el predicamento necesario ante la masa popular para lograrlo. Ese es el verdadero problema cuya solución no ha de alcanzarse hasta tanto los hombres y las condiciones no cambien.

Sintéticamente expuesta, ésta es la situación argentina, en relación con el problema que tanto preocupa a su gobierno. He acotado también muy sintéticamente nuestro pensamiento que, puedo asegurar, es también el del pueblo argentino. Me resta pedirle disculpas por la rudeza de mis expresiones pero siempre he creído que la verdad habla sin artificios. Le ruego que, con mi más alta consideración, acepte mi saludo.»

FRAGMENTOS DE LA CARTA QUE LE ENVIARA JUAN PERÓN AL PRESIDENTE J.F.KENNEDY (Julio de 1962)

Encadenados y endeudados

Por Ricardo Auer*

El problema de fondo sigue siendo nuestro. No tener una política o un proyecto propio, que disponga de la suficiente fortaleza política interna como para discutir, desde el punto de vista de los intereses nacionales, la bienvenida de inversiones de todos los países, pero con criterios propios que tengan como rumbo un desarrollo nacional justo y equitativo. Se trata, en resumen, de no ser anti otros, sino de ser uno mismo.

Cuando alguien se endeuda y no logra salir de la cadena de la usura financiera, sólo queda entregar el alma al diablo, o vender sus activos y volverse más pobre. Esto lo conocen bien quienes quedaron alguna vez en el desgraciado circuito de las tarjetas de crédito impagas o aquellos adictos que han quedado encerrados en el flagelo de la drogadicción. Lo saben varios países que han sufrido ese proceso y lo conoce a la perfección la Argentina, que desde 1978 ha entrado a un ciclo vicioso de endeudamiento para fines improductivos (pagos de gastos corrientes), contrario al ciclo virtuoso de endeudarse para producir bienes, aumentar el valor agregado interno, o mejorar su balanza comercial.

Para analizar y entender lo que ocurre en temas políticos, internos o geopolíticos, lo más importante es hacerse las preguntas correctas, antes de buscar explicaciones rápidas. No solo importan las causas que llevan a los acuerdos. También quiénes son los beneficiarios y los perjudicados, porque generalmente los acuerdos son cuestiones de intereses personales o sectoriales.

Hoy el presidente Milei se ha reunido con el presidente Trump, que viene de lograr un arreglo de paz en Medio Oriente en el que pocos creían hasta hace pocas semanas atrás. La relación entre un presidente que va a pedir un salvataje y otro que, por conveniencia, se lo otorga, es siempre muy desigual.

Trump está consciente que EEUU ha perdido la hegemonía que tenía desde la caída de la URSS y que la competencia central entre superpotencias es con China, pero en un mundo multinodal donde coexisten otros nodos de poder intermedios (India, Turquía, Brasil, Irán, Israel, Arabia Saudita, etc), que también juegan en el gran tablero global. También es un mundo totalmente interconectado porque todo se conoce instantáneamente, a nivel gubernamental y a nivel popular: lo que ocurre en un país influye en los otros.

La política exterior y la de interior son canales totalmente intercomunicados. Lo prueba la inmediata reacción negativa de los farmers norteamericanos frente a una medida de colaboración del gobierno de Trump hacia Argentina; el secretario Scott Bessent se vio en la obligación, frente a sus votantes, de “corregir” a las autoridades argentinas.

Frente a una Argentina debilitada por su historia, pero más aún hoy por la destrucción de su potencialidad material (desindustrialización, desfinanciación de la educación y la ciencia y tecnología nacional), utilizando un bagaje argumental doctrinario extremista y contrario a los intereses nacionales, bajo el pretexto de una alineación automática con EEUU e Israel, el presidente Milei se encadenó al ancla de la nave norteamericana. Reconoció así, implícitamente, que no tiene ninguna idea de un proyecto nacional argentino. Su meta es ser un enclave internacional, económicamente primario y extractivista, con una distribución social semejante a la de Perú: 85 por ciento de pobres y 15 por ciento de ricos.

