Por Fernando A. Barrera
La salvaje invasión rusa en Ucrania me lleva a hacer algunas reflexiones, adelantando mi opinión contraria a dicha incursión bélica que atenta contra el pueblo y la soberanía ucraniana.
Está claro que está ofensiva militar deja en evidencia la caída definitiva de la unipolaridad norteamericana y de la OTAN en el contexto internacional que ya había sido resquebrajada en lo económico a partir de la guerra comercial entre los Estados Unidos y China.
Putin, de esta manera deja expuesta la debilidad de los Estados Unidos como cabeza de occidente en su figura de gran gendarme y ordenador mundial, que pretendió imponer a partir de la caída del muro de Berlín y el fin de la guerra fría, reconfigurando el escenario de seguridad. Su firme expresión de pararse frente a la OTAN, esconde detrás su decisión de mostrar un nuevo eje internacional corrido hacia oriente especialmente en relación a Moscú/Pekín.
Esto también hace temblar la estrategia europea de fortalecimiento internacional sostenido en el eje París/Berlín/Moscú, poniendo en crisis el sistema económico occidental debido a la dependencia de Europa de los recursos energéticos rusos lo que puede provocar una desestabilización económica en la eurocomunidad con consecuencias impredecibles, que pueden impactar a nivel mundial en virtud de las inversiones y el comercio de la eurozona.
También es cierto, que, en el fondo de esta crisis, Rusia pretende detener el avance del mundo occidental hacia el oeste, poniendo un límite al avance militar de la OTAN hacia el Mar Negro, garantizándose el control estratégico y militar de esta zona sobre la que siempre ha tenido influencia y hegemonía, como así también, evitando su intervención en la producción de sus recursos naturales y minerales.
Sin desestimar estos argumentos, que en el orden internacional evidencian un multilateralismo y un fortalecimiento del poder de las potencias orientales (Rusia/China especialmente y Turquía/India después), está claro que en el conflicto también subyace una realidad que Putin y los analistas internacionales no pueden ocultar.
En primer lugar, que los imperialismos modernos derivados de la intervención directa política, militar o económica de las potencias hegemónicas siguen siendo determinantes en la historia actual. El caso de la intervención directa de Rusia en el Donbass, de EEUU en medio oriente, la OTAN en los Balcanes o de Gran Bretaña en Malvinas y tantos lugares más, son una muestra de ello.
En segundo lugar, que le guste a muchos o no, el pueblo ucraniano, como tantos otros, tienen ansias de libertad y soberanía. Ucrania, como Polonia o los pueblos eslavos del norte, desde la definición de sus identidades culturales, planean la conquista de su propio destino nacional.
Eso significó la lucha del pueblo polaco en los 80 aún durante la hegemonía soviética o la Euromaidán ucraniana de 2014 que fue el quiebre en la definición política de un pueblo que ya había tomado la decisión de incorporarse definitivamente a la Unión Europea y a occidente.
Más allá que algunos hayan observado detrás de las revueltas de Kiev en 2014, un juego promovido y azuzado por occidente, lo cierto que el grueso del pueblo ucraniano expreso desde ese momento su decisión de integrarse al contexto de la política occidental, reforzando la estrategia alemana de afianzar el PBM (París, Berlín, Moscú) como eje reconstructor del posicionamiento europeo en el contexto de poder internacional, algo que como vimos más arriba, Rusia acaba de dinamitar, aunque no definitivamente.
Rusia y Putin no quieren aceptar ese espíritu de independencia del pueblo ucraniano, de hecho la invasión sobre Kiev, significa el desconocimiento, el golpe y la caída el gobierno ucraniano (bueno o malo) legítimamente electo en el 2019 con más del 70% de votos y la imposición directa de un gobierno proruso que cuide los intereses hegemónicos del gobierno invasor. Toda similitud a lo que los Estados Unidos promovió en oriente medio y en otras latitudes no es mera coincidencia.
Moscú y Pekín tensan la cuerda de occidente en materia política, económica y en materia de seguridad, tratando de imponer un nuevo orden internacional que impacte en el poder y en el comercio mundial. En este contexto pretenden defender sus intereses imponiendo condiciones en los países “no alineados” donde en definitiva se desarrollan los conflictos bélicos o económicos, tal como lo hace Washington o Londres (Ucrania, Irak, Siria, Afganistán, Corea, Taiwan, Cuba, Irlanda, Argentina, Venezuela)
En esta situación, pensar en justificar está intervención armada es desconocer la independencia y la soberanía de los pueblos. Rusia puede tener intereses legítimos de evitar el avance de OTAN hasta sus propias fronteras, pero está disputa de poder entre potencias mundiales de carácter imperialistas o hegemónicas, como se lo quiera llamar, siempre terminan haciendo pagar en vidas y en recursos a las naciones pequeñas soberanas. Hoy Ucrania, uno de los países mas pobres y con los sueldos mas bajos de la comunidad europea, y su pueblo, son las víctimas de esta disputa de poder, tal como lo hemos sido nosotros en varios momentos de nuestra historia.