Lo que esperaban Milei y su frondosa comitiva era un apoyo incondicional de Trump, pero tuvo una respuesta ambigua y muy frustrante: “todo depende de los resultados electorales”. El apoyo a Argentina es sólo una expresión de la nueva política norteamericana hacia los países al sur del río Bravo. Si toman una posición correcta, es decir, si votan a partidos políticos favorables a los EEUU, serán ayudados generosamente. Este mensaje está dirigido a aquellas naciones que pronto tendrán elecciones como Chile, Brasil y Colombia. Por otro lado, fijó claramente los límites que considera negativos para los EEUU, como lo serían favorecer la instalación de intereses chinos en los temas estratégicos: puertos, bases científicas duales, energía atómica, redes de internet, I.A., data centers, sistemas de armas… Nada se dijo de cuestiones comerciales tradicionales o sobre productos industriales. Tampoco se expuso sobre la política económica argentina, que queda en manos nacionales y que es la que produce la destrucción de nuestra base industrial, la aún resiliente.

Como era previsible, la Argentina, como país periférico para EEUU o para China, termina siendo el campo de una batalla global cada vez más acentuada entre EEUU y China. 

Sin embargo, es interesante analizar que a EEUU no le preocupa que la política de Milei siga favoreciendo a la base industrial exportadora china, a costa de destruir la industria, las pymes y al empleo nacional.

Sí le pide a Milei, entre otras cosas que aún no conocemos, que no permita administraciones chinas de puertos argentinos, dado el avance chino en los puertos de Balboa y Colón en Panamá, Lázaro Cárdenas y Manzanillo en México, Kingston en Jamaica, otros en Bahamas; y últimamente haber financiado el enorme puerto de Chancay en Perú, con el consiguiente intento de unificación ferroviaria con el puerto de Santos en Brasil.

Trump desearía que Milei obtenga vía elecciones y por medio de negociaciones con otros espacios políticos, la suficiente sustentabilidad política, que le permita seguir gobernando. Sería tener un gobierno amigo que demore el avance, sin romper, de los chinos. Un modelo de enclave a dos puntas. Un gran logro de una corriente cipaya antinacional. Pero tal vez los EEUU no estén muy convencidos que la política económica de Milei siga en pie, ya que su aplicación provoca dolor en la sociedad argentina y eso influye bastante en el voto. Más aún cuando los cuadros políticos (y él mismo) del mileismo son muy pobres en cuanto al oficio mismo de la política. Y ni hablar de su cultura política que es paupérrima. Todo eso los hace muy dependientes de las posibilidades del manejo emocional en las redes, donde también están trastabillando por el desánimo que se produce entre sus adeptos por las incoherencias de las sospechas de peculado o corrupción de sus funcionarios: $Libra, Spagnuolo, fentanilo, Fred Machado, Espert. A su vez, ese conjunto de factores influye en el posicionamiento político, no solo de sus adherentes directos, sino de una gran parte de los indecisos o decepcionados que lo votaron en el ballotage.

El problema de fondo sigue siendo nuestro. No tener una política o un proyecto propio, que disponga de la suficiente fortaleza política interna como para discutir, desde el punto de vista de los intereses nacionales, la bienvenida de inversiones de todos los países, pero con criterios propios que tengan como rumbo un desarrollo nacional justo y equitativo. Se trata, en resumen, de no ser anti otros, sino de ser uno mismo.

Carlos Pagni recordaba en su último editorial que el economista alemán Rudi Dornbusch escribió en 2001 que la Argentina tenía una sola salida: “la intervención de un gobierno extranjero, porque los argentinos solos no se pueden gobernar”. Tanta influencia extranjera, de un lado o del otro, nos ha llevado a la actual decadencia. Sería el momento adecuado de no dejarnos arrastrar por aquellas polarizaciones y comenzar a comportarnos como adultos racionales.

*Consultor de riesgo geopolítico.

Stargate Argentina: cuando la inteligencia artificial toca la puerta del sur

Por Luis Papagni*

El anuncio del proyecto Stargate Argentina, una carta de intención firmada entre OpenAI y la firma local Sur Energy para construir un megacentro de datos en la Patagonia, fue recibido con euforia. Las cifras son impactantes: hasta US$25.000 millones de inversión, 500 MW de capacidad energética y la promesa de convertir al país en un “líder regional en inteligencia artificial”.

Sin embargo, conviene decirlo sin eufemismos: por ahora, esto no es más que una carta de intención y un hecho comunicacional político. Falta ver si se traduce en inversión real, infraestructura tangible y resultados sostenibles. Porque entre el anuncio y la ejecución hay un largo trecho, y en ese camino se juegan tres dimensiones críticas: el desarrollo humano local, la soberanía digital y la soberanía energética.

Un anuncio en busca de realidad

La Argentina no entra al “mapa de la IA” por decreto ni por comunicado de prensa. Lo que se anunció no es un contrato firmado, ni un desembolso, ni una obra iniciada. Es, de momento, un gesto político con resonancia global y una apuesta de posicionamiento del gobierno. El riesgo está en confundir el marketing tecnológico con la política de Estado.

La historia económica argentina, de los ferrocarriles al litio, enseña que los anuncios grandilocuentes suelen venir acompañados de un mismo patrón, entregar recursos naturales o condiciones fiscales sin asegurar transferencia de capacidades, ni control nacional sobre la infraestructura estratégica. La IA, en este sentido, puede ser la nueva frontera del desarrollo, o el nuevo extractivismo digital.

La nueva Potosí de la inteligencia artificial

El proyecto Stargate promete transformar a la Patagonia en un nodo global de cómputo verde. Pero si no se establecen condiciones claras, la Argentina corre el riesgo de convertirse en la nueva Potosí de la inteligencia artificial, una tierra rica en recursos estratégicos (energía, agua, territorio, talento) puesta al servicio del procesamiento de datos que enriquecerá a otros.

Como en el siglo XVI, cuando la plata de Potosí financió los imperios europeos y dejó a la región en la pobreza, hoy podríamos repetir el ciclo en clave digital. La diferencia es que esta vez la extracción no se mide en toneladas, sino en horas, kilovatios y gigabytes. El nuevo oro son los datos, y la nueva minería es la del conocimiento.

Si el acuerdo no asegura participación nacional en la propiedad y en la gestión del megacentro, la Argentina se limitará a proveer energía barata, clima frío, agua dulce y, con suerte, talento humano formado en sus universidades públicas, para refrigerar servidores que procesarán información global sin dejar beneficios locales. Seríamos, otra vez, el patio trasero del progreso ajeno: una minería a cielo abierto de información, energía y conocimiento, mientras la inteligencia, los algoritmos y las rentas del saber se concentran en el norte global.

La pregunta es incómoda, pero necesaria: ¿queremos ser una plataforma extractiva de datos, o una nación productora de inteligencia? El desafío no es solo atraer inversiones, sino transformarlas en soberanía, innovación y trabajo. Porque sin regulación, capacidad técnica y visión de largo plazo, el riesgo es claro: que Stargate Argentina termine siendo solo un portal por donde se fuga nuestro futuro digital.

El espejo del ILIA 2025: Argentina detrás

El reciente Índice Latinoamericano de Inteligencia Artificial (ILIA 2025) confirma una tendencia preocupante: Argentina retrocede en el desarrollo de políticas y capacidades en inteligencia artificial. De acuerdo con el informe de octubre de 2025, Argentina retrocedió de 55.77 a 52.98 puntos (-2.79), ubicándose por detrás de Chile, Brasil, Uruguay, Colombia y Costa Rica, países que consolidan el liderazgo regional gracias a políticas estables de inversión en talento, infraestructura y gobernanza digital.

Chile sigue ocupando el primer lugar, aunque bajó de 73.07 a 70.56 puntos; Brasil, segundo, retrocedió de 69.3 a 67.39; y Uruguay, tercero, pasó de 64.98 a 62.32. En contraste, países como Costa Rica (+10.20), El Salvador (+6.14), Ecuador (+6.09) y Colombia (+3.20) registraron importantes mejoras en sus puntajes.

El balance es claro: 12 de los 19 países evaluados mejoraron su desempeño, mientras Argentina forma parte del grupo que retrocede. Esto significa que, mientras la región acelera la inversión en talento, regulación y ecosistemas de innovación, nuestro país se aleja de la frontera digital.

Más allá de los números, el ILIA 2025 evidencia un patrón político: los países que avanzan en inteligencia artificial son aquellos que combinan políticas de Estado estables, inversión sostenida en capital humano y marcos regulatorios de gobernanza digital. Argentina, en cambio, continúa atrapada en ciclos de entusiasmo y desinversión, donde los anuncios reemplazan a la planificación.

En términos estratégicos, si el país se limita a ofrecer energía, suelo y beneficios fiscales a grandes corporaciones sin acompañar con políticas de talento, innovación y soberanía de datos, consolidará su papel periférico en la economía del conocimiento.

Inversión sí, pero con condiciones soberanas

La llegada de OpenAI podría ser positiva si se garantiza soberanía sobre los recursos, los datos y la infraestructura. Para ello, el Congreso y el Ejecutivo deberían asegurar al menos tres condiciones básicas:

1. Propiedad y control nacional parcial de la infraestructura. Una cuota pública de cómputo o una participación accionaria del Estado en el proyecto, que garantice acceso estratégico y capacidad de auditoría.

2. Desarrollo humano y formación técnica local. Programas obligatorios de capacitación y becas en IA, ciencia de datos y ciberseguridad, destinados a universidades y tecnólogos argentinos.

3. Fomento de startups y proyectos de innovación locales. Que parte del poder de cómputo del centro se destine a emprendedores, pymes y universidades nacionales para generar valor agregado.

Sin esas cláusulas, el “megaproyecto” será apenas una subcontratación de suelo y energía al servicio de la inteligencia ajena.

Gobernanza, energía y poder en la era algorítmica

El verdadero debate no es solo técnico, sino político. En el corazón de la inteligencia artificial se juega la disputa por la gobernanza del conocimiento, la soberanía energética y la autonomía cultural.

Argentina cuenta con iniciativas incipientes que pueden marcar un rumbo. Entre ellas, el debate aún pendiente sobre Transparencia Algorítmica y No Discriminación, que busca garantizar que los sistemas de IA utilizados en el país sean auditables, explicables y no discriminatorios. Estos principios deben trascender el ámbito público y aplicarse también a los actores privados que operen en el territorio nacional. No puede haber soberanía digital sin trazabilidad algorítmica, ni desarrollo sostenible sin protección efectiva de los datos personales, la privacidad y el control jurisdiccional argentino sobre su procesamiento.

En este contexto, un centro de datos de 500 MW no es solo infraestructura: es poder computacional, energético y simbólico. Su consumo debe articularse con una planificación energética soberana y transparente, evitando que los recursos naturales argentinos (agua, energía y suelo) queden subordinados a intereses externos o a contratos de beneficio unilateral.

A ello se suma un aspecto esencial: la economía de la lengua. Si los modelos de IA entrenados en nuestro territorio no incorporan el español y sus variantes locales, estaremos cediendo también soberanía lingüística. Los algoritmos que no entienden nuestro idioma ni nuestras expresiones culturales terminarán moldeando una inteligencia ajena, desarraigada.

Invertir en inteligencia, por tanto, también significa proteger el idioma y la diversidad cultural, la forma en que los argentinos nombramos el mundo y construimos conocimiento. La gobernanza de la IA debe concebirse como un ecosistema integral donde energía, datos, transparencia y lenguaje conforman un mismo eje de poder. Y ese poder, si no se regula con visión soberana, puede transformar a la Argentina en proveedora de energía y datos, pero no de inteligencia.

El rol del Congreso y la inteligencia con soberanía

Hoy, lo que tenemos es una carta de intención, un gesto político y un titular de alto impacto. Nada más, todavía. Pero si esa promesa se materializa, debemos observar con cuidado cómo se distribuyen los beneficios, quién controla la infraestructura y qué futuro construye para los argentinos.

El Congreso Nacional tiene la responsabilidad de estudiar en profundidad este tipo de acuerdos y garantizar que las inversiones tecnológicas sirvan al pueblo argentino, no solo a los intereses corporativos globales. Debe velar por la protección de los datos personales, la defensa del trabajo local, la ciberseguridad, la soberanía energética y la autonomía digital del país.

Y sobre todo, debe evitar populismos vacíos, tanto los que prometen un futuro tecnológico sin inclusión, como los que rechazan la innovación por reflejo ideológico. La inteligencia artificial no necesita dogmas: necesita visión, regulación y coraje político.

La IA puede ser la locomotora del siglo XXI, pero solo si nos subimos con conducción propia, con soberanía digital, energética y lingüística. De lo contrario, seremos apenas la estación intermedia donde otros cargan energía, datos y futuro.

*Ingeniero en Sistemas de Información (UTN). Docente y consultor en transformación pública digital. Miembro del Consejo Asesor del Laboratorio de Innovación y Tecnología Aplicada al Trabajo (LITAT) | AGC

Un vital sobreviviente de 80 años

Por Julio Fernández Baraibar*

El final de la Segunda Guerra Mundial, en 1945, dejó a las antiguas potencias coloniales (Reino Unido, Francia, Países Bajos, etc.) económicamente devastadas y militarmente exhaustas. Esa situación abrió cauce histórico a la aparición de movimientos de liberación nacional en todo el mundo colonial y semicolonial. La Guerra Fría, por otra parte, y las tensiones internacionales que generó facilitaron y alimentaron la lucha por la autodeterminación nacional.  

En Asia, la entrada en Beijing del Ejército Popular, conducido por Mao Tse Dong y el Partido Comunista Chino, puso a la República Popular China en el Consejo de Seguridad de las Naciones Unidas, junto a los triunfadores de la Segunda Guerra. India, conducida por el Partido del Congreso, conquista su independencia nacional, en 1947. El Viet Minh, liderado por Ho Chi Minh, declaró la independencia de Vietnam en 1945 tras la rendición japonesa y se inicia la guerra de liberación contra el dominio francés que culmina en la batalla de Dien Bien Phu, entre el 13 de marzo y el 7 de mayo de 1954. La victoria aplastante del Việt Minh, al mando del General Võ Nguyên Giáp, forzó a Francia a negociar y puso fin a la guerra.  Los líderes nacionalistas Sukarno y Hatta declararon la independencia de Indonesia en 1945, lo que llevó a una guerra revolucionaria contra los Países Bajos, que intentaron restablecer su control. Indonesia obtuvo el reconocimiento internacional de su independencia en 1949.

En Asia Occidental, Siria y Líbano consiguieron su completa independencia de Francia en 1945-1946. 

En el norte de África, Egipto, tras la humillante derrota en la guerra árabe-israelí de 1948, se fortalecieron los movimientos anti-monárquicos y anti-británicos, que culminarán con la Revolución Egipcia de 1952 liderada por Gamal Abdel Nasser y los Oficiales Libres.

En el caso de la colonia francesa de Argelia, aunque la independencia se obtuvo recién en 1962, el sentimiento nacionalista se cristalizó tras la represión de las protestas independentistas en Sétif y Guelma en 1945, que marcaron el inicio del camino hacia la Guerra de Independencia de Argelia, que se desarrolló entre 1954 y 1962.

En el África subsahariana los movimientos fueron más lentos y recién en la década del 60 obtuvieron la independencia, pero el período de posguerra fue fundamental para su organización. En Ghana, el movimiento liderado por Kwame Nkrumah se intensificó con campañas de “autogobierno ahora” y así se convertiría en el primer país subsahariano en obtener la independencia en 1957. En Kenia surge el movimiento anticolonial Mau Mau, que llevó a una violenta rebelión contra el dominio británico en la década de 1950. Mientras que en el África dominada por el colonialismo francés se creó el Rassemblement Démocratique Africain (RDA) en 1946, un partido que luchaba por los derechos de los africanos dentro del sistema francés, sentando las bases para futuras demandas de independencia. Curiosamente, este prudente movimiento inicial, que solo buscaba que sus países fueran considerados parte de la Francia de ultramar, luego de 80 años de brutal expoliación colonial, están desarrollando ante nuestros ojos el más apasionante proceso de liberación nacional, como hemos visto en Burkina Fasso. 

El Congo tuvo que esperar hasta la década del 60 para liberarse del brutal y salvaje colonialismo de la suave Bélgica. Y la perfidia de la infame testa coronada de Balduino llevó a cabo una retirada tan acelerada que no hubo una transición real de poder. Dado que los belgas habían evitado formar una élite política y administrativa, el Congo se independizó con solo unos 30 graduados universitarios en todo el país y sin oficiales africanos en el ejército. Todo ello sumió al país en un caos y balcanización de los cuales aún no ha logrado recuperarse.

En 1948 se produce lo que se ha llamado El Cisma Yugoslavo. Josip Broz, el Mariscal Tito se enfrentó abiertamente a Stalin y fue expulsado del Kominform. La causa fue la insistencia de Tito en que Yugoslavia tenía derecho a seguir su “propio camino hacia el socialismo”, sin someterse a los dictados de Moscú. Fue, quizás, el ejemplo más puro y exitoso de un movimiento nacional periférico que logró una autonomía genuina durante la Guerra Fría.

En América Latina, el final de la segunda guerra también tuvo su impacto. En Venezuela aparece Acción Democrática, un partido de las clases medias que pugnan por el aprovechamiento de la generosa renta petrolera para industrializar el país. En la Argentina, en un día como hoy de hace 80 años, el pueblo argentino arranca a Juan Domingo Perón de la prisión y da inicio a un proceso de nacionalización de la renta agraria, de industrialización y de distribución democrática de los excedentes, rompiendo con el predominio inglés y oligárquico en la economía y la política. Unos años después, Getulio Vargas, de nuevo en la presidencia del Brasil, profundiza su programa nacionalista e industrializador, con apoyo popular. En Bolivia, el MNR, a partir de 1952, nacionaliza las minas de estaño y lleva a cabo una radical reforma agraria.

Este largo proemio histórico viene a cuento por algo que es único y exclusivo del peronismo. Si de esta enumeración, sacamos aquellos procesos en los que una revolución radical y una guerra civil crearon un nuevo estado, los dos únicos movimientos que, en el mundo, han logrado sobrevivir a las convulsiones de la segunda mitad del siglo XX y la cuarta parte del siglo XXI son el Partido del Congreso de la India y el peronismo de la República Argentina.

El gran Kwame Nkrummah, el noble Gammal Abdel Nasser, que nacionalizó el Canal de Suez de manos de Inglaterra y unos inversores franceses, Sukarno, el triunfador sobre los holandeses, el mariscal Tito, cuyo retrato vi en los hogares de todos los yugoslavos migrantes en Suecia, Rómulo Gallegos y Rómulo Betancourt, los dos presidentes adecos, Víctor Paz Estenssoro, el expropiador de las minas de los “barones del estaño”, Patiño, Hochschild y Aramayo, y hasta Getulio Vargas, el suicida heroico, son nombres que a lo largo de esos 80 años se han ido empalideciendo hasta caer casi en el olvido. Algunos de ellos fueron derrotados, otros sucumbieron a las trampas del enemigo antinacional, otros, como el Mariscal Tito, fueron arrastrados en el feroz torbellino de una guerra civil provocada por el imperialismo.

Pero el nombre de Juan Domingo Perón sigue indeleble en el corazón del pueblo argentino. Su voz, sus dichos, sus cavilaciones entre políticas y filosóficas, sus escritos y sus discursos siguen vivos en la tradición política argentina. Es el único jefe popular surgido después de la guerra cuyo movimiento sigue preocupando al imperialismo yanqui y es el único cuyo apellido surge como alternativa incontrastable y poderosa a la injerencia norteamericana en la política argentina. 

Ayer tuve una reunión con un dirigente gremial, el secretario general del Sindicato de Obreros Navales, Juan Speroni. Es un hombre de característica extracción obrera. Su escuela ha sido la lucha sindical y política. Y de su boca escuché un extraordinario discurso nacional, una inteligentísima visión del mundo contemporáneo y de la política internacional, en donde las citas, las referencias y las menciones a Perón eran de una precisión quirúrgica. 

He tenido la suerte de recorrer bastante mundo y conocer mucha gente de toda condición. Solo en Cuba se puede oír “como decía Fidel” o en Venezuela “como decía Chávez”.  Pero ambos son contemporáneos. Cuando un trabajador argentino o una dirigente social del Chaco dice “como decía Perón” se está refiriendo a un hombre al que no conoció personalmente, que nació a fines del siglo XIX, y que desde hace 51 años no está entre nosotros. En realidad, lo que hace es expresar la vitalidad, la energía y la enorme potencialidad transformadora que, afortunadamente, aún tiene el movimiento creado por aquel coronel y por los trabajadores que lo sacaron de la prisión oligárquica hace hoy, exactamente, 80 años.

Buenos Aires, 17 de octubre de 2025

*escritor, guionista, documentalista y político

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